Era un sábado más, una fecha más del fútbol infantil. Es una regla no escrita entre algunos entrenadores que, si un equipo va superando al otro con mucha tranquilidad, el técnico del ganador saca a los mejores para evitar la humillación de los goleados. El local ganaba 5 a 0 y el técnico vencedor decidió hacer un cambio: sacó a su estrella y puso a otro de menor talento. El padre del arquero perdedor estaba sentado. Al ver el cambio se acercó al técnico que decidió la modificación y le dijo: “Dejálo al pibe, mi hijo es el arquero y tiene que aprender a soportar una goleada si quiere ser profesional. ¡Hijo, dale, bancátela. Sé hombre!”. El chico –de siete años– sólo contestó con algunas lágrimas.
Si hace unos meses alguien ingresaba en la página de Internet Fulbi.com, dedicada exclusivamente a los torneos de fútbol infantil, habría encontrado un comentario sobre una pelea, a trompadas, entre padres que discutieron porque un árbitro había sancionado un penal que le dio el triunfo a un equipo. Otro padre escribió: “¿Hay algún motivo para que una tarde de alegría se convierta en una batalla? ¿Hay algún motivo para que los niños lloren porque los padres se agarraron a trompadas? ¿Es tan importante un resultado en un partido hasta llegar a las manos? ¿Somos conscientes del mensaje que les estamos transmitiendo a los chicos?”. La firma decía: “Simplemente un papá”. En la misma página, Carlos Rognoni, técnico de Independiente B, fue consultado sobre el tema.
–¿Los padres presionan para que sus chicos jueguen?
–Sí, los padres no sólo presionan a los chicos, sino que vienen con actitudes que intentan presionarnos a nosotros para que el chico juegue más minutos. El baby fútbol tiene que cumplir una función social.
–¿Cómo influye la presión de los padres sobre los chicos?
–La influencia de los padres para obtener un resultado y para exigirles por demás a los chicos, potencia diez veces la presión. El chico se divierte, pero es más el efecto contrario que ejerce el padre con el chico cuando le exige muchas cosas más de lo que puede.
Frente a la difícil situación económica que golpea con fuerza a la sociedad, cada vez es más frecuente buscar salidas en el deporte creyendo que así se puede ingresar en el, para muchos, codiciado círculo del éxito. Así como en décadas pasadas le apuntaban al boxeo como una puerta importante para lograr un ascenso en esa escalera de ilusiones, hoy y debido a los montos que se manejan en el mercado, el fútbol es el principal deporte en la búsqueda de talentos que sirvan para llegar a las tapas de las revistas. Pero no sólo son los clubes los que van al encuentro de algún jugador que en el futuro deleite a los hinchas de un equipo. Allí están también los empresarios. Aunque los tiempos han cambiado y ahora, a falta de potreros, creció la competencia futbolística en clubes de barrio. Y así son los padres los que muchas veces llevan de la mano a sus hijos para ofrecerlos en esos clubes asegurando que ante sus ojos tienen a un mago de la pelota. O, tal vez, si ese chico no fue tocado por la varita mágica, podría ser un futuro jugador en el diminuto mundo del profesionalismo.
El fútbol infantil es un buen lugar donde los chicos pueden aprender que el fútbol es un juego, que la solidaridad es posible adentro y afuera de una cancha. A pensar en la forma más rápida de resolver una situación compleja y a tener un espacio para la recreación. Aunque en esos miniestadios también se puede observar a padres desaforados que imaginan a ese futuro hombre como una salvación de generaciones. Es cierto que uno de ellos puede ser un Aimar, un Batistuta, un Riquelme o, con mucho fervor, un Maradona. Aunque la gran mayoría quedará en el camino. Ni siquiera pisará una cancha profesional.
