De actor de reparto a primera figura
Hasta las 23.21 del jueves 6 de diciembre, Martín Andrizzi personalizaba el biotipo del antihéroe futbolístico: jugador esforzado, tenaz, porfiado, por momentos casi sufrido, como si hubiera sido forzado a sacrificarse al trabajo menos lucido, el de correr como un maratonista. Andrizzi tenía vida propia en Arsenal, por supuesto, pero siempre en su función de actor de reparto. Alfaro contaba con él, aunque tampoco le entregaba el rol protagónico. En la Copa Nissan Sudamericana, Andrizzi jugó 9 de los 10 partidos, pero nunca completó uno: en 5 ingresó con el encuentro ya comenzado y en los otros 4 fue reemplazado antes del minuto 90. Totalizó 365 minutos, un promedio de 40 por partido.
Pero esa militancia entre las sombras se dinamitó en el partido más categórico, el que definía qué equipo daría la vuelta olímpica. Como siempre, Andrizzi entró en silencio: se jugaban 22 minutos del segundo tiempo y América de México ganaba 2-0. Arsenal se quedaba sin nada. Mejor dicho, se quedaba con una sensación de vacío brutal. La derrota era una trompada de Mike Tyson: ¿Arsenal se habría recuperado alguna vez de semejante naufragio? Posiblemente, no. Y ya no faltaba nada, siete minutos apenas, para que se instalara para siempre el dolor más hondo y menos previsto. Y entre tanta anarquía, Andrizzi entró en contacto con la pelota en una jugada que sintetiza su poder de lucha: rodeado por tres rivales, la defendió como un león, ingresó en el área entre tropiezos, se cayó, se olvidó de que lo abrumaban tres defensores del América, se levantó y pateó al arco. “No vi al arquero, simplemente pateé para adelante”, revelaría más tarde.
Y fue gol, claro. El gol de Arsenal campeón de la Copa Nissan Sudamericana, el gol de su vida, el gol del futbolista-coloso. “Le decía a mi familia y al cuerpo técnico que algún gol iba a convertir. Y que me lo estaba reservando para la final. No había hecho ninguno en la Copa, pero yo me tenía fe. Y lo hice cuando el equipo más lo necesitaba, delante de 25 mil personas y de Diego Maradona”, dijo. Fue elegido el mejor jugador de la final, ganó una camioneta Nissan Pathfinder y se despidió del biotipo antihéroe.
Logró algo Monumental e inolvidable
Arsenal es el anticristo para los apostadores que se inclinan por la lógica. “Lo bueno fue que en ninguna fase éramos favoritos”, recuerda otro de los héroes, Mario Cuenca. Porque la ronda inicial de la Copa Nissan Sudamericana concedía una pregunta con respuesta casi obvia incluida. ¿San Lorenzo, por entonces reciente campeón argentino, o Arsenal, que en aquellos días tropezaba en el torneo doméstico? Pero fue Arsenal. ¿Y Goiás, revelación del campeonato brasileño? No. La resolución fue la misma: el preferido de la cátedra quedaba, otra vez, en el camino. ¿Y las Chivas de Guadalajara, uno de los gigantes americanos? Tampoco. Pese a que el 96 por ciento de los mexicanos predijeron el triunfo de su equipo, el favorito volvió a doblar las rodillas ante Arsenal. Y así llegaron las semifinales: los partidos contra River, los partidos de Cuenca.
La historia ya venía bien perfilada durante los 90 minutos del Monumental: no se podía atajar tanto, no se podía atajar mejor. Y entonces Cuenca llegó a los penales con la autoestima de Superman. Remató Belluschi, el primero de River, y apareció Súper Mario. Pateó Lima, el cuarto del local, y volvió a intervenir Cuenca. Las 50 mil personas entraron en pánico y enmudecieron, porque encima le tocaba definir al propio arquero. “Yo le había pedido a Alfaro patear el último”, reveló. Y el héroe del Monumental marcó el 4-2 final para sentenciar “el partido que siempre había soñado en mi vida”.
