La vida de Independiente hace rato dejó de ser un viaje de placer. El último año estuvo repleto de problemas, condicionamientos, cartas documentos y deudas impagables. A pesar de ese contexto, Lucas Pusineri no quiso dejar pasar su oportunidad y asumió el riesgo.
Hace un año Pusineri se hacía cargo de Independiente.
Rearmó un plantel con lo que pudo, promovió chicos de inferiores y se comió más de un cachetazo futbolístico. Más allá de la falta de identidad, los famosos 13 partidos invictos (sostenido por las destacadas actuaciones de Sebastián Sosa y Milton Alvarez), envalentonaron las promesas de continuidad. Todo empezó a derrumbarse en la derrota frente a Huracán, independientemente de los errores arbitrales, ir ganando por 2 a 0 y que te den vuelta el partido, es símbolo de endeblez.
Pusineri, un proceso marcado por dificultades y sinsabores
El papelón futbolístico frente a Lanús por Copa Sudamericana, causada por errores amateurs en jugadores profesionales, fue el golpe de nocaut: por dos años, difícilmente Independiente pueda competir de manera internacional, lo que le causa un perjuicio deportivo y económico.
El partido frente a Boca Juniors era la oportunidad de levantarse y tomar aire, pero no fue así, del latente 2 a 0 si no hubiera marrado el penal el colombiano Roa, a perderlo 2 a 1 sin atenuantes.
Los dirigentes plantean la extensión del contrato hasta el final de la Copa Diego Maradona, y ahí plantear una posible renovación.
Pusineri supone que está afuera del lugar que quiere estar, pero también sabe que no puede continuar a cualquier costo. En las próximas horas se define el futuro, con una certeza: Renovación o adiós.