Juan José Pizzuti, el inmortal
En un nuevo aniversario de su natalicio recordamos los momentos fundamentales de su trayectoria. Un hombre que llegó a ser más ídolo como técnico que como jugador, a pesar de haber sido un crack. Ilustrado con imágenes incunables.
Desde los comienzos como goleador en Banfield hasta su definitiva consagración como técnico de Racing, la vida deportiva de Juan José Pizzuti se nutrió de las más variadas sensaciones. La primera frustración en River. El cambio de función y sus perjuicios. Su prolongada trayectoria por los clubes grandes. La primera época de Racing plagada de inseguridades, su paso fugaz por Boca y el retorno. La adaptación definitiva. Su madurez y la pasión permanente por el gol. El afecto imborrable hacia Eliseo Mouriño. Su admiración por Félix Loustau. Walter Gómez. . . Hasta allí su primer gran ciclo. Después, la iniciación en Chacarita como director técnico. El equipo de José y la gloria de la Copa Intercontinental. La esperanza de la selección. Pero es mejor que el propio Pizzuti se encargue de contarlo...
BANFIELD
Fue el club de mi época de sueños. Comencé en la quinta división. Cuando tenía 17 años y era jugador de tercera se produjo mi debut en la primera. Ocurrió en 1944, en un partido contra Rosario Central, que ganamos 4 a 2. Marqué un gol y ese día me sentí enormemente feliz. En Banfield estuve hasta 1950 y de aquella etapa me quedaron recuerdos imborrables. El técnico era don Emilio Baldonedo, mi gran maestro. Jugaba de interior derecho y hacía lo que normalmente ahora se llama media puntada, pero siempre estaba buscando el gol. En 1948 fui goleador del campeonato. Tenía de compañeros de equipo a Eliseo Mouriño, Tolosa, Bagnatto y muchos otros muchachos con los que llegué de las divisiones inferiores y a los cuales me une una perdurable amistad. Era un equipo con profundidad, con deseos de superación, y ya se insinuaba esa gran campaña del 51 de la que, lamentablemente, no pude tomar parte porque ya se había concretado mi transferencia e River. Banfierd fue el club de mi adolescencia, de mi niñez, por eso los recuerdos se rodean de un sabor distinto... Allí todo era esperanza, confianza en el porvenir...
RIVER
En River me asomé al fútbol grande. Sin embargo, el cambio de función no me benefició. Todavía me faltaba experiencia y el bajar al medio campo me alejó del gol, que era en definitiva mi verdadera obsesión. Al principio las cosas no caminaban. Junto conmigo se habían incorporado Venini, Pérez y Vernazza, y nos llevó un tiempo conseguir el funcionamiento. Se produjo una gran levantada en la segunda rueda y al final terminamos a un solo punto de Banfield y Racing. Integré una gran delantera con Vernazza, Walter Gómez, Labruna y Lous-tau. Mi primera gran ilusión no llegó a cristalizarse. Jugué apenas una temporada. Al finalizar 1951 tuve algunos problemas extrafutbolísticos (ya estaban preparando a Prado para lanzarlo a la primera) y se hizo mi pase a Racing. La frustración no llegó a desalentarme, aunque me hizo comprender la gran diferencia que significa jugar en un equipo grande, con la imperiosa necesidad de conseguir los puntos. En River vi el triunfo de cerca, pero no pude saborearlo totalmente. Conocí a una gran muchachada y, especialmente, a Walter Gómez y Loustau, dos jugadores excepcionales...
ELISEO MOURIÑO
El gallego fue como un hermano para mí. Nos conocimos a la hora de las esperanzas en las inferiores de Banfield y nos prolongamos en el afecto hasta que el destino se llevó su vida. Su imagen de caballero que aparecía en la cancha no podía ser otra en ningún momento de su existencia. Leal, mesurado, honesto, dispuesto a ayudar a quien lo necesitase. Con su humildad inalterable. Ya sea cuando remábamos juntos en la modestia de Banfield, como cuando vistió la pesada fama de Boca o era pieza imprescindible en la selección nacional. ¡Y qué jugador...! No estaba en el lujo, pero uno a su lado se sentía respaldado por su despliegue incansable, demoledor. Su vocación por el fútbol ara el motivo de todos sus 'actos, de todas sus conversaciones. Cuando concurríamos a algún homenaje o alguna comida le preguntaba si iba a hablar de fútbol y le decía: "Vos, gallego, te sentás bien lejos de mi lugar. No quiero escuchar nada relacionado con la pelota..." Eliseo no se afectaba y sus gestos denunciaban siempre cuál era su pasión en los diálogos.