“Fue una noche que necesitaba. No venía atajando mal, pero me faltaba algo grande. Y lo conseguí en la cancha de River. Nunca lo olvidaré, ni yo ni toda la gente del club. Este título me hace acordar al que conseguí con Talleres, la Mercosur de 1999, aunque el de ahora tiene un significado muchísimo mayor: Arsenal es un equipo más chico y la dimensión se multiplica. En River, Brasil, en México, siempre tuvimos pasta de equipo grande. ¿Y ahora qué más? La Selección, me gustaría la Selección. Sé que es difícil, pero me encantaría tener una chance. Quiero que Basile piense en mí. ¿Acaso alguien daba dos pesos por Arsenal campeón?”, se pregunta el devastador de los apostadores.
No rompi el compromiso del día que asumí como presidente de la Asociación del Fútbol Argentino: no ir a la cancha a ver a ningún equipo de club.
Pero ustedes me conocen bien: no soy un hipócrita.
Arsenal es como un hijo para muchos muchachos de Sarandí: los que le dimos vida, los que lo levantamos desde la nada.
Fueron años de esfuerzos, de sacrificios, de sueños. Porque sólo los soñadores pueden dar forma una institución modelo como el Arsenal Fútbol Club. Una obra de amor.
Vi el partido en el living con mi nieto; mi señora lo hizo en el dormitorio. Nélida lo vive de una manera muy especial. Ella transmite las alternativas, comenta y me transfiere su angustia. Cuando terminó el partido, nos abrazamos y no pudimos ni quisimos impedir que alguna lágrima rodara por nuestros rostros. Un momento sublime. De repente recordé a los muchachos que no están, esos que dieron parte de su patrimonio y mucho de su tiempo para que Arsenal sea esta realidad de hoy. Los que están en el cielo y los de aquí, saben muy bien a quienes me refiero.
Los ascensos, la llegada a Primera, la cancha, victorias sobre equipos argentinos con mucha historia, un título sudamericano, finanzas ordenadas, crecimiento constante y mi hijo menor al frente. Un club que evoluciona y no tiene techo. Una de las grandes alegrías de mi vida. No lo puedo ni lo quiero negar.
Por Julio Grondona.
Una cátedra en un templo sagrado
Faltaban 24 horas para que Arsenal jugara, por primera vez en sus 50 años de vida, en el mayor templo del fútbol universal. El Azteca, en México DF, sustenta su incomparable trascendencia en cuestiones cuantitativas (es el único que albergó dos finales del mundo) y emblemáticas: fue el escenario donde se canonizaron Pelé y Maradona. Y allí estaban Alejandro “Papu” Gómez y su pandilla, el día previo a la primera final contra el América, dejándose asombrar por el estadio en el que, además, Diego le hizo los dos goles a Inglaterra.
Papu recuerda que “dentro y fuera de la cancha hay gigantografías que muestran a los mejores futbolistas que jugaron en el Azteca. Por supuesto, yo me fijé más en Maradona. Pero además, estaban Pelé y, puf, muchos más. También hay una plaqueta que dice ‘En este estadio se convirtió el gol del siglo’, en referencia al segundo de Maradona contra los ingleses. Se me aflojaron las piernas, se me puso la piel de gallina, la emoción me superó y se me nubló todo. Tantos monstruos juntos…”
Al día siguiente, el viernes 30 de noviembre, cerca de la medianoche argentina, los 168 centímetros de Gómez se merecían otra gigantografía. Como si estuviera inspirado en la energía cósmica de los más grandes talentos de la historia, Papu jugó el mejor partido de su vida. “Y el único, en Primera División, en el que convertí dos goles”, aclaró. El primero con un remate bajo y el segundo de cabeza, de pícaro, por encima del buen arquero Ochoa. Uno valió para el empate 2-2. El otro, para el triunfo 3-2. Y además encandiló con sus gambetas indescrifrables, sus quiebres de cintura cartilaginosos, sus arranques y frenos, sus frenos y sus arranques, su magnífico control de la pelota en situaciones límite, ante defensores macizos, altos, rústicos.
