¿QUILMES ESTÁ EMBRUJADO?
En 1994 dirigentes de Quilmes recurrieron a una manosanta para lograr el ascenso. Pero le quedaron debiendo la mitad del dinero pactado. Por eso la mujer se vengó con una sentencia: “No ascenderán por 13 años”.
¨Señores, estamos ante un tema muy serio y tenemos que tratarlo de una buena vez¨.
Se hizo un silencio en la sala de reuniones del Comité de Control de Gestión. Este organismo está conformado por dirigentes del club Quilmes y por integrantes del Grupo Desarrollo Futbolístico Argentino, un brazo del poderoso Exxel Group, que gerencia el fútbol de la entidad. La voz de Enrique Strubolini, representante de Quilmes en ese comité, dio cuenta de la situación. Gerardo León, quien preside el Comité y viene del riñón de la multinacional, lo escuchó atentamente. Tras la exposición de Strubolini, decidió cortar por lo sano.
–Señores, aprobado: denle para adelante. Busquen la solución a este asunto.
No era un tema menor. Después de todo, Quilmes venía atravesando un período de malaria capaz de hacerle bajar los brazos al más pintado. A lo largo de seis años y medio, las posibilidades de ascender a Primera División siempre terminaban en fracaso. Y el tiempo parecía apremiar más que nunca, ya que se estaba acercando otro momento definitorio. El equipo venía de perder la primera chance frente a Banfield. Encima, el encuentro de ida contra Nueva Chicago, por la final del reducido, había finalizado 1–0 a favor de los de Mataderos.
Antes de la revancha comenzó una búsqueda afanosa de un dato que para ellos era fundamental. En Chascomús había que localizar sí o sí a Dora Bertucci. Apelaron primero a una vieja agenda pero encontraron, desolados, que nadie atendía. Entonces se remitieron a la más vieja de las tácticas: buscar su paradero en la guía telefónica. Allí sólo figuraba una persona con el mismo nombre.
Mario De Bellis, gerente administrativo del club, tratando de que su voz pareciese serena, preguntó:
–¿Está la señora Dora?
–Sí, soy yo –fue la respuesta del otro lado del teléfono.
–Bueno, este... llamo desde Buenos Aires –empezó De Bellis: la consigna era no revelar que eran gente de Quilmes–. Eh... me dijeron que usted hacía trabajos...
–Sí, claro, yo cuido nenes, los busco en el colegio... ¿Qué necesita?
Se produjo una pausa. El hombre dudó. ¿Estaría hablando con la persona correcta?…
–Perdón, señora, ¿cuántos años tiene usted?
–Alrededor de cincuenta, ¿por qué?
–Ah, en realidad estoy buscando a una persona mayor que usted, debe andar por los setenta años o algo más.
–Entonces usted está hablando de mi tía, que también se llamaba Dora.
–Sí, así es. Vea, el asunto es así: yo estoy llamando desde Quilmes, el club Quilmes. ¿Nunca le nombró ella a Quilmes o a un señor llamado Zucarelli?
–Sí, mi tía siempre lo tenía presente a esa persona. Tomaban mates juntos... Discúlpeme, ¿usted sabe lo que le pasó a mi tía?
–No, para nada.
–Mi tía se murió. Está enterrada en el cementerio de Chascomús.
El hombre, desolado, pidió disculpas y cortó. Dora Bertucci era la única persona capaz de sacar a Quilmes de su desesperada situación.
De fútbol y brujerías
El vínculo con lo esotérico comenzó hace mucho tiempo. Que se sepa, más de veinte años. Allá por 1980, Quilmes atravesaba por una mala producción futbolística que lo puso al borde del descenso. Entonces a un socio se le habría ocurrido hacer contacto con una manosanta. Aunque la mujer nada sabía de fútbol, decidió darle una mano al club, comunicándose con los directivos a través de un integrante de la Comisión Directiva. De esa forma se estableció que todos los jugadores deberían utilizar una cinta roja atada a un tobillo. Cuenta la leyenda que Horacio Milozzi desobedeció la consiga por un problema menor: le molestaba la cintita. Pero él, 21 años después, lo desmitifica: “Yo la usé durante 13 días, pero hubo otros jugadores que se cansaron antes. Más que una cosa de brujerías se trataba de una cábala que había empezado como una broma”. Cábala o brujería, ese año Quilmes se fue al descenso.