LOS GOLES
Realmente me causa gracia cuando se habla de la división de funciones de los jugadores. "Que soy volante... Que soy media puntada... Que yo juego de punta..." A mí hasta en los momentos más difíciles de mi carrera me gustó el arco. Siempre me tuve fe para probar desde cualquier distancia. No tuve problemas de perfiles y creo que le pegaba bastante bien con cualquiera de las dos piernas. A través de toda mi campaña hice cerca de 180 goles aunque arrancara desde el medio campo. En dos oportunidades fui goleador del campeonato: En 1948 y en 1953. En 1958 Manfredini anotó 18 y yo estuve en 15. En 1961 volví a ser goleador del equipo. Hubo muchos tantos que significaron algo importante, pero el que más recuerdo es el que le hice a Brasil en el Sudamericano del 59. Fue, si se quiere, un gol de "lotería". Picaron Sosa y Bellini a buscar un centro y el balón los sobró. Yo que estaba atrás, casi de rodillas, le di con la cabeza y la pelota se metió entre las piernas de Gilmar; Hubo un poco de suerte, pero significó el campeonato...
RACING
Aquí llegó la culminación de mi carrera deportiva. En Racing estuve nueve años como jugador con un pequeño paréntesis intermedio y más de cuatro como técnico. Recogí las satisfacciones más grandes de mi vida, pero también soporté muchos sinsabores. Cuando llegué de River continué con el paso cambiado. No podía recuperar mi funcionamiento de Banfield. No lograba adaptarme al cambio. Además, Racing acababa de finalizar su ciclo más importante del profesionalismo y es sabido que luego de los grandes triunfos es cuando se hace más difícil mantener el nivel. Comencé jugando en reserva y hasta 1953 no pude consolidarme en primera.
Ese año fui recuperando poco a poco la confianza e incluso me clasifiqué goleador del campeonato. Sin embargo no lograba serenarme. Corría todas las pelotas. Me desgastaba inútilmente. Al terminar 1954 terminó mi primer ciclo sin pena pero con muy poca gloria. Después Boca por un año y otra vez Racing en 1956. Y ésa fue la temporada de mi maduración futbolística. Tanto transitar por clubes grandes me había dado finalmente la serenidad. Ya me realicé como futbolista. Estaba en el armado del juego y estaba en el gol.
Me encontré con la capacidad de Corbatta, con el pique imparable de Manfredini, con la calidad de Sosa y la enorme habilidad de Belén. Ese equipo fue el más brillante que integré, y tras ganar el campeonato de 1958 nos volvimos a consagrar en 1961. Los gritos hostiles de la primera época se habían transformado en un aliento interminable. Si antes yo era el culpable hasta de una pifiada de Dellacha, ahora cualquier error mío se lo contabilizaban a otro. Al terminar 1961 se dio el extraño caso que siendo capitán y goleador me tomaron como cabecilla de un movimiento por el solo hecho de defender los intereses del plantel, y me dieron el pase en blanco.
EL SUDAMERICANO DE 1959
Stábile no me tenía ninguna simpatía. Además en la década de los años cincuenta al sesenta se jugaron pocos partidos internacionales. La cuestión es que el Sudamericano del 59 fue una de mis pocas incursiones en el seleccionado. Con Guillermo terminamos charlando de fútbol en la asociación de técnicos dentro de un tono cordialísimo, pero ya desde la primera época de Racing nos llevábamos mal. No me quería como jugador y cuando se produjo el mundial de Suecia existía la duda entre Sanfilippo y yo.
Como el técnico era Stábile, viajó el Nene. El ciclo brillante de mi vida futbolística lo tuve entre 1957 y 1961. Y cuando se disputó el sudamericano de Buenos Aires fuimos incorporados con Mouriño a último momento. Los técnicos eran Della Torre, Barreiro y Spinetto. El equipo terminó invicto y el empate del último partido frente a Brasil significó el campeonato y un poco la reivindicación del fracaso del Mundial. Fue uno de los recuerdos más queridos. Sin embargo había un diario que nos daba con todo y el principal condenado era Spinetto. Nos reuníamos siempre a leer-lo y festejarlo. Cuando ya éramos campeones pensamos con Spinetto que iba a cambiar la posición, pe-ro no fue así. "Hasta la vuelta..." fue la despedida a don Victorio y lo castigaba rudamente.
