¡Habla memoria!
Chiflidos o lágrimas
El himno antes de los partidos de fútbol generó diferentes polémicas a lo largo de la historia. Detrás de si se canta o se silba se esconde una compleja trama sobre el nacionalismo.
La Copa del Rey, el torneo más tradicional de España, enfrentó en la final a un equipo catalán y a otro vasco. Desde la platea, Felipe VI estrenó su investidura pero estuvo lejos de sentirse cómodo y homenajeado. El Camp Nou, colmado de hinchas del Barcelona y del Atlethic de Bilbao, se unió en un chiflido estruendoso durante el himno nacional. Paradójicamente, los dos equipos que representan a las comunidades autónomas más importantes del país, son los que más veces ganaron la copa.
Los hinchas argentinos patentaron lo que nunca jamás Vicente López y Planes imaginó: se canta la introducción.
Para dolor de cabeza del rey Juan Carlos, los contrincantes en el partido decisivo se repitieron varias veces. En 2009, la Televisión Española no mostró el momento del himno en busca de preservar la imagen del rey. El escándalo fue tal, que cuando se volvió a repetir en 2012 los chiflidos fueron aún más fuertes.
Los jugadores catalanes y vascos cuando representan a la selección española tampoco lo cantan. En realidad, no por una cuestión política sino porque el himno español no tiene letra. La única vez que tuvo fue en 1967 en un partido de visitante vs. Checoslovaquia por las Eliminatorias de la Eurocopa. Aquella vez sonó el Himno de Riego, que representaba a la república española y que los checoslovacos –influenciados por el régimen comunista- pusieron para repudiar al gobierno de Franco.
En 2008, el Comité Olímpico Español quiso ponerle letra para que cuando sus deportistas fueran premiados tuvieran algo que cantar. Un jurado eligió la mejor composición y designó a Plácido Domingo para que la interpretara, pero el proyecto se pinchó por el temor de que siguiera dividiendo a una España que políticamente no logra unir a todos bajo la misma bandera.
Uno de los videos que habían utilizado para promocionar la campaña era el de los Pumas argentinos cantando con fervor y abrazados hasta las lágrimas en el Mundial de rugby 2007. No fue la única herencia de aquel tercer puesto liderados por Pichot. La selección de fútbol tomó el “Oh, oh, oh, oh” en la introducción de la obra que compuso Vicente López para adaptarlo en los Mundiales. Sudáfrica 2010 y Brasil 2014 patentaron el coro que no exige recordar una letra ni ser entonado porque todo se dirime en un grito de cancha.
Vascos y catalanes muestran sus banderas al rey en la final de la Copa 2012.
Por suerte para Argentina, su entrenador nunca fue Sinisa Mihajlovic. Apenas asumió en Serbia, anunció que no convocaría a Adem Ljajic porque no cantaba el himno. El joven, que ahora tiene 23 años, dijo que no lo hacía por convicciones políticas y no jugó para su selección entre 2012 y 2013 hasta que Mihajlovic renunció por malos resultados. Si de posiciones extremas se trata, Ricardo La Volpe siempre aparece. En el México-Argentina de Alemania 2006 ingresó a la cancha después de que se cantaran los himnos. En la previa, se había especulado con el “corazón dividido” que podría llegar a tener entre su país de origen y la selección que dirigía.
Todos estos problemas no hubieran existido sin Adolf Hitler. En los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, quiso resaltar en cada competición la faceta nacionalista con banderas, el himno y el saludo nazi de los germanos. A partir de él, la práctica quedó instalada. Dos años después, Francia lo llevó a los Mundiales de fútbol y curiosamente, es una de las selecciones que más problemas tuvo con el tema. En las últimas décadas sumó jugadores con raíces de las colonias que no cantaban La Marsellesa. No se sentían identificados con el grito de guerra y expresiones racistas como “Que una sangre impura inunde nuestros surcos”.
Messi sigue sin cantar el himno, pero ya nadie lo cuestiona por eso. En 2011 fue una de las críticas ante su bajo rendimiento.
El presidente de entonces, Nicolás Sarkozy, se reunió con los ministros de gobierno de manera urgente y decretó una ley que obliga a suspender los partidos en los que “se falta el respeto a un símbolo de la República Francesa”. Aún no tuvieron que aplicarla. En el debut en el Mundial de 2014 contra Honduras no hubo Marsellesa y se evitó la polémica: un problema técnico no permitió reproducir la pista.
Los jugadores de Francia y Túnez se mezclaron para los himnos, pero los chiflidos no se callaron.
Por Pedro Molina