Las calles de Rosario estaban desiertas el domingo a las doce. Toda la población almorzó tempranito para ubicarse en el estadio de Parque Independencia una hora antes de que diera comienzo el match.
El interés por el resultado era mucho mayor, en proporción, que las esperanzas de ver un buen partido.
Por primera vez desde su ingreso al torneo máximo de la Asociación de Fútbol Argentino iban a medirse los tradicionales adversarios. La situación de uno y otro en la tabla hacía aparecer a Newell's con ventaja en el pronóstico ajustado a la lógica. Pero los hinchas no tenían en cuenta ese factor. Ni siquiera los jugadores.
Central, olvidado de sus tropiezos del año, crecería hasta ponerse a la par de los rojinegros. Tal cual sucede con todos los clásicos, los antecedentes — remotos o próximos — pierden valor como argumento.
—Lo de esta tarde no tiene nada que ver con lo del domingo pasado, ni lo del domingo que viene tendrá que ver con lo de esta tarde. Así me decía Fabrini, el habilidoso forward de Newell's, poco antes del match, agregando: —El partido va a ser malo. Por lo general resulta así. Entramos a la cancha nerviosos. En vez de ver la pelota no vemos más que la camiseta de Central. Y a ellos les ocurre lo mismo. Si pudiéramos jugar hoy como lo hicimos contra Huracán, o contra Gimnasia...
Ya hemos visto como desaparecieron las distancias. Aconteció en la cancha, efectivamente, lo que se esperaba. Pero hubo en esa clásica jornada del fútbol rosarino un aspecto que impresionó de muy grata manera, sobre todo a los forasteros: la encomiable corrección de los jugadores y del público.
Debo confesar que íbamos con temor de que se produjeran incidentes. Gente de Rosario mismo, conversando con nosotros aquí en Buenos Aires nos habían dicho:
— ¡Se terminaron las banderitas entrelazadas! El domingo se va a armar una...
Pero no se "armó" ninguna... Al contrario. Reinó en todo momento una elevada conducta. Yo me sentí feliz al comprobarlo. Feliz de que en una circunstancia así, ante la presencia del señor presidente de la Asociación, doctor Adrián C. Escobar, y del presidente del Tribunal de Penas, doctor Francisco Belgeri, los enemigos "a muerte" del fútbol rosarino demostraran que la rivalidad y la caballerosidad no son incompatibles en el terreno del deporte, como no deben serlo en ningún terreno.
Los amigos de los platos fuertes podrán suponer, con estos comentarios previos, que el espectáculo constituyó una decepción. Me apresuro a decir que fue todo lo contrario. Sin discusiones, sin incidentes — como debieran ser todos los partidos, — se jugó un match pleno de interés, vigoroso, varonil. Las defensas mostraron energía sin excederse ni llegar a la brusquedad. Hubo jugadas fuertes, sí, pero sin mala intención.
La principal atracción del encuentro residió en la circunstancia de que Rosario Central estuvo casi siempre más cerca del triunfo que Newell's OId Boys, por la mayor 'frecuencia con que accionaron sus forwards en el campo de los locales. Pero como la sugestión puede mucho en estos casos, existía algo así como la "convicción moral" de que en cada ataque de Newell's podía producirse el gol.
Cuando concluyó el primer hall time, tuve la impresión de que el 0 a 0 resultaba beneficioso para los locales. Se jugó mucho en el medio de la cancha, es cierto, y las delanteras no se caracterizaron por su penetración, pero lo había visto a Heredia más apurado, y requerido con mayor frecuencia, que Aráiz. Había visto a los backs Gilli y Soneyro desarrollar una labor ardua, y a la línea media de Central apoyar a sus ágiles con más eficiencia que la de Newell's.
La falta de score podría obedecer a la circunstancia de que tan sólo Barrios — el insider derecho paraguayo que debutaba — imprimía serio peligro a sus jugadas, mientras que en el quinteto rojinegro la excelente técnica de Gómez, los centros de Belén y la laboriosidad de Fabrini y Morosano le asignaban cierta ventaja de calidad a la delantera local. Pero ya dentro del área se encontraba solo Gómez, por lo general, pues los insiders jugaron algo retrasados.
