Había una vez... Como en los cuentos para chicos, esta fábula del básquetbol argentino se debe empezar así: había una vez un grupo de amigos que quiso ser campeón y supo cómo hacerlo. Un título de El Gráfico, estampado hace diez años, anticipó y ubicó el protagonismo de esta generación: “Pibes del siglo XXI”. Fue premonitorio.
Argentina en el Campeonato Mundial de Japón 2006 contó con un plantel de cinco hombres que están en la NBA (Manu Ginóbili, el Chapu Nocioni, Carlitos Delfino, Fabri Oberto y Wálter Herrmann), con cuatro compitiendo en España (Luis Scola, Pablo Prigioni, Pepe Sánchez y Daniel Farabello ), con uno contratado en Italia (Gaby Fernández), con uno incorporado a la lejana Rusia (el Colorado Wolkowyski) y con uno solo asentado en la Argentina (Leo Gutiérrez).
Esta diversidad geográfica destaca lo reconocidos y buscados en el mundo que son los basquetbolistas argentinos. Se los quiere porque juegan bien, contagian mentalidad ganadora, siempre tratan de superarse, tienen corazón y regalan espíritu de lucha. Diez de ellos, incluso, ya conocen lo que es ser campeón de Liga Nacional en diferentes países.
La “célula madre” del grupo que lo fue concibiendo comenzó a formarse en octubre de 1993. El entrenador Guillermo Edgardo Vecchio reunió al tucumano Lucas Javier Victoriano y al cordobés Leonardo Martín Gutiérrez para el 8° Campeonado Sudamericano de Cadetes que tuvo lugar en Itanhaém, estado de San Pablo, Brasil, situada en el litoral sur a 75 kilómetros de la capital paulista. También estuvo un inolvidable de esta camada: el siempre presente Gabriel Germán Riofrío, cordobés, hijo del gran Guillermo, considerado en los primeros tiempos como el pichón de crack que se venía. Un diamante en bruto. Sin embargo, indefinido su puesto en la cancha, terminó diluyéndose y nunca llegó a la Selección mayor. Argentina fue el campeón invicto al cabo de cinco partidos. Lucas, lúcido playmaker y entonces carismático líder del grupo, incansable generador de bromas y travesuras, permanecería hasta el Premundial de San Juan de Puerto Rico en el 2003.
Un compañero de entonces, Maxi Stanic, los evoca desde Pavía, Italia, donde está jugando: “Lucas y Gaby, muy talentosos, estaban unos escalones arriba del resto. Eran diferentes porque, además, eran muy buenas personas. Leo nos asombraba por su físico increíble”.
Antes, en mayo de 1992, se había formado la “célula complementaria”: el entrerriano Daniel Edgardo Farabello se juntó con el bahiense Alejandro Ariel Montecchia y el chaqueño Rubén Oscar Wolkowyski, futuros campeones olímpicos. Coincidieron por primera vez en un equipo, convocados también por Vecchio, en el 1er. Campeonato Sudamericano Sub-21 llevado a cabo en Talca (Chile). Desués de haberle ganado 84-82 a Brasil en el primer partido, hubo categórica revancha en la final: derrota por 57-99. Dany y el Colorado volvieron a juntarse en el 1er. Campeonato Mundial Sub-22 disputado en julio de 1993 en España con final en Valladolid. Se terminó en el sexto puesto, equiparando 4 victorias y 4 derrotas.
El embrión inicial se hizo más grande para el 14° Campeonato Sudamericano Juvenil de Oruro, Bolivia, en mayo de 1994. Se agregaron los bonaerenses Gabriel Diego Fernández y Juan Ignacio Sánchez (se hicieron tan amigos que hoy son compadres; Pepe es padrino de Lucía), más el entrerriano Leandro Fabián Palladino. Argentina fue imparable: campeón invicto en seis presentaciones. A Brasil, por ejemplo, le ganó por paliza: 107-82.
