Un verdadero maleducado, podrá pensar todo fanático de Independiente que supere los 30 años. Ismael Sosa es, definitivamente, un mocoso. Hugo Villaverde, un símbolo de la historia roja, una garantía sin vencimiento, jugó 437 partidos en Primera División y no hizo un gol ni en la PlayStation, que no existía. Ni un rebote, de un penal, ni una carambola. Y el pibito, cara de querubín, entra en el segundo tiempo de un partido equis contra Chicago y, en 38 minutos, se despacha con tres. Tres goles, tres festejos, tres marcas de fuego.
-¿No te da vergüenza, Ismael?
–Jeje… Fue tremendo, ¿no? A partir de ahí nada volvió a ser lo mismo. Pasé de ser un pibe normal a un pibe famoso. Salí hasta en el Marca de España, increíble.
Su vida, definitivamente, pasó a ser otra a partir de ese 14 de octubre del año pasado. Hasta esa noche, el apellido Sosa sólo se usaba para referirse a Mercedes, a Patricia, o a lo sumo al Pampa. Todo cambió cerca de las 23 horas cuando tomó por fin nombre propio. Y tanta adrenalina le dejaron las tres pepas, que se fue con sus amigos a festejar al boliche. No se levantó ninguna mujer, pero la vuelta fue excitante: camino a casa, ya casi al amanecer, vio lo que soñaba: su imagen por todos lados. “Fue buenísimo, íbamos caminando y de repente vemos un kiosquito de diarios empapelado con mi cara… no lo podía creer. Donde miraba, me miraba. Me compré todo lo que había”.
–¿Te reconoció el diariero, aunque sea?
–Noooo, me tenía en mil fotos y ni me reconoció. Igual, en el boliche escuché que uno le decía a otro en secreto: ‘Che, éste, hoy, hizo tres goles’. Y me encantó.
Le encantó, sí, como también le encanta, dice, tener cerca suyo al Villaverde posmoderno para poder cargarlo. El protagonista es Herrón, que también está zapatero en los arcos rivales. Y claro, es presa hermosa para las cargadas de Sosa y de su mejor compinche, el Rengo Díaz. “A Mariano lo volvemos loco, sí. Encima lo llamamos ‘el Pibe’, porque ya está un poquito grande, ¿no? Jajaja... Lo torturamos porque nunca pudo hacer un gol. ‘Ya va a llegar, Pibe, ya va a llegar’, lo jodemos. ‘En Independiente hizo goles hasta Ustari, pero calma, que ya va a llegar. Ya debés tener como dos mil partidos en Primera, pero calma, calma’, y nos matamos de risa”.
Por algo le dicen Chuco, a Ismael, que es una deformación de Chamuyo, y que tiene al Rengo y al Rolfi como autores intelectuales.
Sosa pasó a la fama con el hat trick inolvidable. Sin embargo, su debut no había sido menos mediático, aunque no muchos lo recuerden: contra Boca, en la Bombonera, y de la mano del César Luis Menotti. Flojos condimentos para un primer plato…
La anécdota, recuerda Sosa, llegó en la última jugada, con el partido 2 a 1 para Boca: se escapó el pibito, y Pablo Ledesma le convirtió un penal que se vio desde Holanda; el árbitro, ni mu.
Ya en el vestuario, el Pocho Insúa lo agarró del cuello: “Sosa, ahora cuando salís, ante cualquier cosa que te pregunten, vos repetí lo mismo: fue penal, fue penal, ¿ok?”. Y ahí fue Ismael… “La verdad, temblaba como un loco, no entendía nada. Y mamita mía cuando abrí esa puerta: trescientos doce periodistas esperándome, cámaras hasta por el piso, luces. Casi me muero. ‘¿Qué hago acá?’, me decía. Tenía un miedo tremendo. Y así fue: salí y empecé a repetir como un lorito: ‘Fue penal, ¿no lo vieron? ¿Cómo no lo vieron? Ledesma me re tocó'”.
–¿Te acordás qué te dijo Menotti antes de que entraras?
–Que me divirtiera, nada más. Esas palabras no me las olvido hasta que me muera.
–¿Y? ¿Te divertiste?
–¡¡¿Qué?!! Si tenía un miedo que no me podía ni mover. Encima la cancha de Boca es chiquita y la tribuna no se calla nunca. Igual, creo que jugué bien; tal vez de lo asustado que estaba.
Ismael va a todos lados con el inconfundible 504 manejado por su papá Hugo, ex remisero. “Le doy unas monedas y ya, ¿está mal?”. Antes iba desde San Martín, donde vivía cuando jugaba en las inferiores de Platense, ahora desde Avellaneda, y dentro de poco será desde el country Abril, donde está la casa que le dio Julio Comparada como parte de la prima, y donde será vecino de Rambert y Garnero. También le dio un auto, sólo que no tiene registro.
Vive con su papá, su mamá, y cuatro hermanos menores. Por eso en la casa le dicen “el Jefe”. Su hijo Tobías, que ya tiene 3 años, está con la mamá, una ex novia. Ismael se lo lleva algunos días de la semana y los domingos.
–¿Cambiás pañales? ¿Preparás el Nestum?
–Noooo, si soy un drama, para eso tiene a la abuelita. No sé ni dar la mamadera. Yo sólo lo que hago bien es llevarlo a los juegos.