“No lo puedo creer, no lo puedo creer”, fue lo primero que, aún perturbado por las emociones del Azteca, alcanzó a decir. “Estábamos motivados por el llamado que Maradona nos había hecho antes del partido, pero esto superó todo lo imaginado”, agregó. Uno de los periodistas argentinos que viajó a México le recordó que sólo tenía 19 años, este año había sido campeón mundial Sub- 20 en Canadá y que, encima, era una de las pocas creaciones genuinas de las divisiones inferiores de Arsenal. Y al Papu le dieron ganas de llorar en el mismo estadio que hizo lagrimear a Pelé y Maradona.
Guadalajara lo tiene bien catalogado
La coleccion de superhéroes Arsenal campeón, perfeccionada por Cuenca en el Monumental, el Papu Gómez en el Azteca y Andrizzi en Avellaneda, había comenzado con Javier Yacuzzi contra las Chivas, en Guadalajara. Eran épocas de cuartos de final y el sueño de campeón aún parecía fantasioso. “Los mexicanos silbaron el Himno. Ahí pensamos: no somos Arsenal, somos Argentina”, recuerda Yacuzzi, un lateral izquierdo reciclado primero en doble cinco y finalmente reconvertido en volante. El 0-0 de la ida invitaba a un milagro. Y esa fue la función de Yacuzzi: un zurdazo para el primer gol, un derechazo para el segundo y una arremetida para que le cometieran el penal que Raymonda convirtió en el tercero. Fue la primera vez que hacía dos goles en un mismo día: los héroes inesperados tienen esas cosas. Como Arsenal.
Un símbolo a la hora de la hazaña
La participacion de José Luis Calderón en la Copa Nissan Sudamericana fue peculiar. Apenas festejó un gol en los 9 partidos que jugó, y, probablemente, haya resultado el impacto menos urgente de los 15 que Arsenal acumuló en el torneo. No lo convirtió en las apretadísimas series contra el América y River, ni tampoco en las llaves ante Chivas y Goiás (resueltas con un poco más de aire), sino en el paso más cómodo que el campeón dio en la Copa: en la primera fase, contra San Lorenzo. Allí, en el partido de vuelta en el Nuevo Gasómetro, Arsenal ya ganaba 2-0, por lo que el equipo de Ramón Díaz debía marcar por triplicado, cuando Calderón sentenció el 3-0. Fue el gol que aniquiló cualquier presunción de hazaña sanlorencista, es cierto, pero estuvo muy lejos de haber sido decisivo o crucial.
Y sin embargo, Caldera es la imagen más publicitada de este Arsenal. Andrizzi ejerció de héroe; Alfaro, de estratega; Casteglione, de hijo pródigo; Papu Gómez inyectó frescura; San Martín personalizó la militancia; Cuenca, Matellán y Mosquera asumieron el rol de guardianes pretorianos y el resto de los muchachos acompañó como lo que son: campeones. Pero el símbolo, la cara visible y el nombre indisociable de este Arsenal campeón fue, sin vueltas, Calderón.
“Cuando llegué al club, les dije a los dirigentes que quería salir campeón de la Copa Sudamericana. Yo soñaba con un título, y eso que todavía tenía fresco el que había ganado el año pasado con Estudiantes. Pero éste, con Arsenal, tiene un sabor diferente, y no es cuento. Esto es a puro pulmón, fue conseguido a base de sacrificio, humildad y esfuerzo. Tengo 37 años y no necesito decir mentiras. Mi hijo tiene 9 y ya entiende todo. Así que si digo que esto de Arsenal es especial, es porque lo siento y lo creo así”, asegura el goleador que marcó 147 tantos en su carrera, 29 de ellos para el Arse.
“Yo jugué en la Selección Argentina, en Italia y en México, pero nunca había ganado un título internacional. Me faltaba esto. Y Arsenal me lo dio. ¿Cómo no voy a decir que es especial? No lo olvidaré nunca”, agrega Calderón, el hombre que rima con gol y con campeón.