Los chicos pueden anotarse en las divisiones menores de clubes de la AFA o participar en una de las tantas ligas locales o regionales del fútbol infantil. FAFI, FEFI y Liga Infantil son algunas de las organizaciones que se dedican a organizar torneos. Generalmente, los partidos se juegan los sábados. Según los registros que tiene la Comisión de Fútbol Infantil de la AFA, sólo en los clubes de la Primera A, B, C y D hay inscriptos alrededor de 10 mil niños que juegan en las categorías de 10 a 14 años. En las otras asociaciones, un chico puede comenzar a jugar a los cinco años y no hay un registro de cuántos son los que participan de sus campeonatos. Según el presidente de la Comisión de Fútbol Infantil de la AFA, Ricardo Petracca, “de los diez mil, solamente el cuatro por ciento llegará a jugar en Primera”. Este porcentaje, que no incluye a los jugadores de las otras ligas, está en la cabeza de todos los padres. Pese a todo, muchos ponen todo de sí para que su hijo ingrese en ese cuatro por ciento.
El presidente del club 17 de Agosto, Alberto González, aseguró que “hay problemas en todo el fútbol infantil. No es sólo un discurso decir que nos interesa formar buena gente más que buenos jugadores”. El dirigente agregó que “en la competencia se da la presión de los padres que pretenden tener un hijo Maradona y todas esas cosas. No es fácil de manejar. El mensaje nuestro es que el técnico es el que dirige. Pero los que gritan son los padres. Y entre los propios padres hay celos por la titularidad de los chicos. Toman partido como si la titularidad fuera algo fundamental. Creo que es una constante que algunos padres quieren salvarse económicamente con sus hijos. Aunque quiero destacar la capacidad que ha tenido la direccón técnica de este club para alejarse bastante de este patrón común”. ¿A qué llama “patrón común” el presidente del 17 de Agosto? Con sólo estar un día observando partidos se consigue la respuesta.
Otro sábado, otro día sin sol sobre Buenos Aires. No era un clásico infantil, pero sí un partido importante para sumar puntos en la tabla de posiciones y acercarse al primero. Uno de los chicos del equipo local –un volante de marca que no la estaba pasando bien– recibió instrucciones del técnico. El padre del jugador, detrás del alambrado, le gritó: “Poné huevos”, “bajálo, no seas boludo” y “hacete respetar”. El entrenador vio que no era un buen día para el chico y decidió cambiarlo. Al padre no le gustó el cambio: “No te dije, tenías que meter más, había que pegar”. Los gritos sorprendieron a casi todos los que presenciaban ese partido y el chico no soportó: comenzó a llorar. La charla terminó con una contundente frase paternal: “Y si llorás no te traigo más”.
Las quejas de los padres no siempre van para sus hijos. De distintas maneras intentan persuadir a los entrenadores y a los dirigentes para que el chico sea titular. En el menú del bochorno hay insultos a los árbitros si el fallo perjudica al hijo. Juan Carlos Simonetti es el presidente del Club Atlético Nuestro Buenos Aires: “Lamentablemente, los padres creen que sus hijos son Maradona y los presionan. Igual que a los árbitros y sobre todo si está peleando por un puesto importante en la tabla de posiciones”. Simonetti dice que “los padres quieren que los chicos jueguen bien y que el árbitro juegue para su equipo. Cada vez ocurre con más frecuencia. Pero los chicos reciben los mensajes de los padres y cuesta hacerles entender que tienen que tomar el fútbol como una diversión”.
La diversión suena como una palabra vacía delante de situaciones que suceden los días de los partidos. Un padre se había enojado con su hijo por perderse un gol. El chico estaba solo frente al arquero, lo eludió y cuando fue a patear, le pifió y el chico se cayó. La pelota salió de la cancha y todo siguió con normalidad. Cuando el técnico de ese equipo quiso minimizar el asunto diciendo “no importa, seguí jugando”, el padre reaccionó, insultó al entrenador y le apuntó al chico: “Pegále bien boludo, en el fútbol hay que ganar, si no no vale”.