LA CONDUCTA
A través de mi larga campaña como jugador tuve solo dos expulsiones. Es que siempre comprendí que el jugador es la parte imprescindible del espectáculo y a él se debe. Lo curioso es que las dos veces el problema fue con el mismo jugador: Roberto Moreno. En 1956 en cancha de Racing, jugando para Chacarita, le entró muy fuerte a Sánchez, yo quise salir en su defensa y me le fui encima. El desborde me costó una suspensión de seis fechas. Al año siguiente él estaba en Estudiantes y nos volvimos a encontrar en forma nada cariñosa. Lo lamentable fue que el partido Racing lo ganó tres a cero y yo me tuve que pasar la noche junto a Moreno en el cuartel de Bomberos de La Plata, porque en ese tiempo se usaba la detención de los expulsados. El frío que soportamos fue polar y tuvimos toda la noche para la reflexión. Nos reímos largamente de la consecuencia de nuestra irascibilidad. Nunca más tuvimos problemas...
FÉLIX LOUSTAU
Lo admiraba en los tiempos en que integraba la máquina. Después tuve la fortuna de jugar con él y me confirmó plenamente todas sus virtudes. Fue el mejor jugador que vi moverse en una cancha argentina. Nunca se sabía cuál iba a ser su arranque siguiente, pero siempre terminaba la jugada que comenzaba. Félix se adelantó a su época.
Era la habilidad y la sorpresa. La picardía y la alegría dentro y fuera del campo. Una vez habíamos ido con River a jugar un partido a Córdoba y dormíamos en una habitación, Félix, Walter Gómez y yo. Era el día del regreso y debíamos levantarnos para tomar el micro de vuelta. Loustau estaba pegado a la almohada y no había forma de hacerlo levantar. Nosotros tampoco insistíamos demasiado. "Que nos esperen... Que nos esperen... ", repetía intermitentemente. "¿No saben que nosotros somos las estrellas?" Cuando salimos no encontramos ni siquiera un taxi y llegamos con el corazón en la boca... Félix es un gran amigo que me dejó el fútbol.
BOCA
Cuando llegue por primera vez era un perseguido de la mala suerte. Boca había salido campeón el año anterior (no podía acertar nunca en la llegada a los clubes) y tenía un gran equipo. Formé en una delantera con Navarro, Borrello, Rosello y Cuchiaroni allá por 1955. Al término de la primera rueda llevábamos cuatro puntos. Después se produjeron problemas políticos que alteraron el funcionamiento del club. Mi pase definitivo costaba 250.000 pesos y no se hizo uso de la opción. El nuevo retorno fue en 1962 cuando mi estrella ya se apagaba. Sin embargo me llenó de orgullo que todavía confiaran en mí. No jugué gran cantidad de partidos, pero ya la suerte me había cambiado. Mi gran satisfacción es que desde 1951, en que llegué a River, hasta el 63, en que abandoné el fútbol, siempre estuve en clubes grandes. No debí pagar el precio de la decadencia jugando en cualquier parte. El índice de lo que era Boca en 1963 lo da un hecho simple. En reserva actuábamos Corbatta, yo, Del Vecchio, Grillo y Pérez... Cuando llegó el final, Pedernera me ofreció para que colaborara en La Candela, pero todavía no estaba totalmente definido y decidí esperar...
CHACARITA
A principios de 1964 me entrenaba en Banfield y estuve a punto de incorporarme nuevamente. Finalmente, la posibilidad no prosperó y aunque había pensado dedicarme a la dirección técnica, nunca me imaginé que la oportunidad llegaría tan pronto. La gente de Chacarita me hizo el ofrecimiento y tras madurar la respuesta acepté. Ya se habían jugado siete fechas del campeonato y el equipo tenía apenas dos puntos con 3 goles a favor y 11 en contra. El debut se produjo precisamente contra Banfield. Ganamos 2 a 0 y ese día sentí una extraña sensación mezcla de alegría y nostalgia. A pesar de todos los problemas propios de un club chico con escasos recursos económicos, fuimos sumando puntos. Al final terminamos quintos y en la segunda rueda nos superaron solamente dos equipos. En la nueva función traté de volcar todo lo que me había enseñado la vida. Hablar de frente con los jugadores y no exigirles más de lo que realmente pueden rendir. Tenía en Chacarita a Conigliaro, Roldán, Rambert, Blanco y otros buenos valores. Al año siguiente cambiaron las autoridades y aumentaron las pretensiones. Les fui claro y les dije que no había equipo para ambiciones mayores. Como ya había recibido una propuesta de Racing, presenté mi renuncia. Chacarita fue el primer escalón del nuevo trabajo.
