Luciano Capicchioni es un personaje popular del básquet europeo. Es representante de jugadores y vive en la República de San Marino. Hizo este comentario:
–En treinta años que llevo trabajando en el básquet como agente de jugadores de todo el mundo, Emanuel Ginóbili es el mejor cliente que he tenido. Ha sabido equilibrar su cualidad de buen jugador e ídolo con su calidad de persona. Toni Kukoc, el croata, estaba por ahí cerca...
Valga esta reflexión para empezar a explicar el fenómeno.
Emanuel Ginóbili, bahiense, hoy casi 24 años, llegó a Italia en 1998 al Viola Reggio Calabria, entonces en la serie A–2, la segunda categoría de Italia, luego de sólo tres temporadas en la Liga Nacional de Argentina. En el 2000 pasó a una de las sociedades grandes, la Kinder Bologna. Y en su primer año, sin esperar nada, fue figura de un joven equipo que ganó sucesivamente todo: la Copa Italia, la Euroliga y la Liga Italiana. Notable. Y además fue elegido el Jugador Más Valioso (MVP) de las dos principales competencias. Brillante.
Una sola vez llegó tarde a los entrenamientos en Bologna, cuando el resto ya se encontraba elongando. En la legendaria Virtus, todavía estaba el serbio Predag Danilovic, enorme ídolo “bianconero”. Le pegó un grito:
–¡Guarda que questo non e mica Reggio Calabria, eh! (¡Atento que aquí no estamos en Reggio Calabria!)
Fue suficiente como lección, porque aquel chico que llegaba con timidez a la Virtus no era aún el ídolo que en una sola temporada se puso a los tifosi en el bolsillo. Tanto que atenuó el retiro de una figura adorada como el propio Sasha Danilovic.
El Huevo Sánchez, entrenador argentino y amigo de la familia Ginóbili, que conoce a Manu desde que nació el 28 de julio de 1977, fue a visitarlo hace poco a la reconocida Capital del Básquet de Italia:
“Volví conmovido por la idolatría que hay por Emanuel. No se puede ir con él a ningún restaurante, no se puede caminar por la calle. El asedio no para. Le quería comprar su camiseta N° 6 negra de la Kinder –la del merchandising– a mi hijo Alejo, pero no pude. Está agotada, porque todos la piden”, contó.
Su temporada –que terminó siendo espectacular– arrancó con una opción difícil de decidir para seguir su carrera: Olympiakos Piraeus, de Grecia, o Kinder Bologna. En 1999 había logrado el ascenso con la Reggio Calabria al grupo A–1 y fue elegido en el draft de la NBA por San Antonio Spurs.
–¿Qué pensabas, qué querías?
–En realidad, yo tenía muchas dudas al llegar a Bologna, más allá de la decisión sobre Grecia o Italia.
–¿Cuál era tu preocupación?
–Había muchos jugadores en mi puesto de escolta y el entrenador Ettore Messina es muy exigente. Mi objetivo era simplemente cumplir un año aceptable, ir adaptándome a las competiciones europeas y prepararme para tener como mayor aspiración una temporada como ésta recién el año siguiente. Hoy por hoy no tengo ninguna duda de que elegí bien y de que el hecho de quedarme en Italia, donde llevaba dos temporadas, facilitó muchísimo mi adaptación a una nueva ciudad y a un tipo de equipo totalmente distinto al Reggio Calabria, ya sea por figuras, presiones y muchas cosas más.
–¿Por qué ganaron todo?
–Porque mostramos un gran juego de equipo, sin egoísmos y con gran espíritu de lucha y mucho hambre de victorias. En un momento sumábamos más de 30 triunfos consecutivos y seguíamos jugando como después de una derrota. No es fácil mantener la concentración cuando se llevan más de tres meses sin perder un partido.
–¿Qué otro elemento influyó en la gran campaña?
–Más allá de tener muy buenos jugadores en todos los puestos, hubo un mérito importante del cuerpo técnico de Messina en el planteo táctico. También contó el aspecto físico que manejó el preparador Francesco Cuzzolin, ya que somos el equipo más joven de Italia y el segundo de Europa después del Olimpija de Ljubljana, mientras que muchos tenían veteranos que no nos aguantaban el ritmo todo el partido.
–¿Hay mucha presión jugando en la Virtus?