Los botines mágicos
Allá por 1991 la historia tuvo un final feliz: el equipo tenía un partido decisivo ante Almirante Brown. Si ganaba, volvería a Primera, algo que no conseguía desde el Nacional 1982. Como suele decirse, el fin justifica los medios. Desde la utilería del club salió el dato que a la postre traería la bendición. “Yo conozco a un tal Aldo, quien es un reconocido brujo de la zona, que nos puede ayudar con un trabajito. Es muy bueno”, le habría comentado uno de los utileros apodado Bertín –que hasta el momento sigue trabajando en la institución– a un alto dirigente quilmeño, que también permanece en funciones.
Finalmente, se dio vía libre y, efectivamente, Aldo retiró de la utilería los botines que utilizaba habitualmente Mario Gómez, la Tortuga, habilidoso volante pero algo vago (de ahí su apodo). A los dos días, el hombre volvió con dichos botines.
Dicho y hecho. No se sabe por qué acto de magia, pero Quilmes le ganó a Almirante Brown con un gol de tiro libre. ¿Hace falta decir quién lo hizo? Mario Gómez convirtió y los cerveceros ascendieron a Primera.
Brujita mía
El infierno tan temido regresaría al año siguiente, con un nuevo descenso. En una nueva temporada en la B, Quilmes no dio pie con bola. La historia se encaminaba muy parecida a la del 93–94, ya con Humberto Zuccarelli como entrenador. Por tal motivo, el técnico le planteó a José Luis Meiszner, por entonces presidente del club, y a Jacinto Porroni, titular del Consejo de Fútbol, la necesidad de apelar a algún atajo en la carrera por el ascenso.
–Yo conozco a una señora –habría dicho– que puede ayudar al club.
La idea era favorecer espiritualmente a los quilmeños para que ascendieran. Pero además, había que trabar a Gimnasia y Esgrima de Jujuy, su competidor más directo.
Fue así que Porroni, junto a Mario De Bellis, dirigente cercano a la Comisión Directiva, fueron a ver a esta mujer. Les llevaron varias fotos de los jugadores, tanto del equipo jujeño como del propio. El pacto se arregló de la siguiente manera: “Acepto. Yo les cobro cuatro mil pesos”, habría dicho la mujer. “Dos mil de anticipo y el resto cuando termine el trabajo.”
El laburo, que fue aceptado y consistió en pinchar las imágenes de los jujeños y bendecir a los de Quilmes, se cristalizaría, según dijo la mujer, en que se lograrían estos resultados. “Gimnasia perderá por 3 a 0 en Pergamino. Y Quilmes le ganará a Deportivo Morón”, sentenció la mujer, aunque sin dar a conocer el segundo resultado. Satisfechos, los hombres se volvieron. Sólo restaba esperar al sábado siguiente. Pero las cosas no se darían tal cual se había hablado.
Efectivamente, los jujeños fueron goleados por la cifra anunciada. En cambio, el partido de Quilmes se suspendió por una bomba de estruendo que no le permitió jugar a Cuenca Saldívar, de Morón. Esta situación aparecía complicada porque el equipo sureño podía ser sancionado con la quita de puntos. Mientras en las oficinas de la AFA se resolvía la posible sanción, por el club apareció esta señora exigiendo que le pagaran el resto de lo pactado. Alterados por la falta de definición y preocupados por lo que fallaría la AFA, los directivos se negaron a pagarle. Airada, la mujer se retiró, pero antes, mirándolos amenazadoramente, exclamó: “Por 13 años, Quilmes nunca va a ascender”. Finalmente, el encuentro se jugó y los quilmeños lo perdieron por 3–2. No fue un mero resultado ya que tenían en sus manos la chance de apropiarse de la punta (Gimnasia sumaba 54 puntos, uno más que Quilmes). A la fecha siguiente, el cervecero volvió a perder y los jujeños, gracias a su victoria frente a Atlético Tucumán, se consagraron campeones.
