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Golpes de efecto

Por Redacción EG · 09 de septiembre de 2012

A través de los años, las grandes peleas no solamente lo han sido sobre el ring, sino también en la producción de fuertes negocios. La radio primero, y la televisión después fueron marcando el camino junto con los campeones mundiales. Esta nota no trata de combates históricos, sino de fantásticos negocios.


                Nota publicada en la edición de septiembre de 2012 de El Gráfico  

HOY, Las Vegas; ayer, escenarios especiales. Pero la canción es la misma.
"ESTA ES LA PELEA que todo el mundo del boxeo está esperando”. ¿Cuántas veces se ha pronunciado esta frase? Millones, pero todavía sigue funcionando. La pronunció Bob Arum hace un mes, firmemente parado frente a un atril del The Edison Ballroom, un salón ubicado en pleno Times Square, en Nueva York. Ante más de cincuenta periodistas, el veterano promotor inició así su arenga. “Ver frente a frente a Julio César Chávez Junior y a Sergio Maravilla Martínez, es la pelea que el mundo espera, y nosotros estamos presentando esta sensacional pelea el sábado 15 de septiembre en Las Vegas”.

De negocios se trata, claro. El boxeo de hoy –y el de hace muchos años- no se rige solamente por la venta de entradas, sino por los porcentajes de la televisión.

Nadie en su sano juicio podría afirmar que la pelea entre Chávez y Maravilla Martínez será una de “las peleas del siglo”. Por lo menos, hasta que no hayan combatido. Pero sí se la está vendiendo como una de esas peleas en las que nadie puede dejar de tomar partido.
Una de las primeras reglas de la publicidad, la más elemental, es poder instalar en el posible consumidor el deseo de tener ese producto, ya sea para aumentar su status, su ego, su comodidad o, simplemente, su capricho.

Entonces, para instalar esa necesidad, es que Chávez Junior, campeón mundial mediano del Consejo, y Maravilla Martínez, campeón emérito de la misma entidad, compartieron escenarios, pirotecnica verbal, insultos, planteos despectivos y una serie de cosas más, incluyendo hoteles, en Los Angeles, Las Vegas, Nueva York y México.

¿Objetivo? Aumentar la necesidad en el espectador, para obligarlo a que, cuando llegue la fecha del combate, pague unos 50 dólares para poder verlo en el codificado de la señal HBO.
Para ello, además, HBO pone en el aire un reality llamado 24/7 (las 24 horas, los 7 días de la semana) acompañando minuto a minuto a cada boxeador, mostrándolo en todas sus facetas, presionando a quien lo ve a que sienta esa pulsión interna que le diga: “No te podés perder esta pelea, llamá ya, pagá el dinero y disfrutala”.

Esta pues, no es totalmente una nota de boxeo sino de aquello que lo rodea. Y la historia empezó hace muchos años...

LA PRIMERA regla para “vender” una pelea es tener a un héroe y un villano, a un malo y un bueno. “En las películas de cowboys, los buenos usan sombreros blancos; y los malos, sombreros negros. Cuando se tiene a uno contra otro, el negocio ya empezó bien”, afirmó Bob Arum.

Para el año 1926, el promotor Tex Rickard se frotaba las manos. Tenía a un héroe y a un villano. Era cuestión de afinar la puntería. El villano era su propio boxeador, Jack Dempsey, el campeón mundial de los pesados. Jack había evitado entrar en el Ejército durante la Primera Guerra Mundial, y en el ring era un salvaje que arrollaba a todos. Entonces, Rickard encontró al francés Georges Carpentier, que no solamente era campeón mundial mediopesado, sino que había sido un distinguido piloto de aviación durante la Guerra. Aunque Carpentier era más chico de peso, eso no era problema. Menos cuando Rickard le ofreció 200.000 dólares para viajar a los Estados Unidos. Dempsey se llevaba 300.000, pero además, como se hace ahora, el 25% de las ganancias de la exhibición de la película del encuentro. Rickard fue más allá, y entendió que el otro negocio era la incipiente radiofonía; eran pocos aún los que tenían radios en esa época.

