Cataluña posee todos los atributos para considerarse nación. Idioma, bandera, himno, costumbres e idiosincrasia propias, más un pueblo que, en buena parte, no se siente español y anhela su independencia. Por supuesto, la nación catalana le rinde tributo a un rey. En este caso, un rey gaúcho que hace (malabares) y deshace (cinturas) a su voluntad en un palacio blaugrana hecho a su medida. Ronnie II, el gran Ronaldinho (mucho menos gordo, pero más peludo que su antecesor, aunque de la misma dinastía dientuda) dirige su imperio desde Barcelona hacia el mundo de la pelota.
Dinho es un monarca moderno que tiene mucho por dar, pero que ya cuenta con un príncipe heredero. El delfín, el próximo ocupante del trono, es rosarino, zurdo y lleva en sus venas sangre de potrero. El futuro Lionel I juguetea desde hace un tiempo con la corona y es sólo cuestión de tiempo para que se pose definitivamente en su cabeza.
Sin ánimos de golpe de estado, más allá de los rebeldes pericos, en las calles de Barcelona ya se escuchan sentencias acerca del inicio de la dinastía Messi. Para algunos será dentro de un año, para otros dentro de dos, aunque para muchos, sólo resta esperar unos meses para que Leo reclame el trono en la máxima cita del fútbol: la Copa del Mundo.
De llevar en Alemania a la celeste y blanca a levantar el trofeo que se niega desde hace dos décadas, este chico de 18 años no sólo tomará la corona de Ronaldinho. No, no. Esa que Diego Maradona dejó vacante a principios de los noventa se depositará automáticamente sobre sus sienes, como en varias ocasiones el propio Diez anticipó que sucederá…
Camino a las playas de Gavà, de buen humor y con su humildad y simpleza características, Leo destila una confianza como para tomarle las medidas a su traje real: “Tengo mucha fe en la Selección, lo vengo diciendo desde hace un tiempo. No sé si son las ilusiones, las ganas o qué, pero veo que el equipo puede ser campeón. Siento esto por cómo veo al plantel, a los jugadores y por las ganas que tenemos todos”.
Su esperanza, esperanza; su tranquilidad, tranquiliza. Parece no afectarle la presión. De hecho, no siente presión, él mismo lo dice y hasta sus amigos lo afirman. “Un día, abro el diario y leo que Maradona dice que Messi es su sucesor –cuenta Pablo Zabaleta–. Como concentraba con Leo, voy y le digo. ‘¿Qué es todo esto? ¿Vos viste el diario?’ Sentado en la cama y sin alterarse, me dice: ‘Sí’. Yo no lo podía creer. Por suerte, él no se da cuenta de todo lo que está viviendo y es el mismo pibe de siempre. Esa es una gran ventaja”.
Un rato antes, mano a mano con la gran carta Argentina para Alemania, la munificencia del Camp Nou vacío durante la sesión de fotos invitaba a una reflexión.
–Leo, me imagino los nervios que habrás sentido la primera vez que jugaste con este monstruo lleno.
–No me puse nervioso. Sólo sentía muchas ganas de que empezara el partido.
No hay vueltas, Messi es distinto por donde se lo mire. Hace unos meses, Oscar Ruggeri le decía a El Gráfico. “Ojo, el Mundial es diferente. A la hora del Himno, del vestuario en la previa, ¿sabés lo que es eso?” Ru-gge-ri, ni más ni menos. ¿Qué sintió Messi en el Sub-20? “A mí me pasó todo lo contrario. Cuando sonaba el Himno, me daban ganas de jugar. Saber que estaba defendiendo los colores de la Selección y que mucha gente estaba pendiente de ese partido, era algo muy lindo”.
Abre la boca y suma otro motivo para animarse a soñar. Cuando juega, las razones para creer en él quedan expuestas en cada explosión vertical hacia el gol. Los argentinos lo saben y lo ubican a un lado de san Román en un altar popular mucho más elevado que el monte Tibidabo. “Es lindo saber que los hinchas confían en mí, que la gente de Argentina habla bien de uno. Todo esto me pone muy contento. Siempre lo digo: a mí no me importa cuál sea el partido, yo intento jugar en todos. Ya sea contra el Chelsea o en la Selección siempre trato de hacer lo mejor”.