Mauro Riente es el director técnico del club Pinocho y uno de los que sabe de padres que pierden la línea: “Siempre hay líos en los partidos y la mayoría de las veces son las determinaciones de los árbitros las que encienden la mecha. Hace un par de semanas, un papá de otro club insultó a un jugador nuestro y varios padres de los jugadores de mi equipo se le fueron encima. Eso es algo cotidiano, siempre pasan esas cosas. Es más, varias veces los padres llegan a las piñas”. Riente explica qué sucede con los chicos que deben seguir jugando después que los padres se pelean. “La repercusión en los chicos depende del temperamento de cada uno. Hay algunos que ven que sus padres son expulsados y juegan nerviosos. Es una cadena, les transmiten la calentura.” El árbitro tiene el poder de expulsar a los padres que provocan, aunque no pueden hacer nada cuando insultan a su propio hijo. Es frecuente escuchar en los partidos cosas como: “A mí no me pidas que me calle. Le estoy hablando a mi hijo y punto”. “Ese es mi hijo y le digo lo que quiero.” “Si quiero putear al pibe es mi problema y vos no te metas.”
Los padres, al mejor estilo de lo que sucede en el fútbol profesional, no aceptan las determinaciones de los jueces. El presidente de la Liga de Árbitros del Fútbol Amateur, Luciano Cardozo, tiene una explicación desde hace un tiempo:
–¿Es difícil manejarse con los padres de los chicos?
–Sí, lo que pasa es que los padres dicen que llevan a los chicos para que se diviertan y no es así, porque después gritan, protestan y les transmiten todo eso a los chicos. Y elllos también empiezan a insultar, pegar codazos.
Muchas veces, los padres intentan hacer justicia por mano propia. Si bien no es normal que los padres esperen a un árbitro a la salida del estadio, cada tanto se arma un escándalo digno de las peores barras bravas. En septiembre pasado, un club de la Liga Infantil de Fútbol Amateur de Tres de Febrero fue descalificado porque varios padres de ese club le quisieron pegar al juez. El comentario es de Alberto Isla, entrenador del Club Rotonda Tony Ani, de San Martín: “El tema de la presión es inevitable. Cuando ingresan en el club es para divertirse. Después los padres vienen a verlos y les gritan cosas desde la tribuna. Ahora ya vienen a competir, no a divertirse como era antes”. Si bien los entrenadores levantan el mensaje de la diversión, la realidad muestra que no es tan así. Como sucedió en un partido entre Rotonda y EFI. El técnico de EFI comenzó a gritarle a un defensor, lo sacó de la cancha y el chico se puso a llorar. El propio entrenador lo tomó del brazo y cuando lo volvió a meter en la cancha, le pidió más fuerza en la marca. Por casualidad y no por causalidad, el torneo tenía un nombre alentador: Torneo Amistad. El árbitro de ese partido, José Rivarola, contó que “hace cinco años que dirijo en esta Liga y no pasan cosas tan graves, es bastante tranquila”. Rivarola es el mismo que hace un tiempo dirigía en la Liga de Morón: “Estuve ochos años en Morón y era un desastre. Había violencia y la gente tomaba bebidas alcohólicas en las tribunas. Era un feo ejemplo para los chicos”, recordó.
El 13 de octubre de 1983, el Comité Ejecutivo de la AFA creó la Comisión de Fútbol Infantil, hoy responsable de todo el fútbol que va de los 10 años a los 14. Actualmente maneja un presupuesto de 200 mil dólares y no tiene vinculaciones con las otras organizaciones. El mismo Tribunal de Disciplina que sancionó al paraguayo José Luis Chilavert con tres fechas luego de la infracción a Martín Palermo es el que juzga a los chicos que participan en los torneos infantiles. Petracca comentó que “nosotros, en la AFA decidimos entregarle el premio Fair Play al club cuyos padres tengan mejor comportamiento en los partidos. Por suerte no tenemos problemas con los padres, porque si llega a haber un padre que se mete, nosotros sancionamos al equipo”. Pero Petracca resalta una situación que no se da en ninguna liga paralela a la de la AFA: “Aquí le hacemos una revisación médica preventiva y completa a todos los que participan en los torneos. Con esa revisación, por ejemplo, pudimos detectarles problemas cardíacos a dos chicos que el año pasado fueron operados a corazón abierto en la Fundación Favaloro y hace pocas semanas volvieron a jugar. Uno está en Claypole y el otro en Fénix”.
