Pasó el carnaval y se llevó un año; otro año de estos que son más cortos que los de la infancia, aunque el almanaque pretenda demostrar igual duración. No; los meses de vacaciones eran cortos; los otros, muy largos. La espera era dilatada, el carnaval tardaba en llegar. Ahora le dicen a uno: "¿Cuántos carnavales acusas?", y apena que el tiempo se mida de tal manera. Los carnavales fueron escasos, unos pocos, los de la infancia, y hace reto que los posteriores no entran en la cuenta.
Pasado el carnaval, admitíamos resignados que los días de "cole" estaban muy cercanos. Llegado el primero, el del guardapolvo blanco como nunca, nos sentíamos embarullados con libros nuevos, otra maestra, algunos cambios de compañeros, distinta disposición en el aula en la que nos "tocaba" un banco con el cual tendríamos que familiarizarnos. Necesitábamos una semana para entrar en el ritmo, para ambientarnos e irnos serenando en el nuevo año lectivo. ¡Qué risa cuando El Lecherito dijo eso de año lectivo!
—¿Lectivo no es de leche? — preguntó Rompehuesos. Tenía razón. A mí siempre me pareció así: nunca pude aceptar que lectivo fuera el año de clase. Pronto llegaba el otoño oxidando hojas. En casi todos los colegios, en el patio del fondo existía una higuera torturada. Parecía el uniforme de la escuela. Sin la higuera no era "cote". También el progreso se llevó las higueras. Más luz, más aire, más confort..., pero sin higueras.
De los picados de baldío pasábamos a los matches de desafío; a veces, a algún campeonato de ligas de menores. Insensiblemente entrábamos en dos ritmos acomodándonos a ellos: el estudio y el fútbol. Se sucedían "las temporadas": la de carozos, la de balero, la de billarda, la de bolitas, la de barriletes. Nadie fijó sus fechas, sus límites; sin embargo, se producían cronológicamente. Cuando pasaban las primeras bandadas de mixtos y la brisa primaveral danzaba en las colas de los barriletes, entonces faltaba menos.
—Termina el año lectivo — decía El Lecherito.
—Se acaba la leche — respondía invariablemente Rompehuesos. Siempre creí que tenía razón. Todavía lo sigo creyendo. Lo de lectivo con el "cole" no pega...
El día que terminaban las clases salíamos a la calle revoloteando y chispeando como los mixtos. Enfrentábamos unas vacaciones que habrían de ser muy largas y que nos resultaban cortas. Después se acortarían más y más, se acortaría todo: las vacaciones, los años, la vida.
Por Borocotó (1952).
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21 de abril. El defensor que supo hacerse de armas en el fútbol argentino jugando por Huracán, cruzó el charco para vestir la camiseta del Génova de Italia por seis temporadas. Y ahora, su regreso lleno de aprendizaje.
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