Aquel 8 de julio fue un día nefasto en la historia de Boca. Con el club quebrado, los profesionales se negaron a jugar por un conflicto salarial y los directivos mandaron a la cancha a los juveniles. Como Atlanta se presentó con ropa azul, Boca debía cambiar, pero no tenía camisetas alternativas. Entonces salió con unas remeras de algodón a las que el utilero les dibujó los números con marcador. Cuando los pibes empezaron a transpirar, destiñeron. La derrota por 1-2 fue lo de menos ante semejante vergüenza.
El Gráfico (2010).