2004. El trío de La Plata
De pibes cualquier laburo era bueno para ganarse unos mangos, en 2004 Marcelo Carrusca (21), Mariano Pavone (22) y José Sosa (19) ,eran amigos y compinches y las joyas de Estudiantes.
![](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/ea/8f/ea8f346d8c1867e9b89fb8c7c71c44cbf9f02487.jpg)
Otoño, 1994. Marcelito baja del camión de reparto, con mucho cuidado, no sea cosa de que se rompan los huevos, y papá Carlos pierda medio día de trabajo. Al mismo tiempo, a unos kilómetros de distancia, Josesito le da duro a la leña con su hacha, con precaución, para no errarle al tronco y quedarse sin el pulgar. Marianito, desde Tres Sargentos, recorre las calles de su pueblo intentando vender aunque sea un billete de Súbito y después junta unos cajones de Coca-Cola para llegar al mostrador y atender el quiosco de la familia.
Primavera, 2004. Pasaron diez años, y Marcelito hoy es Carrusca, Josecito es Sosa y Marianito es Pavone. Los tres se juntan en La Plata para hacer de las suyas, todos los días. El ex repartidor de huevos es la manija de Estudiantes. “Ojo con eso de ‘ex’, porque el otro día fui a visitar a mi viejo y terminé haciendo el reparto con él, todavía me hace laburar. Mi familia tiene gallinas ponedoras hace mucho tiempo y, como yo necesitaba algo de plata, llevaba los huevos a Berazategui, a Cañuelas... Estaba bueno, pero cuando empecé con el fútbol, digamos que me retiré”, cuenta Carrusca. El ex talador de leña es Sosita, el niño habilidoso del equipo de Mostaza. “Un año antes de ir a La Plata, un amigo del colegio me ofreció trabajar con él. Yo quería la guita para poder salir, para comprarme cosas, como todo chico. Me acuerdo de que trabajaba a la mañana, cortaba leña, después me iba al colegio y, a la tardecita, a entrenarme. Volvía a mi casa y me quedaba planchado, estaba muerto”, recuerda. El ex vendedor de lotería es el Tanque, el goleador que intenta hacer olvidar al ídolo Farías. “De chico tuve dos laburos: vendía la lotería Súbito, tocando todas las puertas de las casas de Tres Sargentos, donde viven unas 400 personas. Y si no, le ayudaba a mi papá y atendía su quiosco. Una vez le afané como 50 pesos en chocolates, y me corrió por toda una playa de estacionamiento. Yo le iba tirando los chocolatines por la cabeza para que no me agarrara…”, se ríe Mariano.
![Imagen Pavone hace el aguante, Sosa está en el entrepiso y Carrusca disfruta de la cima. La frescura del ataque de Estudiantes.](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/a5/e9/a5e901b98a015b3e319daafb3e4c8449b039d125.jpg)
Son amigos y compinches. Los tres tuvieron trabajos atípicos, y hoy son las joyas del equipo de Merlo. ¿Qué mejores profesionales para este Estudiantes? Rapidez para repartir huevos o fútbol, precisión para clavar el hacha o un pase gol, y picardía y velocidad para vender un billete de lotería o, simplemente, definir por arriba del arquero…
PINCHARRATAS A FULL
Carrusca llegó a Estudiantes a los once años, después de jugar desde los cinco en el club 12 de Septiembre, en La Plata, y de caerse del tractor del abuelo y hacerse una cicatriz arriba de la boca, que todavía conserva. Aunque era muy habilidoso, estuvo a punto de quedarse afuera del Pincha. “No me querían poner porque decían que era muy flaquito para jugar en AFA. Después, se me hizo muy difícil en Novena y Octava, sólo entraba quince minutos, nunca jugaba un partido entero.” Las cosas empezaron a funcionar con los años y, en reserva, el llamado de la celeste y blanca no tardó en llegar. En la Selección, Chelo se hizo famoso en la Sub-20 que ganó el Sudamericano de Uruguay, con compañeros como Tevez, Mascherano, Maxi López y Cavenaghi, con quien chatea siempre, aunque el huso horario ruso no ayude mucho.