Así como surgen problemas de padres con chicos, también los hay de dirigentes con árbitros. En 1998, un integrante de la Comisión de Fútbol Infantil fue expulsado durante un partido (Petracca no dio el nombre del club) porque ingresó en el campo de juego para recriminarle al árbitro un fallo que perjudicó a su equipo. “Nosotros nos manejamos así. No queremos ningún problema y ante cualquier inconveniente, se reúne la Comisión y decide”, explicó Pretacca, ex presidente de Vélez. El dirigente aclaró que “a los árbitros les paga la AFA y tenemos una estadística que indica que desde el año pasado bajó a la mitad el porcentaje de tarjetas amarillas y rojas en todas las categorías”.
Para muchos chicos participar en las distintas ligas del fútbol infantil es comenzar una carrera hacia un sueño posible. A ellos no les interesa si esos campeonatos son organizados por la AFA, la FAFI o por cualquiera. No les interesa el nombre que lleva esa Liga. Sólo quieren jugar, aunque a veces chocan con la realidad adulta. Sea o no su propio padre
Los chicos deben jugar con otros chicos y no contra otros chicos, sostiene el psicólogo, quien trabajó con varios planteles profesionales. Por eso, a los padres hay que ponerles límites y aquí están sus consejos.
Por Darío Mandelsohn.
El juego es el medio de expresión natural de la infancia, el cual es libre, placentero y permite el despliegue de las fantasías y el deseo (Arminda Aberastury, psicóloga).
Si se considera al deporte infantil como una situación vital, cuya función es favorecer la autoformación del niño a través del juego, el deporte infantil debería desarrollarse dentro del marco del respeto profundo a las tendencias naturales del niño, al autodescubrimiento del potencial de su cuerpo y de sus posibilidades de pensar, decidir y efectuar respuestas elaboradas.
Lamentablemente, al presenciar algún partido entre chicos de 6 a 12 años, es común escuchar de los padres frases como: “bajalo”, “que no te pase “, “reventalo “.
Los chicos, hasta los 10 años, aproximadamente, necesitan jugar con otro, y no contra otro. Los sentimientos de competencia serán estimulados más adelante por los medios y por los padres. Me permito hacer algunas sugerencias:
● Los padres deberían permanecer sentados durante la competencia.
● Los padres no tendrían que gritar instrucciones ni críticas a sus hijos.
● No es bueno que los padres hagan comentarios despectivos sobre los jugadores del equipo contrario, o de otros padres, jueces o dirigentes de la liga.
● Los padres no deberían interferir con el entrenador de sus hijos.
● Los padres no deberían preguntarles a sus hijos ¿cómo salieron? o ¿cuántos goles hiciste?, sino ¿te divertiste? o ¿cómo la pasaste?.
● Sería beneficioso que los padres mantengan charlas con el entrenador.
Siempre que se pone en marcha un campeonato juvenil internacional la prensa refleja casos de falsificación de pasaportes o partidas de nacimiento para inscribir jugadores de mayor edad. Los dedos acusadores suelen apuntar a África. Pero nuestro país también tiene lo suyo. En 1995, la Comisión de Fútbol Infantil de la AFA debió descalificar a dos clubes por incorporar jugadores que superaban la edad límite de la categoría.
Textos de Carlos Stroker y Gabriela Macoretta (2008)
Fotos de Ezequiel Torres.