Para Leo, hasta los picados con sus primos y hermanos eran a todo o lágrimas y hasta piñas también. No le gusta perder a nada, él sólo quiere ganar. Y si él está, será imposible conseguirlo jugando mal. Por eso, no importa la camiseta que esté enfrente, ni mucho menos los rivales. Sobre todo los rivales... “El otro día, cuando jugábamos contra Croacia, no sabía nada de ellos, no conocía a nadie. Y después, del grupo que nos tocó en el Mundial, no vi jugar demasiado a ninguno. A Costa de Marfil lo seguí el día que fueron a los penales contra Camerún, pero vi los penales nomás, así que no sé mucho tampoco”.
–No sos muy futbolero, ¿no?
–Antes sí, me clavaba viendo partidos. Ahora no. Si miro, miro el Torneo Argentino y lo hago para sentirme más cerca, pero tampoco soy de seguirlo mucho.
–Se puede decir que conocés a los futbolistas más por la PlayStation que por seguir el fútbol mundial.
–No, porque ahora no juego mucho al PlayStation.
–Ahora juega con el XBox –aporta papá Jorge, hasta aquí testigo mudo de la nota.
–La tengo hace poquito. Son los mismos juegos de la Play, pero se ven mejor, onda tres dimensiones. Igual, al único que juego es al de fútbol.
–Entonces los tenés más de los videos que de verlos en acción de verdad.
–Sí. Aparte quizá jugamos contra equipos de los que no conozco los jugadores. También me pasa que enfrento a futbolistas que por ahí son figuras y mi hermano me dice que les pida algo o que los salude, pero no soy de darle mucha importancia a eso.
–A Costa de Marfil lo viste poquito. ¿Qué sabés de los otros rivales?
–A Holanda tampoco lo vi, pero es el equipo de más nombre. A Serbia y Montenegro sí. Como estaba en el grupo de España, miré un par de partidos. Tienen un equipo duro, que juega bien al contragolpe, con dos delanteros grandotes –uno muy rápido– que llegan bien al gol. Pero tampoco tienen tanto. Yo creo que agrandamos demasiado al grupo. Salió así y es cuestión de suerte, según dicen. Pero no pasa nada. Argentina está bien para jugar contra esos rivales y contra cualquiera.
No es cuestion de confiarse, pero le sobra confianza. No le hablen de “Grupo de la Muerte”. A ese grupo, Leo lo mata con un fierrazo de su zurda y lo manda derecho al cementerio. Y que el funeral lo hagan en Costa de Marfil, Holanda o Serbia y Montenegro. Su fe es innegable; su devoción por la celeste y blanca, incuestionable… Eso sí, siempre hay un demonio, aunque venga cargado con algunos amigos.
–¿Te gustaría enfrentar a Brasil en el Mundial? ¿En qué instancia?
–Eh... ¿En qué instancia? Si es posible, preferiría no enfrentarlos, que queden afuera antes. Pero si hay que jugar contra ellos, en cualquier momento. Puede ser bueno enfrentarte rápido y ganarles, porque nos daría mucha más confianza. Igual, si es posible, que no nos toque porque tienen una gran selección.
Y si: una cosa es tener fe y otra muy distinta es no ser consciente del potencial del vecino verdeamarelho. Mucho más si el rey de los malabaristas ensaya su espectáculo diario a su lado.
–¿Cómo reaccionarías si, en pleno Mundial, Ronaldinho te tira un caño?
–Ja... No sé, tampoco me importan mucho los caños. Un delantero no le da tanta bola a eso, quizás al defensor le duela más. La verdad, no sé cómo reaccionaría. A lo mejor me reiría, porque ver tirar un caño también es lindo…
–Sí, pero que te lo tiren a vos… Bueno, y si encima te hace el elástico.
–Lo disfrutaría también. Me la tendré que aguantar. Además, ya me comí un par de caños durante los partidos, conozco la sensación.
–Sé que no es tu estilo, pero ¿cómo reaccionaría Ronnie si vos le tirás un túnel?
–Se reiría, seguro. El también se comió un par (N. de R. : Sorin) y después del partido se cagó de risa. Aunque en el momento quizás no...
A diferencia de otros soberanos, Leo y Ronnie toleran que les hagan lo que ellos también hacen, aunque en muchísimas más ocasiones. “A veces, en las prácticas, con Ronaldinho jodemos y competimos para ver quién le tira más caños a los demás. Hacemos muchas cosas de ese estilo”, reconoce.
