Arsenal de Llavallol, cenizas del paraiso
Fue un club que nació a fines de los 40 para competir en los Juegos Evita y llegó a ser filial de River y de Boca. La historia del otro Arsenal, que en sus veinte años de vida vio crecer a cracks como Rojitas, Maschio y Angelillo.
![](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/d2/c2/d2c2fb09c41f1cababb525d999fc9065f800267f.jpg)
Entre esos pastizales hay huellas, signos de pelota y aroma a fútbol. En medio de esos pastizales que alguna vez fueron césped están las marcas de los botines de Angel Clemente Rojas, del Bocha Maschio y de tantos otros hombres que formaron parte de la historia del fútbol argentino. En ese terreno que hoy es baldío –sin verde, sin líneas de cal, sin tribunas de cemento–, en la esquina de Catalina Sur y Libres del Sud, estaba el Club Arsenal de Llavallol, una institución que nació con el fútbol infantil, que fue filial de River y más tarde de Boca y que desapareció del mapa futbolero en 1968, veinte años después de su nacimiento.
![Imagen Dos figuras que crecieron en Arsenal: Rojitas (Boca) y Norberto Shiro (San Lorenzo).](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/29/b5/29b5537f9ea38e7de51cf0223e638524e426428f.jpg)
Esos yuyos irradian también historia. ¿Qué hecho lleva a la fundación de un club? ¿El deseo de reunirse, de competir? ¿Las ganas de dar a conocer al barrio, de encontrarse en un punto en común? ¿Acaso un capricho surgido de una charla entre amigos, en la plaza de un lugar cualquiera? En este caso, la historia de Arsenal nace de la vocación de un hombre, Aníbal Díaz, por la búsqueda de jugadores.
A fines de los años 40, las calles de tierra de la zona sur del Gran Buenos Aires levantaban polvareda con el andar del auto de Aníbal Díaz, el Gordo, ese hombre solitario que recorría los potreros, quizá marcando el inicio de una profesión muy común en la actualidad: la de cazatalentos. Bajo su idea se erige el Club Arsenal de Llavallol, el 12 de octubre de 1948.
“Pibe, vení. Vos jugás bien, sos bueno. ¿No querés que hable con tu papá y te lleve a jugar a otras canchas?”. Díaz repetía y repetía la frase. En silencio, y sin un espacio físico fijo de entrenamiento, fue juntando a esos chicos que jugarían y se consagrarían campeones de los Torneos Evita, en 1950, representando al partido de Almirante Brown. Ese equipo, en el que se destacaba el Polaco Vladislao Cap, fue el ganador en la provincia de Buenos Aires y en el Torneo Nacional.
El reglamento de esos campeonatos le otorgaba al campeón un predio para construir un estadio. Dos años después, cuando Arsenal volvía a disputar la final nacional en el estadio de River ante Evita, Estrella de Mañana (un equipo de Santa Fe donde se destacaba José Yudica), el premio todavía no había sido pagado. “Díaz nos juntó a todos y nos mandó al palco con una carta. Ahí estaban Juan Domingo Perón y Ramón Cereijo. A través de ese texto, le pedíamos el predio que nos correspondía. ‘Ya lo van a tener’, nos dijo Perón. Y nosotros le transmitimos eso al Gordo”, cuenta Norberto Schiro, integrante de ese equipo, ex jugador de Arsenal y después campeón con San Lorenzo en 1959.
Entre esos chicos estaba también Antonio Valentín Angelillo, quien desde Italia recuerda a Arsenal: “Díaz me descubrió en un potrero en Parque Patricios. Me había visto jugar y me vino a hablar una tarde en que yo estaba remontando un barrilete. Ahí me habló de Arsenal, de los Torneos Evita. Y yo fui y jugué. Ahí me formé, aprendí de disciplina. Fue el trampolín de mi carrera”.
