Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver
Febrero de 2004. Las sirenas intentan hacerse un lugar entre el tráfico de Cali, hace calor, el pegote se siente en el aire. La policía estaba allí, la gente revolucionada se amontonaba alrededor de un hombre tirado en el piso. -Permiso, permiso- la médica de la ambulancia intenta llegar entre gritos, lágrimas y sollozos. Una vez pasada la maraña humana, lo vio a él, tirado en el piso, entre cartas, fichas de dominó y porrones de cervezas vacíos. Se agacha, le mide el pulso, intenta escucharle el corazón:
-¿Alguién lo conoce?- indaga la doctora, y desde atrás una voz quebrada de un hombre responde:
"Albeiro, es Albeiro"
¡Ahí viene el Palomo!
Albeiro Usuriaga perteneció a una generación brillante del fútbol colombiano, esa que le perpetró una goleada inolvidable a la Argentina de Basile en septiembre de 1993. Usuriaga, como tantos chicos que nacen y crecen en las barriadas más postergadas de latinoamérica, tuvo necesidades y después sueños. Repartía sus días vendiendo diarios para juntar unas monedas y jugaba al básquet en la cancha de 12 de octubre, donde intentaba copiar los movimientos de su ídolo Michael Jordan. Un día acompañó a unos amigos a una prueba en América de Cali y al instante llamó la atención. Le prestaron unos botines y pasó el examen que cambió su vida
En esa época Ricardo Gareca, quien jugaba en el conjunto caleño, lo aconsejó, lo cobijó y le regaló un par de botines. El destino los juntaría más tarde en Independiente de Avellaneda. En uno de sus primeros partidos, se ganó un canje de ropa en una casa importante de ropa. Al llegar solo tuvo ojos para un traje blanco, prístino, impoluto.
En su carrera se convirtió en un hombre de goles importantes, como el que convirtió en la repesca para Italia 1990. El 15 de octubre de 1989 decretó el 1-0 en Barranquilla contra Israel, dándole la clasificación a su país a un Mundial luego de 28 años, ya que en la vuelta -en Tel Aviv- empataron 0-0.
Más allá de ese gesto casi heroico, no fue convocado nunca más a la selección colombiana. Algunos dijeron que Maturana lo separó porque Usuriaga le había robado una cadena de oro a René Higuita, lo cual no fue cierto; y los motivos por los cuales no jugó nunca más no quedaron claros.
En 1992, jugando para el América de Cali, tenían que volar para enfrentar a Junior en Barranquilla. El técnico fue claro: "Todos en el aeropuerto con traje gris". Usuriaga fue el único que apareció con un traje azul. Maturana enfurecido -difícil imaginarlo así- le impidió tomar el vuelo y no viajó al partido. El "Palomo" era así.
¡USURIAGA, USURIAGA!
Poco tiempo después, Independiente apareció en su horizonte. Llegó justamente desde los Diablos Rojos, tal el apodo del conjunto caleño, donde había salido subcampeón en 1991 y campeón en 1992.
Encajó a la perfección en ese equipo de Miguel Brindisi que tenía un fútbol generoso con el espectador, jugaba bien y ganaba. Gustavo López, Sebastián Rambert, Daniel Garnero, Diego Cagna, “Perico” Perez y Usuriaga como la figura excéntrica de ese "dream team".
Desde chico Abeiro soñaba ser la tapa de la revista El Gráfico (como jugador de básquet) y el sueño se le convirtió en realidad, pero como jugador de fútbol.
Vuelta a la vida
Corría el año 1999, Albeiro había regresado a Colombia, pero no la estaba pasando bien. Había sido condenado a 18 meses de cárcel por manejar ebrio y lesionar a un policía en un control de tránsito. Necesitaba salir de esa realidad.
En Córdoba, la Selección Argentina jugó un amistoso con Colombia. Oscar Gencarelli -dirigente de General Paz Juniors- conoció a Carlos Quieto, quien había ido a ver el partido. Se pusieron a charlar de fútbol y el representante del “Palomo” lo ofreció sin dudar. Era el destino ideal para volver a jugar y alejarlo del entorno que le hacía mal. Llegó y causó una revolución. Con su sonrisa y mirada pícara, conmovió hasta el último hincha del “poeta” de Córdoba.
General Paz ascendió a la B Nacional, Usuriaga a pesar de “elegir” qué partidos jugaba y tener concesiones, no defraudó a nadie. El fantasma del doping era eso: un fantasma que se había exorcizado.
“Independiente fue muy importante en mi vida y en mi carrera. Tuve buenos momentos en Colombia, pero me marcaron los títulos en el Rojo. Allí fui feliz y estuve tan cómodo en la Argentina que me sentí un argentino más", declaró un tiempo después el goleador colombiano.
Cartas, fichas, el humo de algún cigarrillo consumiéndose apoyado en la mesa, en ese invisible equilibrio entre el extremo férreo del filtro y la débil resistencia de la ceniza. El “Palomo” está con sus amigos, en el Barrio 12 de octubre de Cali, tomando una cerveza y esperando una buena mano.
Se escucha una moto de fondo que viene a paso vivo, deja de ser un ruido de fondo para empezar a aturdir.
Cómo en una película de John Woo, Mauricio Colorado Roldán, alias ‘La Nana’, con un arma de fuego en cada mano, entró al bar donde Usuriaga estaba jugando a las cartas y disparó en trece ocasiones. Todo por salir con la mujer equivocada, la ex de Jefferson Valdez Marín, quien era el líder de la banda de sicarios conocida como "Molina".
Albeiro yace en el piso, entre colillas, fichas, y alguna botella rota que tiró en su caída. La policía irrumpe en el local, la ambulancia grita desesperada en la puerta, pero ya no quedaba nada más por hacer.
Todavía queda el recuerdo del flaco que apareció en el barrio vestido con un impecable traje blanco y se convirtió en el “Palomo” para toda la eternidad.
Diseño y edición de fotografía
Matias Di Julio