Dos fechas antes del final del torneo, el 16 de septiembre de 1973, el Club Atlético Huracán del barrio porteño de Parque Patricios, a pesar de perder como local con Gimnasia y Esgrima La Plata, se consagra Campeón del Torneo Metropolitano, su quinto título de Primera División , primero de la era profesional. Vale mencionar que en ese partido tres de las principales figuras del equipo (Babington, Avallay y Brindisi) no jugaron por integrar la Selección Argentina que jugaba las Eliminatorias.
Que uno la ve a esa muchacha con una vincha rubia sujetándole la cascada de pelo rubio, aprisionada en una casaca del Globo con el ocho en la espalda. Que uno la ve a esa pareja “veterana” tomados del brazo con el domingo brillando en los ojos húmedos.
A ese don José, o don Antonio, con más de medio siglo del Viejo Parque en el pelo gris, orgullosamente envuelto en una bandera. Y a esa doña Juana o quizá doña Vicenta llevada casi a la rastra por él, ya metida en la danza desenfrenada que se agita dentro de la cancha. Y el pibe, y el más pibe. Y el padre, la madre, el abuelo, la abuela. Y la cuñada y el primo de la cuñada.
Que conoce esa única coreografía del contoneo clásico de la antigua comparsa. Que canta los mismos versos en un arreglo musical entre ellos, solamente ellos, conocen... Una identidad y un ajuste que no podría conseguir ni el mismísimo maestro Toscanini...
Las ganas de juntarse, la necesidad de estrecharse, de mezclar las lágrimas, de cambiarse las risas, de fundirse en el gigantesco y estentóreo coro... ¡Cuarenta y cinco años! ¡Casi medio siglo de silencio! ¡Medio siglo amontonando el desconsuelo de cientos y cientos de domingos grises! Medio siglo con la protesta apretada entre los labios en la cónclave silenciosa del atardecer incoloro del café del barrio...
Por eso es esta fiesta distinta. La fiesta vestida con ese contraste que va de una lágrima a una carcajada. Que al cabo siempre irán juntas en la descarga de esa emoción que no cabe adentro.
Porque es la fiesta del seco. Es la explosión del postergado. El rechifle de una mishiadura que lleva medio siglo de proletaria resignación. Y, ahora, este domingo 16 de septiembre del año 1973. Domingo de Huracán. Domingo del Viejo Parque. De la Pompeya laburante. De la ilustre estirpe ciruja. De la lata y la madera de los caseríos de Soldati...
Que, al cabo, ese Globo tantos años aprisionado en tantas manos temblorosas se hizo definitivamente pájaro... ¡Huracán campeón! Centenares de globos en la tarde... Centenares de sueños... De abuelos, de muchachas, de pibes, de señoras, de pibes más pibes... De todo un barrio, con pintoresco y emotivo color de barrio... “¡Que el sol sale para todos! / Y también saldrá para el Globo”, como en esperanzada inspiración del poeta popular que germinó en el rincón más mistongo de las calles del Viejo Parque o de la Pompeya de Homero Manzi... “Que el sol también saldrá para el Globo”.
Osvaldo Ardizzone (1973)
Porque cuando se clasificaron campeones Estudiantes en el Metro de 1967, Chacharita en el de 1969 y Rosario Central en el Nacional de 1971, se dividió en zonas y no enfrentaron a todos los equipos y cuando fue campeón Vélez Sarsfield, en el Nacional de 1968, tuvo una sola rueda.
En consecuencia, Huracán es el primer club, con excepción de los cinco mencionados, que gana por el sistema de partidos y desquites de todos contra todos.