2002. EL JOVEN MARAVILLA
Con apenas 18 años, Carlos Tévez explotó en la Primera de Boca. Algunos lo compararon con Rojitas, otros vaticinaron que sería el heredero del trono que dejará vacante Riquelme.
![](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/80/3a/803aa5c773eda76481f9df2b6997bf65e6b7d875.jpg)
Cuando la azafata aviso que ya podían desabrocharse los cinturones él tenía las manos hechas sopa. No era la primera vez que volaba, pero jamás le habían encomendado una misión tan delicada.
El asiento de la fila 13 –la última del Fokker– daba al pasillo y le permitía ver claramente el objetivo, justo en la fila 1, donde terminaba la alfombra naranja. Trece filas parecen pocas, pero sabía que en el trayecto se le clavarían demasiadas miradas en la nuca. Y las consecuencias podían ser terribles.
Antes de lanzarse repasó mentalmente cada movimiento. Debía ser veloz y ejecutivo. Más que discreto. Como un actor principiante, repitió en su interior la frase indicada. Una, dos, diez veces. Sabía que gran parte del éxito de la operación dependería de la actitud y de la entonación. Cuando se sintió seguro, buscó algo en el bolsillo del buzo y se mandó como un kamikaze.
–¿Me puede firmar un autógrafo?
Carlos Bianchi se lo quedó mirando. No estaba acostumbrado a que un jugador suyo le hiciera semejante planteo. Sonrió levemente, manoteó la Bic azul y se lo firmó.
–¿Es para vos?
–Eh... No, no. Para mi suegra. Se llama Mónica.
–¿Cómo, ya te casaste?
–No, no, pero tengo novia. Mi suegra me lo pidió porque lo admira mucho.
–Ah, bueno. Mandale un beso.
No se animó a leerlo hasta que volvió a su asiento: “Para Mónica, con mucho cariño.” Pero lo más difícil ya estaba. Ningún compañero se había dado cuenta. Ahora le quedaba lo más sencillo: debutar en la Reserva a los 16 años.
Al día siguiente, el 5 de agosto de 2000, Carlos Tévez jugó el partido que Boca le ganó 3-1 a Unión, en Santa Fe, y metió el primer gol.
Menos de dos años después, cocido a fuego lento por los técnicos del club y monitoreado con similar criterio por los responsables de las selecciones juveniles, el pibe de Fuerte Apache se ganó un espacio en la Primera ratificando esa silueta de distinto que le adivinaron quienes vieron sus primeras gambetas en el potrero. “Es Rojitas con más gol”, se atrevió a definirlo el Heber Mastrángelo, hoy en las Inferiores del club. Y a nadie le pareció descabellado.
Morrudo como Diego –¿Cómo ‘qué Diego’, el único?– y envasado en un metro setenta, el nuevo Joven Maravilla se perfila como el heredero de la corona que abdicará Juan Román Riquelme y parece dispuesto a escribir otra fábula de ensueño. Otra saga del pibe humilde que termina en crack porque en el baúl de los sueños tenía dos tesoros: cien gramos de picardía y una pelota.
Pero a Carlitos no le vengan con cuentos. El dice que se puede ser feliz en Fuerte Apache y lo discute a muerte. “Ahí viví cosas muy lindas, hice amigos, la pasé bárbaro. Los que tiran mala onda hablan sin saber. Se creen que la gente es mala porque no tiene mucha plata. Y nada que ver. Hay gente buena como en todos lados”, dice con la misma seriedad que, un rato después, desenfundará para afirmar que lo primero que le despierta el Fuerte es “orgullo. Por eso voy todos los días. Camino por el barrio con mis amigos, tomamos unos mates, boludeamos un rato. Me fui de Apache hace dos años, pero es como si no me hubiera ido nunca. No me olvido de nada ni de nadie de allí.”
Ahora Boca le alquila una casa en Versailles desde que pintó para cosas mayores. Allí vive con sus padres –Segundo Raimundo Tévez y Adriana Noemí Martínez– y sus cuatro hermanos menores: Diego (16 años), Miguel (11), Ariel (8) y Débora (4). Pero la mudanza no le serruchó las raíces. “El Fuerte es un sentimiento”, remata convencido de que nadie logrará hacerlo cambiar de parecer sobre ese lunar de Ciudadela, donde cerca de 100 mil personas, mayoritariamente agobiadas por los dardos de la situación socioeconómica, se amontonan en un rosario de 70 edificios.