Y entonces, así como hoy existe el codificado, la radio decidió ser la otra vía de difusión de la pelea: en diferentes teatros y cines se iban a colocar parlantes para que la gente pudiera seguir el combate en una transmisión golpe a golpe. Una compañía de radio recién nacida, Radio Corporation of América, entendió que una transmisión de esta naturaleza daría muchos beneficios. Así, RCA, como se conocería hasta nuestros tiempos, fue la que hizo su primera trasmisión radial con Dempsey-Carpentier. Desde venta de aparatos de radio, hasta spots publicitarios, el negocio crecería a pasos agigantados. La necesidad de la gente de estar informada sobre la pelea provocó que unas 300.000 personas la siguieran por radio. En ese momento, el área de alcance desde el lugar de la emisión, en Nueva Jersey, alcanzaba apenas un radio de 400 kilómetros. Fue un éxito total. ¿Y la pelea? Bueno, baste con decir que fue la primera en superar el millón de dólares ante una audiencia de 80.000 personas, en un estadio creado en Nueva Jersey para la ocasión. Fue el 2 de julio. Dempsey ganó sin problemas en el cuarto asalto, aunque se rompió una mano. De todas maneras, el resultado no podía ser otro, dadas las diferencias físicas entre los boxeadores. ¿Más detalles pugilísticos? No: recuerde, esta nota habla del negocio del boxeo. Y esta pelea fue el nacimiento de una era.

LA NOCHE en que Alí venció a Foreman con bolsas récord para cada uno. Don King les pagó cinco millones de dólares.
CUANDO MUHAMMAD ALI y Joe Frazier firmaron el contrato, nadie lo podía creer. Se trataba, por cierto, de La Pelea del Siglo, el combate que nadie podía dejar de ver, entre el bocón-fanfarrón-provocador-atrevido e irritante contra el callado-sumiso-silencioso-respetuoso. ¿Hace falta decir quién era el bueno y quién el villano?

Pero lo más atrevido del caso fue la bolsa, de 2.500.000 dólares para cada uno, una locura. Jerry Perenchio, que era un millonario del showbusiness, fue quien puso el dinero para que la pelea se efectuara en el Madison Square Garden de Nueva York. Sí, fue una de las grandes peleas del siglo, porque Frazier derrotó a Alí y lo tuvo por el suelo; pero recuerde, no hablamos de boxeo sino de negocios y extravagancias. Perenchio, que era íntimo amigo del actor Burt Lancaster, lo puso como comentarista en la televisión. La revista Life redobló la apuesta, contratando a un cronista y a un fotógrafo de lujo. El cronista, Norman Mailer –uno de los más atrevidos y talentosos periodistas de este siglo pasado- y el fotógrafo, un señor de ojos azules, nacido en Hoboken, llamado Frank Sinatra (dicen que por un momento, le sacaron más fotos a él que a la pelea). Fue el 8 de marzo de 1971.

Alí no fue protagonista de una sola gran pelea, claro. Cuando se enfrentó a George Foreman en el Zaire, 1974, hubo toda una revolución satelital para difundir el encuentro a todo el mundo, porque la pelea debió empezar a las 4 de la mañana, para coincidir con las 22 de Nueva York, y encima, Don King convenció al sangriento dictador Mobutu para que “ayudara”, por lo cual, Alí y Foreman se llevaron 5 millones cada uno. Ganó Alí, fue por nocaut, y logró su segundo campeonato mundial. Cuando alcanzó la corona por tercera vez –15 de septiembre de 1978- metió 80 mil personas en el Superdome de Nueva Orleáns.

DEL CIRCUITO cerrado en los cines –primero las transmisiones radiales, luego las peleas por televisión en pantalla gigante- se llegó al codificado. Y el codificado, el ya famoso pay-per-view o “pague por ver”, modificó el negocio y lo potenció. No seamos ingenuos: el factor étnico tiene mucho que ver, aunque nunca se despegue el ojo del netamente boxístico.

IMPOSIBLE no mencionar a estos hombres. Holyfield, cuando venció a Tyson, la noche de la oreja mordida.
Mike Tyson, poseedor de una pegada furibunda, y además afroamericano hasta la médula, movió a millones de sus compañeros de color a seguirlo. Claro que ante todo, se encendía la tele por lo que ofrecía: espectáculo cruel, explosivo y tremendo. De hecho, hoy por hoy, sigue siendo el número dos de la historia, por haber recaudado 545 millones de dólares, gracias a un total completo de 12 millones y medio de pantallas encendidas a lo largo de 12 peleas.

