“El fútbol profesional me llegó de grande. Yo estudiaba ingeniería química, jugaba los regionales, y a los 26 años ascendimos al Nacional B con Rafaela. Me retiré a los 29 y al año empecé a dirigir. Al no haber jugado en la A, no tuve un padre espiritual que marcara mi camino. Eso me inició en una búsqueda solitaria de mi propio perfil. Además, varios técnicos somos hijos de una época muy rica del fútbol argentino: la de las discusiones ideológicas que generaron Bilardo y Menotti. Yo creo que los técnicos debemos ser un poquito ladrones profesionales: robarles buenas ideas a los demás y hacerlas nuestras, sin copiar, sabiendo que una fotocopia, por más perfecta, nunca será igual que el original. Por eso, al empezar en esto, como no sabía bien dónde estaba parado, me reuní con Bilardo, Menotti, Basile, Griguol, Passarella, fui a ver entrenamientos. Hace un tiempo hice lo mismo con Bianchi, que para mí es el que representa mejor lo que quiero ser como técnico. Todos me trataron muy bien.”
“La facultad me enseñó a pensar, a diferenciar lo necesario de lo secundario. Un profesor me decía que lo más importante es el conocimiento y que el saber no ocupa lugar. A veces les cito a los jugadores párrafos de libros. Quien escribe un libro tiene la lucidez de expresar un pensamiento que a uno no le sale. Antes de un Talleres-Belgrano, le comenté al plantel un párrafo de ‘La Resistencia’, de Ernesto Sabato. Talleres venía invicto, jugaba la Copa y para Belgrano era un momento crítico, de desintegración. Les dije que el hombre encuentra en las mismas crisis la fuerza para la superación. Así lo han demostrado hombres y mujeres que, con el único argumento de la tenacidad y del valor, derrotaron a las dictaduras más aberrantes. Sabato destaca que el hombre sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos y a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer. Al final, les ganaron a Talleres dos clásicos en diez días. Me gustan Sabato, Vargas Llosa, Benedetti, García Márquez, pensadores muy lúcidos. Cuando leo algo interesante, lo paso a la computadora, saco un extracto y a veces se lo cito a los jugadores”.
“Cuando voy a un club, enfoco con dos ojos: uno lo tengo puesto en que se me termina el contrato mañana y el otro en que me voy a quedar toda la vida ahí. Para cumplir las dos realidades, tengo que acertar en el día a día. Y para eso me tengo que plantear objetivos. Cuando fui a Olimpo, por ejemplo, mi diagnóstico fue el siguiente: descendían siete equipos y, por nuestro promedio, nosotros teníamos que estar entre los seis primeros para no bajar. Para eso necesitás un plantel con una personalidad definida, quizá no vistoso. Una buena campaña de local no alcanzaba para zafar. Después, la diferencia entre el primero y el sexto en el Nacional B es de 4 o 5 puntos. O sea que si zafábamos del descenso, podíamos ser campeones. La clave estuvo en el armado del plantel. Al llegar a Quilmes, dije: el cielo o el infierno, no hay término medio. Sabíamos que la cuesta arriba iba a ser cada vez más dura por las finales perdidas, y que el umbral de tolerancia sería cada vez menor. Formamos un vestuario sano y fuerte y nos costó, por eso siempre vivimos en la cornisa. Por suerte, los dirigentes de Quilmes apostaron a terminar con el “pan y circo” y se propusieron hacer el balance al terminar el año. Para esta temporada, la idea es consolidar a Quilmes en Primera, por eso nos planteamos los 23 puntos por torneo. El éxito en el fútbol no es salir campeón, sino cumplir un objetivo. Y el camino al éxito no es una línea recta, no descarta tener pequeños fracasos parciales. De hecho, los equipos que empiezan un torneo no son los que suelen terminarlo.”
“Cumplir el objetivo depende en gran medida de los jugadores, de su voluntad. Y como la voluntad del hombre es falible, hay que trabajar sobre ella. Mi premisa básica es que no hay nada más importante que el equipo gane, que el conjunto va a ser siempre más importante que las partes. El jugador debe entender que todos son necesarios, pero ninguno es imprescindible. Sobre la conducta de los jugadores hay que trabajar permanentemente; el principal oponente del jugador de fútbol es él mismo. El jugador es egocéntrico por naturaleza y debe tener la capacidad de resignar algo propio, pero no todos están dispuestos a resignar algo. Cuando hay un sentido de pertenencia del grupo, el que tiene que resignar, resigna. Y los talentos no se opacan, sino que se potencian. Soy un convencido de la importancia de la estructura del equipo. Porque si vos dependés de las individualidades, prendé una vela y rezá: el día que la individualidad está mal, perdiste. La estatura de un equipo se mide por tres cosas: 1) su humildad y sencillez; 2) su sentido de autocrítica y 3) la capacidad para sobreponerse a la adversidad. La autocrítica se trabaja todos los días. Las cosas se dicen y se les dicen a todos. Si tengo que marcar una situación ingrata, lo hago delante de todos. Ahí todos tienen la chance de hablar. La única verdad está ahí adentro, donde se tienen que definir todas las cosas.”