![Imagen Carlitos es el nene mimado del plantel de Boca. Sus compañeros lo cuidan como si fuera un hermanito menor.](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/c5/43/c543e6cd5e4186de717b80955e52916976cbf31e.jpg)
Albañil de profesiOn y futbolero de alma, Segundo fue el primero en regalarle una pelota y en darle indicaciones desde un costado. “El equipo de baby –recuerda Carlitos– lo formábamos seis pibes que nos criamos juntos. Darío, Pichi, mi hermano Diego y un par que no me acuerdo... Teníamos la pelota de nosotros, que llevábamos a todos lados, y jugábamos sin parar. Mi viejo era el organizador y el técnico. El equipo se llamaba Estrella del Uno porque nosotros vivíamos en el edificio Uno. No es verso: los bailábamos a todos.”
Buen alumno de la Escuela 50 del Fuerte, “aunque medio liero en los recreos”, Tévez siguió descosiéndola en otro equipo de baby, Santa Clara, y también en Villa Real, el mismo club en el que gritó sus goles infantiles Carlos Bianchi. “Jugaba en los dos porque los dirigía el mismo técnico”. Por aquel entonces, sus goles se contaban por decenas. El trámite era sencillo: había que dársela a Carlitos para que se los gambeteara a todos.
Los de All Boys le echaron el ojo cuando arrancó la secundaria. Polimodal con inclinación a Maestro Mayor de Obras, como quería mamá. Pero Carlitos, a quien ya llamaban Manchado por los rastros de una quemadura que le viene del pecho y le trepa hasta la oreja derecha, ya le sentía el gustito a otra de sus pasiones adolescentes: los picados por plata en el potrero de la villa. “Eso es lo más grande que hay. Sin árbitro, sin jueces de línea, sin nada. Vos y tus amigos contra el resto del mundo. Ahí te divertís de verdad. Si tenés que tirar un caño, lo tirás. Y si te la tienen que poner en el pecho, te la ponen. Te divertís más que jugando en Primera, mucho más. Porque en Primera hay otras responsabilidades y tenés que pensar las cosas dos veces. Pero en el potrero no. Hacés la que se te canta a vos”, dice el Joven Maravilla, que a los 13 gambeteaba los guadañazos de muchachones de 20.
La cicatriz y el diente partido tienen su historia. Carlitos la cuenta sin complejos: “Cuando era chico, más o menos al año, andaba gateando y empujé una pava con agua hirviendo. Se me cayó en el pecho y en el cuello, me quemó todo y me quedaron estas marcas.” Tiempo después, a los nueve añitos, salió al recreo y en medio de un poliladron chocó con una nena petisita, hermana de Micaela, hoy su niovia: “Me dio de lleno en el diente y me lo partió.” ¿El castigo por quedarse con el corazón de su hermana? “No, qué iba a saber…”
![Imagen La banda de los gorros. Carlitos y sus amigos coparon la pieza: -Matías, Diego, Luciano, Cristian, Javier y Débora, su hermanita.](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/76/6a/766acfa68071ed5af50514d0d8abb161190f8f80.jpg)
De su paso y desvinculación de All Boys hay una cantinela de enredos y misterio. Que Boca lo sopló mal, que tentaron a los padres con dinero, que se llamaba Carlos Martínez y lo anotaron como Carlos Tévez para que no se deschavara la jugada, que... “Viene bien aclararlo de una vez por todas. Raúl Maddoni me pedía desde que estaba en Argentinos, pero yo no quería pasar porque me daba lo mismo, eran clubes parecidos. Pero cuando él se fue a Boca y me volvió a llamar, me brillaron los ojitos. Porque soy fana-fana de Boca. En All Boys no me querían dar el pase, me tuvieron un año parado y parecía que me iban a colgar otro más. Justo ahí apareció Boca y los clubes arreglaron algo. Y justo ahí mi papá me reconoció y decidí cambiarme el apellido. Me saqué el Martínez y me puse el Tévez. Pero porque mi viejo me reconoció, no por el pase. ¿Qué trampa iba a hacer, si el número de documento es el mismo? El que habló de más fue un tipo que tenía el 20% de mi pase como Martínez, no como Tévez, pero que no sabe nada ni de mi familia, ni de mi pasado.”