“Con Fernando hablamos bastante. Se caga de risa, no les entiende nada a los rusos. Nos conocimos en ese grupo que fue campeón. Nunca me divertí tanto en una cancha como con ese equipo”, recuerda. Los entrenamientos en Ezeiza continuaron, y Carrusca formó parte del plantel que disputó el Mundial de Emiratos Arabes, en 2003, donde la Argentina finalizó cuarta. Durante el torneo, Chelo se hizo compinche del que hoy lo vuelve loco en la habitación: José Sosa. El Principito, como lo apodó el técnico Gustavo Rezza, por su parecido en el juego con Francescoli, llegó a Estudiantes en el 2000, después de varias pruebas y de ser figura en su club de barrio, Cremería. “El club estaba bueno, era tipo un country, con pileta y todo. Ibamos a entrenarnos todas las tardes y jugábamos con mis amigos. Arranqué ahí a los siete años. En realidad, el fútbol siempre me gustó porque atrás de casa teníamos un campito y me quedaba hasta la noche jugando. Pero en Estudiantes no la pasé bien al principio, era muy difícil, porque los chicos que ya estaban nos hacían la vida imposible a los nuevos. Cuidaban su lugar y no había muy buena onda que digamos”, reconoce, y le tira flores a su compañero en la creación: “El Chelo es un fenómeno, somos amigos desde que nos conocimos. Siempre me ayudó a adaptarme a la ciudad. Me invitaba a su casa, y nuestros viejos se hicieron amigos”.
Sosa, a quien de chico su pasatiempo le trajo más de un golpe –era “bajador de escalones sobre bicicleta”–, prefiere quedarse encerrado en su casa cuando vuelve a Carcarañá, porque el pueblo se le viene encima cada vez que “el famoso” se toma un día para estar con su familia. No tiene auto ni problemas para llegar al entrenamiento. Uno de los choferes del plantel lo pasa a buscar, con el equipo de audio a full, regalando música a todo el barrio: el Tanque Pavone. “Sí, primero busco a Marcos Angeleri y después pasamos por lo de José. Llegamos al entrenamiento con el volumen al mango para cargar las pilas. Entrenarte todos los días no es fácil, pero si llegás cantando con amigos, es otra cosa”, explica. Mariano –fanático de Los Simpson– se puso la de Estudiantes después de un paso en inferiores por Sarmiento, de Junín, y Boca, donde fue campeón en Novena y Octava, junto a Coloccini, Marinelli, Colautti & Cía. Al club xeneize viajaba dos veces por semana y jugaba los sábados, pero no se pudo adaptar a Casa Amarilla y volvió a sus pagos, aunque en el camino lo interceptó la gente de Estudiantes y ni tuvo que someterse a una prueba: lo hicieron firmar en el momento. “En inferiores me iba bastante bien, pero nada que ver con lo que fue debutar en Primera. Lo que hacía en reserva no lo podía hacer cuando me subían, y entonces me volvían a bajar. En reserva tiraba un caño y en Primera me caía, era así. Me apuraba, trataba de girar siempre y no descargaba. Por suerte pude entender que me estaba equivocando, y ahora las cosas van mejor”, aclara el goleador. El Tanque –“un Panzer alemán”, según el Profe Valgoni– entendió, aprovechó una gira por Alemania y la rompió ante Schalke, Hildsheim y el Saarbrucken. Tenía sólo 20 años…
BUENOS ESTUDIANTES
No podían ser malos alumnos jugando en el club en el que son figuras. O al menos eso es lo que confiesan, medio en serio, medio en broma. “En el colegio me iba bien –recuerda Carrusca–. En el secundario, se podría decir que zafaba. Pasa que, entre los entrenamientos de Estudiantes y la selección juvenil, no me daban los horarios para estudiar. Por suerte, en la escuela me dejaron cambiar algunos turnos y pude dar dos años libres. Terminé quinto año sin llevarme ni una materia. ¿Qué tal, eh?”. El Tanque, al igual que en el fútbol, tuvo un paso por varios lugares, nunca se pudo afirmar: “El secundario lo hice repartido: los primeros dos años los di en Carmen de Areco, el tercero lo hice en Buenos Aires y, después, retomé en La Plata. El colegio no era mi fuerte, aunque tampoco era un burro. Digamos que me fue bien, sin destacarme…”, dice convencido Pavone. “Yo no voy a decir que era un crack, pero viviendo en Carcarañá nunca me llevé una. Después, cuando me fui para La Plata, las cosas se me hicieron difíciles y bueno… Digamos que me quedan once materias para terminar. Igual, en algún momento las voy a dar. Si no, mi vieja me mata”, aclara Sosita, que tiene el corazón mitad Pincha y mitad azul y oro, a pesar de la insistencia de su padrino leproso. “Cuando era chico, él vivía en Rosario y me quería hacer de Newell’s; me sacaba fotos con la camiseta y todo. Al final, me decidí por Boca, aunque mi vieja era de River y nunca me lo perdonó, je. Pero ahora, con el tiempo que llevo en Estudiantes, se puede decir que soy un hincha más; el club es lo más grande que hay”, aclara.
