Una máquina que nunca detuvo su marcha. Un equipo con una intensidad y un vértigo notables. Un plantel con un convencimiento extremo y un rigor físico inclaudicable. Lanús pasó por arriba a San Lorenzo. Como había hecho con muchos otros rivales en su zona, pero potenciado porque se trataba de la gran final. Sin importarle el escenario ni la presión.
Salió decidido a noquearlo y nunca especuló con otra posibilidad. No reguló. No aplacó. No enfrió un partido por tener la ventaja. Siguió yendo, siguió sacando diferencias, siguió abriendo heridas a un rival que no supo cómo presentarle oposición. Y no bajó el ritmo hasta el último minuto. Como una verdadera máquina alemana. Lanús es un merecido campeón llegado desde el Sur. Desde el Sur de Baviera.