El Piojo López tiene la palabra
En 2005 le contó sus sensaciones a El Gráfico. Sereno y reflexivo, hizo foco en su buena temporada en el América y en las heridas que le dejó su paso por esa Selección que le despierta “un amor eterno, inigualable”.
–¨¿Que sera de la vida del Piojo López?¨, preguntó uno en la redacción. Otro, rápido de reflejos –y bien informado–, le contestó: “¿Cómo? ¿No sabés? Está en el América, metió un par de goles y jugó la final del torneo mexicano”.
–Sí, eso lo sé, pero qué será de su vida, ¿cómo estará? ¿Por qué hace tanto que no da notas? ¿Qué le pasará cuando ve jugar a la Selección? ¿Tendrá alguna expectativa de volver a ser convocado?
La nota ya había empezado con ese diálogo. Después vendría la búsqueda en el archivo de las últimas entrevistas que le habían hecho al Piojo, la comunicación con una colega mexicana y posteriormente con el jefe de prensa del América para hacer contacto con el jugador, las decenas de llamadas contestadas por Sergio, un gentil recepcionista del hotel Radisson Paraíso, que amablemente hacía el enlace con la habitación del Piojo en la que nunca atendía nadie. O sí, un contestador que repetía: “La persona con la que usted quiere hablar no está disponible en este momento. Por favor, presione 1 para dejar un mensaje o espere en la línea y será atendido por la operadora”.
Los días de cierre asomaban y también las cargadas en la redacción, siempre a la orden del día cuando de entrevistas frustradas se trata. Sobre todo después de que Aarón Padilla, el compañero de habitación del Piojo, atendió y colgó abruptamente al escuchar que del otro lado hablaba un periodista. Sin embargo, y pese a su descortesía inicial, el delantero mexicano pidió disculpas –“Tuve que cortar porque me estaban haciendo una entrevista”– y fue quien le avisó al Piojo que El Gráfico lo buscaba. Así fue como, finalmente, el Piojo atendió.
Con un tono de voz tan bajo que había que hacer un gran esfuerzo para escucharlo (y no era problema del teléfono, ya que al hablar tanto con Sergio como con Aarón había que alejar un poco la oreja del tubo para evitar la sordera), el Piojo arrancó dándole respuesta a la primera línea de esta nota.
“Acá en México me siento realmente bien. La gente es muy amable, muy educada y los compañeros son unos fenómenos. Por suerte hicimos un gran campeonato. Al principio me costó un poquito la adaptación, pero ahora estoy mucho mejor. La familia está bien instalada, más tranquila. Cuando cambiás de ciudad es medio un quilombo, siempre. Los primeros seis meses no la pasé bien, pero después la cosa dio un giro. Y ahora estoy muy bien.”
–¿Te gusta el fútbol mexicano?
–Sí, es diferente a los otros campeonatos que he jugado. Hay una liguilla final y te jugás todo en dos partidos. Es una forma de hacerlo más competitivo y de jugar mejor hasta el final del torneo. Eso me gusta. Además, me siento bárbaro en el equipo en el que estoy.
–¿Qué fue lo que más te costó?
–Adaptarme a las nuevas costumbres. En el caso del Distrito Federal, la altura, los calores y el fútbol, que se juega a otro ritmo. También, llegué con mi mujer embarazada. Hace siete meses que nació Joaquín y eso me cambió muchas cosas. La vida es completamente distinta, pero también tiene la mejor parte: llegás a tu casa y te encontrás con la sonrisa de tu hijo y la de tu señora.
–¿Tu idea es seguir jugando en México?
–La verdad, preferí no pensar en eso porque estábamos en medio de una etapa decisiva y tenía las pilas puestas en esto. Por otra parte, no tuve ninguna oferta, no escuché nada ni tampoco me dijeron nada los representantes.
–¿Te imaginás regresando a Argentina o a Europa?
–Todavía no me lo he planteado, porque son decisiones para más adelante. Además, como está el fútbol actual, nunca sabés. Hoy es una cosa, mañana otra. Prefiero vivir el día a día. Mi situación en América es que estoy a préstamo por dos años, con opción a un tercero. Hoy pienso en eso.