![Imagen Angelillo, nació en Arsenal, jugó en Racing, Boca, Inter, Roma y Milan. Crack.](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/d5/51/d5511916ef047afc864f9f676be261bbd4a0c9ff.jpg)
Llavallol, esa ciudad chiquita del partido de Lomas de Zamora, crecía por ese entonces al ritmo de las fábricas. Allí estaban los terrenos que el gobierno finalmente le cedió, donde el club empezó a idear su estadio. Y aunque no hay una explicación certera acerca de la elección del nombre, tanto Schiro como Humberto Maschio coinciden en que puede haber influido en esto el gusto de Díaz por el fútbol inglés. De ahí surge la denominación “Arsenal”.
Lo cierto es que con esos terrenos en su poder, el Gordo tuvo el lugar donde llevar a sus chicos, el sitio donde construyó una cancha con tribunas de cemento, con vestuarios. El lugar en el que también empezaron a hacerse un nombre en el fútbol Natalio Sivo y Vladislao Cap. El lugar en el que brotó la historia.
LA LLEGADA A LA AFA
Los habitantes de Llavallol eran testigos del crecimiento del club e iban acercándose al lugar. Este apoyo, más la estructura física e institucional, derivaron en lo que fue un sueño: el pedido para participar en el Campeonato de Aficionados, una especie de Primera D, la última categoría del fútbol argentino.
La realidad llegó el 27 de abril de 1952 cuando, tras la afiliación, Arsenal jugó su primer partido, con esa camiseta marrón y amarilla a bastones verticales. El encuentro del debut fue duro. Brown de Adrogué, otro equipo de la zona, le ganó 7-0.
Estaba claro que ese club que estaba a tres cuadras de la estación de tren no iba a conseguir réditos deportivos fácilmente. Mientras los demás equipos contaban con planteles experimentados –o con una mezcla entre jóvenes y mayores–, Arsenal tenía entre sus filas a chicos que no superaban los 23 años. Quizás eso tampoco desvelaba al Gordo Díaz, quien además de fundador, presidente, técnico y descubridor de jugadores, actuaba como empresario y llevaba a sus cracks a diferentes clubes de mayor envergadura.
Arsenal consiguió sumar 16 puntos en su primera experiencia como equipo oficial, en un torneo que tuvo finalmente como campeón a Flandria. Y un año después, en 1953, terminaría en el sexto lugar del campeonato, entre los siete participantes.
![Imagen Con la original camiseta de Arsenal de Llavallol, a bastones marrones y amarillos, un equipo de 1955. Marcados, valores del fútbol argentino, desde la izquierda: El Polaco Cap, Schiro y Angelillo (abajo).](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/e9/e5/e9e5c95ae645c3d12b5cdd831b1f383c3e796a5b.jpg)
El anhelo máximo de jugar al fútbol oficialmente ya estaba cumplido e iba a tener un premio, que se consiguió sin la necesidad de obtener el título. En 1954 Arsenal culminó en el quinto escalón del torneo, pero pudo subir de categoría junto a Sacachispas, que era el máximo rival (un duelo que se arrastraba desde aquellos partidos por los Torneos Evita) y que fue campeón en su primera temporada en el Campeonato de Aficionados.
Por ese entonces estaba en vigencia una norma que establecía que los clubes con determinado número de socios y comodidades en sus estadios podían solicitar ser promovidos a la Segunda División, luego denominada Primera C. Arsenal, estaba claro, cumplía con esos requisitos y por eso ascendió, de la misma forma que lo hicieron Brown de Adrogué y J. J. de Urquiza.
Otro debut, otra derrota. En ese primer encuentro en la nueva categoría, los jóvenes de Arsenal cayeron ante Flandria, en Jáuregui, por 3-0. En la Primera C pudo permanecer hasta 1958, con una irregularidad inevitable: ese año volvió a descender y en 1959 fue desafiliado de la AFA.
DESAFILIACION, RIVER Y BOCA
Después de disputarse 14 fechas del torneo, la AFA decidió desafiliar al equipo de Llavallol, sin dejar motivos claros para tal sanción. El testimonio de Schiro sirve para tratar de armar el rompecabezas: “En el 59 se descubrió que Díaz falsificó la firma de Raúl Colombo, por entonces presidente de la AFA, para transferir jugadores a Europa y evitar el pago del pase internacional, en un manejo muy turbio. Además, ese mismo año, el Gordo le hizo juicio a San Lorenzo por el pago de mi pase. Y más tarde entró en litigio con la AFA por la desafiliación de Arsenal”. Esa falsificación habría sido el motivo.
