Cumplió 50 años con la fotografía, siempre en Editorial Atlántida. Lo festeja exhibiendo su obra en una exposición. Ya asistieron 28.000 personas.
Test: ¿cuánto tarda usted en leer esta línea? Haga el cálculo. Si lo ha hecho rápido, a lo sumo empleó siete segundos. En esos siete segundos el Universo ya se ha transformado y jamás será el mismo nuevamente. Usted está algo más viejo, un Jumbo partió del aeropuerto Kennedy de Nueva York y ya recorrió 583 metros en el aire, un niño dio su primer berrido, el sol se ha desplazado, un tren que está marchando a cien kilómetros por hora se trasladó 194 metros. Y es posible que también dentro de esos siete segundos, una mirada rutinaria y solitaria encontró a otra y haya nacido el amor...
Y sin embargo, una unidad compuesta de sensibilidad-ojo-cámara, un todo compacto y único, logró atrapar y congelar para siempre cosas que seguramente usted y yo —al fin y al cabo, simples mortales— ni hubiéramos apreciado. Un raquetazo de Vilas que se dibuja con un espíritu juguetón. Un auto perpendicular a la tierra, dispuesto a caerse para siempre. Un chasquido torrentoso de agua sepultando a un golfista. Un abrazo del alma... Y todo apenas en esa partecita invisible de un segundo dividido por quinientos...
—Bueno, m'hijo, pero usted exagera. Es cuestión de suerte. ¿Qué quiere que le diga?
—¿Suerte? No, no creo en eso, para mí usted es casi un brujo, un...
—No. Yo soy un fotógrafo afortunado, qué sé yo. ¿Sabe las veces que me di cuenta de que tenía una gran foto recién al revelarla?
—Y algunas veces, lo habrán puesto triste...
—Sí. Triste sí. Por ejemplo, aquel domingo en Olavarría, cuando lo vi saltar una zanja para saludar a sus hinchas. "Me perdí la foto", pensé. Entonces me dije: "Bueno, lo agarro cuando salte de nuevo. Va a salir mejor, porque se le va a ver la cara". Puse el foco de la cámara a 7 metros, esperé y lo retraté. Un rato más tarde supe que había sacado la última foto de mi amigo Juan Gálvez con vida. Por supuesto, no pensé en la foto. Pensé en mi amigo. Era una buena persona...
—Sí. Siempre me sentí feliz cada vez que salía para una nota. Hoy a los 74 pirulos también estoy feliz cuando agarro el violín (así llama él a su cámara).
—Sí, claro. Pero alguna foto que...
—¿Me haya hecho reír? Sí... (Y se ríe). Yo quería hacer una foto de golf, pero con un efecto raro: el golfista dándole a la pelotita en una laguna, levantando un torrente. Una mañana en Palermo se lo propuse a un profesor amigo, Ricardo Rossi. Se cambió de ropa, yo me puse en calzoncillos, nos metimos en una laguna y la hicimos. Pero todavía pienso que "la foto" era alguien que nos hubiera sacado a los dos.
—Y alguna será la más querida, la más...
—¿Popular?
—Sí, la más querida y...
—La más querida y la más popular es "El abrazo del alma". Es un clásico. Me la piden siempre. Yo trabajaba como fotógrafo del Mundial '78, pero también hacía mis cositas para EL GRAFICO. Cuando terminó Argentina-Holanda todos los demás chicos salieron como chicotazo con sus cámaras. Yo, que estaba cansado de tantas horas de estar sentado, tardé algo más. Fui al centro de la cancha, vi abrazados a Fillol y Tarantini, y apreté. Recién al otro día, lunes, cuando fui a la Editorial, me di cuenta de lo que había hecho. Mi hijo, Ricardito, me esperaba con una sonrisa: "¿Papá, viste esto?". Ahí nos dimos cuenta del muchacho sin brazos que se arrimaba a ellos. La ampliamos y —lógicamente— la publicamos. Cosa del destino. Yo...
—Había retratado al mismo personaje diez años antes.
—Sí, ¿qué cosa, vio? Un abrazo entre J. J. López y Anzarda, River 3-Racing 2. Esa la descubrieron los muchachos de EL GRAFICO mirando fotos viejas. Una casualidad.
—Sí, si no me decís "Maestro". Es... demasiado, ¿sabés?
—Bueno. Cuéntela, don Ricardo.