–Hacía mucho que no dabas notas. ¿Por qué?
–Ahora tengo una tranquilidad bárbara. Y por eso tomé esa decisión, para tener un poco de serenidad, para que dejen de hablar de uno. Hay palabras desagradables que constantemente se escriben y se dicen, que duelen mucho. Yo fui muy castigado por la prensa, sobre todo por la argentina. Al final, lo único que quieren es buscar un punto donde puedan hacer una crítica. No tengo ganas de prestarme a eso y tampoco creo que me lo merezca.
En estas ultimas palabras está la síntesis de la versión 2005 del Piojo. En su forma de hablar, desde el bajo tono hasta el ritmo lento, se nota que se cuida en cada frase, que antes de decir lo que sea lo procesa y, como en una partida de ajedrez, imagina cuál será la repercusión de esa movida.
Como quien se quemó con leche y llora al ver una vaca, Claudio López les escapa a los periodistas. Y cuando decide hablar con alguno, lo hace con desconfianza. Le sobran motivos para no sacarse el casete.
Una de sus últimas entrevistas, tras el Mundial 2002, le provocó más de un dolor de cabeza. Creyendo que no estaba siendo filmado, el delantero habló como si lo estuviera haciendo ante un amigo. El resultado fue que sus íntimas críticas se transformaron en públicas y fueron reproducidas por todos los medios argentinos.
–¿Hablaste con Batistuta después de ese episodio?
–Sí, pude hablar en Italia, cuando estaba en la Roma, y quedó todo bien, todo tranquilo.
–¿Y con Crespo?
–Jamás hablé mal de Crespo. Ya está, no me gustaría hablar más de ese tema.
Otro ejemplo de esa manera de contestar, gambeteando siempre la polémica, es su respuesta sobre su conflictiva salida de la Lazio.
–¿Por qué te querían bajar el sueldo? ¿Cómo quedó la relación con los dirigentes?
–Fue una situación rara y complicada, el club estaba mal económicamente. El tema del contrato era tan importante para ellos como para mí. No estaban decididos a seguir cumpliendo con esa parte, y llegamos a un arreglo. Yo les sacaba un peso de encima y me buscaba otro club, y ellos conseguían la tranquilidad de no tener que pagar un contrato tan alto que no podían afrontar, porque en ese momento la situación económica del club estaba muy mal. Pero me fui bien, sin ningún problema.
Suena otro telefono en la habitación del Piojo. Atiende. Acto seguido, la comunicación se corta. Otra vez habrá que marcar el teléfono del hotel, pedir por su habitación y – Sergio mediante– esperar que levante el tubo. “Era el técnico –informa el delantero del América– y ya en un rato tengo que bajar.” Amablemente, explica que la entrevista no se podrá continuar en otro momento porque ese día se va del hotel y su teléfono celular no se lo da a nadie. Descartada la opción de continuar el contacto por mail, accede a seguir hablando un par de minutos más. El tema es una fija: la Selección.
–¿Esperás una convocatoria?
–La verdad que ni lo he pensado, porque me manejo en el día a día, y el día a día es esto. Mantenerme con la cabeza acá, en el América. Lo demás… es algo… a esta altura… ¿cómo te puedo decir...? Es algo relativo. Viste cómo son las épocas de Selección... Hay épocas de recambio, épocas de seguir estando. En este momento, en la Selección están los lugares ocupados por jugadores que tienen la confianza del entrenador y le han respondido. Es difícil pensar que Pekerman quiera cambiar. Y yo eso lo entiendo. Igual, por más que no esté, siempre deseo que le vaya bien.
–Se hace difícil creer que no pensás en la Selección.
–No, bueno… Uno nunca deja de pensar. Pasé muchos momentos, me quedan buenos recuerdos y siento un amor eterno por esa camiseta, un amor inigualable. Pero hay que entender los tiempos. Ahora estoy alejado, pero con el corazón cerquita.
–¿Hablaste con Pekerman? ¿Esperabas su llamado?
