2001. El mago ya dio 800 funciones
Después de 18 campeonatos en la Liga Nacional, con 6 títulos de campeón y 5 lauros internacionales, Marcelo Milanesio le contaba a O.R.O., por qué decidió dejar de jugar.
Esta vez la razón también tiene razones que el corazón no entiende.
–¿Es tu última temporada?
–Sí, es mi última temporada.
Le vuelvo a preguntar, no por desconfianza, sino porque estamos en presencia de un hecho histórico.
–¿Es tu última temporada?
–Sí, es mi última temporada.
Punto. Después de 18 campeonatos consecutivos –todos– en la Liga Nacional, de jugar siempre con la camiseta de su amado Atenas de Córdoba; con 6 títulos de campeón y 5 lauros internacionales; de haber llegado a los 800 partidos oficiales desde el 26 de abril de 1985; de haber sido reconocido como el símbolo de la competencia, Marcelo Gustavo Milanesio decidió que –a los 36 años– debe dejar de jugar.
–¿Por qué, Marcelo?
–Porque estoy convencido de que debe ser así para encarar otra vida. Todavía no sé qué, pero algo voy a hacer y me tengo fe. No sé, algún negocio, entrenador de básquetbol, enseñar, expandirme con Urbanizaciones de Campo S. A. que acabo de empezar. Siento también que ya di todo lo que debía dar.
–¿Antes ya habías pensado en el retiro?
–Cuando vas cumpliendo años, y ves que no vas para arriba, que sólo te mantenés o bajás tu nivel, sentís que te está llegando tu hora. Toda la temporada pasada pensé que era la última que jugaba.
–Pero te veo bárbaro, tanto adentro como afuera de la cancha...
–Yo sé que puedo seguir jugando, pero quiero retirarme así, como lo hice en la Selección, sabiendo que todavía no estoy terminado. Concretamente, quiero terminar la rutina de mi vida de ahora (que es sólo dormir, comer y entrenarme o jugar) y vivir otra vida, dedicarme más a mí y a mi familia. Mi padre Mario me aconsejó que debía retirarme a tiempo.
–En la NBA vuelve Michael Jordan a los 38 años y a John Stockton le renovaron su contrato para que siga jugando a los 39... ¿Te dice algo?
–No, nada, sólo desearles la mayor de las suertes. Es muy simple: ellos quieren seguir y me parece bien. Yo no quiero seguir porque ya no tengo ganas.
Atenas comenzó la actual temporada en Caballito. En la presentación de los equipos, hubo una ovación que atronó el Etchart. Fue cuando saludó un jugador visitante: Marcelo Milanesio, precisamente.
De golpe, comparando tiempos, el momento y el contraste trajo el recuerdo de aquel cantito hiriente y burlón de las primeras Ligas: “¡Milanesio botón!”. Había nacido de la enconada rivalidad entre Ferro y Atenas y por sus continuas protestas a los árbitros.
Podrá decirse que entre una época y otra pasaron 800 partidos. Es cierto. Pero aquí hubo hechos trascendentes que fueron explicando el fenómeno. La reacción de la gente surgió porque está más allá de las frías matemáticas.
Aquí hay una sucesión de imágenes que configuraron una personalidad humana y carismática que se escapó del básquetbol.
El pibe que protestaba maduró de tal manera que se convirtió en el mayor ídolo de su deporte y fue el único basquetbolista en ganar el Olimpia de Oro en 1993. La figurita que prometía brilló a tal nivel que su camiseta N° 9 de la Selección Argentina puede verse en el Hall of Fame en Springfield, Estados Unidos, como testimonio de una trayectoria ejemplar. El chico que se divertía cazando pájaros en su Hernando natal se hizo hombre y creció tanto hasta ser hoy el esposo de Zarina y el padre de Alexía (6 años) y Maira (4). Aquel infantil de la camisetita amarilla que estaba todo el día jugando en la cancha abierta del CART de Río Tercero es tan reconocido e idolatrado que fue común que ganara encuestas de popularidad en Córdoba y hoy sea la imagen de promoción y publicidad de varias empresas.