Entre la turbulencia de la transferencia y de los alcances de la patria potestad, se produjo un episodio curioso: Carlitos entrenaba con Boca, pero jugaba para All Boys. Y un sábado tuvieron que enfrentarse. El técnico de All Boys lo sabía, así que lo mandó al banco: “Tuvo desconfianza, pensó que iba a jugar livianito.” El primer tiempo fue un paseo de Boca, que terminó arriba 1-0, aunque mereciendo mucho más. Perdido por perdido, el técnico albo mandó a la cancha a Tévez, que en un ratito edificó el milagro. Toques, pisadas y dos goles para asegurar el triunfo. Cuando clavó el segundo, corrió hacia el banco de Boca, se paró adelante del técnico y le hizo “el baile del perrito”. ¿Quién era el técnico? Raúl Maddoni, el hombre que lo llevó a Boca... “Qué sé yo, me salió así. Al otro día fui a entrenar y no sabía cómo mirarlo. Menos mal que él lo tomó bien y se mató de la risa, que si no... Maddoni me enseñó mucho, es un segundo padre para mí.”
A Boca se incorporo en 1997, con edad de Pre-Novena. Metió 44 goles en las dos primeras temporadas y lo citaron del Sub 15 para jugar el Torneo Tres Naciones. Argentina, Francia e Inglaterra en Wembley. Y ahí fue Carlitos, de Fuerte Apache a Londres. “El cambio no me impactó para nada. En serio, no se rían... Lo que me puso más nervioso fue el viaje. Nunca me había subido a un avión y estuve las 15 horas recagado.” Eso sí, cuando se bajó, jugó como si nada. Le ganaron a Francia y Carlitos metió un gol de chilena. “En ese equipo ya estaban Maxi López, Mascherano... Menos mal que me hice amigo y los tengo de testigos, porque si no quién me va a creer que metí un gol de chilena en Wembley.”
Esa convocatoria fue el aperitivo para el Sub 17, con el que jugó un Sudamericano (Arequipa) y un Mundial (Trinidad y Tobago). “Ponerse la camiseta de la Selección –cuenta sin esconder la emoción– fue un orgullo increíble. Hice muchos amigos y los técnicos me ayudaron un montón. Te preparan para llegar mejor a profesional, para consolidarte tácticamente.”
Cada mediodía Carlitos se enreda con gusto entre los cazadores de autógrafos de Casa Amarilla. Firma, posa para las fotos, regala un beso.
Su papá, que lo lleva y lo trae aunque llueva o truene, lo espera con discreción en el playón del estacionamiento, donde reposan los último modelo de los consagrados.
Ahí se va el Pato Abbondancieri en su camioneta alemana.
–Chau, Carlitos, descansá bien, ¿eh?
Acá sale el Chelo Delgado, tripulando una cupé negra.
–Chau, Carlitos, dormí la siesta.
Allá pica el Flaco Schiavi en un Ibiza rojo.
–¡Carlitos, tomá la sopa!
Ahora pasa Chicho Serna y frena su camioneta sólo para darle un beso.
–Hasta mañana, papi. Cuidate.
Es así, nomás. Además de Segundo, Tévez tiene como treinta padres por día. Todos los jugadores de Boca lo tratan como si fuera un hijo o un hermanito menor. Lo miman, lo cuidan, le muestran un camino y, por sobre todas las cosas, se esfuerzan para quitarle presión. Para que se solidifique en la elite con el menor índice de contaminación mediática.
Carlitos no se marea. Escucha, agradece y se deja llevar. Tranqui, pisando huevos. Todavía le parece mentira ser compañero de aquellos tipos a los que él les alcanzaba la pelota en el ‘99. “Los de Novena teníamos que anotarnos todas las semanas y yo siempre era el primero. Me encantaba estar ahí adentro, sentir a la gente, devolverles la pelota a Chicho, al Melli, ver a Román...” Todavía le parece mentira que uno de sus técnicos sea el Beto Márcico, a quien vio desde la popular cuando jugó en Boca: “Yo era chiquito, pero mi viejo me llevaba igual. Me ponía sobre los hombros, ‘a cocochito’. Y yo gritaba como loco.”