Esa mujer enfurecida se llamaba Dora Bertucci y había conocido a Zucarelli cuando éste, ya en su última época como futbolista, jugó en Chascomús.
Por esa razón, la peor noticia que pudieron recibir los hombres del club fue que esa mujer había muerto.
“A Quilmes se lo llevó a la tumba“
En realidad se llama Hilda Bertucci de Iribarren y su tumba es la número 760 en el cementerio de Chascomús. Nació el 20 de diciembre de 1931 y murió un día después de cumplir 65 años, el 21 de diciembre de 1996. Está en tierra y sobre su lápida hay algunas flores artificiales, una velita con la imagen de la Virgen de Luján y, desde hace poco más de un mes, un banderín del club Quilmes. Aunque lo tratamos, fue inútil: la sobrina de la difunta, misteriosamente, desapareció. En ningún momento se pudo hablar con ella, salvo por teléfono cuando afirmó: “De eso no sé absolutamente nada”.
“Acá, en realidad, no la conocimos por manosanta”, dicen los vecinos. “La más famosa fue la señora Zaldúa, pero murió hace ya muchos años.”
Sin embargo, tres hombres, a bordo de un Peugeot 306 gris, concurrieron ante esa tumba el miércoles 30 de mayo. Habían partido a las 8.30 de la mañana y recorrieron en una hora y veinte minutos los 120 kilómetros que separan a Quilmes de Chascomús. Como una manera de compensar la falta –o sea el no haberle pagado el total de lo pactado–, los hombres depositaron una ofrenda floral y un banderín del club. Los tres rezaron en memoria de la difunta y uno de ellos, en voz baja, le pidió perdón y hasta le suplicó que ayudara a Quilmes.
Fue inútil y hasta misterioso, porque cuando llegaron al lugar había un solazo impresionante. Sin embargo, horas después, y en medio de un aguacero tremendo, Quilmes empató sin goles con Nueva Chicago, que de esa manera se clasificó para jugar la final con Instituto por el ascenso.
Los que se llegaron hasta esa tumba fueron Enrique Strubollini, Mario De Bellis y Gustavo Schennone. Cuando fueron consultados, el primero dio alguna precisión. “Es cierto que existió esa bruja y que tratamos de localizarla. Viajamos a Chascomús, pero no me pidas precisiones porque no quiero tener problemas con nadie”, afirmó Strubolini. Por su parte, tanto De Bellis como Schennone desmintieron todo.
A pesar de esto, quien trajo a colación el nombre de Dora Bertucci habría sido De Bellis, quien la conoció en su primera visita a Chascomús y habría sido él quien poseía el antiguo número telefónico. “¿No nos estará pasando esta malaria porque no se le pagó a esta bruja en el 94? Vamos a llamarla, yo tengo el teléfono”, habría comentado Mario en la oficina del estadio Centenario.
Lo cierto es que ese intento fue efímero. Las cuatro finales perdidas en el último año y medio despertaron la memoria de aquel incidente en los tres hinchas. Y entonces surgió esa idea. Lo demás ya fue contado: la gestión ante la gente del gerenciamiento, el visto bueno para comenzar con la búsqueda, la llamada inútil, la noticia de la muerte de doña Dora y el viaje, casi desesperado, a la tumba de Chascomús.
Es más, la despedida que habrían tenido de Chascomús fue lapidaria. Es que, al ir a saludar a la sobrina de la difunta, ésta, mientras tomaba un mate bien caliente, les dijo con frialdad: “Mi tía se murió; pero con mi tía también se murió Quilmes. Suerte y buen viaje”.
El último intento
La eliminación ante el equipo de Mataderos (y una nueva frustración) le darían el puntapié inicial a una nueva búsqueda: encontrar a don Aldo, aquel de los botines del Tortuga Gómez, que tan bien le había hecho al club. Tenía que destrabar el hechizo.