La “célula joven” se formó en octubre de 1995 para el 9° Campeonato Sudamericano de Cadetes en Arequipa, Perú. Fueron promovidos el porteño Luis Alberto Scola y el santafesino Andrés Marcelo Nocioni. Se consagraron campeones otra vez, ganando seis encuentros de los siete, con el bahiense Guillermo Horacio López como entrenador, también en el período de Vecchio. Argentina había perdido 69-62 con Brasil en la ronda preliminar, pero se desquitó en la final derrotando 93-88 a su tradicional rival.
El Chapu Nocioni siempre cuenta que, cuando lo vio a Luis Scola en la concentración previa de Carmen de Patagones, ni lo saludó por apresurarse a decirle: “¡¡¡¿Qué hacés en una Preselección si vos vas a quedar en el equipo, estás perdiendo tiempo?!!! Por entonces él ya era un jugador conocido y yo era un Don Nadie…”
En julio de ese 1995 se había producido el primer cruce de ambas células en el 5° Campeonato Mundial Juvenil realizado en la capital griega. Argentina terminó en el sexto lugar del podio donde subieron Grecia, Australia y España. Vecchio llevó a cuatro mundialistas de Japón 2006: Gabriel Fernández, Leonardo Gutiérrez, Juan Ignacio Sánchez y Luis Scola. Más históricos del grupo: Leandro Palladino, Gabriel Riofrío y Lucas Victoriano. Scola asombró por su precocidad: tenía 15 años, cuando la categoría era para chicos de 19 y 18… Y también por su madurez para reflexionar y opinar sobre cualquier tema.
El año 1996 marcó dos hitos. Uno fue el debut con la camiseta celeste y blanca de quien pasaría a ser el ícono histórico de nuestro básquetbol y reconocido como nuevo integrante del sagrado Olimpo del deporte argentino: Manu Ginóbili. Fue en el 2° Campeonato Sudamericano Sub-22 organizado en Vitoria, Brasil, en el mes de junio. El lunes 10 hizo su presentación en el triunfo por 89-61 sobre Venezuela.
Dentro del ciclo de Vecchio, significó la primera vez que el entrenador campeón olímpico, el cordobés Rubén Pablo Magnano, fue el director técnico principal de una Selección Nacional. En Vitoria se terminó segundo de Brasil, con 4 triunfos y 1 derrota.
La otra referencia importante fue la masiva presencia de la “célula madre” en el 2° Torneo de las Américas Sub-22 que se efectuó en agosto en Caguas, Puerto Rico, también con la conducción de Vecchio. Hubo seis recientes mundialistas, medio equipo de Japón, todos ellos también campeones olímpicos: Gabriel Fernández, Emanuel Ginóbili, Leonardo Gutiérrez, Fabricio Oberto, Pepe Sánchez y Luis Scola. Más Leandro Palladino y Lucas Victoriano.
El tercer puesto logrado, con 4 triunfos y 1 derrota, les dio la clasificación para el Mundial. Estados Unidos, con Tim Duncan, fue el campeón.
Hoy compañeros en San Antonio Spurs en la NBA, en ese torneo de Caguas fue la primera vez que Ginóbili y Oberto se juntaron en un equipo.
Testimonio de Manu de aquel momento: “Yo jugaba poco, era uno de los tres que menos lo hacía en el equipo. Fabri Oberto y Lucas Victoriano eran seguramente los dos mejores jugadores del plantel. Quería ir siempre con Fabricio a todos lados. El era el capo y sabía que nunca me iban a decir nada. Estaba desesperado por salir un poco a conocer Puerto Rico, pero no me animaba solo: era nuevo y un cuatro de copas. Si iba con el Ancho de Espadas, ¡estaba respaldado!…”
A Fabricio –reposado, pensante y con personalidad– sus compañeros lo miraban con admiración y respeto, porque con los mayores ya había ganado la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Mar del Plata.
El plantel del 2° Campeonato Mundial Sub-22 disputado en Melbourne en agosto de 1997 fue la piedra fundamental del equipo que volvió a poner a la Argentina en el mapa del básquetbol del mundo. Dejó una herida inolvidable, por lo dolorosa y cruel, a los chicos argentinos. Pero coincidentemente también hubo un pujante mensaje optimista para el futuro: “¡Atención con estos pibes!”