A la cancha van todos en patota. Y cuando sale al campo, Sosa levanta la mano y los saluda. Los ubica fácil porque van con una bandera que dice “Chuco, ilusión que me condena”, que le regaló un extrañísimo hincha jujeño fana de su juego.
–Y cuando no jugás, ¿qué hacés?
–Primero duermo la siesta, eso no lo negocio. Después miro películas y juego a la PlayStation. También me gusta mucho ir al shopping a comprarme ropa, zapatillas, relojes, cadenitas. Todo eso.
–¿Qué mirás en la tele?
–Programas deportivos: fútbol, tenis…
–¿Tinelli?
–Sí, a las chicas no me las puedo perder… Sobre todo a Machín… perdón, a Abigail… ¿no son iguales? Jajaja…
–¿Estás de acuerdo con Lafauci?
–¿Con quién? Ni idea. Hay mejores cosas que mirar ahí.
Sosa, a pesar de ser titular de Independiente a los 20 años, no tuvo una carrera fácil. Sobre todo por el problema que tuvo con Falcioni, quien no le perdonó un desliz. “Fue horrible –recuerda–. Como los defensores estaban practicando pelotas paradas, yo me senté a charlar con Culio, un compañero. Entonces vino De Felipe, el ayudante de Julio, y me dijo: ‘Sosa, ¿está cómodo? Porque si no está cómodo, vaya al vestuario y tómese un café’. Y yo, que estaba caliente porque iba a ir al banco de Reserva, me saqué la pechera y me fui al vestuario. Al otro día, en el entrenamiento, me comunicaron que estaba suspendido”.
El cartero fue el PF, porque ni Falcioni ni De Felipe se animaron a decírselo. A los pocos días, Sosa pidió disculpas, pero nunca se las aceptaron. “Fue duro, yo no había matado a nadie, ni siquiera había insultado. Con el tiempo me arrepentí: los tenía que haber mandado a la concha de su madre”.
Así fue como Sosa se tuvo que ir seis meses a San Martín de San Juan, donde no le fue mal: definió un clásico y casi asciende. Sufrió como un loco, pero reconoce que fue lo mejor que le pudo haber pasado: después de ver que cobraban con Ticket Canasta, después de ver un vestuario como el de Defensa y Justicia, empezó a valorar lo que era Independiente. “Juro que, a partir de ahí, no me saco la pechera hasta que entro a la ducha. Entendí la grandeza de este club, algo que me parecía normal. Sólo yo sé lo que sufrí”.
Hasta que las aguas se calmaron. Primero el regreso, después el hat trick, más tarde la oferta de Rusia que no aceptó por consejos de Pusineri, Barijho y el Rolfi (“idioma raro y mucho frío”), y ahora la llegada de Troglio, “un motivador tremendo”, según Sosa. Y se lo demuestra con hechos: contra Lanús, el brasileño Viera le hizo a Ismael un corte en la cara. El DT no lo sacó pese a que el médico tardó seis minutos en atenderlo. “Prefirió jugar con uno menos, cuando lo normal hubiera sido un cambio. Y cuando volví a entrar, me dijo: ‘¿Estás bien? Bueno, ahora vas y le pintás la cara a ése que te pegó’. Yo me lo quería comer, pasarlo por arriba. Troglio es muy bueno. Lo fulero es que hace chistes malísimos y hay que reírse, pero qué otra queda, es el DT y hay que jugar el domingo”.
Su dupla de ataque en las primeras fechas fue Germán Denis, con quien tiene una amistad especial a pesar de que cuando estaba en el Sudamericano, y llegó Moreno, el Tanque disparó: “Ahora me siento más acompañado”. Un puñal. “Cuando volví, le dije: ‘Che, Tanque, ¿qué pasó?'. Y me aclaró que fue una forma de decir, que lo malinterpretaron. Y bueno, es medio bobina, qué se le va a hacer, pero es macanudo. Sé que no lo dijo de mala leche”. Hoy, sin embargo, a Denis lo busca en todas las jugadas. “Sí, siempre lo banqué, y ahora lo voy a sacar goleador del campeonato”.
–La última, ¿sabés quién es Caniggia?
–Mmm... poco y nada. Sé que era rubio y rápido, ¿no?
–¿Sabés que a pesar de que sos morocho, te parecés a él, según Troglio?
–Sí, me enteré por los diarios. Cayó bien, aunque no lo conozco tanto. Una vez le hizo un gol a Nigeria, ¿puede ser?
Pese a que es fanático de ver deportes por televisión, hubo un día en el que Sosa no quería saber de nada. Había fútbol, pero él prefería mirar películas setentosas en Volver antes que una pelota. Fue cuando la Selección Sub-20, de la que ya no era parte, debutó en el Mundial de Canadá. Un mazazo. “Estábamos en Mar del Plata de pretemporada. Cada vez que veía algo del tema, me quería matar. No pude ver casi nada hasta la final, me hacía muy mal. Después, sí, me puse contento por los chicos”, comenta Sosa.
Lo que le dolió es que no hubo ni un llamado para decirle nada. Y eso que había hecho tres goles en el Sudamericano. “La verdad, Tocalli me podía haber dicho: ‘Mirá, Sosa, hay jugadores que están mejor’, y listo. Pero nada. Creo que fue muy injusto. Sé que Zárate y Agüero estaban por encima mío, pero merecía estar”.
Por David Mintz (2007).
Fotos: Emiliano Lasalvia.