STEFANOS TSITSIPAS siempre soñó con este momento. Por capacidad, por talento y por perseverancia lo logró: este viernes superó 6-3, 6-3, 4-6, 4-6 y 6-3 a un durísimo Alexander Zverev y se metió en la final de Roland Garros, la primera definición de su carrera en un torneo de Grand Slam.

"Vengo de un lugar muy pequeño, siempre soñé jugar acá...", deslizó el griego de 22 años, entrenado por su padre Apostolos, quien lo apuntaló en plena batalla de casi cuatro horas cuando las cosas se pusieron difíciles. En esos momentos Tsitsipas tomó la decisión de ir por todo: buscó la iniciativa y soportó las embestidas de Zverev, que buscaba su segunda final grande después de haber perdido la del año pasado en el US Open.

Stefanos Tsitsipas juega cada vez mejor. La soltura, la desfachatez de su juego y el decreciente respeto que tiene por los históricos del circuito lo vuelven, en pocas palabras, un jugador inquietante. El número cinco del mundo había llegado a París con una gira de clay maravillosa en sus espaldas: la primera conquista en un Masters 1000, en Montecarlo, y la reciente victoria en Lyon lo ubicaban en un lugar para temer.

No por nada el propio Nadal lo había incluido entre los jugadores que podrían hacer ruido. El año pasado ya había llegado a las semifinales en París y cayó en cinco sets ante Novak Djokovic; esta vez fue más allá y alcanzó su primera definición grande y se aseguró, cuanto menos, convertirse en el próximo número cuatro del mundo, su mejor ranking histórico.

En la final espera nada menos que por Nadal o Djokovic, los dos legendarios multicampeones que buscan un nuevo título de Grand Slam. No la tendrá fácil Tsitsipas, claro, pero nadie le quitará la posibilidad de intentar una gesta de calibre histórico en una final de Grand Slam.