La noche de la proyectada concentración Rompehuesos se disfrazaría de fantasma y le pegaría al Tarta un susto tremendo que haría de remedio para curarle el defecto. No significaba peligro alguno y de su eficacia no teníamos duda. Ni el farmacéutico Alfredo podría proporcionar uno de esa seguridad.
La noche de la concentración hubo, como en todas, muchas risas antes de ser apagada la vela. Los colchones tendidos sobre el suelo y todos nosotros tirados sobre ellos; los que quedaban en el fondo tenían que andar sorteando cuerpos para allegarse hasta la puerta del galponcito. Por lo general, algún pie refilaba una nariz...
Rompehuesos quedó, deliberadamente, cerca de la puerta. Nos cruzamos unas señas y nos dispusimos a dormir, es decir, a hacernos los dormidos. Ignoro si el Tarta sospechó algo, puesto que no se explicaría tanto apresuramiento en apagar la luz. Lo cierto es que el rato se escuchó un ruido que pretendió ser terrorífico y vimos avanzar a Rompehuesos disfrazado de fantasma, cubierto con una sábana, marchando sobre zancos y esgrimiendo un palo con una lata en la punta que simulaba una guadaña. Traía la cara semicubierta con un pañuelo al estilo de los asaltantes y una vela encendida en la mano que le quedaba libre; los dos zancos se los había atado a las piernas y se alumbraba el rostro de abajo hacia arriba para imprimirle mayor aspecto cadavérico:
— ¡Te vengo a buscar!... ¡Te vengo a buscar!... — decía acercándose al Tarta, Algunos lanzamos gritos de horror:
— ¡La muerte!
— ¡Luz!
— ¡Mama!
Se escucharon gritos diferentes presididos siempre por el vozarrón de Rompehuesos, que en tono más grave se iba acercando al Tarta:
— ¡Te vengo a buscar!... ¡Soy la muerte!... ¡Hablá!..., ¡hablá!
Esperamos anhelantes el resultado. El Tarta, sonriendo, comenzó a decirle a Rompehuesos:
—Ca... ca... casi... me... me... asus... asustás...
Falló el remedio. No obstante, se aceptó que algún resultado satisfactorio se había logrado, lo que no obtuvo confirmación ulterior. Rompehuesos no se amilanó por el fracaso y esperó una nueva oportunidad. La aprovechó un día en que pasábamos cerca de la fuente de la plaza. Escuchamos un rumor extraño y, al darnos vuelta, vimos que Rompehuesos había tirado al Tarta al agua.
BOROCOTÓ (El Gráfico 1951. Del libro "El diario de Comeuñas").
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