Le alcanzaron dos semanas para terminar con el paradigma. El mundo lo llamaba “el quinto” y lo ubicaba como líder del pelotón que venía debajo de “Los 4 fantásticos”: Federer, Nadal, Djokovic y Murray. ¿La razón? Juan Martín Del Potro jamás había podido romper la hegemonía de ninguno de ellos en instancias importantes.
Si bien se había impuesto a Nadal en ocasiones previas al gran compromiso (Miami y Montreal), no llegaba como gran favorito. La única gran actuación que le daba algo de crédito para llegar a los últimos días era la final conseguida en el cemento de Canadá (perdió con Murray en tres sets).
Pero sorprendió. Arribó al Abierto de los Estados Unidos siendo el número 6 del ranking ATP, si bien no parece extraño que un Top Ten alcance al menos la segunda semana en un Grand Slam, sí lo es cuando se tiene por delante a jugadores que aún no les han permitido a los demás ingresar en ese selecto grupo.
Como alguna vez dijo Gastón Gaudio, jugar en primera ronda con un argentino significa un escollo complicado. Juan Martín, sin embargo, no tuvo problemas en el debut y derrotó a Mónaco por 6-3, 6-3 y 6-1. En segunda rueda, fue el austriaco Jurgen Melzer quien sufrió en carne propia la potencia del tandilense, que lo venció por 7-6 (6), 6-3 y 6-3.
Delpo debió luchar contra su pasado en tercera ronda. Daniel Koellerer, aquel jugador que derrotara a un joven y prometedor Del Potro en la Copa Petrobras 2005, sería su rival. Pasado porque el austriaco, conocido por sus colegas como el jugador “más sucio del circuito”, desembolsó un impresionante arsenal de excesos antideportivos a tal punto que hizo llorar al adolescente. Pero la venganza fue terrible. El tandilense se deshizo de su peor enemigo en el tenis por 6-1, 3-6, 6-3 y 6-3, aunque en algunos pasajes se lo vio afectado por algunos insultos.