“Formar un plantel es clave para cumplir el objetivo. Y para eso es decisivo el diagnóstico del técnico. Si vos no tenés un diagnóstico preciso de lo que es el club, de lo que vos sos, de qué necesitás o qué te falta, es muy difícil cumplir el objetivo después. Es lo mismo que el médico: para saber qué tomar hay que saber de qué estás enfermo. Para mí, el mejor médico es el clínico, que es el que te deriva. Después pasa por saber elegir las herramientas, las voluntades, que son los jugadores. Y más tarde viene la flexibilidad, tu capacidad para adaptarte a las circunstancias. Y el trabajo. Para definir el plantel es básico compatibilizar presupuesto con necesidades. Porque si yo quiero un jugador y ese jugador me va a consumir todo el presupuesto, no sirve. Hago una planilla, con dos jugadores por puesto, y es importante buscar tres o cuatro que jueguen en un par de puestos, así tenés un plantel de 22 que, en realidad, son 28. Averiguamos vida y obra de cada uno, hablamos con entrenadores que los dirigieron. Y también charlo con el jugador cara a cara, le explico lo que pretendo, cómo trabajo, las cosas positivas y negativas que va a vivir en el año y lo invito a un desafío. Nunca le prometo que va a jugar sí o sí. Si viene, ya sabe lo que le espera.”
“El equipo es siempre de los jugadores. Si yo vendo un mensaje sin sustento, no sirve. El técnico elige a los jugadores y les deja el mensaje. El mensaje es tomado por los jugadores, y ellos se hacen dueños del equipo. El técnico tiene que ser un centinela de esos argumentos para que ellos no se duerman y resuelvan las cosas. Si al jugador lo obligás, en algún momento va a fallar, porque no está convencido de lo que hace. En definitiva, el jugador que está convencido es invencible. Y defiende su verdad a muerte, no la negocia ni con la gente, ni con el dirigente ni con el periodista, porque siente que lo representa. Al plantel le expresé: ‘Muchachos, tenemos que salvarnos del descenso y hay dos formas. A la heroica, todos atrás, o asumiendo el desafío de jugarles a todos de igual a igual con nuestras herramientas. ¿Están convencidos de que podemos?’. Como me contestaron que sí, los desafié a intentarlo. Hoy el plantel tomó esa doctrina y ya es de ellos, no mía. En la semana, trabajo para darles herramientas y argumentos a los jugadores, pero después deciden ellos. También les hablo de las cábalas, porque me ha tocado ver cómo los jugadores pierden la fe rápidamente y van a la estampita o a la cinta colorada. Les digo: ‘Muchachos, yo soy católico y rezo, pero si el que está en el vestuario de enfrente reza más que nosotros, ¿qué? ¿ganan ellos?’. Por eso no tengo ninguna cábala. No creo en el destino, creo en la voluntad del hombre. Además, si me quedo pensando en las cábalas, me olvido de marcar al nueve.”
“No las doy en un solo día, sino en toda la semana. El martes, después del análisis de lo que pasó, hacemos la previa de lo que viene. En la segunda práctica, ya vemos hábitos del rival. Y el último día trabajamos pelotas paradas. Una hora antes del partido, en el vestuario, doy la charla final con tres elementos: análisis global del partido, una cuestión motivacional y el repaso de pelotas paradas. Ahí uso el pizarrón: lo bueno del pizarrón es que no perdés nunca. Lo motivacional es lo último. Rescato una imagen y la potencio. Por ejemplo, después de ganarle a San Lorenzo y antes de Gimnasia, les hablé del relajamiento. Les mostré cómo San Lorenzo, después de vencer a Independiente y a River, tal vez creyó que nos tenía que ganar por consecuencia. Y perdieron. Les dije que nuestra ambición y ganas de triunfar no terminaban con una victoria sobre un equipo grande. El tema es generarle un desafío al plantel. Siempre hay que generarles desafíos. Contra Central les dije que ellos iban a medir el nivel de concentración del equipo. ¿Por qué? Porque es uno de los equipos más ricos técnicamente y porque el 70 por ciento del tiempo iban a manejar la pelota. Tienen tres enganches y todos con mucho pase gol. Terminan todas las jugadas por adentro, con asistencias verticales a la zona de gol. Central no mete goles por asistencias laterales, sino por adentro. Entonces había que cerrar el centro de campo y mantener el nivel de concentración para estar siempre relevado, complementado y coordinado. Eso es lo que yo llamo la estrategia de un partido.”