Mientras tanto, los chicos seguían entrenándose en el estadio y jugaban partidos amistosos. Díaz continuaba con su tarea de dirigente todo terreno. En 1961, por ejemplo, llegó a un acuerdo con River Plate, por el que todos los integrantes de Arsenal pasaban a formar parte de la institución de Núñez y se entrenaban allí. Pese a que no hay documentación que certifique esto, sí están los carnets de jugadores. Ricardo Sotelo, integrante del único equipo de Arsenal que se consagró campeón años más tarde, aún lo conserva. Y cuenta: “El Gordo nos llevó a todos los de las inferiores para River. Ahí nos dieron las credenciales y, además, ropa y todas esas cosas. Los jugadores de menor nivel seguían entrenándose en Llavallol. Igual el arreglo duró poco: habrán sido unos ocho meses. Después volvimos a Arsenal”.
Recién en 1962 el equipo volvió a los torneos oficiales, pero esa temporada –y la siguiente– tuvo una campaña irregular, que le impidió clasificarse para el Reducido por el ascenso. Y allí apareció Boca. En la Memoria y Balance de Boca que pertenece al CIHF (Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol) está la prueba documental. Todo Arsenal pasaba a ser de Boca. Allí aparecen los 56 jugadores incorporados al equipo xeneize, con carácter definitivo, tal el caso de Rubén Magdalena. Y la lista de jugadores cedidos al equipo de Llavallol, a prueba y sin opción, hasta el 31 de diciembre de 1962. Entre esos nombres se destacan los de Angel Clemente Rojas y Oscar Pianetti.
![Imagen Rojitas, otro que arrancó en Llavallol y llegó a ser uno de los máximos ídolos de Boca.](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/9a/c0/9ac009f2501aac5afb6adc5f06f3b26692a18b64.jpg)
Estaba claro, Díaz era rápido para los negocios. El acuerdo con Alberto J. Armando era beneficioso. Arsenal se transformaba en una filial del club de la Ribera, cambiaba su camiseta por la azul y amarilla y, además, formaba un equipo competitivo.
Rojitas era uno de los que se destacaba entre esos muchachos. “Yo estaba en Boca y me comunicaron que me mandaban un año a jugar a un tal Arsenal de Llavallol. La verdad, muchas ganas no me despertó: tenía que viajar en colectivo desde Sarandí... Pero me dijeron que iba a cobrar un sueldo. Imaginate. Yo venía de una familia humilde, no lo podía creer”, cuenta hoy el ídolo boquense.
Miguel Zappino, presidente por entonces de Arsenal e integrante de la Comisión Directiva de Boca, lo estaba esperando. “Ahí me empieza a hablar de conducta y me dice que me va a pagar. Tuve un buen rendimiento, hice goles y al mes pude cobrar. Fui con la plata escondida en el calzoncillo. No podía salir del asombro. Jamás me voy a olvidar de ese club. Ahí me puse bien, pude adaptarme y gracias a eso arrancó mi carrera. Es más: yo me enamoré del azul y amarillo cuando jugaba en Arsenal”, expresa.
EL UNICO TITULO
La gloria para ese equipo de jóvenes, para la filial de Boca Juniors, llegó en 1964, un año en el que consiguió triunfos rutilantes, como la victoria por 12-1 sobre Tristán Suárez. “La escuela de Boca es campeona”, tituló el diario Crónica el 23 de diciembre de ese año. Arsenal pudo alzar el trofeo y gritar campeón de la división de Aficionados después de vencer a Ituzaingó. El 12 de diciembre, en la cancha de Ferro, se impuso por 2-0 y, en el choque de vuelta, Ituzaingó ganó 2-1, pero la diferencia de gol le dio el ascenso al conjunto de Llavallol.
Aquel sueño pequeño, aquel anhelo de grandeza, quedaba cumplido con la gesta de esos jóvenes que no superaban los 22 años y que tras la consagración se ganaron un lugar en la Primera C. Guiados técnicamente por Rogelio Muñiz y acompañados permanentemente por Adolfo Pedernera, los chicos de Arsenal disputaron 29 partidos: ganaron 20, empataron 3 y perdieron 6 de esos encuentros.