–Siempre hay, a pesar de que este año nos fue muy bien. En la tercera fecha perdimos con un equipo recién ascendido, el Snaidero Udine, y hubo reuniones, amenazas de multas y los diarios nos mataron.
–¿Y en tu caso particular?
–En el primer partido de la Euroliga perdimos contra el AEK en Atenas y yo hice únicamente dos puntos de tiro libre. Me atacaron diciendo que no estaba listo para este nivel, que me faltaba regularidad, que de visitante no jugaba igual que en Bologna y muchas otras cosas. Después, cuando empezamos a ganar tan seguido, se fueron disipando las dudas. Lo que no sentí fue, eso sí, ninguna presión por mi contrato.
–¿Qué aprendiste en Italia?
–Deportivamente, a jugar más en equipo y a tratar de hacer mejores a mis compañeros, defender más intenso y responsablemente, y no tanto más... Simplemente, me fui desarrollando en cuanto a las exigencias y por el solo hecho de jugar con gente que lo hace bien y te exige día a día. Básicamente, mi estilo de juego cambió poco.
–¿Te falta aprender algo?
–¿Aprender? Mmmm, qué se yo... tantas cosas, seguro. Sobre todo, me falta mejorar mucho en todas las facetas del juego, creo que puedo hacer un poco más en todos lados de la cancha; siempre hay algo para mejorar, ya sea una posición defensiva, selección y porcentajes de lanzamientos, visión de juego, en fin... muchas cosas.
La mayor parte del tiempo se la pasa en el departamento que alquila en via Don Minzoni de Bologna. Es un adicto fanático a la computadora (a los 13 años se gastó todos sus ahorros en comprarse una). Escuchar música, ver películas y estar con su novia Marianela ocupan la mayor parte del tiempo si no juega o se entrena. Es la hija del ex jugador Luis Oroño y Emanuel dice: “Es temprano para hablar de casamiento, pero estoy prácticamente seguro de que ella será la futura madre de mis hijos. Tampoco creo que sea necesario firmar papeles por el momento. Estamos demasiado bien así como para cambiar las cosas. ¿No es cierto, Many?”.
Por Internet se comunica con todo el mundo. Basquetbolista argentino que chatee, seguro que tendrá el enlace con el cibernético Manu. “Sería una locura empezar a nombrar a todos”, dice. Pero sabemos que los primeros a llamar son Luis Scola, Lucas Victoriano, Leandro Palladino y Fabricio Oberto. Con sus padres Jorge y Raquel en Bahía Blanca, obviamente, tiene el mayor contacto.
En los días libres le encanta salir a pasear y conocer lugares nuevos. Así hizo con Roma, Venecia, Florencia, San Marino, Verona y hasta Madrid. Se ríe: “La gente que lee pensará que estoy de joda, pero todo esto lo hice en tres años y estuve sólo uno o dos días en cada lugar”.
Emanuel destaca una gran experiencia: “Aprendí a vivir solo, a manejarme en una sociedad que primero parece muy distinta, aunque al fin y al cabo es similar a la nuestra en cuanto a la gente, pero no en lo económico. Y a la distancia aprendí a valorar más las cosas simples de mi Bahía Blanca, como mi familia, mis amigos, mi casa, el club (Bahiense del Norte, por supuesto), mi perro Otoño, los asados con gente querida y tantas otras cosas que, cuando uno está allí, lo vive como algo totalmente natural, pero estando a 12 mil kilómetros se extrañan y mucho”.
La charla va del básquet italiano al argentino.
–Nombrá a tres personas que contribuyeron a tu crecimiento como jugador.
–Oscar Sánchez, porque fue el que me llevó a un equipo de Liga (Andino de La Rioja a los 18 años) y me dio la primera posibilidad de jugar y está continuamente aconsejándome. Todavía hoy lo sigue haciendo. Daniel Rodríguez, porque fue el que me dio una confianza ciega para entrar a la cancha y hacer lo que sentía (Estudiantes de Bahía Blanca), equivocarme, tirar, producir cosas en general. El estilo de juego que propuso, atlético y rápido, fue el ideal para mí. Y ya en Italia, mi actual entrenador Messina, porque me hizo crecer mucho como jugador de equipo grande, entender situaciones de juego que por ahí no veía, aunque a veces uno dentro de la cancha lo quiere matar por su carácter temperamental y exigente. Es un gran conocedor y se puede sacar muchísimo de todo lo que dice.
