Cuando el árbitro brasileño José Roberto Wright buscó la pelota a los 40 minutos del segundo tiempo y pitó al cielo finalizando el partido, en la otra punta del mundo todo un país estaba despierto desde las 7 de la mañana expectante por saber el resultado de su selección. No importaba el horario ni que ese viernes había que levantarse para ir a trabajar, importaba el festejo: Argentina había obtenido por primera vez el Campeonato Mundial Juvenil en Japón ganando claramente por 3-1 al defensor del título, la Unión Soviética.
Era la coronación total para un grupo que, desde el primer entrenamiento, sabía que no iba a ser sólo un rejunte de individualidades. Marcando el camino, no solamente para los partidos sino también para ubicarse en la vida, se encontraba el director técnico campeón con la selección Mayor un año atrás: César Luis Menotti.
Y en el medio, destacado del resto pero aplicado al grupo, un chico con rulos y expresión aniñada que lo iba a acompañar toda la vida y que no paraba de hacer goles en Argentinos Juniors: Diego Armando Maradona.
Desde el primer entrenamiento, el 7 de septiembre de 1978, hasta cuando jugaron su último partido juntos, el 14 de noviembre del año siguiente, estuvo presente Guillermo Blanco, una de las firmas más prestigiosas de El Gráfico y quien en 2019, apelando a sus recuerdos, publicó “El fútbol del sol naciente”, editado por Ediciones Al Arco.
El libro es un ejercicio de nostalgia permanente, pero además es un llamado al rescate de valores que el fútbol fue perdiendo. En declaraciones para El Gráfico, Rubén Rossi dijo que el equipo contó con varios meses de preparación antes de patear la primera pelota en el Mundial. Esto no ocurre con los tiempos del fútbol actual.
Otro de los objetivos del libro no es solamente narrar el proceso de formación de uno de los equipos más recordados del fútbol argentino, sino (y sobre todo) mostrar cómo se forjó la amistad entre los jugadores de esa camada, cómo esa relación continuó y también ver cómo llegaron las enseñanzas del entrenador en esos años.
“El fútbol del sol naciente” comienza con ese primer entrenamiento y luego analiza cada partido de la selección. En el lapso de 45 días jugaron siete encuentros. El 3 de noviembre en Tucumán, le ganó 2-1 a Cosmos de Estados Unidos, con Franz Beckenbauer, Carlos Alberto y Chinaglia con goles de Maradona y Barrera. A partir de ahí, se sucedieron los rivales: San Rafael (caída 2-1), San José de Uruguay (victoria 4-0), Paraguay (derrota 2-0), Kimberley (1-1), Pergamino (3-3) y Córdoba (2-2).
A partir de entonces, el desarrollo de la Selección iría en ascenso: en el Sudamericano jugado en Montevideo, en enero de 1979, solamente le convirtieron un gol y fue el de la derrota contra los locales el 22 de enero. Tanto Uruguay como Argentina consiguieron los pasajes para el Mundial que se iba a desarrollar en Japón hacia finales de agosto y a ellos se sumó Paraguay, que le ganó el repechaje a Australia e Israel.
El libro además cuenta con dos prólogos: uno escrito por César Luis Menotti, en el que destaca que “había un lazo de amor y de esperanza" entre los futbolistas de la selección y la pelota: "A través de este juego encontrarían un camino que a la mayoría los colocó en un lugar de privilegio en la historia del fútbol. No solo por lo hecho en el Mundial sino por el futuro en sus vidas, en las que fueron apareciendo equipos en los que trascendieron. Y Guillermo Blanco tiene esto de recordarlo porque él fue un partícipe permanente”.
El otro fue escrito por uno de los jugadores del equipo, Rubén José Rossi, quien destaca que el recuerdo del equipo sigue vigente después de tantos años porque “parafraseando al genial Tolkien ‘no rompimos la idea para llegar al objetivo’, por el contrario, desde la defensa a ultranza de ‘la idea’ nos subimos al carruaje de la gloria”. “‘No rompimos nada de la idea’”, sigue diciendo Rossi, “para obtener un éxito deportivo. Ahí radica el porqué de la gloria conseguida y por qué quedamos en la memoria poética de los argentinos. Es que le dimos algo de luz a nuestro pueblo en una de las noches más terribles de la historia argentina…”
El libro es un ejercicio periodístico pero también un llamado a rescatar a estos equipos que hicieron grande a Argentina. Comienza desde su publicación y sigue en el recuerdo de los lectores como también en la curiosidad de las nuevas generaciones.
El recuerdo perdura en todas las generaciones. El poeta Vicente Luy escribió un poema en donde decía:
El fútbol es la “dinámica de lo impensado”. / Pero el placer estaría asegurado; / como en la copa América de Chile / o en el Mundial juvenil, en Japón. / Nos levantábamos a las 3 para verlos. / Qué equipazos.
Foto de portada e interiores (salvo portada del libro): Archivo El Gráfico