Sí, sí, todo muy lindo. Tomá Belletti, ponete sotana; cuidado, Gabri, ¡oooole! Y ahí viene Puyol, preparate… sí, pero para salir corriendo.
–Con Puyol, ¿qué onda? ¿Le tirarías un caño o mejor volver a nadar con tiburones en el Aquarium?
–Ahí no sé, ahí ya dudo un poquito, jaja. Cuando nadé con tiburones estaba tranquilo… Y si le tirás un caño a Carlès, creo que puede venir una patada tremenda, ja.
–Sí, en los dientes…
Ya hay un olor especial en el ambiente. Hay clima de Mundial. Hay nervios por una lesión molesta que no baja la guardia, pero, sobre todo, hay mucha fe. Lo que también hay en Barcelona son muchos compañeros verdeamarelhos de vestuario. Por el momento no da para cargadas, apuestas ni amenazas. “No se habla mucho del Mundial acá. En realidad sí, pero más que nada cuando se estaban jugando las eliminatorias o después de algún amistoso. Cuando pasa esa fecha, ya no se toca más el tema. Todas las semanas estamos jugando domingo y miércoles, entonces no te da el tiempo para meterte en el Mundial. Además, en Barcelona todavía hay muchos partidos lindos por jugar. Se nos escapó la Copa del Rey, pero espero que podamos conseguir la Liga y la Champions y, después, obviamente, vendrá la Copa del Mundo”.
–¿De chico eras fanático de los mundiales? Onda de ver todos los partidos y saber las formaciones.
–El único que viví bien fue el de Francia 98. Sí, el que perdimos con Holanda. En ese veíamos los partidos con toda la familia y los pibes del barrio, en Rosario. Por eso es el que más seguimos. Del 94 no me acuerdo nada de nada, era muy chiquito.
–Y con el de Japón y Corea, ¿qué pasó?
–En el último ya estaba acá, entonces no le daba tanta bola. En Barcelona no pasaban todos los partidos. Entonces recién a la noche me enteraba cómo habíamos salido nosotros, así que no lo pude vivir mucho. Miré un par de veces a España porque era lo único que pasaban. No tenía muchas opciones.
–¿Hace cuatro años te imaginabas jugando en Alemania?
–No, pero muchas veces lo hablábamos con mi familia. “Mirá si a lo mejor está en el próximo”, decían. Incluso, antes del 2002, ponían fecha y tiraban: “En Alemania va a jugar el Mundial”. Pero lo hacíamos jodiendo. Mis tíos y mis viejos siempre hinchaban con eso y quedó la fecha. Pero, la verdad, nunca hubiera imaginado que realmente se podría dar.
–Nosotros pensábamos que, con mucha suerte, podía llegar a estar en Alemania –revela Messi padre–. Lo hacíamos, pero para joder, como dice él. Pero todo es posible en la vida.
Parece una anEcdota increíble y, por un lado, lo es. Dan ganas de pedirles a los Messi un par de números para jugarle a la rula en el Casino Barcelona, en el Puerto Olímpico, aunque conociendo mejor que nadie el talento de Leo, ¿cómo no atreverse a soñar con el Mundial?
–¿Cuándo te diste cuenta de que podías estar en Alemania?
–Después del partido contra Perú, por las eliminatorias. Ahí pensé que a lo mejor surgía la posibilidad o que estaba dentro del grupo de jugadores que Pekerman miraba.
La oportunidad llegó y no la dejó pasar. Ese mismo chico al que hace un año sus compañeros del Sub-20 no le conocían la voz, hoy es el Ancho de Bastos o incluso el de Espadas para gritarle “truco” a cualquiera que se cruce en Alemania. De todas maneras él sigue a pleno con las señas. “Todavía no llevo muchos partidos en la mayor, entonces mucha confianza no tengo. Igual, no soy de hablar mucho. En el Barsa, por ejemplo, conozco bien a todos y en las comidas tampoco soy de conversar demasiado. Ni en mi casa cuando almorzamos o cenamos soy de charlar. Te lo pueden decir mi viejo y mi vieja”.
–Es súper callado, peor que yo– explica Jorge.
–En Barcelona podría decirse que los brasileños te apadrinaron, ¿en la Selección hay algún jugador que te hable más que el resto o que te aconseje mucho?