Cuando peleó con Evander Holyfield por segunda vez (sí, la de la oreja mordida), 28 de junio de 1997, recaudaron más de 14 millones en el estadio y otros 14 millones en codificado.

Aclaremos, antes de que sea tarde, que como cada boxeador se lleva un porcentaje del codificado una vez superado cierto número, por ello mismo está obligado a participar de cuanta conferencia de prensa haya y de cuanto show pueda promover la pelea, ya que de ganar dinero se trata.

OSCAR DE LA HOYA merece un párrafo aparte, como hispanohablante no es querido por los mexicanos –quizás los más atrevidos consumidores de boxeo por pay per view-; pero lo cierto es que, aunque los estadounidenses lo consideran un latino, Oscar es el número uno, superando aun a Tyson. A lo largo de 18 peleas, recaudó 610 millones 600 mil dólares, con 12 millones y medio de pantallas encendidas. Cuando perdió ante Floyd Mayweather –uno que para hacer el papel de malo no precisa nada-, recaudaron 120 millones de dólares. Como canta Luis Miguel, De La Hoya, retirado, “sigue siendo el rey”. Aunque Floyd Mayweather es, hoy por hoy, el más taquillero, claro que sin llegar a lo que ha logrado Oscar...

No podemos obviar grandes peleas que fueron grandes negocios. En 1980, el mundo se paralizó para ver a Sugar Ray Leonard frente a Mano de Piedra Durán. Tanto es así que hasta tuvieron que hacer las paces, aunque fuera por un tiempo, los promotores archienemigos de entonces, Arum por Leonard; Don King representando a Durán.

Lo mismo ocurrió, pero especialmente en Sudamérica, cuando Carlos Monzón se enfrentó al colombiano Rodrigo Valdez.

Pero en función de los números, la realidad es otra. Bob Arum creó un fenómeno extraordinario, ya hoy casi más cercano al retiro que otra cosa, en Manny Pacquiao. Logró que un filipino vendiera pay per view, programándolo con latinos como Erik Morales, Juan Manuel Márquez o Marco Antonio Barrera. Hasta que finalmente eligió a Timothy Bradley, que le ganó en polémico fallo: por ese combate, Manny se llevó 26 millones de dólares fijos, sin contar el porcentaje de la televisión...

SI LAS ETNIAS y las nacionalidades son importantes, piense en esto: el 16 septiembre se festeja la Independencia mexicana. No es casual que en esa fecha, aprovechando el enorme flujo turístico de ese país, Las Vegas se convierta en un desfile de mariachis y en el escenario pugilístico en donde reinan los mexicanos, desde Julio César Chávez (padre) hasta, ahora, su hijo. Se calcula que si en la pelea con Maravilla venden 2 millones y medio de pantallas de HBO será un éxito... Aunque en el mismo día, y casi a la misma hora, otro mexicano top, Saúl El Canelo Alvárez se medirá con Josecito López, también en Las Vegas, por Showtime, o sea televisión abierta, organizada por Golden Boy Promotions, en guerra declarada a Top Rank, la empresa de Bob Arum. Tanto es así que hasta ha programado a otro argentino, Marcos El Chino Maidana para que enfrente al mexicano Soto Karass, para dividir las aguas.

La pelea del Siglo es un slogan ya muy utilizado... también existió La pelea del Milenio, cuando Oscar perdió con Tito Trinidad, en 1999...

Así que cuando escuche a Bob Arum o a otro promotor enfatizar: “Esta es la pelea que el mundo espera”, le damos un consejo. No se lo tome demasiado en serio, pero trate de verla porque, negocios aparte, el boxeo todavía sigue ofreciendo esas peleas que, más allá del dinero, todos tenemos ganas de ver... Y si no, con una mano en el corazón, ¿quién no tiene deseos de ver a Chávez Junior frente Martínez? ¿Por qué no se hizo antes? Porque todo llega a su tiempo, todo llega cuando la gente quiere realmente ver la pelea. Y, si no, pregúntele a Bob...

Por Carlos Irusta. Fotos: Archivo El Gráfico

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