–No, para nada. Sinceramente, nunca esperé un llamado de un entrenador de la Selección. Cada uno tiene derecho a llamarte o no sin tener que darle explicaciones a nadie. Se tiene que tomar así, no creo que deba ser de otra manera. Alguno por ahí piensa distinto, pero yo no. Nunca preguntaba por qué me citaban y tampoco por qué no me llamaban.
–¿Cómo tomaste la renuncia de Bielsa?
–Me sorprendió porque el equipo estaba en un momento muy bueno. A pesar de la derrota en la final de la Copa América, la Selección estaba jugando bárbaro y había un buen equipo que coronó un excelente trabajo en los Juegos Olímpicos. Yo creo que ahí (dice con énfasis), después de tantas piedras, empezaba el camino… Bielsa sabrá por qué tomó esa decisión. Es una persona muy inteligente y hay que respetarlo.
–¿Por qué eras tan resistido?
–No sé, sinceramente nunca he preguntado, ni nadie me ha contado. Espero que pasen los años y alguien me diga algo. Aunque no me interesa tanto. No vivo pendiente de eso. Siempre tuve buen contacto con la gente, pero creo que una cosa lleva a la otra y el hecho de que se hable mal de uno influye en la gente. Cada uno tiene sus ideales, y para los ideales de algunos parece que mi forma de jugar y mi persona no entraba, no encajaba.
–¿Pensás que las críticas eran algo personal?
–Mirá, yo nunca he tenido problemas con nadie dentro del fútbol. Mi respuesta es que no sé.
–¿Cómo repercutía en vos esa situación?
–Uno está acostumbrado a las críticas, el problema es que te lo hace sentir la familia. Uno tiene más fuerza y aguanta, pero con ellos es más complicado. Los periodistas no tienen muchos pelos en la lengua y en mi familia sí repercutía. Me decían “mirá lo que dijeron acá, mirá lo que dijeron allá”. Me dolía más por la gente que me rodeaba que por mí.
–¿Eso influía en tu rendimiento?
–Sinceramente, no. Siempre he tratado de hacer lo mío, sin importar lo que pasara o se dijera a mi alrededor. Yo sentía que estaba tratando de darle una mano al equipo, a mis compañeros. Entraba y me daba por completo. Era lo más noble, aunque muchos no lo vieron así. A lo último ya no le daba más bola a lo que se decía. Pero te jode que digan algunas cosas que uno ve diferente. O que te resalten una sola cosa y no las otras que vos tratás de hacer. Siempre remarcaban lo mismo y no valoraban mi esfuerzo.
–¿Te perjudicaba el esquema de Bielsa?
–Al principio me costó bastante porque no estaba acostumbrado, pero después me sentía bien. ¡Además, con los jugadores que tenía como compañeros! Dentro de mis características hacía lo que me salía. Y lo que no, me esforzaba por lograrlo. Si me hubiera perjudicado, el técnico me lo habría hecho notar. Y eso no pasó.
–¿Cuánto te duró la amargura por el Mundial 2002?
–Todavía la tengo. Es lo único que hoy me sigo reprochando. Es una cuenta pendiente, algo que no se me va ir tan fácil. Los días siguientes fueron muy duros, ¡más que duros! Por la ilusión, por lo que habíamos trabajado, por lo que habíamos puesto para que ese proyecto saliera bien. Me quedé mal.
–¿Por qué no se les dio?
–Todavía no le encuentro una explicación.
–Sinceramente, ¿te imaginás volviendo a la Selección o creés que ya terminó tu ciclo?
–Ojalá algún día me toque, pero mi pensamiento pasa por todo lo que dije antes. Lo tengo bien claro y asumido.
Su huella en la seleccion
-Disputó 52 partidos y anotó 10 goles. Jugó dos mundiales: Francia 98 y Japón-Corea 2002.
-Debutó el 13/05/95 ante Sudáfrica.
-Integró el equipo nacional por última vez el 9/9/03, ante Venezuela, en la segunda fecha de las eliminatorias. Fue suplente y no ingresó ni un minuto en la victoria por 3-0, en Caracas.
-Fue campeón panamericano en Mar del Plata 95 y obtuvo la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96.
Por Maxi Goldschmidt (2005).
Fotos: Photogamma.