La sonrisa de Ricardo Sotelo se dibuja, casi de la misma forma que cuando alzó el trofeo. Entonces surgen los recuerdos: “Fue increíble. Formábamos un buen equipo y nos divertíamos, porque éramos todos chicos que recién empezábamos. Además, estábamos adelantados a la época gracias a la escuela que había formado Aníbal Díaz, que nos había enseñado desde cómo vendarnos hasta cómo cuidarnos en las comidas”, detalla quien jugó en la reserva de Boca y en la Primera División de Témperley.
En esos años la imagen del Gordo Díaz fue desapareciendo. El acuerdo con Boca hizo que su figura –su temple, su carácter– fuera desdibujándose. Ya todo estaba en manos del club de la Ribera.
Por esos días ya era una costumbre, casi un ritual, el ir y venir de la gente del lugar antes de cada partido. Llavallol tenía un equipo de fútbol que quería ser grande, pero la de 1968 fue la última campaña de Arsenal de Llavallol. Después pasó a ser sólo un recuerdo. En ese campeonato de Primera C finalizó en el quinto lugar. La última vez que saltó a la cancha tiene fecha y resultado: el 12 de octubre de 1968 jugó su último partido y cayó ante Central Córdoba por 4-2.
Las últimas líneas de su historia aparecen con un final abierto. No hay un motivo firme sobre su desaparición. Sólo hechos que coinciden: Boca había adquirido La Candela en 1962 y decidió trasladar todo hacia allí y abandonar el predio de Llavallol. Además, el gobierno hizo un reclamo por las tierras donde estaba el estadio. Su desafiliación de la AFA fue un hecho.
![Imagen Maschio, otro Carasucia que ganó todo con Racing y jugó en Italia.](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/71/dd/71dd50844367151eb26ea710978275c3f6a5d09e.jpg)
El destino tuvo para el humilde Arsenal de Llavallol una vida corta. Veinte años. Veinte años de lucha, de ilusiones grandes y también de pequeñas frustraciones. Hoy, 59 años después de su fundación, los pastizales dominan la escena. Pero tienen un imán. Quizá son las huellas, los signos de pelota, el aroma a fútbol… Las marcas que dejaron los botines del Bocha Maschio, de Rojitas, de Angelillo, del Polaco Cap, de figuras legendarias del fútbol argentino...
Adolfo Sotelo: sus ojos lo vieron todo
Los ojos de Adolfo Sotelo se abren y se cierran, van del asombro a la melancolía. Los ojos de Adolfo –unos ojos de hombre bueno– fueron testigos de las mejores épocas del club pero también de la destrucción del sueño. El, con sus ojos, vio lo que hicieron sus manos. El fue quien terminó de demoler las tribunas de cemento que quedaban en el lugar.
Llavallol era todo campo en ese entonces y a media cuadra del estadio estaba esa casa de clase media, que hoy sigue existiendo. Ahí vive Adolfo, junto a su esposa Magdalena y su cuñada, Margarita. “Yo me acerqué al club porque mi hijo Ricardo jugaba ahí. Y como iba siempre, Aníbal Díaz me ofreció la utilería, el cuidado de las canchas. Acepté y sin querer empezó mi carrera. Porque después fui utilero de Boca, de Banfield, de Huracán y de Deportivo Español”, cuenta este hombre de 86 años, que conserva el carnet del club, donde figura como vocal suplente de la institución.
![Imagen Unidos por Arsenal, Adolfo, el padre, fue utilero, canchero, dirigente y tuvo que demoler la tribuna. Su hijo, Ricardo, jugó en la reserva de Boca y Temperley.](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/f4/e0/f4e0c6b487609bcdc8014cc5c2208d12a08639e4.jpg)
Sotelo llegó a Llavallol a ocupar la casa en donde vivían sus suegros. Ahí hospedó en varias ocasiones a los chicos que iban a practicar al club y no podían volver a sus hogares. Y también Rojitas durmió sus sueños en una de las habitaciones. Hace esfuerzos por recordar, por rescatar más detalles, pero no logra encontrar el porqué del fin del club, en 1968. “Se fue Boca”, dice. Y empieza a narrar los días de la destrucción: “Acá se abandonó todo el predio. Quedaban las tribunas de cemento y las casillas que hacían de vestuarios. El comprador de esas casillas me contrató para tirar abajo la tribuna grande, la que estaba detrás de un arco, la que daba a la calle Santa Catalina. Me pagaba un peso por día en aquella época. Y yo lo hacía solo”.