Cuando lo comparan con Márcico y Rojitas sólo sonríe. “Es lindo, pero recién jugué diez partidos en Primera, tengo que aprender bastante”, dice con una humildad que se transforma en seguridad si de otras definiciones se trata. ¿Una virtud? “Encaro siempre, es mi característica.” ¿Algo para mejorar? “La zurda y el cabeceo (sic), pero recién tengo 18 años...” ¿Nervios en la cancha? “Sólo cuando me toca ir al banco, no paro de comerme las uñas. Adentro no. Si es lo más lindo que hay...” ¿La adaptación a Primera? “No sentí la diferencia de ritmo. Hacía rato que me venía preparando. ¿Sabés lo que es jugar un Mundial con tipos grandotes como los africanos? En Primera hay más responsabilidades, pero yo hago de cuenta que estoy en el potrero. Al que tiene potrero no le molesta la presión.” ¿Un sueño? “Consolidarme en Primera y salir campeón con Boca.”
Desde el 21 de octubre de 2001, cuando Bianchi lo hizo debutar ante Talleres, el debate está abierto. Para algunos, Tévez es media punta. Otros lo prefieren de enganche. Y no faltan quienes lo ven mejor de punta, entre los dos centrales, donde más jugó en Inferiores. “Sinceramente, todavía no sé dónde me siento más cómodo. Pero hay algo que tengo claro: en Boca juego de cualquier cosa”, dice Carlitos, agradecido por las oportunidades que le brinda Oscar Tabárez. “Me da tranquilidad y libertad para jugar, me pide que encare siempre.”
Encarar como lo hizo Miguel, su hermanito de 11 años, el día que le dijo a él, veneno de Boca, que había fichado para River. “Lo apoyo a muerte porque es mi hermano, que si no... Juega de cinco y la mueve bastante. El año que viene entra a Novena. Ojalá tenga suerte.”
![Imagen Cuando le dicen que pinta lindo, Carlitos pone el freno: “Recién jugué diez partidos...”](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/a9/32/a9323891c2e6b95eef204e0e61d0308323f7b264.jpg)
Atenti: Carlitos no es el único que se banca hacer fuerza por otros colores por razones de fuerza mayor, ¿eh? “No me hablés… Muchos de nosotros no somos de Boca y por culpa de éste no nos perdemos ningún partido”, se le escucha a uno de sus amigos, que han copado la cocina de los Tévez para la merienda. Cristian, Javier, Matías, Diego y Luciano conocen a Carlitos desde siempre. Se entreveraron con él en los potreros, pero ninguno dice ser buen jugador. Sólo Luciano estuvo en la Cuarta de Almagro, pero quedó libre y busca club.
Se abre el paquete de facturas y empiezan las cargadas: “Che, ¿cómo le dicen los periodistas a Carlos? ¿Le pusieron algún apodo? Les propongo éste: Apache.” Entonces salta la figura: “Pará, que apodo ni que apodo. Yo soy Carlitos, nada más…” Pero Luciano insiste: “Mejor póngale Teletubbie, ja, ja…”
La tele está prendida, pero nadie le presta atención. De fondo se escucha el audio de un programa partidario de Boca: “Tévez para ser una de las figuras del fútbol argentino.” Carlitos se sorprende y le pide una calma imaginaria: “Ehhh, campeón, que recién estoy empezando…”
A la hora de las fotos se produce una estampida hacia la pieza, un cuarto cálido y sin lujos situado en la planta superior. No falta el equipo de música –“Escucho cumbia y cuarteto, la Mona Jiménez es lo mejor”– ni la bandera de Boca, utilizada como cortina improvisada. De una copa cuelga la medalla del Sudamericano. Una pared está tapizada con un gigantografía de Ronaldo –“Un monstruo del fútbol”– y en el picaporte se balancea la credencial de jugador del Juvenil. Sobre la cama de dos plazas hay gorros para todos los gustos, son su debilidad. Y pasó lo que tenía que pasar: una minibatalla para ver quién posaba con el mexicano, quién con el chino, quién con el de lana… “Estos pibes –dice Carlitos, como excluyéndose– son tremendos. A veces vamos a bailar, encaran una mina y para levantársela le dicen ‘Mirá, ése es Tévez y es mi amigo’. ¡Cómo puede ser!”
Hubo un dIa en que Carlitos lo miró más que siempre, como hipnotizado. Tanto lo miró, que él se dio cuenta. Miraba todo: cómo se paraba, cómo la pisaba, cómo encaraba, cómo respiraba. Miraba porque “de tipos como él se pueden copiar cosas, por más que haga cosas que no hace nadie.” Miraba porque “al que le gusta el fútbol, sea del equipo que sea, lo mira a él.” Miraba porque “pocos pueden decir que tienen al ídolo al lado suyo. Y yo sí.”