Marcelo, además de la excelencia de su juego y de su raza de campeón, comenzó a conmover con su increíble récord de asistencia perfecta en la Liga Nacional y siempre con la misma camiseta verde de Atenas. Durante 13 años y 28 días, entre 1985 y 1998, estuvo sin faltar a un solo partido de su equipo. Totalizó 649 encuentros consecutivos. Una fractura en el quinto metatarsiano del pie izquierdo, sufrida en la final de la Copa de Campeones, realizada en Bahía Blanca ante el Estudiantes de esa ciudad, lo dejó inactivo durante 77 días. Por eso, el 18 de septiembre de 1998, cuando Atenas enfrentó al mismo Estudiantes en la primera fecha de la Liga, pasó a la historia como el primer día en que Marcelo no jugó. Faltó sólo a 20 partidos en total.
–Cuando llegaste a los 400 partidos en la Liga Nacional me dijiste que el factor principal fue la suerte. Hoy totalizás 800, ¿seguís pensando igual?
–Para haber tenido asistencia perfecta en 649 partidos consecutivos, sí, hay que ser ayudado por la suerte. Para sumar 800, no, porque cualquiera lo puede hacer. Vas a ver que otros jugadores también van a llegar, porque ahora se arranca la Liga desde muy temprano, 16 o 17años, y yo empecé recién a los 20. Claro, tendrán que cuidarse, entrenarse duro y hacer las cosas bien.
El nuevo emprendimiento particular de Marcelo es integrar una sociedad inmobiliaria con su amigo Ignacio Galloppa y Mauricio Revigliono. Se llama Urbanizaciones de Campo S. A. y su primera comercialización es el barrio privado Fincas del Sur, un country de 188 lotes en el Camino San Carlos, a un kilómetro de la avenida Circunvalación y a quince minutos del centro de Córdoba.
–Nacho Galloppa es cordobés, pero nos conocimos porque coincidimos en Osmar, el negocio de artículos electrónicos que está en Miami. Como compartimos la misma afición por el golf, empezamos a frecuentarnos y nos hicimos muy amigos.
Hay un tema también ineludible: la Selección Nacional actual.
–¿Qué opinión te dejó el Premundial de Neuquén?
–Me quedé chocho porque fui, además, compañero de todos ellos. El equipo jugó una barbaridad. Siempre dije que la Selección Argentina es “mi pequeña NBA”, así que me sentí muy feliz de verla jugar muy bien. Fue tan ilusionante que el año que viene, cuando se acerque la fecha de inicio del Mundial, nos van a dar muchas ganas de hacer las valijas y pegarnos una escapada por Indianápolis.
–¿Qué te gustó?
–Cuando ves jugar al equipo, te transmite solidez. Es consistente. Todos los puestos están bien cubiertos con dos jugadores en cada posición. Y destaco su personalidad y su juventud, lo que le da una gran proyección.
–¿Algo más?
–Es un plantel que no tiene egoísmos y por eso su rendimiento en conjunto ha sido muy bueno, con una entrega enorme, un sacrificio sin límites y una conducción justa. Lo vi muy metido al equipo. Para mí, el mejor técnico que puede tener es Rubén Magnano.
–Sin embargo, vos tuviste en su momento tus disensos con Rubén...
–Discusiones de juego, pero circunstanciales, nada más. Rubén le dio seriedad y disciplina a la Selección. Trabaja muy bien, es el mejor.
–¿Fue casualidad o se hicieron las cosas para lograr esto?
–Aquí no hay nada de casualidad. Aquí se hizo una Liga Nacional cuya competencia sirvió de gran formación y crecimiento para nuestros jugadores. El desarrollo se completó con lo que yo llamo el “golpe internacional”. En mi época siempre nos quejábamos porque no teníamos competencia internacional. Pues bien, estos chicos la tienen con todo lo que les permite la NBA y Europa.
–Sos el más autorizado para hablar de Mundiales porque tenés el récord entre los argentinos de haber jugado cuatro campeonatos. ¿Qué chances le ves a la Selección?
–Todo va a depender de cómo finalmente vayamos nosotros y los otros países. Si vamos con el mismo equipo de Neuquén o con muy pocos cambios, yo le veo buenas chances para pelear de igual a igual contra las potencias. Después de 1950, cuando se salió campeón jugando de locales en el Luna Park, está en condiciones de cumplir la mejor campaña de una Selección Argentina en los campeonatos mundiales.