Adolfo habla lento, pausado. Y respira hondo mientras los recuerdos salen de su boca. “¿Tristeza? Claro que sentía tristeza. Yo me había hecho hincha del club. Pero también era el fin de una etapa. Y si eso no iba a existir más, ¿para qué iba a quedar el predio? Cuando todo comenzó parecía que iba a crecer, que no se terminaría nunca. Pero después no creció más. Se terminó el acuerdo con Boca y se terminó el club”, explica.
Antes de comenzar a destruir las tribunas de cemento hubo un intento por torcer la historia, que estuvo encabezado por “Chiquín” Magdalena, el padre de Rubén. Sotelo participó de esas reuniones. “Nos juntamos gente del club y habitantes de la zona, para ver si podíamos seguir, pese a todo. Pero necesitábamos plata y no la teníamos”, cuenta. El dinero entonces dejó maltrechas esas ilusiones. “Es una historia triste”, dice. Es su última frase. No dice más y clava sus ojos en algún punto de su casa. Estrecha su mano y, ahora sí, pestañea tranquilo.
Anibal Diaz, el creador
Quienes lo conocieron cuentan que Aníbal Díaz era un hombre serio. “Cuando uno lo veía, pensaba: ‘Este no entiende nada de fútbol’. Pero la tenía muy clara y te cantaba siempre la justa”, detalla Ricardo Sotelo.
Si algo destacaba a Díaz, eran sus manías, la obsesión por el cuidado de sus chicos, que llegaba a puntos extremos. “Al principio, nos reuníamos en Constitución. Cuando llegábamos, él nos observaba mucho. Nos preguntaba si habíamos ido a bailar la noche anterior, si fumábamos. Esas cosas estaban terminantemente prohibidas. Un día alguien le dijo que no fumaba. El Gordo le abrió el saco y le encontró tabaco. Le partió la cara de un cachetazo y le dijo que no iba a jugar más en su vida. Nunca más lo vi a ese tal Josecito”, cuenta Norberto Schiro.
![Imagen Anibal Díaz, el creador.](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/3c/a8/3ca8467edf9f78d48f799a9d89e14ff881b487a7.jpg)
Antonio Angelillo da más detalles del descubridor de jugadores: “Era muy severo y amante del fútbol inglés. Nos hacía vestir bien, no quería que tuviésemos barba ni el pelo largo. Nos decía cómo teníamos que cabecear, cómo pararla de pecho. Te enseñaba a trabar, cómo perfilarte. Estaba en todos lo detalles, algo que hoy es muy común, pero que en aquella época no lo era”.
El actual emisario del Inter conserva entre sus recuerdos la cédula de identidad de Aníbal Díaz. “Una vez que fui a Buenos Aires, un ex compañero de Arsenal me llamó y me dijo que el Gordo me había dejado ese documento para mí. Eso y una frase: ‘A Antonio no le tuve que enseñar nada. El lo sabía todo’. Se me cayeron las lágrimas. Era un hombre bueno”, narra Angelillo, Carasucia campeón sudamericano en 1957 y luego figura de la selección de Italia.
Sotelo fue el último que lo vio: “Me lesioné y estaba por dejar el fútbol. Pero él me llevó a Atlético Regina, de Villa Regina, Río Negro. Un día estaba de suplente y pedí el cambio, entré desobedeciendo su orden. Ibamos perdiendo, hice el gol del empate y después ganamos. Se enojó tanto que se fue del club, pero me dejó a mí como técnico. Fue la última vez que lo vi, en el año 1973”. Un año después, en marzo, Aníbal Díaz falleció. Se fue en silencio, de la misma forma en que germinó ese sueño llamado Arsenal de Llavallol.
Por Ayelen Pujol (2007).
Fotos: Jorge Dominelli y Archivo El Gráfico.