Básquet
Juan Pablo Vaulet, el pibe de oro
Drafteado por Brooklyn Nets en junio pasado, pinta para ser el próximo argentino en la NBA. Su niñez ligada al básquetbol. La lesión que casi le quita los sueños. La incidencia de Juan Ignacio Sánchez. Las palabras de Manu Ginóbili. La actualidad y el futuro.
Bahía Basket terminó tercero en Conferencia Sur y se clasificó a los playoffs de la Liga.
A falta de cinco meses para curarse, un llamado revolucionó su hogar. Era Pepe Sánchez, cerebro de Bahía Basket, que quería hablar personalmente con sus padres. De golpe, en junio de 2014, un flash: un medallista olímpico, un estandarte de la Generación Dorada, se sentó en la mesa para comer un asado y plantear lo que había pretendido hacía dos años: llevarse al chico para la capital del básquetbol.
“Pepe nos transmitió una fe ciega. No le importaba que anduviera con muletas, que tuviera una lesión grave y seria. Confiaba en mí. Intuía que saldría todo bien y que volvería a jugar sin problemas. ‘Te vamos a recuperar. Más allá de la lesión, estás en una etapa de formación; y ese aprendizaje te lo podemos brindar en Bahía. Nosotros te vamos a ayudar para que te desarrolles como profesional’, nos dijo. Mi familia y yo nos quedamos sorprendidos, sobre todo por su interés. Esas palabras adelantaron mi decisión. Porque, a los dos meses, me fui para Bahía y encaré el último tramo de la recuperación”, describe.
Su niñez está sujeta al básquetbol; su familia viene de ese palo, tanto por parte de su madre, Mónica, como de su padre, Néstor. Para dimensionar la pasión de los Vaulet, vale un hecho que se produjo cuando se mudaron a su casa en Jardines del Jockey. “Mis papás estaban entre hacer una pileta o una canchita de básquetbol en el patio, y prefirieron construir la canchita. Es de tres por tres, grande por ser la de una casa, y tiene aros reglamentarios. Ahí jugábamos con mis amigos y con mi hermano, Santiago”, detalla Juampi, que empezó a los 13 años en Atenas y la siguió en Unión Eléctrica e Hindú, dentro de la geografía de Córdoba.
-¿Cómo eran esos uno contra uno con Santiago, hoy tu compañero en Bahía Basket, un ambidiestro que es una delicia verlo jugar?
-Los partidos se ponían ásperos, a ninguno le gustaba perder. Mi hermano es dos años más chico que yo, y, en ese momento, había diferencia física. Pero a él no le importaba. Hubo muchas calenturas en la cancha. Es más, invitábamos a amigos nuestros y armábamos desafíos.
-¿A qué jugadores admirás?
-A Kobe Bryant y a LeBron James; dos tipos dominantes. Igual, mi ídolo, mi gran espejo es Manu Ginóbili.
-Contanos una anécdota con Manu, que imagino que lo tenés a mano por Sebastián, uno de sus hermanos, que te dirige en Bahía Basket.
-Cuando me draftearon en la NBA, hablé con él. “Tratá de estar tranquilo. Todo lo que hagas que sea para vos, para tu mejoría, y no para los demás”, me dijo.
Nació el 22 de marzo de 1996, en Córdoba. Tiene 20 años y se destaca en Bahía Basket.
Aquella situación pomposa se empañó rápido. El alero, puesto que conserva desde pequeño, se volvió a fracturar el tobillo derecho durante el inicio del Mundial U 19, el segundo en su cuenta personal. “Aprendí a tener paciencia y a apoyar a mis compañeros desde afuera”, sintetiza. La lesión lo trasladó en julio pasado a los Estados Unidos. “Fui para operarme del tobillo y, de paso, estuve en la franquicia y miré la Liga de Verano. Me llamó la atención la organización y el marketing que rodea a la NBA. Todo lo que está alrededor brilla, y encima me hicieron los estudios de la lesión de un día para el otro. La atención me pareció espectacular”, cuenta.
