JUNIO DE 2015. La portada de una de las revistas más famosas sorprendía en cada rincón del mundo. Nadie conocía el nombre de la protagonista: se llamaba Caitlyn Jenner y era la mujer que había dejado atrás a Bruce Jenner, el padrastro de las reconocidas Kardashian que fuera campeón olímpico en decatlón en los Juegos de Montreal 1976.
La tapa de aquella edición de Vanity Fair, la publicación que fabricaba celebridades, se volvió histórica. "Llámenme Caitlyn", reflejaba el título principal, en una declaración tan fuerte como reparadora. De ese modo Caitlyn daba a conocer que era una mujer transgénero y estaba liberada con su nueva vida.
En aquel momento, con 65 años, Caitlyn le contaba al planeta entero que su vida hasta entonces había sido una mentira. Y fue un quiebre: se convirtió en una referente activista de la comunidad trans en cada sitio del mundo, un símbolo de la lucha por los derechos y la visibilidad de las personas transexuales.
"Estoy tan feliz por vivir mi verdadero yo después de una lucha tan larga. Bienvenida al mundo, Caitlyn. No puedo esperar a que la conozcan", escribía Jenner en sus redes sociales. Su elección de vida tuvo tanta repercusión a nivel global que hasta el propio Barack Obama, por entonces presidente de los Estados Unidos, le dedicaba unas palabras: "Se necesita mucho valor para compartir tu historia".
Bruce Jenner, nacido en Nueva York en 1949, se colgaba la medalla dorada en decatlón con récord mundial incluido. En medio de la Guerra Fría el histórico atleta se consagraba, con la bandera de los Estados Unidos, en la prueba más difícil y compleja de los Juegos Olímpicos. Así se transformaba en un ídolo popular de su país por mérito deportivo y por el valor político de su conquista: había recuperado el oro del decatlón que estaba en manos de Nikolai Avilov, el campeón olímpico de Múnich 1972.
Bruce Jenner, en pocas palabras, era un héroe nacional. Después de Montreal, no obstante, el atleta decidió dejar el deporte con sólo 26 años y se dedicó a ganar dinero con su imagen publicitaria: realizó discursos motivacionales, capitalizó al máximo su popularidad y hasta participó en series y películas. Tuvo tres matrimonios, el último de ellos con Kristen Mary Houghton, la ex mujer del abogado Robert Kardashian, el padre de las famosas Kardashian. Jenner tuvo en total seis hijos, dos con cada una de sus tres ex esposas.
A mediados de 2015, a los 65 años, decidió desnudar que siempre se sintió mujer y le dio vida libre a Caitlyn, en una transformación personal que ya había empezado en abril: “A todos los efectos soy una mujer”, había declarado Jenner en una entrevista con Los Angeles Times después de meses de especulaciones en los medios sobre su condición sexual. La presentación formal de Caitlyn llegó, en efecto, con la famosa tapa de Vaniti Fair, con una imagen capturada por la fotógrafa Annie Leibovitz que reflejaba el resultado final de varios meses de tratamiento hormonal y cirugías estéticas, sobre todo una de caracter facial que se extendió durante doce horas.
El coraje de exhibir con libertad su proceso de transformación la convirtió en una figura de calibre mundial, en un ícono transgeneracional que unió dos frentes: el éxito de su carrera como deportista, en la que llegó a ser casi un prócer nacional, y el cariño de quienes acompañaron una abierta decisión que fue recepcionada con alegría por toda la comunidad transgénero de los Estados Unidos.
La semana pasada Netflix, la plataforma de streaming internacional más famosa del mundo, lanzó el capítulo especial de Caitlyn Jenner en "Al Descubierto", una saga de episodios documentales que narra historias particulares del deporte.
Que se haya dedicado al atletismo no resulta azaroso. La exigencia, la dureza de los entrenamientos y el culto de la imagen corporal tienen instalada una falsa relación con la virilidad. El hecho de que haya competido en el decatlón, mucho menos: la prueba más complicada del mundo del deporte sólo es dominada por los atletas más completos, más poderosos y más fuertes. Sólo una roca puede consagrarse como lo hizo Jenner en Montreal.
Pero Caitlyn, la mujer que siempre estuvo dentro de Jenner, se resistió toda la vida a ser invisibilizada. No se rindió. Luchó por no ser aplastada. Y, al cabo, se apropió del protagonismo en aquel maravilloso 2015, el año en el que Jenner logró por fin liberarse y encontrar la felicidad absoluta. El semblante luminoso, aquel que apareció en la mítica tapa de Vanity Fair, ya no se irá jamás.