Ni retroceder ni rendirse, superarse
La epica del futbol suele coronar historias como las de Gustavo Alfaro, tipos que la pasan mal, se bambolean en el precipicio y parecen al borde de la caída, pero que en el último esfuerzo mantienen el equilibrio, consiguen sobrevivir con lo mínimo y convierten aquel tobogán en un resorte hacia lo más alto: primero avanzan a paso lento, luego toman envión a gran velocidad y finalmente llegan a la cúspide. Arsenal había perdido tres partidos seguidos en el arranque del Apertura 07, y los rumores indicaban que la convivencia entre Alfaro y los jugadores era de máxima tensión. El técnico, entonces, vacilaba en su puesto. Y la Copa Nissan Sudamericana, que primero actuó de boya salvadora, más tarde significó su plenitud.
“El gol de Andrizzi en la final fue la síntesis de lo que yo quiero de un equipo. Martín es un jugador incansable, que demuestra que, en Arsenal, los de afuera suman tanto como los adentro”, graficó con la racionalidad que no lo abandona ni siquiera en la mayor explosión de su currículum. “Fuimos los mejores durante todo el campeonato. Perdimos sólo un partido, de visitantes anduvimos bárbaros y ganamos en todos lados: en el Monumental, el Nuevo Gasómetro, Brasil y México”, agrega, como si debiera convencerse de que este Arsenal gigante en América no es una alucinación.
A los 45 años, Alfaro se doctoró como uno de los técnicos que mejor exprimen el ideal de sus planteles. Militante del 4-4-2, buceador de las debilidades rivales, sus equipos no emocionan por el juego, sino por el resultado. “Alfaro llegó a un plantel sin figuras y armó un gran conjunto. Con once fenómenos puede dirigir cualquiera, por eso lo suyo fue muy meritorio”, lo felicitó Julio Grondona, quien ya parece hasta el fundador de Sarandí. “Ahora se viene la Libertadores, y a mí me gusta plantearme objetivos imposibles. Mi aspiración es que mis planteles consigan grandes cosas. Por eso les pedí a mis jugadores que no se conformen con esto. En el fútbol, parar significa retroceder”, dice Alfaro, el hombre empeñado en escribir épicas.
De ida...
América 2
Arsenal 3
AMÉRICA: Ochoa; J. Castro, O. Rojas, D. Davino, R. Rojas; J. C. Silva (70’ Mosqueda), G. Villa (84’ Esqueda), Argüello, Insúa; H. López y S. Cabañas. DT: Daniel Brailovsky.
ARSENAL: Cuenca; Gandolfi, Mosquera, Matellán, C. Díaz; D. Villar (75’ Garnier), Casteglione, San Martín; Alejandro Gómez (81’ Damonte); Calderón (88’ Biagini).
DT:Gustavo Alfaro.
Goles: 5’ Cabañas (Am.); 30’ Matellán (Ars.); 53’ Argüello (Am.); 56’ y 65’ Alejandro Gómez (Ars.). Detalle: 78’, expulsado Casteglione (Ars.) por juego brusco. Cancha: Estadio Azteca (México DF). Juez: Ricardo Grance.
Público: 65.000 personas.
Jugado el 30/11/2007.
...Y vuelta
Arsenal 1
América 2
ARSENAL: Cuenca; Gandolfi, Mosquera, Matellán, C. Díaz; D. Villar (68’ Andrizzi), San Martín, Damonte (77’ Raymonda), Yacuzzi (65’ Biagini). DT: Gustavo Alfaro.
AMÉRICA: Ochoa; J. Castro, R. Rojas, D. Davino, O. Rojas (84’ Castromán); J. C. Silva, G. Villa, Argüello, Insúa; H. López (69’ I. Rodríguez) y S. Cabañas. DT: Daniel Brailovsky.
Goles: 18’ C. Díaz (Ars.) en contra; 63’ J. C. Silva (Am.); 84’ Andrizzi (Ars.). Detalle: 88’, expulsados D. Davino (Am.) por agresión y Castromán (Am.) por protestas e insultos reiterados. Cancha: Presidente Perón (Racing, local Arsenal). Juez: Oscar Ruiz. Público: 27.000 personas.
Jugado el 5/12/2007.
Por Andrés Burgo (enero 2008).
Fotos: Jorge Dominelli y Photogamma.