–En la Selección es distinto porque llegamos todos de afuera y estamos poco tiempo juntos. Entonces no se da una convivencia muy larga. La última vez me tocó concentrar con Sorin. Con él tengo mucha afinidad desde el día en que lo conocí acá en Barcelona, siempre tuvimos una muy buena relación. Entonces con él hablaba con más confianza. Juampi es un jugador con mucha experiencia, sabe mucho y, a mí, que soy más chico, me ayuda un montón.
–¿Y con Riquelme? En la Argentina hay muchas esperanzas en esa dupla.
–Román es un pibe muy alegre, muy simpático. Se lleva bien con todos.
Si Leo y Romy se relacionan con sus compañeros del modo que lo hacen con la pelota, en Alemania el grupo será excelente, no hay dudas. Otro que tiene una relación sobresaliente con la bocha es Carlitos Tevez, quien también pegó mucha onda con Leo.
“Nos conocimos en La Noche del Diez, cuando le ganamos el fútbol tenis a Maradona. Me llevo bien con él, al igual que con cualquiera de los jugadores de la Selección. Quizá pegamos más confianza por una cuestión de edad, porque es uno de los más jóvenes. Hace poco, cuando fuimos a la concentración, Carlitos llegó y nos dio un CD de Piola Vago a mí y a cada uno de los pibes que estábamos. Tiene un par de canciones buenas. El no canta, pero está bien. Tiene canciones pegadizas”.
–Siempre decís que te gustaría ir a un recital de cumbia. Ir a ver a Piola Vago con Carlitos es una buena chance. Si te invita, ¿vas?
–¿A un recital de él? Sí, por qué no. A cualquier recital iría, no tendría problemas.
–¿Y si Carlitos te hace subir al escenario? El se animó en la Bombonera y cantó.
–Noooo, qué sé yo. No soy de subirme, de cantar. A tanto no llego, pero iría.
–Esas cosas quedan para tu amigo Agüero…
–Pará, me dijo mi hermano que Kun cantó con Los Leales en Pasión de Sábado. ¿Es cierto?
–Ah, bueno… Yo lo vi cantar en Fútbol para Todos con un saco turquesa. Lo de Pasión... no lo sabía.
–Jaja. Kun es un personaje, se puede esperar cualquier cosa de él. Le gusta muchísimo cantar y bailar, así que me parece normal que haga esas cosas.
–Cuando yo lo vi cantaba bastante bien...
–También cantaba en la habitación que compartíamos en la concentración del Sub-20, pero no me acuerdo mucho.
–Te hago una difícil: a la hora del canto, entre Tevez, Agüero y Leo Mattioli, ¿con quién te quedás?
–(se ríe) Qué sé yo… Con el grupo Cali, jajaja.
–A vos también te gusta la cumbia, ¿nunca se te ocurrió hacer algo similar a lo de Carlitos y armar tu propio grupo? ¿Andás bien para cantar?
–Nunca haría lo de Carlitos. Me gusta escuchar, bailar, divertirme con eso, pero no me da para cantar o estar en un grupo.
–Bueno, te gusta bailar. Hace poco el Kun copió el pasito de cumbia que mete Carlitos para festejar los goles. ¿Te prenderías en esa?
–Es que no me gusta festejar así. En realidad, no soy de celebrar mucho mis goles, así que menos me pondría a bailar. Aparte bailo, pero no me gusta mucho tampoco.
En cuanto a personalidad, Leo no es tan extravertido como Tevez y menos que menos como Agüero. Más allá de esto, Pablo Zabaleta, su compinche en Cataluña, cuenta que “se suelta cuando entra en confianza. Es un pibe divertido”. Con él ex jugador de San Lorenzo, reciente campeón de la Copa del Rey con el Espanyol, Messi suele compartir mucho de su tiempo libre. “Con Pablo nos vemos cada vez que podemos. Dos o tres veces por semana, seguro, y los fines de semana, siempre. Como nosotros estamos en la Champions y él hasta hace poco estaba con la UEFA y la Copa del Rey, no nos cruzábamos demasiado. Ahora que estamos más tranquilos, nos juntamos siempre. Tranqui, nada del otro mundo: salimos a comer mucho o vamos a tomar algo. Nos vemos bastante”.
–¿Te pudiste vengar de Zabaleta por las veces que te gastó en el Sudamericano de Colombia por las palabras españolas que se te pegaron en los años que llevás acá?
