Las Entrevistas de El Gráfico
Lucas Zelarayán, un Chino de sangre celeste
Figura del torneo de Primera y niño mimado de los hinchas de Belgrano, el volante creativo confiesa sus sueños: salir campeón con la camiseta que ama y ganarse una oportunidad en la Selección. La historia de un chico que veía a sus ídolos por la tele y terminó jugando al lado de ellos.
El diez de Belgrano aprendió a jugar en la plaza del barrio. Y luego lo trasladó a la cancha.
Aquella frase para Zelarayán no es utópica, se la cree. Zelarayán, que paradójicamente nació un 20 de junio, es fanático de Belgrano y actualmente es ídolo de los hinchas del Celeste.
El Chino llegó al club de barrio Alberdi en julio del 2008, luego de pasar su fútbol ‘infanto-adolescente’ por Las Estrellas, Universitario y Atalaya. “A Belgrano me fui a probar un día que no era de prueba, me probaron a mí solo. Hice varios entrenamientos, al principio no me querían porque hacía mucho que no jugaba por la lesión. Estaba Julio Castro, un cazatalentos que me conocía de Atalaya, y él prefirió que esperen a que me pusiera bien físicamente. Cuando estuve bien, casi un mes después del primer día, quedé y arranqué esta historia”, comienza la charla con El Gráfico el volante ofensivo. Esa historia de Zelarayán con el Pirata tiene varios ítems. No fue fácil. Su proceso fue bien cuidado e incluso el técnico Ricardo Zielinski tuvo varias discusiones con la prensa local para no apurar el proyecto que hoy está dando sus frutos.
En la actualidad, el Chino es el “niño” mimado de los Piratas, que lo ovacionan en cada oportunidad en la que el Diez hace una pirueta, un gol o un gran partido. Es decir, algo que se repite con habitualidad en el Kempes. “Hay cosas que me marcan. La primera ovación fue ante Atlético de Rafaela, ganamos 3-0 y yo no podía hacer un gol y estaba jugando bien. Justo iba a tirar un córner y lo sentí, toda la tribuna, toda la hinchada me ovacionó y se me paralizó el cuerpo. Fue algo muy lindo. Me superó. Miré a la tribuna, hice una sonrisa, no podía hacer otra cosa, tenía que estar concentrado. Fue muy emocionante”, recuerda el talentoso enganche, que sonríe con picardía al rememorar aquella tarde inolvidable.
-Con el tiempo, ¿se disfruta o es una responsabilidad que te ovacionen tan seguido?
-Un poco de las dos cosas. Trato de hacer mi juego, trato de ser importante en el partido. También sé que el hincha está esperando algo diferente, pero no sólo de mí, también de mis compañeros que juegan de mitad de cancha en adelante. Ser ovacionado y querido por la gente te tira un poquito de presión para tratar de responder. En Belgrano, mientras vos te sacrifiques y vean que jugas por la camiseta, te van a apoyar, porque la entrega en este club no se negocia.
-¿Sos de los que soñaban con jugar en Belgrano?
-Jugar en Belgrano lo veía como algo muy lejano. Es más, cuando estaba en Atalaya, parecía imposible porque el club tenía vínculo con Talleres. Yo iba a la cancha de Belgrano, a la popular, y me parecía que jugar en Belgrano era algo casi imposible. Cuando me hicieron el carnet fue una alegría para toda la familia.
En su casa de Córdoba tiene un cuadro con el festejo de su polémico gol a River.
-Mi debut fue ante Rosario Central por Copa Argentina el 25 de abril de 2012, en San Juan, jugué 20 minutos, perdimos 2-1 en cuartos de final. Fue mi debut oficial, un sueño cumplido, por más que no lo sentí tanto en ese momento por ser Copa Argentina, fue muy lindo para mí, y para toda la familia, que lo vio por tele en casa. Me contaron que cuando entré se les erizó la piel. A pesar de que fueron unos minutos, en lo personal estaba contento. Y después, recién el 1 de marzo de 2013 jugué mi primer partido en el torneo de Primera, contra Newell’s. Entré 15 minutos y allí ya arranqué a jugar más seguido.