Las últimas dos temporadas del lungo de 1,98 son para ponerlas en un marquito. La rompió en la primera edición de la Liga de Desarrollo, en la que se consagró campeón y obtuvo el MVP. Lo ya escrito: la elección en el draft. Potenció, además, su básquetbol y su condición física, y se repuso con hidalguía y firmeza de molestias menores. Se celebra, de hecho, que se encuentre sano. Porque estuvo casi un año y medio inactivo en los últimos tres. Mientras esta revista se imprimía, tenía la confianza y su nivel en alza. Bahía Basket se enfrentaba ante Peñarol en las semifinales de los playoffs de la Conferencia Sur de la Liga Nacional, y el 7 se ilusionaba con acercarse al título.
“Estoy hace dos años en Bahía y aprendí muchísimo. Nos rodean Pepe Sánchez, Sepo Ginóbili, el Puma Montecchia, que nos enseñan, nos guían por el mundo profesional. Acá no se trata de venir, entrenarse y jugar. Hay muchas más cosas que son muy importantes para un jugador de básquetbol”, se expresa.
-Pepe no se equivocó en lo que anticipó en Córdoba. ¿Qué te aconseja?
-“Andá siempre con agresividad e intensidad”, me dice. Por eso, hay que intentarlo, ir para adelante. Si se trabaja bien, las cosas van a llegar solas, casi sin darse cuenta.
-¿Quiénes te bajan a la realidad?
-Mi familia y la gente que maneja Bahía Basket. Acá, siempre te dicen la verdad, las cosas como son, y eso me parece muy bueno.
-¿Cuál es esa verdad?
-Todavía soy un chico y debo aprender mucho más. Quizás quiero hacer todo ya, y no es el camino. Eso, por ahí, es peor porque me puedo pasar de rosca.
-¿Qué es lo principal para pulir en tu juego?
-El tiro de tres puntos, mi juego de pick and roll y, sobre todo, mi físico.
-¿Hablás bien en inglés?
-Creía que sí hasta que fui a los Estados Unidos. Estaba con nativos y pensaba: “No sé nada”. Pero, con el paso del tiempo allá, uno se va a ir acostumbrando y soltando.
-¿Se comunican seguido con la gente de Brooklyn Nets?
-Hace un tiempito que no hablamos. Cuando me operé del tobillo allá, tuve bastante contacto con ellos por el tema de la recuperación. Ultimamente nos comunicamos poco, muy de vez en cuando.
Descomunal. La vuelca con alma y vida ante Argentino de Junín, por los playoffs de la Conferencia Sur de la Liga. El alero es cosa seria.
Vaulet, entonces, tiene los pies sobre el parqué a los 20 años. Pinta para ser el próximo argentino en la NBA. Está cerca de cristalizar uno de sus sueños; el otro, integrar la Selección Mayor. Pero no se la cree, tampoco se desespera por concretarlos. Sabe que “El pibe de oro” resulta apenas un título que le cuelga el periodismo.
El básquetbol desde la cuna
El cordobés se crió en una familia ligada al básquetbol. En la foto, se observa a Juampi de bebé, sostenido por una de las manos de su abuelo, Juan Kowalczuk. ¿Cuál es la particularidad? En la habitación del pequeño, había un hermoso cuadro dedicado a su majestad: el eterno Michael Jordan. “No recuerdo a qué edad empecé a tirar al aro. Sé que fue desde chiquito. Hasta los siete años, viví en el barrio Iponá, de la cuidad de Córdoba. Ahí, a la vuelta de casa, había una plaza que tenía una cancha de básquetbol grande, de cemento y al aire libre, y yo iba a jugar -repasa-. Mi papá, Néstor, era amateur. Como es santiagueño, me nombraba siempre a Miguel Cortijo. Además, le gustaban Pichi Campana y Marcelo Milanesio. Obviamente, yo no los vi jugar. Y en la NBA, lo volvían loco Jordan, Scottie Pippen, Charles Barkley y Dennis Rodman”.
Por Darío Gurevich / Fotos: Prensa Bahía Basket
Nota publicada en la edición de junio de 2016 de El Gráfico