–Seguramente habrá otros...
–Sí, los tres fueron los que más contribuyeron en cuanto a técnica. Pero otra gente, aunque menos directamente, influyó en mi carrera deportiva o en mi juego. Mi papá Jorge, mis hermanos Leandro y Sebastián (Sepo), Danny Farabello en Andino, los norteamericanos Grant Gondrezick en Estudiantes y Brent Scott en Reggio Calabria, Juan Espil y Alejandro Montecchia en la Selección Argentina, el francés Antoine Rigadeau y el vicepresidente y ex jugador Roberto Brunamonti en la Kinder Bologna. Quien más quien menos de todos saqué cosas y me ayudaron mucho en su momento. Mi papá en las discusiones y a los demás viéndolos jugar o simplemente escuchando lo que tenían que decir.
–¿Qué es lo primero que recordás de tu corta trayectoria por la Liga Nacional?
–Mi paso por Estudiantes de Bahía, sobre todo la segunda temporada donde promedié 24,9 puntos. Jugar con mi hermano Sepo por primera vez, con Pancho Jasen, Pablo Gil y Juan Miguel Vigna, realmente amigos. Un grupo muy lindo con el que se lograron muchas cosas positivas, fuimos octavos en 1997 y cuartos en 1998 con el Zeta Rodríguez como técnico. Haber llenado la cancha de Estudiantes y que se coreara mi nombre no tiene comparación con nada. Nuestro estilo era muy lindo de jugar y de ver. Disfrutamos todos.
–Fuiste compañero de Pepe Sánchez en Bahiense del Norte, ¿cómo lo veías entonces?
–Ya era un jugador distinto desde que lo enfrentaba en mini, cuando él estaba en El Nacional. Creo no haber visto a un chico de 8 o 10 años picar y jugar como lo hacía Pepe. Siempre fue muy inteligente y gran conocedor del juego, sumándole una dosis de personalidad poco común en chicos de esa edad. Como compañeros tuvimos millones de peleas, porque no me la pasaba nunca, los dos queríamos tirar todas las veces, así que imagínense los otros diez cómo se quedaban, ¡pobres! No, realmente no nos llevábamos tan bien con Pepe, pero había un respeto mutuo. Siempre lo admiré y hoy también lo hago. Tiene una contracción al trabajo que no tiene casi nadie, y en eso me incluyo, y las ideas bien claras.
Su debut en la Selección Argentina en competencias oficiales fue en el Campeonato Mundial de 1998 realizado en Grecia y donde se logró el octavo puesto. Desde entonces está en el equipo nacional. Como Sub-22 había sido cuarto en el Mundial de Australia de 1997.
–¿Todavía tenés interés en jugar en la Selección Argentina?
–Sí, obviamente. Es algo muy lindo y a todos nos gusta, sobre todo porque realmente la pasamos bien estando juntos y luchando por un objetivo común. Juego en Italia, pero extraño a los chicos de la Selección (el Puma Montecchia, Pepe Sánchez, Leo Palladino, Gaby Fernández, Lucas Victoriano, Luisito Scola, Fabri Oberto, todos), me gustaría tener a alguno en mi equipo.
–¿No hay problemas entonces?
–El único es que no deja tiempo para las vacaciones después de una larga temporada. Mucha gente puede criticar a los jugadores cuando renuncian a una convocatoria, como ha ocurrido en 1999, en el ciclo de Julio Lamas, pero hay que ponerse en la piel del jugador a veces y soportar los diez meses de competencia con más de 75 partidos, entrenamientos realmente duros, presiones, lesiones y tantas otras cosas y después dejar de lado el ochenta por ciento de tus vacaciones y, en lugar de disfrutar con la familia, ir a vendarse otra vez todos los días y empezar otro campeonato. No es para nada fácil, porque además llegás cansado para comenzar otros 75 partidos de la nueva temporada. Es una rueda de la que es difícil salir.
–¿Cómo estamos en el mundo?
–No tengo dudas de que en una competencia, en cuanto a talento individual, no estamos detrás de casi nadie, salvo Yugoslavia, si va con todos sus jugadores estrellas, y Estados Unidos, que siempre está en otra dimensión. Se dice que Argentina tiene un buen equipo, pero creo que no es todo el respeto que nos podemos ganar con un resultado positivo. Será cuestión de esperar el Campeonato Mundial de Indianápolis 2002 y ver si realmente merecemos ser tan respetados o seguiremos siendo sólo un lindo equipo.