–Sí. Yo le había avisado que le iba a pasar a él también. A mí ahora se me nota menos, pero cuando estaba con los pibes de inferiores tenía que hablar como ellos porque si no no me entendían. Y por ahí se me pegaban palabras que en Argentina pueden sonar raro. Ahora como estoy arriba con un montón de extranjeros, hablan cualquier cosa todos, así que no hay problemas. A Pablo le pasa lo mismo, pero por ahí mete algún comentario que en Argentina sonaría raro. Cuando estábamos en la pileta del hotel en Colombia, le dije: “Ojalá algún día vayas para allá y se te peguen las palabras”. Ahora, cada vez que se le escapa alguna, le recuerdo aquella tarde.
Llega la hora de hacer las fotos en las playas de Gavà. A simple vista, sólo aparece una pareja que disfruta del atardecer. Por supuesto, no bien ve llegar a Leo, se levanta y pide un clic.
“Acá son como más tranquilos –revela Messi–. Te dan cariño, pero es distinto. En Argentina son más caraduras, más demostrativos, más… no sé. En Rosario, el día de Navidad, salí con mi primo a comprar un par de regalos para mi primito y mi sobrinito. Dejamos el auto, caminamos una cuadra y paró uno, paró otro y en un momento ya no podía caminar de la gente que había. Mi primo me quería sacar, pero no podía. Ahí vino un policía y me metió en un local”.
–¿Te asustaste?
–No, no me asusté, al contrario. Era muy lindo ver tanta gente, pero quería seguir y no podía. Los que se asustan son mis familiares, porque nunca sabés qué puede llegar a pasar. A mí me gustó porque además había hinchas de Central. No les importó que yo sea de Newell’s.
Una persona en rollers, provista de casco, rodilleras, coderas, luces de neón (no, mentira) y todo lo que la seguridad demande, se acerca por la rambla y mira como diciendo “será o no será”. “Acá todos hacen así”, revela Leo. De un momento a otro, el patinador se anima y lanza la pregunta. “¿Son buenas estas cámaras digitales?” El interrogado pasa a ser el fotógrafo, mientras Leo sonríe con ganas.
Empieza el regreso a Les Corts, el barrio cercano al Camp Nou que albergó por años a los Messi y que pronto le dejará su lugar a la nueva casa de Castelldefels, “castillo de fieles”, según cuenta un lugareño. Por supuesto, allí también vive Ronnie. Y claro, ¿qué mejor lugar para la realeza del fútbol?
–En Rosario no, ¿en Barcelona podés caminar tranquilo?
–Según la zona. Acá hay muchos turistas y por ahí no se dan cuenta. La gente de Barcelona me conoce, me saluda y sí, hay lugares en los que puedo andar tranqui... Acá no salís a ningún lado, pa –avisa Leo, mientras Jorge yerra el camino y enfila de nuevo para la playa.
–No, yo para sacar una foto acá. ¿Sirve este lugar, Jordi? –intenta disimular con la pregunta al fotógrafo un sonriente papá Messi.
–¡Noooo, te equivocaste, jajaja! –estalla Leo y contagia la carcajada.
Habrá algunas dudas acerca de cómo volver, pero no en que el partido de ida contra Chelsea por la Champions terminó de darle el golpe de horno a su explosión mediática. Podría pensarse que le cambió la vida, pero… En realidad, a su papá y representante sí. De hecho, debió dejar de atender el teléfono por unos días a raíz del acoso, pero en lo que respecta a Leo… “Para mí fue un partido más, aunque terminó siendo uno de los más importantes por el rival. Lo mismo pasó con el Real Madrid. Son dos equipos grandes y, si te salen las cosas bien, se nota más y se destaca más. Igual, a mí no me cambió en nada”.
A propósito de la jugada que derivó en la expulsión de Del Horno… Durante la producción de fotos con la camiseta de la Selección, todavía se le notaba la marca de la patada criminal del vasco que terminó con la vida útil de la calza de Leo, quien aquella tarde reconoció: “No me dolió, pero en ese momento estaba re caliente”. Acotación al margen, después de la roja al ex lateral del Athletic de Bilbao, una vez ya consumada la derrota de los Blues, Mourinho aprovechó la conferencia de prensa para acusar a Messi de hacer teatro.