La dirección técnica estuvo a cargo de Julio César Lamas, con Enrique Elías Tolcachier como asistente, y el núcleo troncal registró su presencia récord: Fernández, Ginóbili, Gutiérrez, Oberto, Palladino, Riofrío, Sánchez, Scola y Victoriano.
Aquí hubo una marca para el grupo. Fue una pena lacerante que entonces no tuvo consuelo. La semifinal del sábado 9 de agosto contra el equipo local de Australia “parecía ganada“, pero dos bombazos sucesivos de tres provocaron la derrota y la frustración por no jugar la final.
Argentina se puso 68-65 arriba cuando sólo faltaban 48,6 segundos, tras haber superado por 14 puntos al mismo rival (81-67) en el grupo “A” de la ronda preliminar. Lucas Victoriano, que convirtió el doble, además debía ejecutar un tiro libre adicional por el foul que le cometieron. Pero erró y restando 34 segundos empató el ala pivote Simon Dwight y a apenas un segundo y algunas décimas del epílogo el escolta tirador Aarón Trahair clavó el triple letal: inamovible 68-71.
Julio Lamas, el entrenador argentino, explicó qué pasó en los triples: “El primero fue por un error defensivo, porque la recuperación para ayudar en la marca resultó lenta. Pero el segundo, desde diez metros, fue mala suerte y casualidad”.
El final fue desgarrante. Los chicos argentinos quedaron tirados en el piso, abrazados y llorando. Destrozados porque se les escapó un triunfo que estuvieron acariciando, que ya lo tocaban. Lamas no se explica cómo pudieron llegar al vestuario. Tenía la idea de hablarles, pero prefirió no hacerlo, no era oportuno: todos seguían llorando…
Terminaron en el cuarto lugar, con 5 triunfos y 3 derrotas, detrás del local Australia, Puerto Rico y Yugoslavia. Sin embargo, esta revista rescató el valor mundial de la actuación, como presagio de lo que vendría después, y ofreció un póster a todo color del equipo en su edición semanal con el título “Estos pibes conmovieron al mundo”. La fotografía es la misma que es apertura de esta nota. Se rubricó con otro título: “Todo tiempo futuro será mejor”.
No hay dudas de que esa profunda herida, felizmente cicatrizada en los Juegos Olímpicos de Atenas, tonificó al grupo y le dio el temple siempre necesario para afrontar las adversidades del juego con espíritu de lucha y tenacidad.
El alojamiento fue en el hotel Bayview on the Park de Melbourne. Julio Lamas recuerda haber escuchado un juramento que surgió en una de sus habitaciones: “Se prometieron algún día jugar todos en la Selección mayor…” Cumplieron la promesa con creces y yapa: hoy son los campeones olímpicos.
En el 3er. Torneo de las Américas Sub-21 efectuado en Ribeirão Preto, Brasil, en julio de 2000, se tuvo un buen ejemplo de cómo se engarzan nuestras divisiones formativas, que es una de las grandes cosas que se hacen en el básquetbol argentino: se juntó a Luis Scola, de la “célula joven”, con exponentes de la generación siguiente: el santafesino Carlos Francisco Delfino y el correntino Guillermo Federico Kammerichs, también del actual grupo mayor aunque no haya estado en Japón. Además se estableció un mojón: por primera vez dirigió el cuerpo técnico que luego sería campeón olímpico: Magnano, Tolcachier, Duró.
Se logró el título de campeón, tras 4 triunfos y una derrota, y la final se les ganó 92-77 de manera apoteótica a los norteamericanos, con Jason “Chocolate Blanco” Williams. Lo de Carlitos Delfino resultó deslumbrante: metió 29 puntos. ¡Tiró 10 triples y clavó 6! “Entró con una soltura realmente sorprendente y tomó decisiones en momentos muy calientes”, lo elogió Rubén Magnano.
Volvieron a reunirse en el 3er. Campeonato Mundial Sub-21 (Hombre Joven) llevado a cabo en Saitama, Japón, en agosto del 2001, el mismo escenario de la rueda final de ahora. La actuación fue sobresaliente: ganaron la medalla de bronce dirigidos por Fernando Duró, con 5 victorias y 3 derrotas.