–Y cuando vos jugabas, ¿qué pasaba?
–Lo que te dije antes: no teníamos roce internacional. Por eso podíamos jugar uno o dos partidos bien, pero enseguida nos caíamos, siempre nos faltaban cinco para el peso. Nos costaba mucho.
-¿Podés cuantificar una posición para Indianápolis?
–Del primero al quinto puesto
Mis partidos inolvidables
Esta elección la hizo el propio conductor de Atenas. Le pedimos que de sus 800 encuentros separara los 10 que más recuerda y por qué. El orden es cronológico.
Con Pacífico 82-90, 26 de abril de 1985 en Independiente de Bahía Blanca. “Fue el primero de la Liga Nacional que cambió el básquetbol argentino. Es difícil que recuerde uno que perdí, pero éste es histórico”.
A Ferro 93-80, 19 de diciembre de 1987 en Caballito. “Fue el primer título de campeón cuando le ganamos a Ferro por primera vez en Buenos Aires”.
A Pacífico 77-62, 7 de diciembre de 1988 en Tres Arroyos. ”Podíamos quedar eliminados en una semifinal, pero ganamos sin Pichi Campana y sin Germán Filloy. Realmente dramático”.
A Ferro 93-85, 29 de octubre de 1989 en el Polideportivo de Córdoba. “Perdíamos por 29 puntos el cuarto final. Reaccionamos y metí 35 puntos. Dicen que fue mi mejor partido”.
A Sport de Cañada de Gómez 78-72, 1º de junio de 1990, en el Polideportivo. “Se había muerto Palito Cerutti y para nosotros era una obligación moral salir campeones como homenaje a él. Ganamos y pusimos un 3–0 definitivo en la serie”.
A Estudiantes de Bahía Blanca 92-89, 13 de septiembre de 1992 en el Polideportivo. “Clavé el triple para ganar desde 16,95 metros faltando 1 segundo y 2 décimas. Ese Atenas tuvo el mejor porcentaje de triunfos, si consideramos un mínimo de 50 partidos”.
Con GEPU de San Luis 81-84, 20 de mayo de 1993 en el Polideportivo. “Serie final. Hice el mejor pase de mi carrera. De espaldas al aro y entre las piernas, una asistencia a Jervis Cole después de recoger desde el suelo una pelota dividida con el Gallo Pérez”.
Con Luz y Fuerza 91-99, 10 de noviembre de 1995 en Posadas. “La primera vez que enfrenté a mi hermano Mario en la Liga. Muy incómodo”
A Boca Juniors 111-90, 24 de mayo de 1998 en el Luna Park. “Tuvo la trascendencia de ser en el escenario cerrado más histórico del deporte argentino”.
A Independientre de Pico 70-58, 1º de junio de 1999 en el Polideportivo. “Mi último festejo de campeón en la Liga. Clavé un triple esquinado desde la punta izquierda que fue decisivo”.
Su relación con Atenas: “Nunca hice ni deshice”
Marcelo llegó al club del barrio General Bustos de Córdoba en el año 1982 cuando tenía 17. Todavía no se había establecido la Liga Nacional, pero Atenas le había echado el ojo a su hermano mayor, Mario Guillermo, actual asistente técnico del entrenador Horacio Juan Seguí.
Había cobrado fama de terrible goleador a distancia en la época en que todavía no tenía validez el tiro de tres puntos. Lo fueron a buscar a Río Tercero. Don Mario, el padre, aclaró: “Se van los dos o ninguno”.
Así se puso la camiseta de Atenas el menor de los Milanesio. El accidente sufrido por Gastón Blasi inesperadamente lo dejó enseguida como dueño absoluto del puesto de base en el primer equipo.
Con el tiempo, Marcelo fue sinónimo de Atenas. Tanto que en el ambiente se cree que hace y deshace a voluntad.
“Nada que ver –responde–. Voy a dar un solo ejemplo: si fuera así, Pichi Campana no se hubiera ido nunca de Atenas”.
Por: O.R.O.