Más allá de la filosa lengua del portugués, Leo se lo tomó con calma de cara a la revancha. “Cuando dijo eso, ni le respondí. No abrí la boca para nada. Me dio bronca haberme lesionado porque era un lindo partido por el ambiente, por toda la gente que había y por cómo se presentaba el juego, ya que al estar en desventaja, ellos iban a tener que salir y entonces imaginaba más ocasiones de gol para nosotros, más espacios para hacerles daño… Por todas esas cosas me dolió salir. Pero no por querer demostrarle algo a Mourinho o por tener algo en su contra”.
Puede sonar loco, pero según cuenta Héctor, uno de los vendedores de la tienda oficial del Barcelona cercana a la Sagrada Familia, “muchos ingleses llevan la camiseta de Leo”. De hecho, en pleno Camp Nou, Stephen, un inglés fana del Barsa, de Boca y de la Bombonera, al extremo de llevar puesta la casaca xeneize, admitió preferir a Messi por sobre Wayne Rooney, el chico maravilla de los británicos.
Con respecto a la venta de camisetas, depende del lugar, pero la de Leo está casi siempre en el segundo puesto. En algunos sitios marcha solitariamente como escolta; en otros, junto a la de Eto’o; en otros, con la de Puyol o Deco. Pero siempre detrás de la figura insoslayable de Ronaldinho, por el momento imbatible en el primer puesto de ese rubro. “Igual, desde septiembre del año pasado, Messi viene subiendo todos los meses. Además, este año no tuvo mucho merchandising. Imagino que no esperaban semejante evolución”, agrega Héctor.
–¿Te gustaría que hicieran un muñeco tuyo tipo Barbie en versión masculina, como el que tienen Eto'o o Valdés?
–Qué sé yo, jaja. Es lindo por mis sobrinitos, por mis primitos, que cuando lo vean, les va a hacer bastante gracia.
–Pero Leo ya tiene –comenta Jorge.
–No, papi, los Toons son otros –lo corrige Lionel.
–Sí, vi el de Ronaldinho: le metieron unos dientes interesantes. Y a Maxi López lo hicieron con rollers. ¿El tuyo está bueno?
–Lo hicieron muy parecido –se ríe Jorge–. Está muy bien logrado.
Será cuestión de esperar para los muñecos, pero la camiseta número 19 se vende más que las patatas bravas en los bares cada vez que juega el Barsa. En la Selección adoptó el mismo número. En el Mundial Sub-20 se coronó con la 18 y hasta le hizo ganar la quiniela a un vecino. Pero en la mayor, ese dorsal ya tenía dueño: “La 18 es del Kily y yo no se la iba a sacar. Además, como en el Barsa me dieron la 19, me quedé con esa”.
–Entiendo tus motivos, pero Maradona quiere que uses la 10. ¿Qué vas a hacer? ¿Te quedás con la 19?
–En realidad, todavía no tengo ningún número asignado. A mí que me den cualquiera del 1 al 23, lo único que quiero es estar en la lista definitiva y jugar. No me interesa el número, eso es lo de menos.
–¿Pero si te dan la 10?
–(Se ríe) Claro que me gustaría, pero ya te digo, me da lo mismo la 19 o la 18.
–¿Ya te animaste a llamar a Diego?
–No, no, hablé pocas veces con él. Siempre hubo re buena onda, re bien, pero para llamarlo no me da.
El eterno monarca de la pelota ya hizo el pedido, en una clara muestra de confianza para el heredero que él mismo se encargó de seleccionar. El joven príncipe ya dejó en claro que él también confía. Ante todo esto, no se trata de festejar por adelantado, pero sí de animarse a soñar. Hace menos de un año, no bien terminado el Mundial Sub-20, Leo contaba que antes de viajar hacia Holanda tenía fe en ser campeón, goleador y mejor jugador. ¡Y consiguió todo!
Igual, tranquilos, que en Alemania se arregla con menos: “Salir goleador y mejor jugador sería muy lindo, pero bueno, con ser campeón me conformo”.
Los argentinos también, su majestad. Los argentinos también...