CONCENTRACION DESCONTROLADA
Hacía mucho tiempo que de este lado de La Plata no se sentía la tranquilidad que representa estar aislado de los equipos que luchan por no perder. Mostaza da las indicaciones, mientras los chicos y los viejos escuchan atentamente. La mayoría muestra esa tranquilidad que se respira en City Bell, pero hay alguien que, aunque es el goleador y una de las figuras, todavía se muerde los labios. “Yo sé quién y por qué…”, sorprende el Chelo Carrusca. “¿Lo digo? Pavone se pasa todo el día jugando al PlayStation y todavía no ganó ni un torneo. Siempre pierde en la concentración”, dispara. “Es verdad, el Chelo viene ganando por ahora, pero yo, aunque sea, me llevé uno de los campeonatos. No como otros…”, remata Sosa. “Qué me importa quién gana los torneos, los equipos que mejor juegan son los míos. No me importan los resultados”, apela Pavone al menottismo, todo un pecado...
No sólo los jueguitos electrónicos copan las concentraciones, el pool también tiene su lugar. Y, otra vez, surge el enfrentamiento. Arranca Sosa: “Con Carrusca hacemos partidos, pero ya es aburrido: lo tengo de hijo”. Contraataque: “No hablés, que cada vez que agarrás el teléfono en la habitación te quedás dos horas charlando, y no me puedo dormir. Además, vas treinta veces por noche a la cocina a picotear algo de la heladera, ya te la sabe todo el mundo ésa”, lo manda al frente su “amigo”. Cuando el tema es la música, también surgen las bromas, en un plantel donde manda la cumbia, pero también tienen su lugar el rock y la música electrónica. El que desentona un poco con el gusto tropical del trío Carrusca-Sosa-Pavone es Angeleri, al que siempre le copan la habitación y, como a él le gusta el rock, no le queda más remedio que irse. “Cuando ponemos Pasión de Sábado en la tele, nos saca cagando, dice que somos unos cumbieros -cuenta Sosa–. Siempre se queja por dos cosas: por la cumbia y porque no le dejamos ver la novela de la tarde, ¡ja, ja!”. “Sí, hablando de cumbia, Carrusca me parece que tiene intenciones de currar –dice Pavone–. El otro día nos trajo el disco de unos amigos suyos que hacen covers de la Nueva Luna. Nos lo vendió como un grupazo, lo único que falta es que ahora nos quiera vender los compacts de sus amigos para hacer unos mangos.”
![Imagen Historias y sueños en común. Sosa, Pavone, Carrusca y la gran ilusión de Estudiantes.](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/cc/5d/cc5ddd4c8417ea7d19372acf9f24789b431f7a84.jpg)
Igualmente, el Tanque Pavone se está pasando, de a poco, al bando de Angeleri. “No sólo escucho cumbia, ahora estoy descubriendo un poco todo lo que es música dance, marcha, rock. Por ejemplo, el otro día me compré el CD de Callejeros, está buenísimo”, dice Mariano, el nuevo polimusical.
CAMINO A LA GLORIA
La derrota en Rosario, contra Newell’s, en la novena fecha, amargó el momento dulce de un Estudiantes invicto hasta ese momento. Después vino la victoria con Almagro y la escalada. La pregunta es: ¿Este equipo puede darles pelea, en algún momento, a los grandes? “Se puede luchar, y más por cómo están jugando últimamente –confirma Sosa–. Nosotros estamos muy contentos con lo que venimos haciendo, sabemos que tenemos un buen equilibrio.” Y Carrusca la termina: “Si no tuviéramos esperanza, no saldríamos a jugar. La idea es hacer el mejor papel hasta el final”.
Hasta el final, los tres van a dejar todo en la cancha. Al igual que lo hacían diez años atrás cuando repartían huevos, cortaban leña y vendían billetes de lotería. Con esas mismas ganas
TIRO DE GRACIA
Sin dudas, uno de los triunfos más festejados del torneo fue la victoria en Avellaneda contra Racing. Ese día, Pavone hizo un golazo, por arriba de Luchetti. “Tiró el centro y la metió de pedo”, coinciden Carrusca y Sosa. “¿Qué centro?, están locos. Le pegué al arco. Si apunté y todo, je”
Por Tomas Ohanian
Fotos: Jorge Dominelli
Estadísticas: Roberto Glucksmann