Resulta medio raro ver así al Nuevo Gasómetro. Ese mismo gigante azulgrana que apenas un puñado de días atrás rebosaba de gente -muy feliz, por cierto-, ahora está vacío, mudo, apagado. El contraste entre éste marco semidesértico y aquel del domingo superpoblado de alegría sanlorencista llama la atención, es cierto. Pero lo que más se extraña de esas 40.000 almas que lo colmaron el día de la consagración cuerva ante Arsenal, es el calor. Buenos Aires amaneció helada y en la mañana el frío se siente hasta los huesos. Mucho más en este estadio, donde la naturaleza alguna vez dio a luz al viento, según las conclusiones del popular filósofo Héctor Veira, mucho más conocido como Bambino.
De la zona de vestuarios surge, al trote, la figura del goleador del campeón del fútbol argentino. Emponchado de pies a cabeza, Gastón Fernández saluda con unas disculpas, “porque se me hizo tarde por un accidente en la General Paz”. Después de quitarse varios kilos de lana y frisa de encima, muestra su costado más coqueto al acomodar con detalle sus rubios cabellos y se entrega a los flashes en el corazón de la popular local.
Popular, y bien local, se hizo él en este corto tiempo que lleva en Boedo. A fuerza de goles (varios golazos) se ganó un lugar en el podio de los más ovacionados por el pueblo cuervo, que ya lo trata como si fuera un hombre nacido en la casa. “Me sorprendió el cariño de la gente de San Lorenzo -revela la Gata- pero yo lo llevo mucho a que el equipo consiguió resultados y ahí mi rendimiento personal pudo crecer. Y obviamente que con los triunfos y las alegrías, la gente a uno le va tomando aprecio más rápido”. Rápido, y en el momento indicado, se encargó de empezar a hacer su parte para generar ese idilio con los hinchas. En la cuarta fecha, después de reemplazar a Lavezzi, lesionado, hizo su presentación con el gol como jugador del Ciclón, nada menos que en La Bombonera. “La verdad es que ese partido fue importante para el equipo y obvio que para mí, porque fue el primero en el que me tocó jugar bastante tiempo. Fue el despegue. Por suerte, después confirmé el buen momento en tres partidos seguidos en los que convertí”.
Ese buen momento del que habla se mantuvo durante todo el campeonato y se vio coronado en la penúltima fecha frente a Arsenal, donde marcó el tercero y el cuarto para ese 4-2 final que desató la fiesta azulgrana y quedó grabado para siempre en la historia santa. De esa tarde, la Gata elige el primero de su doblete como el gol más importante de los que anotó en el torneo, aunque se queda con el que le convirtió a Central a la hora de optar por el más lindo.
Estos días alegres de Gastón no lo eran tanto hace unos meses, cuando este 2007 recién comenzaba a andar. De vuelta en River -por entonces dueño de su pase- tras una estadía en el fútbol mexicano, su ilusión era tener una chance para demostrar todo su talento en el club donde se formó como jugador. Pero en Núñez volvieron a cerrarle las puertas y fue justo ahí que apareció el otro protagonista destacado en esta historia feliz de la Gata en San Lorenzo. Ramón Díaz, quien por entonces andaba delineando su equipo para afrontar el Clausura, vio cómo venía la mano y enseguida apuró a los dirigentes para que hicieran el máximo esfuerzo para traer a Boedo a ese rubiecito al que él, en sus viejos días de DT millonario, le había hecho conocer el gustito de entrenar con la Primera a los 15 años y viajar a una pretemporada a los 17.
-No se ve todos los días que un jugador corra cincuenta metros después de un gol para ir a abrazar a su técnico…
-Quise hacer pública una demostración de agradecimiento, porque él se la jugó por mí en un momento duro de mi carrera. Yo venía de México, donde no habían hecho uso de la opción de compra, y no tenía lugar en River. Era todo malo para mí y en el medio apareció él, que es un técnico muy importante. Que me haya pedido como lo hizo es muy gratificante, por eso se lo quise agradecer de esa manera.
-Después de cómo pateaste el penal contra Banfield, ¿también te bancó o te dijo que si no lo hacías no volvías a patear más en tu vida?
-¡No!, jamás. Sí escuché que se lo dijo a la prensa, pero a mí nunca. Al contrario, él siempre me dio libertad para manejarme dentro del campo.
-¿Por qué se te ocurrió patearlo así en un momento tan caliente como ese?
-Porque en inferiores me gustaba esa forma de patear y bueno, me animé a hacerlo en primera.
-¿Te gustaría quedarte en San Lorenzo y tirarse a la Copa el año que viene?
-Sí, me encantaría. Va a depender mucho de los directivos y de lo que pase en el torneo que viene, pero sí, la ilusión de este plantel y de la propia directiva es que de ahora en adelante San Lorenzo no salga de los primeros puestos.
-¿Fuiste el mejor jugador del campeonato?
-No, pero sí me sentí importante en mi equipo, y eso me hace renacer y volver a sentirme bien, porque fue muy especial mi situación y era un desafío venir acá y demostrar que podía.
-Dijiste que este título era una revancha grande porque River te había cerrado las puertas. ¿Con quién quedaste dolido?
-No tengo una persona en particular a quien nombrar. Pero me sentí muy mal porque nadie me llamó cuando se terminó mi etapa ahí. Creo que es lo mínimo que tienen que hacer con un jugador que nació, se crió en ese club y se tuvo que ir como todos saben que me tuve que ir yo. Eso fue lo que más me dolió, porque si bien uno no dejó una gran huella, creo que siempre que jugué traté de dejar lo mejor.