El entrenador Guillermo Edgardo Vecchio detectó para las Selecciones formativas a nueve de los doce jugadores que estuvieron en Japón, de acuerdo con este itinerario:
Wolkowyski (1990), Farabello (1992), Gutiérrez (1993), Fernández y Sánchez (1994), Nocioni y Scola (1995) y Ginóbili (1996). Oberto apareció primero con los mayores (1995). Julio César Lamas convocó a Delfino (1997). Herrmann y Prigioni no pasaron por los equipos menores.
La recorrida de nuestros jugadores, en las diferentes competencias internacionales a través de los años, permitió que se fueran enfrentando con nombres que luego tuvieron notoriedad: Grant Hill, el italiano-esloveno Gregor Fucka, el lituano Sarunas Jasikevicius, el rumano Gheorghe Muresan, el yugoslavo Dejan Bodiroga, el griego Efthymis Rentzias, Stephon Marbury, Vince Carter, Tim Duncan…
En la conferencia de prensa donde se presentó en Buenos Aires la Fundación Manu Ginóbili, el protagonista precisó: “Mi sueño de chico era jugar la Liga Nacional, no la NBA…” Su confesión revela el grado de atracción que la competencia, revolucionaria para el básquetbol argentino, caló en nuestros jóvenes jugadores. El primero en alcanzarla fue Daniel Farabello, quien debutó en Sport Club de Cañada de Gómez el 15 de noviembre de 1991 (derrota por 98-78 como local contra Estudiantes de Bahía Blanca).
El más campeón de los mundialistas en nuestra Liga Nacional es Leo Gutiérrez, con cuatro títulos.
Entre 1993 (Wolkowyski) y 2004 (Delfino) también fueron llegando a la Selección Nacional mayor.
En el 2001, con el Sudamericano ganado en Valdivia y –sobre todo– el Torneo de las Américas conquistado en Neuquén, que fue Premundial, los dos conseguidos en forma invicta, esta Selección Nacional de Argentina empezó a adquirir su fisonomía definitiva como equipo maduro bajo la conducción de Rubén Magnano. Explotó. Y no paró hasta ser campeón olímpico y subcampeón mundial.
La explicación-análisis de Carlos “Chocolate” Raffaelli, un grande del básquetbol argentino, dimensiona el valor de esta generación de oro: “Lo diferente de estos chicos es que se les animaron a las potencias, tuvieron coraje para jugarles de igual a igual. Y ganarles.”
El espíritu del grupo, la sincera y fraternal amistad que se fue cultivando, surgió con emoción en esta conmovedora frase de Pepe Sánchez cuando Gaby Riofrío se quedó muerto en una cancha el 7 de enero de 2001:
“Siento que algo se rompió... Siento que, cuando nos veamos de nuevo, recién ahí nos vamos a dar cuenta de lo que pasó: de que perdimos a un hermano...”.
¿Qué es lo que más le gusta de esta Selección Argentina?
RICARDO GONZALEZ: “La sintonía que transmiten entre ellos”.
Doctor GUSTAVO CHAZARRETA: “La hermandad y lo poco que se nota cuando salen los titulares”.
Doctor NORBERTO BATTILANA: “Son amigos, no hay egoísmos”.
SAMUEL OLIVA: ”La actitud y su forma solidaria de jugar”.
ERNESTO GEHRMANN: “La unión del grupo y el temperamento”.
NESTOR DELGUY: “La solidaridad, el potencial físico y la madurez para hacer la pausa”.
FERNANDO PRATO: “La capacidad de entrega y las ganas de seguir creciendo”.
EDUARDO CADILLAC: “El hambre de gloria”.
CARLOS RAFFAELLI: “Haberse mantenido en el alto nivel”.
MIGUEL CORTIJO: “La actitud que tienen para jugar”.
PICHI CAMPANA: “La convicción que ponen en los partidos”.
MARCELO MILANESIO: “El compromiso, el espíritu ganador y la garra”.
POR O. R. O.
ENCUESTA: SANTIAGO MARTELLA
FOTOS: ARCHIVO EL GRÁFICO.