-Contaste que eras de ir a la popular, ¿cómo es el momento en el que entrás a la cancha y mirás para esa zona donde solías estar?
-Ahora trato de tomarlo con más calma, pero soy hincha de Belgrano y el día que me vaya, voy a seguir todos los partidos esperando que gane. Trato de ser más cauteloso. En los primeros partidos entraba y miraba a la tribuna y veía que yo antes estaba allí alentando y no me imaginaba estar donde estoy ahora. Entonces entro y miro. Estar en la cancha me genera tratar de jugar como lo haría un hincha, defendiendo la camiseta a muerte.
-Tu primer gol oficial fue ante River, pero no fue gol. En el living de tu casa hay un cuadro enorme con el festejo de ese día. ¿Lo tenés en cuenta?
-Por supuesto (se ríe), es raro. Tengo esa foto porque, por más que no fue gol, o sí, fue el puntapié de mi carrera. Antes jugaba 20 minutos, salía, alternaba, no jugaba y ese día fue mi primer partido de titular en Córdoba, y contra River. Pero ese gol o no gol fue como el inicio de la confianza del técnico hacia mí. Después de ese partido nunca más fui suplente. En la cancha estaba toda mi familia. Mi papá (Carlos) y mi mamá (Selva) se abrazaban, lloraban; mis hermanos también, uno se abrazó con un desconocido. Los hinchas en la cancha lo festejaban como tal, pero para mi familia se festejó como si fuera la final de la Copa del Mundo. Fue una emoción muy grande.
-¿Y fue distinto a tu primer “gol-gol”?
-Sí, muy distinto, porque en ese gol a River yo no sabía que la pelota no había entrado, el árbitro cobró, fue emocionante el festejo. No lo podía creer. Fueron muchas situaciones juntas. El gol siguiente fue a Vélez, fue importante, ganamos 1-0, pero ese ante River fue el más emocionante y marcó el puntapié de mi carrera.
Un muchacho de barrio
Lucas Zelarayán no puede ir a pasear por la peatonal o a un centro comercial de Córdoba y caminar tranquilo como sí lo hace en barrio Residencial Oeste. No pasa desapercibido. La gente lo reconoce y rápidamente se le acercan para pedir un autógrafo, sacarse fotos, cuenta su hermana Gisela, que también aclara que para la familia él es “Luquitas”, ya que el apodo Chino le pertenece al hermano más grande. “En este barrio casi todos somos hinchas de Belgrano, pero lo pocos que hay de Talleres me tratan bien. Por eso sigo acá. Me hacen sentir especial”, afirma el cordobés, mientras recorre la plaza que está frente a su casa y donde dio sus primeros pasos con la pelota. Y advierte: “En la plaza jugué siempre, después íbamos con mis amigos a barrios del lado a jugar clásicos. Y casi todo lo que hago ahora en la cancha lo hacía en el potrero. Soy un jugador que todo el tiempo me tengo que sacar a otro jugador de encima, y eso es potrero. Mucho de lo que tengo ahora y me beneficia como jugador lo saqué de los partidos en la plaza de enfrente de mi casa”.
-¿Y en el potrero te pegaban como te pegan en Primera? En la memoria está aquel día que los jugadores de Newell’s te molieron a patadas y tuviste que salir.
-En Primera es más difícil por la calidad de jugadores que hay, pero en el potrero pegaban también bastante. Jugábamos 20 en canchitas para cinco y se te arrimaban cinco o seis para marcarte y en el potrero tenés que pasarlos. Eso sí, las presiones son distintas. Me acuerdo de ese partido. Fue una lástima, había arrancado bien y en lo personal, quería superar flojas actuaciones de otros dos partidos. Ese partido había arrancado bien y dos o tres patadas seguidas, que en otros partidos me las pegan, esa vez me sacaron de la cancha. Tuve mala suerte, hice todo por seguir, pero no pude, me dolía mucho.