Encontrarlo no fue muy difícil. Los encargados de ubicarlos fueron los mismos hombres que lo habían traído hacía 10 años. Don Aldo, quien nació en Entre Ríos pero hace décadas que vive por la zona sur, llegó la semana previa al primer choque con Belgrano, por la Promoción. Contrariamente a lo que había realizado en su primera incursión, prendió en el vestuario una vela gigante y retiró tres camisetas: la 2 de Alayes, la 6 de Schiavi y la 9 de Bordi.
El hombre volvió a los dos días con las camisetas, y sentenció: “Quilmes ganará el primer partido y empatará el otro”. Sus honorarios fueron de 365 pesos.
Los quilmeños superaron a los cordobeses en el primer choque con un tanto justamente de Alayes. Todo parecía que se encaminaba hacia destrabar ese embrujo. Pero nadie contó con la media vuelta de Julio Mugnaini, nada menos que a los 42 minutos del segundo tiempo… Ante la igualdad de puntos, los piratas se quedaron en Primera y Aldo se perdió los 1500 pesos que le habían prometido si el cuento tenía un final feliz.
“Nadie puede dudar que las brujas existen…”, afirmó Alejandro, hombre muy cercano al plantel quilmeño. Lo concreto es que las cosas andan mal por Quilmes en los últimos tiempos. Por lo pronto, el Exxel Group ya tomó la decisión de que en 60 días se retira del gerenciamiento del club, con una deuda que asciende a 12 millones de dólares. Y como si fuera poco llegó la grave lesión del Chori Domínguez, que pone un signo de interrogante a su venta a Italia, la cual garantizaba dos millones de dólares para el club por el 50% del pase. Asimismo, todavía queda pendiente encontrar un brujo que pueda solucionar el maleficio que, según la maldición formulada por doña Dora en 1994, permanecerá vigente hasta el 2007, cuando se cumplan los 13 años de aquella infortunada profecía.
Hechizos y antídotos
La mentalista nacida en Quilmes –que entre otras cosas pronosticó el bicampeonato de Boca en la Libertadores, la vuelta de Cavallo y la renuncia de Chacho Alvarez– dice que una maldición siempre se puede revertir.
Blanca Curi
No hay dudas de que los trabajos en contra de alguien existen. Pero también es cierto que no son eternos y que hay fórmulas para poder cortarlos de raíz. Tienen siempre solución.
Lo que no creo es que esta persona haya tenido la fuerza para maldecir a un equipo. Se pudo haber enojado mucho, pero de ahí a hacer un maleficio por 13 años es imposible. ¡Qué es eso!
Lo que se hace habitualmente es contratar a un mentor que trabaja seguido con una situación y le baja la línea a los que tienen que mejorar. Hay que estar bajo un contacto permanente con los que se quiere ayudar, y en este caso sólo se trató de un vínculo por un solo partido. Por eso, además, me extraña que se piense que ese maleficio pueda tener tanto poder.
Considero que no hay malos espíritus en contra de Quilmes, dado que los trabajos que se hacen habitualmente son a largo plazo. Se arregla, por ejemplo, para que un equipo salga campeón. Y se trabaja constantemente con los chicos y con el cuerpo técnico, que son los que tienen que bajarle línea al plantel.
Siempre se pueden sacar frutos de una maldición. Creo que lo que les puede haber pasado a los de Quilmes es que todavía no encontraron la persona indicada. Deberán seguir buscando hasta que se topen con un mentor que tenga la energía necesaria para destrabar algo que, para mí, no es eterno y que no tiene tanto peso como ellos suponen.
El calvario cervecero
La maldición trajo infinitas desavenencias. Quilmes no sólo perdió cinco finales desde 1999. Hay que sumar la eliminación frente a Instituto en las semifinales del Reducido 94, la salida del Octogonal 97 en manos de Belgrano, la derrota por 2–0 como local contra Aldosivi, que lo sacó del torneo en las semifinales del Reducido 98, y un 3–3 increíble en Rafaela. Superaba 3–1 a Atlético y a los 44 y 47 del segundo tiempo le empató y lo dejó afuera en cuartos del Reducido 99.
Por Carlos Irusta y Christian Mellara (2001).