Los premios también fueron una constante. En su primera temporada argentina de 1995/96 fue elegido como revelación de la Liga Nacional en la encuesta del periodismo especializado. En el Juego de las Estrellas de Italia de este año obtuvo el Conrad McRae que se otorga a la mejor volcada del partido. A los treinta segundos de haber entrado se la enterró a Denis Marconato y ganó un hermoso plato de plata que adorna su casa. En la Euroliga fue elegido el Jugador Más Valioso de las finales por el voto del periodismo reuniendo 11 sobre 11.
–Y ahora la cosecha siguió con el MVP de la Liga Italiana.
–Sí, votaron los técnicos y los capitanes de todos los equipo de la Serie “A” más algunos periodistas especializados. No salieron los cómputos, pero el reconocimiento de colegas y técnicos es el más importante de todos. A un entrenador, por ejemplo, lo enfrentaste varias veces e hizo scoutings para defenderte. Los otros candidatos seguramente fueron Gregor Fucka (Paf), Rashard Griffith (Kinder) y Gianmarco Pozzecco (Varese) y creo que basta. Sin dudas me ayudaron todas las victorias que conseguimos.
En 1999 Emanuel ya había producido otra conmoción: fue elegido por San Antonio Spurs en el draft de la NBA. Fue el número 57 entre los 58 seleccionados.
El entrenador del equipo texano, Gregg Popovich, explicó su elección: “Es un gran anotador. Sabe salir bien de las cortinas y cuenta con un tiro exterior muy veloz. Lo vi jugar y creo que podemos agregarle varias habilidades. Será más adelante...”.
–¿Querés seguir en Europa o intentar en la NBA?
–Me gustaría intentar la NBA aunque sea por un año y después decidir si vuelvo o me quedo. Saber si puedo jugar allí o no. Creo que es una oportunidad que se presenta pocas veces, pero también creo en la paciencia. Si tenés capacidad y calidad, un poco antes o un poco después vas a estar allí.
–¿Cómo está el contacto con los Spurs?
–Muy bien. Se muestran muy interesados y bastante seguros de que el año que viene me van a tener con ellos. Mi relación más que nada es con el vicepresidente y asistente del general manager, Buford, vía mail, que fue el que siempre lo hizo. Hubo veces que hasta me pasó felicitaciones tanto del entrenador y general manager Gregg Popovich como del propietario Peter Holt. Por ahora no hay fechas de prueba ni nada. Dentro de un año, espero que sí.
¿Será el tercer argentino en la NBA?
Es un jugador 10 y un chico 10. Asombra como jugador en la cancha y sobresale como persona en la vida. Esta es la visión desde adentro y desde afuera de su joven personalidad.
Autoanálisis de Emanuel Ginóbili:
“Entre mis virtudes creo que se puede destacar que soy muy ambicioso, competitivo y con ganas de aprender. Escucho cuando hay alguien que vale la pena escuchar y tengo mucha confianza en mis medios. Hoy por hoy, físicamente, saco ventajas. Seguramente tendré alguna virtud más, pero no me gusta hablar de eso.
Entre los defectos, anoto: mejorar el juego sin pelota y aprender a no depender de mi físico, ya que no dura para siempre. Hay momentos en que vivo completamente del instinto y necesito dominarlo.
Sólo un poco más: hay veces que me tengo demasiada confianza y siento que puedo solucionar problemas yo solo. No puede ser. Defensivamente, si bien mejoré marcando sobre la pelota, me distraigo mucho lejos de la misma. Si hablan con mi entrenador, encontrarán alguno más”.
Apunte de su entrenador Ettore Messina, considerado el Nº 1 de Italia: “Manu tiene su cuenta bancaria resuelta, pero siempre está atento para escuchar porque quiere aprender más. No es común”.
Emanuel Ginóbili es el cuarto jugador argentino en ser campeón de Italia, después de Carlos D’Aquila y Alberto De Simone (ambos con Oransoda Cantú en 1968) y Hugo Sconochini (también con Kinder Bologna en 1998). Manu y Sconochini son los únicos que lograron el título de campeón de Europa.
En esta Liga Italiana jugó 43 partidos, con 38 victorias y solamente 5 derrotas.
El Gráfico (2001)