Infaltable: un tatuaje para homenajear a sus afectos.
-Lo estamos disfrutando. El grupo que logró el ascenso ante River en el 2011 marcó la historia de este club, porque no fue sólo ascender, sino los dos años siguientes sacaron un excelente colchón de puntos que nos hace mirar arriba y no la tabla del descenso. Pasaron cuatro años de aquel ascenso y ahora estamos esperanzados por pelear cosas importantes, estamos en Copa Sudamericana. Se disfruta, pero no tenemos que creernos nada, como es la idea de Belgrano. Con ese pensamiento, sabiendo que tenemos un muy buen equipo, pelearemos hasta el final.
-¿De qué forma se vive el compartir un plantel con pibes que hicieron inferiores con vos y otros como Juan Carlos Olave o Guillermo Farré que lograron aquel ascenso que referenciás?
-Es lindo, yo vi el ascenso por tele y vi todo lo que lograron esos monstruos en la cancha de River y hoy ser compañeros está muy bueno; y a la vez están Rigoni, Renzo Saravia, Lucas Parodi que venimos luchándola en inferiores, y subimos más o menos al mismo tiempo. Siempre hablamos entre nosotros y nos decimos que no tenemos que desaprovechar la oportunidad que nos dan y que tenemos que estar a la altura de los más grandes para no desentonar.
-Hablás de los “grandes”. ¿Te hablan ellos sobre tu presente?
-Sí. Olave, Farré, Teté González, que se retiró hace poco, Gastón Turus son los grandes que nos alientan a los pibes. Por allí uno sube y piensa que ya está en Primera y quiere jugar. Es todo un proceso y ellos son los encargados de guiarte y darte consejos. Gracias a que están esos referentes, que nos llevan por buen camino, los pibes surgimos más rápido.
-A propósito, ¿es difícil abstraerte de las tentaciones?
-Es difícil. Todos vemos que suben 20 chicos, pero llegan uno o dos. Uno siendo chico tiene que saber que tiene que escuchar a esos “más grandes” y si te lo dicen es porque ellos ya lo vivieron. En lo personal, siempre tuve buenos consejos en mi casa y eso es muy importante. El entorno de mi familia es muy bueno y los escucho.
Llegó al club de Alberdi a mediados del 2008 jugando en la Liga cordobesa, en enero de 2009 comenzó a jugar en la Sexta División del Celeste en los torneos juveniles de AFA, donde salieron segundos, con edad de Quinta hizo sus primeros entrenamientos con el plantel profesional, a los días de firmar su primer contrato se hizo un tatuaje del escudo de la “B” en el tobillo derecho, y debutó en Primera en el 2012. Actualmente es el Diez y la figura del equipo que dirige el Ruso. Ya descartó ofertas de River e Independiente porque, convencido y sin titubeos, afirma: “En Argentina, en este momento de mi carrera, sólo juego en Belgrano”. Y sí, es un Chino de sangre Celeste…
“Mis ídolos son Riquelme, Frangipane y el Mudo”
Cuando era un niño, Lucas Zelarayán (foto) se volvía loco cuando en la TV aparecían Oliver Atom y Gokú, los protagonistas de los dibujos animados Supercampeones y Dragon Ball, respectivamente; pero también cuando Juan Román Riquelme hacía magia con una pelota. “Mis ídolos son Riquelme, Paolo Frangipane y el Mudo Vázquez”, dice con una sonrisa, y los ojitos achinados le brillan de emoción al citar a los tres 10.
Por Marcos Villalobo / Fotos: Viviana Toranzo
Nota publicada en la edición de agosto de 2015 de El Gráfico