Su intención jamás fue trascender. Tímido, solidario, poeta y amante del atletismo, Miguel Benancio Sánchez era simplemente un trabajador tucumano más en la Buenos Aires que prometía bienestar en la década del ’70. Su vida circulaba alrededor de su familia, conseguir el dinero necesario para vivir, escribir poesías basadas en situaciones cotidianas y correr, correr y correr. Pero un día el hombre que había logrado federarse y competir en dos ocasiones en el tradicional maratón de San Silvestre se quedó sin futuro y pasó a formar parte de la larga lista de desaparecidos escrita por la dictadura militar que se inició en 1976.
Sin embargo, a veintidós años de aquella tragedia, su nombre salió del anonimato y volvió a la luz con la misma fuerza con la que se entrenaba y se autoexigía. Su historia trascendió nuestro país y en Italia se le efectuó un homenaje al primer atleta federado asesinado por los militares. Al hombre, al poeta. Para que no haya olvido.
Miles de italianos comulgaron con Miguel y recorrieron el domingo 9 de enero las calles romanas con pasión y devoción hacia un hombre que no conocieron. En sus pechos, la imagen de “El Tucu” guiaba su camino. Mientras que en sus espaldas llevaban grabados el último poema escrito por Miguel: “Para vos, atleta”, la Biblia de los corredores callejeros argentinos que les daba la fuerza para que no bajaran los brazos.
El ideólogo de este maratón, denominado “La carrera de Miguel”, fue Valerio Piccioni, periodista del diario La Gazzetta dello Sport, quien tomó conocimiento de esta historia que lo atrapó a punto tal que en seis meses editará un libro. Lo sedujeron el poder de lucha de Sánchez, sus poesías realistas, su dramático e inentendible final.
Nacido el 6 de enero de 1952, Miguel era el décimo hermano de una familia pobre de Bella Vista, un pueblito a 25 kilómetros al sur de San Miguel de Tucumán. A los 18 años decidió seguir los pasos de unos familiares y se instaló en Villa España, Berazategui. Tras un fugaz paso por Gimnasia y Esgrima de La Plata, donde probó suerte en el fútbol, se dio cuenta de que su velocidad le rendiría mejor en el atletismo, disciplina a la que s
e abrazó.