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Molinari, entre la ilusión y la tristeza
El gimnasta de 33 años sufrió la muerte de su entrenador y viajó a Montreal para su último Mundial.
Molinari, en acción. Resurgió con el oro en el Panamericano y busca ponerle un moño a su carrera en Montreal.
En Mardel fue coach de Jato en la consagración y lo acompañaron su esposa y dos hijos. Todos unidos.
Fede, en Pilar, durante la construcción del comedor de Manos en Acción. Le dan de comer a los chicos carenciados de la zona.
-Sí, venía de una serie de lesiones y no sabía cómo iba a responder mi cuerpo. Por suerte los dolores pasaron y volví a hacer las cosas de antes, a disfrutar, a sentirme joven. Sé que estoy en la etapa final de mi carrera y la quiero aprovechar. Pienso terminar este año y seguramente hacer otro más antes de retirarme.
-¿Qué sentís cuando dicen que sos el mejor gimnasta de la historia?
-A los títulos no les doy tanta importancia porque, además, creo que en el futuro habrá mejores gimnastas que yo, como Julián (Jato), que viene logrando a su edad cosas que nadie hizo antes. Yo estoy muy contento de haberme dedicado a lo que me gusta y haber podido alcanzar los objetivos que me propuse. Y tuve la suerte de que, con mi resultado en Londres 2012, la gimnasia se hizo más popular.
-Justamente tu legado va más allá de los resultados, con tu empuje y determinación llevaste la gimnasia a otro nivel.
-El resultado de Londres fue un boom muy grande y quizá yo ayude con mi presencia en el teatro o en programas populares de TV. La gimnasia se masificó bastante y hoy lo noto en mi escuela en Don Torcuato, donde tengo 300 alumnos tras sólo 14 meses desde la apertura. Hay muchos chicos y padres que están interesados, por eso estoy cerrando alianza con una conocida marca nacional de gimnasios para abrir dos sucursales, una en el Centro y otra en zona Oeste. La idea que sean multiespacios, no sólo para los chicos sino también para los padres que los llevan.
-¿Y cómo hacés para también dedicar tiempo a la ayuda social?
-Me hago tiempo porque me encanta y porque Weber Saint Gobain es el único sponsor que me ayuda a ayudar. Nosotros, los deportistas amateur, no tenemos dinero para hacer donaciones y esta empresa, a través de su programa Huella Weber, nos facilita dejar justamente una marca en la sociedad, el devolver algo... Es un orgullo que me haya elegido a mí. Por suerte, con otros deportistas olímpicos, se formó un gran grupo de embajadores y yo, por caso elegí ayudar a un comedor en Pilar, llamado Manos en Acción, que ayuda a chicos pobres del barrio. A veces uno no se da cuenta de la importancia de la comida, pero cada vez que voy ahí me pongo en el lugar de ellos y me da más ganas de colaborar. Tanto que ya estamos trabajando en un nuevo proyecto para ayudar a otro lugar.
Molinari, un todoterreno que deja su huella. No importa qué desafío aparezca en su vida.