Ampliamente satisfecho por la sostenida actividad del primer período, aunque, como siempre que priman las defensas, no fue dable ver muchas jugadas de alta clase, el público aguardó el segundo tiempo con igual interés que el comienzo del match.
De entrada se tuvo la sensación de que Newell's iba a llevarse el partido. Hubo en seguida una excelente atajada de Aráiz ante un shot de Morosano y, al momento, el centre half Perucca señaló el único gol del bando local con un magnífico shot que escapó por completo al alcance del goalkeeper visitante.
Sin embargo, Central demostró en seguida que no había por qué pensar con melancolía en el tiempo pasado... Los grandes clásicos no han terminado todavía. Acicateado por el contraste, el team aurinegro se armó sólidamente, afirmó su defensa y mantuvo el juego en campo de Newell's. El ala derecha, formada por Laporta y Barrios, exigió a fondo a los zagueros locales. Fue entonces enérgica pero correcta la labor de Gilli y Soneyro.
No lo estarían superando al team de la casa, pero por lo menos merecían el empate los de la visita. Hasta que Barrios, el mejor hombre del ataque hizo justicia al equipo y a sí mismo señalando el gol de empate con un espléndido tiro bajo.
Pocas veces un gol se festeja con tanto entusiasmo como lo fue el del ágil paraguayo. Se originó un fragoroso batir de palmas y surgió unánime un grito estridente, a la vez que tremolaban jubilosas las banderas listadas de amarillo y negro. Es que la barra de Central es mucho más entusiasta, más comunicativa, que la de Newell's. Lo fué, por lo menos, el domingo.
Estaban, otra vez, como al principio. Cundió entonces en las defensas el sentido de la previsión. Bajaron los insiders. Era como si ambos teams prefirieran conformarse con el empate antes que arriesgarse a una derrota. Sin embargo, hubo un gol para Newell's, señalado por Morosano, que Forte anuló por offside, acertadamente, a mi juicio. Y, hacia el final, una espléndida oportunidad malograda por Cisterna, cuyo tiro desde cerca fue a dar en el poste.
El empate me pareció lo más justo, de acuerdo con el desarrollo de los dos períodos. Pero quizá haya salido favorecido Newell's Old Boys... Así permite suponerlo el lucimiento de Heredia, apreciado como la mejor figura de su teana, quien sacó tiros dificilísimos en ambas etapas.
El epílogo del match fue todavía más grato que su desarrollo. Los jugadores de uno y otro bando se confundieron en abrazos tanto más significativos por lo espontáneos, mientras que todas las tribunas aplaudían y, en la popular, flameaban juntas las benderas de los tradicionales adversarios. Después, antes de abandonar el estadio, los futbolers de Rosario Central pasaron por el vestuario de los de Newell's Old Boys, despidiéndose cordialmente. Y hasta me dijeron que por la noche iban a cenar juntos. Todo esto, tan normal en otras épocas que ni siquiera merecía el pequeño honor de una mención, cobra ahora características extraordinarias.
Queda dicho que el goalkeeper Luis Heredia fue el mejor hombre de Newell's. Los backs defendieron tesoneramente y en forma pareja. Sólo discreta la línea media. Muy bueno Gómez como director. Superior el ala derecha a la izquierda.
El insider Barrios sobresalió en Rosario Central. En el resto del ataque, Laporta rindió algo más que los tres estantes. Los halves tesoneros, aunque de calidad mediana. Ignacio Díaz superó a Vidal en la zaga, pero éste fue también un buen valor. En cuanto al goalkeeper, Aráiz, no tuvo fallas.
La normalidad del espectáculo se debió, en gran parte, a la acertada actuación del referee Eduardo Forte, que fue en todo momento una autoridad respetable.
Por Félix D. Frascara.