EL EQUIPO DE JOSÉ
Yo fui el primer sorprendido. Cuando debuté contra River corría el mes de setiembre y ganamos 3 a 1. Pensé que aquí las esperanzas podrían ser mayores que en Chacarita, pero nunca me imaginé la revolución que llegaría a causar ese plantel. En 1965 terminamos en el séptimo puesto e iniciamos un trabajo sicológico. El equipo se compenetró de una confianza ganadora que no se podía quebrantar. Como Pantrelli se había ido y yo me carteaba con Maschio pensé en la posibilidad de traerlo para tener un conductor de juego. Saccol me quería matar cuando se lo insinué pensando que el Bocha estaba de vuelta. Le respondí que lo necesitábamos solamente por uno o dos años. Humberto me confirmó que estaba en buen estado y le elegí la oportunidad del debut. Fue contra Chacarita, a quien conocía muy bien. El tiempo me fue dando la razón y todo el vértigo de aquel equipo descansaba en la inteligencia de Maschio.
La idea de jugar al ollazo la dieron las características de los defensores que subían con una fe ciega. Racing del 66 estaba para ese tipo de juego y por eso lo intentaba siempre. El estribillo del público me elevó hasta una popularidad insospechada, pero siempre reconocí que el gran mérito había sido de los jugadores. Jamás tuve problemas con nadie. Lo importante de un técnico es demostrarle a sus dirigidos que domina la materia, que tiene personalidad y que está dispuesto a no dejarlos manosear en ningún momento. Después de la gloria llegó la época del declive como pasa siempre en estas circunstancias. El equipo dejó de sorprender con su juego y los horizontes parecían alcanzados. A pesar del enojo de Rudríguez y Martín ya haría tiempo que les había avisado que quedarían libres. Seguí yendo de frente y sin artimañas. El Racing del 66 llegó a imponer una potencia y a alcanzar un prestigio que va a ser difícil de repetir y de los que no podré olvidarme jamás.
LA COPA INTERCONTINENTAL
Cuando fuimos a Escocia nadie creía en nosotros. Yo había visto al Celtic frente a Peñarol y sabía que era un gran equipo. Allá nos superaron claramente, pero al final ganaron de casualidad. Porque si Rodríguez hace ese gol que se perdió sobre la hora, los comentarios hubiesen sido distintos. Después del triunfo en Buenos Aires estaba seguro que la Copa sería nuestra. Lo que más me lastimó en la final fue la hostilidad del público uruguayo. Si bien nosotros habíamos eliminado a Nacional, en ese momento representábamos al continente. Era mucho lo que se jugaba y los nervios tuvieron un papel importante. De todas maneras Racing supo remontar todas las presiones, y la satisfacción del primer campeonato del mundo era mucho más de lo que podía haber soñado un par de años antes, cuando siguiendo el fuego sagrado del fútbol me había iniciado como técnico en Chacarita. La tarde de Montevideo y aquel golazo de Cárdenas se me grabaron como recuerdos inolvidables.
PERFUMO
Es el símbolo de la época actual. La vigencia de la calidad en el jugador. Roberto es el valor más importante de los últimos tiempos. Tal vez le falte perfeccionarse en el juego de alto para llegar al grado óptimo de rendimiento. Pero es un jugador integral. Inteligente, capaz y responsable. La eliminación de Argentina lo encontró como el responsable de muchos. Pero eso le pasa a los que saben, porque de ellos se espera el milagro y esa vez el milagro no se dio. Perfumo es el ejemplo para que sigamos creyendo en nuestro fútbol. Más allá de los resultados, por encima de las circunstancias adversas. Yo sé lo importante que es en Racing y sé lo que significa para la selección...
LA SELECCIÓN
Con Racing ya se habían concretado todos los anhelos. Ya no existían metas inmediatas. Mi ciclo en el club me parecía cumplido. La gente al final se aburre de ver siempre las mismas caras. Cuando recibí la propuesta del interventor para hacerme cargo de la selección, comprendí que allí estaba mi puesto. La gran revolución que falta es la que puede realizar el seleccionado. Lo demás está todo dicho. Y honestamente me tengo fe. Porque creo que sé analizar muy bien el fútbol. Porque me siento en condiciones da iniciar la obra y porque creo que las cosas se van a encaminar definitivamente. Sé la responsabilidad que implica ser el técnico de la selección nacional, pero pedí todas las garantías y lo acepté con absoluta confianza. Mucha gente dice que nos estamos adelantando demasiado, pero lo importante es ir compitiendo. Saber en qué lugar estamos y que el mundo entero sepa que Argentina sigue existiendo futbolísticamente aunque no esté en México. Mi gran carta es el juvenil y como ésta es una empresa de todos, necesito la colaboración de los demás técnicos. Con Bravo estamos preparando carpetas con detalles completos de todos los jóvenes con posibilidades. Yo trabajo para perdurar, pero si mañana me toca irme, el que me siga tendrá el camino abierto.
Revista SPORT (1970).