-¿Sigue siendo una cuenta pendiente jugar un tiempo prolongado y en buen nivel en River?
-No (enfático), la verdad que no, para nada. No me interesa volver ahí. Si algún día me toca irme de San Lorenzo, donde me tratan de maravillas, tengo a Racing, donde también se portaron bárbaro y me hicieron sentir muy bien.
-¿Tu problema en River fue la presión que tenías desde chico?
-Se generó mucho alrededor mío. Yo viví una presión muy grande cuando estaba en inferiores y eso me jugó en contra a la hora de llegar a Primera. Después, siempre sentí que cuando jugaba bien, eran muchos los elogios y cuando andaba mal, eran muchísimas las críticas. Nunca tuve término medio, aunque sé que eso también se debe a que es un club muy exigente.
La relación entre la Gata y River fue curiosa desde aquella primera vez, hace algo más de una década, cuando en una prueba lo mandaron a jugar de ¡lateral derecho! “Había un montón de chicos -recuerda- y como estaban todos los puestos ocupados, me dijeron: 'jugá de cuatro que después te pasamos de nueve'. Como yo era chiquito dije que sí. Y quedé. Pero no fui más porque quedaba muy lejos de mi casa”.
Volvería un tiempo después para convertirse, junto con Fernando Cavenaghi, en la dupla ofensiva más prometedora de las inferiores millonarias (¿se sacarán en San Lorenzo esa espina de jugar juntos en Primera?). Antes le había dado sus primeros arañazos a la pelota en el baby de Estrella de Echenaucía, de donde recuerda con afecto a Valdino Luraschi, el técnico que además de descubrirlo y llevarlo a probarse primero a Huracán y después a River, lo bautizó con el apodo felino con el que hoy todos lo conocen. Con los años, las vueltas de la vida -del fútbol- lo harían rumbear hacia tierra azteca. “Monterrey es un lugar en el que me quedaría a vivir, me encantó México. Desde lo futbolístico, para mi pensamiento y el de la gente, me fue demasiado bien. Los hinchas me saludaban en la calle y con sólo seis meses ahí ya me trataban como si fuera un ídolo. Me tocó cerrar el torneo muy bien, con seis goles en los últimos cinco partidos. Pero los directivos se durmieron y prefirieron no utilizar la opción…”
Antes había estado un tiempo en Avellaneda, en esa cancha que queda a cinco cuadras de la casa donde nació. “Tengo un gran recuerdo de Racing. Es un club al que quiero muchísimo y ojalá un día me toque volver”. Como en San Lorenzo junto a Lavezzi y Silvera, en su paso por la Academia formó un tridente de ataque de lujo. “Con Lisandro López y Mariano González se armó una linda amistad. Me acuerdo de los bailecitos que hacíamos después de cada gol. Siempre digo que cuando a uno lo rodean de grandes jugadores, se hace todo más fácil dentro de la cancha. Me pasó con ellos y me pasa ahora con el Cuqui y el Pocho”. El trío de ataque de Ramón se complementa a la perfección en la cancha, pero a la hora de manejar el equipo de música hay uno de ellos que hace y deshace a su antojo. “A mí me gusta Ismael Serrano y también escucho rock nacional, lo que pasa es que cuando entro al vestuario el Pocho pone cumbia y no queda otra. En eso manda él”, se resigna Gastón. Y sigue con la intimidad del campeón: “Yo concentro con Adrián González, mi gran compañero. Metemos Play y mucho mate, siempre junto con el Burro y el Malevo, mi amigo desde los 14 años con el que tuve la suerte de reencontrarme y ser campeones juntos”. Cuenta que es “un plantel muy divertido”, que se integró rápido y que Ramón “se prende en las jodas y gana las apuestas de los tiros libres porque hace trampa”. Saluda con la misma amabilidad que muestra ante cada pedido de autógrafo o foto y se va hacia la maraña de compañeros que lo espera para un nuevo almuerzo de festejo. Festejo de un título que significó una linda revancha personal.
“Un ganador que quería que todo saliera siempre a la perfección. Confió mucho en mí y me dio una bueba chance de mostrarme en Primera”.
“Un lírico. El técnico ideal para alguien que gusta del buen fútbol”.
“Un entrenador al que nunca voy a olvidar porque me hizo debutar en Primera”.
“Con él me confirmé como jugador de Primera. Me dio mucha confianza y pasé momentos muy buenos en esa etapa”.
“Un tipo noble. Lo tuve cuando era sparring de la selección y nos trataba como si fuéramos jugadores de la mayor. Es el mejor a la hora de trabajar”.
“De él no puedo decir ni una palabra porque no me dejó nada” .
“Siempre le voy a estar agradecido por la oportunidad que me dio. Se la jugó por mí en un momento complicado“.
la gata tiene varios tatuajes a lo largo y ancho de su cuerpo, todos con un significado muy especial para él. “El de mi perro Palmito me lo hice en México porque lo extrañaba mucho. Tengo otro que comparto con mi mejor amigo, un águila igual a la que tenía mi papá, una estrella con la inicial de Paula, mi mujer, y las iniciales de mi familia en letras chinas”. Todavía le falta el de su hijo, Lautaro, que cumplió el segundo mes de vida el 23 de junio. “Mi señora no me deja hacerme más, no le gusta, pero con ese no creo que haya problemas”. Se nota que es muy familiero, Gastón. A lo largo de la entrevista menciona a su mamá, su hermana, sus abuelos, sus tíos, sus primos y su papá, a quien busca en el cielo cada vez que festeja un gol.
Por Aquiles Furlone (2007).
Fotos: Emiliano Lasalvia.