Para algunos, el alemán Markus Merk es el mejor árbitro del mundo. Para los argentinos, seguro que no. Y para Messi, menos. Además de expulsarlo injustamente en su debut en la Selección, 30 segundos después de su ingreso ante Hungría, el germano agregó otro motivo a la lista. “Ahora ya tengo menos bronca con él –admite–, pero me lo volví a cruzar en el partido contra el Chelsea y me lesioné. Es terrible el árbitro ese. Ojalá que no se nos cruce en Alemania porque estamos al horno... Aquel día fui a saludarlo, me dio la mano, pero no me miró. Después lo seguía con la vista y ni bola. Quizá no quiso agrandar el lío, porque nunca me miró”.
Inoportuno y doloroso, apareció el 7 de marzo, en la revancha por la Champions ante el Chelsea. Desde allí, el desgarro en el isquiotibial derecho no dejó en paz a Messi. Cuando parecía que el regreso a las canchas estaba por concretarse, la lesión atacó de nuevo. “La ansiedad por querer estar con el grupo me hizo apurar un poco, yo quería jugar“, reconoció Leo. Para que se sacudiera la ansiedad por volver a jugar, entre su entorno y el Barcelona decidieron que viajara por una semana a la Argentina. “A Leo le hizo muy bien volver –dijo papá Jorge–. Hizo la recuperación en Arroyo Seco, a 10 minutos de nuestra casa en Rosario. El club mandó un médico para atenderlo personalmente (Juan Brau) y el cuerpo médico de la Selección también participó. Ellos dicen que todo va a andar fenómeno. Y a Leo le vino bien para tranquilizarse.“ Según Donato Villani, médico de la Selección, “la nueva lesión no es lo mismo que un desgarro, pero debe tratarse como si lo fuera. Se cura con reposo y kinesiología. No hay que hablar de tiempos, sólo importa la salud de Leo”.
Si hay un partido que Messi atesora con mucho cariño, es el primero que jugó de titular por eliminatorias, en Núñez, contra Perú: “Está en el top de mis recuerdos, sobre todo porque fue el primero en Argentina, con la Selección mayor y en cancha de River. Siempre dije que mi sueño era jugar con una hinchada argentina de fondo, no me importaba de qué equipo. Y bueno, por suerte se me dio con la camiseta de la Selección y, encima, tuvimos la suerte de ganar. Fue todo muy lindo, inolvidable. En España la gente lo vive diferente. Con mucha pasión, pero a su manera. Cantan o gritan de otra forma, más tranqui. Nuestro país es uno de los lugares en los que más lindo se vive el fútbol”.
Hace unas semanas, estalló en los medios la aparición del heredero de Messi. Su primo Bruno Biancucchi, quien juega en Renato Cesarini, llenó las páginas de medios de todo el mundo, que lo marcaban como el nuevo crack de la familia. “Estas son cosas que arman los periodistas –analiza Leo–. Bruno tiene nueve años. Es verdad que juega bien, yo lo vi con los pibitos de su edad y los pasa fácil. Hace cosas diferentes, pero cuando se empiezan a hablar todas estas cosas, no le gusta porque los pibes del barrio por ahí lo cargan y lo hacen sentir mal. Con mis hermanos no pude jugar, así que ojalá pueda hacerlo con mis primos, pero hay que ir con calma”.
Evidentemente hay una cuestión de sangre. ¿O no, Jorge? “Yo jugaba al medio y era mejor que Leo… No, no, es broma”, se ríe con ganas.
–¿Era bueno tu viejo, Leo?
–Antes íbamos a un club, pero como yo jugaba en otra canchita, no lo vi. Después se cortó el tendón y ya no pateó más.
–¿Se perdió mucho, Jorge?
–No, pero está aprendiendo, ja. Los genes lo acompañan, jaja.
La derrota de Argentina 3-2 ante Croacia dejó dos conclusiones bien claras. Una es que deben ajustarse algunos desacoples defensivos. Y la otra es que Leo tiene chapa de titular. Para quienes no lo recuerdan, aquel día anotó un gol y tres cuartos. “En el del empate, me parece que mi definición entraba. Carlitos la empujó en la línea, pero igual está todo bien. Fue gol y en ese momento no te importa quién lo hace. Después vino mi primer festejo en la mayor, pero lo viví como uno más. Lo grité con ganas porque era el segundo, pero para mí fue igual que cualquier otro. En cuanto al resultado, a veces es bueno perder para corregir cosas. Mejor ahora que en el Mundial, donde una derrota te hace volver”.
Por Marcelo Orlandini (2006).
Fotos: Jordi Play.
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