Entonces el ídolo se le acercó y lo encaró a él, que seguía embobado. Hablaron de sueños, de los hermanitos, de unos temas de cumbia. Y después vino la pregunta.
–¿Te gustan?
–Sí... están bárbaros.
–Bueno, son tuyos.
Aquel día, en el vestuario de Casa Amarilla, Juan Román Riquelme le regaló sus botines. Unos Nike talle 9 y medio que le quedaron justitos. Pintados.
Son los que usa en todos los partidos.
Son los primeros testigos de la sucesión.
![Imagen Naciso en Fuerte Apache, tiene todo lo necesario para triunfar en Boca.](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/09/bf/09bf8d2204f545da6febb66df34accab9c1fbbf9.jpg)
***
Rojitas
(Ex jugador de Boca)
“Tiene la picardía de los típicos jugadores del potrero. Encara siempre. Me hace acordar a Márcico. Es un armador que también sabe definir.”
Alberto Márcico.
(Ate. de campo de Boca)
![Imagen Alberto Márcico.](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/6c/98/6c9876d3932bf7b33b0f5fe22eee329f9ed65b7e.jpg)
“Además de sus condiciones técnicas, que son muchísimas, le suma una gran personalidad. No quiere perder a nada. Tiene el fuego sagrado.”
Ramón Maddoni
(DT de Inferiores)
“Es el mejor nueve que tiene Boca en juveniles. Sabe cambiar de ritmo y tiene todos los fundamentos técnicos. Está listo para triunfar.”
E. Mastrangelo
(DT de Inferiores)
“Es uno de esos talentos que aparecen muy de vez en cuando. ¿Se acuerdan que Rojitas era un fenómeno? Bueno, Tévez es Rojitas con más gol.”
Hugo Tocalli
![Imagen Hugo Tocalli.](http://2022.elgrafico.creatos.com/media/cache/pub_news_details_large/media/i/94/84/9484771c8423b751a7a5d886f2ed049ef232ca97.jpg)
(Ex DT de la Selección Juvenil)
“Le sobran condiciones. Puede arrancar de atrás o moverse de punta. Sabe aguantar la pelota y es muy explosivo. Es factor de desequilibrio.”
Jorge Griffa
(DT de Inferiores)
“Las condiciones de Tévez son enormes. Lo bueno es que tanto este cuerpo técnico como el anterior lo están llevando de a poco, como se debe.-”
Para conocerlo mejor
Pasatiempo: tomar mate con los amigos de Fuerte Apache para contar chistes. “¿Uno que se pueda contar en la revista? Eh... Se encuentran un zorro inglés y un perro argentino. El zorro le dice: ‘I’m sorry’. Y el perro le contesta: ‘I’m perry’.”
Programa de tele: Fútbol de Primera. “El fútbol me enloquece. Veo todo lo que puedo.”
MUsico preferido: La Mona Jiménez. “Es un capo, te hace divertir. No hay con qué darle.”
Un tesoro: la camiseta que le regaló Riquelme. “Jugar con él fue tocar el cielo con las manos. Cumplí uno de mis grandes sueños.”
Un deseo: terminar el cole, como quiere mamá. “Tuve que largar en segundo año por los entrenamientos.”
Una manIa: los gorros. “Me gustan, qué le voy a hacer…”
Si no hubiera sido futbolista: “Seguro que hoy sería cartonero.”
Los predestinados
Mucha gente cree en el destino. Una es doña Tota, la mamá de Maradona. Todavía recuerda el día que nació Diego. Ella había ido a bailar unos chamamés y cuando volvió sintió dolores, fue a la clínica, frotó la panza y apareció el genio. “Increíble que haya podido ir a bailar, señora. Se ve que este chico está predestinado”, le dijeron los médicos.
Diego Armando Maradona creció, se hizo futbolista y debutó en Primera un 20 de octubre de 1976. El rival fue Talleres de Córdoba y su equipo, que era Argentinos, perdió 1-0.
Carlos Tévez creció, se hizo futbolista y debutó en Primera un 21 de octubre de 2001. El rival fue Talleres de Córdoba y su equipo, que era y es Boca, perdió 1-0.
Mismo rival, mismo resultado, casi mismo día. Cualquiera diría que Carlitos es un predestinado.
Por Elias Perugino (2002).
Notas: Tomas Ohanian.
Fotos: Aníbal Greco.