“La táctica no es la solución a todos los problemas, es un punto de partida. Le doy mucha importancia al rival, yo quiero conocer dónde me va a golpear, porque si le doy esa información al jugador, va a estar más liberado. Con Marcelo Fuentes, mi ayudante, analizamos a los rivales desde cuatro partidos antes. Me lleva dos días completos. En este torneo, Quilmes agarra a los rivales que juegan con Estudiantes, después con Newell’s, Independiente y River. Tengo una persona que me graba esos cuatro partidos con una cámara desde arriba, con visión panorámica, porque la tele sigue a la pelota, y si no no puedo ver cómo está parado el rival cuando ataca y defiende. Con la cámara de la TV veo bien las pelotas paradas, quiénes entran al área, quiénes no. Cuando puedo voy a la cancha. Observo hábitos y costumbres; en general se repiten los jugadores y también los técnicos. Hay defensores que cierran de una manera con la zurda y de otra con la derecha, hay defensas que juegan en línea o no retroceden, hay delanteros que tiran diagonales, otros que aguantan de espaldas. No es lo mismo marcar a Acosta, Cavenaghi y Tevez. Acosta mete el 80 por ciento de sus goles desde el centro a la izquierda, por una cuestión de perfil; entonces si evitás que San Lorenzo desborde por la derecha, a Acosta se le va a complicar. Cavenaghi se asocia muy bien al circuito colectivo, entonces tenés dos opciones: achicarle los espacios cuando baja al medio a empezar la jugada, matarla ahí, o no perderlo hasta el final. Los goles de Cavenaghi no son espectaculares, sino asistencias en el área chica, porque él termina cerrando jugadas que en muchos casos empezó. Y Tevez propone un juego de fricción al no tocar de primera, por eso lo golpean tanto. El se hace fuerte en el contacto. Pero como tiene la habilidad para salir con los dos perfiles de la misma manera, entonces lo tenés que marcar con dos. Uno para anticiparlo y otro para que sobre si no le podés ganar la posición.”
“San Lorenzo hace una zona combinada para defender en los centros: uno sale a marcar a un hombre y el resto, a una posición determinada del área. Nosotros teníamos que tirar la pelota a ciertos sectores que San Lorenzo desprotegía o que nosotros bloqueábamos, yendo al choque para que ciertos hombres nuestros entraran libres. Si tenés precisión en el servicio, la podés meter. Así fue el gol de Gerlo que nos dio el triunfo: entró solo, porque bloqueamos a los hombres que tenían que defender ese espacio. Y casi metemos otro, pero Alayes cabeceó y se fue por poquito. Contra Central, sabíamos que Gaona tiene buen juego áereo, entonces había que tirar los centros lejos de su influencia, porque si no le regalábamos muchos contragolpes. De tiros libres tenemos ocho variantes, depende si es frontal o de tres cuartos. El día previo al partido se practican todas las jugadas: a favor y en contra, serán unos 40 minutos.”
“El rol del DT como conductor de grupo es fundamental. La clave pasa por la sensación de justicia que debe sentir el jugador: tratarlos a todos igual y demostrarles que las posibilidades se ganan y se pierden en la cancha, que no te atás a un nombre. Un entrenador que falla ahí y comete injusticias pierde la confianza del plantel. Y si perdés esa confianza estás de más, no durás ni un segundo. Con los jugadores, suelo hablar de la influencia que tienen los medios, ya que el nivel de exposición es muy grande. Es fácil caer en las tentaciones. Lo más sencillo es que te halaguen, entonces el jugador se desespera y compra todos los diarios y revistas. Yo les digo: ‘Andá a comprarlo cuando perdés y te critican, aprendé a mirar lo bueno y lo malo’. Con esto les quiero mostrar que no pueden vivir en los extremos, que no hay que creer todo lo que se dice, porque construir un equipo sólido, una carrera, no se hace del día a la mañana, se necesitan muchos años de sacrificio. Y se pierden en un segundo, eh. Por eso remarco la diferencia entre el exitoso y el exitista: si bien los dos derivan del éxito, para ser exitoso hay que tener constancia, perseverancia, dejar de lado muchas cosas. El exitista basa todo en el corto plazo, apuesta al reconocimiento ya. La sociedad es exitista y por eso apuesta a consumir y descartar, consumir y descartar. Yo no quiero que el jugador se meta en esa vorágine, porque lo terminan destrozando. Siempre concluyo diciéndoles que el periodismo es una necesidad porque nos da una difusión grande. Pero les agrego que hay una sola manera de que Dios nos permita el acceso al paraíso mintiendo. ¿Cómo? Engañando a un periodista. Porque nosotros nos engañamos por todas las cosas que se dicen. Es muy difícil mantener el equilibrio. Ganamos y ‘Quilmes va a pelear el campeonato’. No, no estamos para eso, por esto, esto y esto. Tenés que prepararte para eso porque lo que pasa es muy fuerte. Esto lo hablamos mucho con los jugadores. Yo creo que el fútbol te exige un montón de cosas, pero si vos sos generoso con el fútbol, el fútbol te da muchísimo más de lo que te pide. Tenés que darle profesionalismo, responsabilidad, dedicación, y el fútbol te devuelve fama, prestigio, dinero. Eso es lo que debe entender el jugador”.
Por Diego Borinsky y Carlos Poggi (2003).
Fotos: Alejandro Del Bosco.