—Me dijeron que a las doce de la noche salía el auxilio. Los muchachos me llevaron y a las tres de la mañana llegamos a Casilda. Me dejaron en la ruta y se fueron. Hacía un tornillo bárbaro. "¿Qué diablos venís a hacer acá?", me decía a mí mismo. Me sentía como un loco, un trastornado. Cuando aclaró, encontré un puestero, o algo así. "Guarda, por allá está bravo, hay muchos lomos de burro", me dijo. Miré el reloj, estaba por largar la carrera y ese "por allá" era un montonazo de cuadras. Caminé como pude, porque, lógicamente, los autos llegarían rápido. Yo tenía un rollo de sólo 12 fotos (en esa época no había ni motor ni esos chiches de ahora), y por fin llegué. Hice a los diez primeros, me quedé con dos fotos y fui con una gente que estaba cerca. Me invitaron con unos mates, yo estaba muerto de frío. Al rato los autos empezaron a venir más espaciados y para aprovechar las dos fotos que quedaban, me agaché en el suelo, a un costadito de la ruta —tampoco había teleobjetivo, se imagina—y... ¡el auto que venía se da vuelta! Cuando la vi revelada me dije: "Qué suerte tenés, Ricardo... "
—¿Sabe qué? Yo nunca hice una exposición. Me daba como vergüenza... ¿vio? ¿Y sabe qué me gustaría?
—No, no me imagino.
—Y... que los pibes jóvenes, los nuevos reporteros gráficos se arrimaran a pedirme algún consejo. Me encantaría dar algo de lo que sé...
—¿Y qué les diría? ¿O qué le aconseja al que quiere empezar...?
—Que jamás ande fumando mientras saque fotos. Que esté atento. Que deje volar la imaginación. Y que vea en esta exposición cómo un hombre solo puede llegar a hacer todo esto...
¨La exposición¨, como dice él, abarca sólo una parte de sus 50 años de periodista gráfico. En una galería de 33 metros de largo y 9 de ancho se están mostrando 120 fotografías y más de 50 recuerdos —desde la camiseta de Gatti al pantalón de Alí— con un aluvión de público. "Llevo cuatro años en este Centro Cultural de Las Malvinas", dice el coordinador general, Horacio Dobarro. "Esto es increíble? ¿Sabe cuál era el record? Cuanto mucho, tres mil visitantes en total. En una semana, desfilaron por aquí (Florida 753, casi avenida Córdoba) unas... 128.000 personas!. Como la exposición cierra el 15 de septiembre, calculamos que el número puede llegar a doblarse... En Buenos Aires, sólo lo habrá superado la muestra de Dalí".
Aquella primera cámara de fotos pasó a manos de otra persona. La vendió, para adquirir una nueva. Y aunque hoy posee dos Leikas, una Rolleiflex y una Nikkon ("Con motor, aunque no la uso, soy chapado a la antigua", confiesa), se emocionó hasta llorar cuando el día de la inauguración apareció don José con un paquetito. "Esta máquina siempre fue suya", le dijo. Y le dio aquella primera máquina. Don José es el padre de Aldo Abaca, actual subjefe de la sección Fotografía de Atlántida.
—¿Y cómo no me voy a emocionar, m'hijo? En seguida la puse en una vitrina, ¿vio?
Este hincha fanático de Independiente ("Cuando voy a una cancha y terminan los partidos me quedo un ratito hasta saber cómo salieron los Rojos") no apela a fórmulas mágicas ("Jamás antes de ir a un partido me privo de la raviolada de mi señora, eso sí: siempre llego diez minutos antes de la hora pactada con los cronistas") y jamás pierde la elegancia ("¿El pañuelo amarillo? No, no es cábala. El color me gusta. José María Muñoz lo hizo popular"). Habla de los monstruos del deporte como lo que han sido y son: sus grandes amigos. "Cassius Clay me invitó a comer en Londres. Una buena persona, ¿eh? A Pelé un día le saque una foto 'de asalto' rodeado por dos rubias admiradoras. Me pidió el rollo. No se lo di, pero lo velé. Y por mucho tiempo me remordió la conciencia. Pelé es un gran amigo, una buena persona... Ni se inmuta ante la tecnología de hoy. "Antes con 12 fotos tenías que hacer los equipos, los goles, los festejos y retratos individuales. Hoy va un pibe a hacer un retrato de un personaje y se manda un rollo de 36 fotos. . ¿El color? No, para mí, es igual. Lo importante está en cómo vea uno las cosas, cómo se las imagina. ¿Sabés que cada vez que voy por la calle ando imaginándome fotos? Y cuando la tengo y no llevo el violín me da una bronca bárbara..."
No sé cuánto tiempo tardó en leer esta nota. Déjeme pisotear los relojes y terminarla con los cálculos de tantos segundos. ¿Sabe qué pasa? Quise ser original y al final me doy cuenta de que es imposible. No se puede ser original. Con él, maestro de la sencillez, amo de la humildad, laburante por naturaleza, vocacional de su "violín". Sencillo, humilde, laburante... Sí, me falta un adjetivo, un calificativo más... ¿¡Ya sé! ¿Se lo resumo en una palabra? ¡ALFIERI!
Por CARLOS IRUSTA (1986).