2005. Concepto Redondo
Tan claro como cuando jugaba, Fernando Redondo se enfrenta a esta entrevista de El Gráfico, donde repasa su carrera, habla de Gago, de Riquelme, de Maradona y Passarella. También de su polémico paso por la Selección.
La voz desde Madrid llega nítida y pausada. Difícilmente exista interferencia en la línea, algún término suelto sin pensar, escasa elaboración en el armado de la frase, superposición de ideas. No podría esperarse otra cosa de Fernando Redondo, que evidentemente trata a la palabra con la misma pulcritud y claridad que le ofrendaba a la pelota. Sale siempre limpia.
No hay exabruptos durante las dos horas de charla, claro, y sí unos cuantos silencios que preceden a cada respuesta. Y otros tantos inevitables “españolismos” en su vocabulario, hasta que en el cierre de la entrevista, advertidos de que al Príncipe nunca le agradó hablar de su vida privada, ante la pregunta de si alguna vez se despeina, si en algún momento, como al despertarse a la mañana, se le rebela aunque sea un mechón indócil y se corre un poquito de foco ese Redondo producido hasta el extremo que suele verse siempre en público, se saldrá del molde y surgirá con toda la fuerza el chiquilín de potrero, bien argentino: “Dejate de joder, no me hagás reír”.
Fernando Redondo vive hoy en Madrid y a los 36 años disfruta lo que un hombre promedio haría a los 25 o a los 30, quizás: el fin de semana compartido con sus hijos, los horarios diagramados para poder buscarlos al colegio, la sobremesa extendida sin límites ni preocupaciones. Recorre su primer año de ex y parece no sufrir el duelo, ni el vacío. No hay síndrome de abstinencia...
–Nada de eso, estoy bien, por supuesto que extraño el domingo, pero bueno, se cumplió un ciclo. Hay etapas en la vida y ésta fue una que finalizó. Aparte me siento un privilegiado por la carrera que pude realizar. Por otro lado, cuando el retiro no es forzado sino una elección propia, no tiene por qué ser traumático. Otra cosa hubiese sido si por mi lesión en Milan no podía volver a jugar. Ahí habría sido doloroso.
–Tampoco jugaste muchos partidos en el Milan, ¿te alcanzó igual?
–Siento que uno de los logros más importantes en mi carrera fue esa recuperación: dos años sin jugar, tres operaciones, rehabilitaciones sin la certeza de si iba a volver. Todo eso supuso un gran esfuerzo y me hizo crecer a nivel personal. Después, es cierto, hubiera preferido tener más continuidad en el Milan, pero cuando jugué hice buenos partidos y terminé satisfecho.
-¿Y qué estás haciendo ahora?
–Disfrutando de mi familia al máximo, desayunamos con los chicos, los llevamos al colegio, después almorzamos con ellos en casa porque van a colegio cerca, y a la tarde combinamos con Natalia para ir a buscarlos. Suelo ir al gimnasio todos los días, porque me gusta, porque el cuerpo me lo pide y dos veces por semana me junto con los veteranos del Madrid a jugar un poco: van Chendo, Martín Vásquez, Paco Buyo, ahora se incorporó Hierro, Michel, Butragueño, cuando se lo permite el tiempo.
–¿Y de trabajo?
–Con varios proyectos, pero como todavía no estoy cien por ciento convencido de cuál elegir, prefiero tomarme mi tiempo. Cuando me decida por algo, quiero hacerlo convencido, y sentir que pueda aportar cosas. Son todos proyectos vinculados al fútbol: quizás sea el periodismo, tal vez el entrenador. Me encantaría poder dirigir a un equipo que interprete mi manera de entender el fútbol, los conceptos que a lo largo de mi carrera aprendí, que sea “mi” equipo, pero en contra está el resultadismo, los sacrificios de la familia. También me da vueltas el hecho de dirigir un proyecto deportivo o trabajar en inferiores, con chicos, porque allí uno puede llegar mucho más a fondo, influir más, sin los apremios del fútbol profesional.
–Lo que está claro es que te quedás a vivir en España.
–Sí, nuestros tres hijos van aquí al colegio y también fue uno de los motivos de mi retirada. El último año en Milan ya me lo planteaba por ellos también, mi hija del medio empezaba primer grado y quería que comenzara en Madrid. Por supuesto que echamos de menos a Argentina, son nuestros orígenes, de hecho vamos dos veces por año y disfrutamos muchísimo de los afectos...
–¿Qué hacés cuando venís a Argentina?
–Lo reparto entre la familia de mi mujer, la mía y los amigos. No pueden faltar los picados con mi hermano, Leo, y mis amigos: dos veces por semana por lo menos. Eso sí: ya no estoy para jugar de cinco, me quedo arriba, esperando la pelota, no estoy para volver.
–¿Algún club argentino se acercó para ofrecerte algo el año pasado? Se habló de Independiente, Argentinos.
–Me llegó el interés de los dos, aunque no hubo nada concreto. Me hubiese gustado terminar jugando en Argentina, pero la verdad es que ya mentalmente no estaba y creí que lo mejor era terminar la carrera. Si no estás al cien por ciento, es mejor dejar.
DE GAGO A RIQUELME
Futbolero de sangre, el tercer Fernando Redondo del clan (su abuelo y su padre se llaman como él) decidió prolongar la costumbre entregándole el mismo nombre a su hijo mayor, hoy con 11 años. O sea que vamos por el cuarto Fernando Redondo. Y este último Fernando amenaza con continuar el sendero futbolero. “Cuando estamos en Rosario, él se va para Renato Cesarini y se la pasa todo el día jugando a la pelota, vive en la cancha –admite el padre con evidente orgullo–, pero bueno, no quiero que tenga ningún tipo de presión”.
Hincha de Independiente como toda la familia, Fernando el famoso debutó en la Primera de Argentinos con 16 años y 3 meses, y a partir de allí se erigió, como pocos en los últimos tiempos, en un emblema del estilo argentino. Era tal su devoción por la pelota, su compromiso por la defensa de una estética, que un par de perlitas lo pintan de cuerpo entero. “El día de la primera comunión, tomé la hostia y de la iglesia en Adrogué, me fui a jugar un partido a La Plata. No hubo fiesta ni nada”, evoca sin remordimientos.
A los 20 años, en sus primeros reportajes, plantaba bandera: “Por más presión que pueda existir de afuera de la cancha, el que decide es el jugador. Lo que haga en un partido es producto de cómo entiende el fútbol”. Y enseguida: “Siento más placer metiendo un caño que un gol”.
No fue todo. Cappa recordó que luego de meter un “tubo” memorable jugando para el Tenerife, Fernando se le acercó cómplice en el vestuario y le susurró: “Lo hice cerca del banco para que lo disfrutaras”. Y hay más: a un rival del Osasuna, que le hizo personal durante todo el partido con no muy buenas artes, no tuvo mejor idea que arrojarle una mata de pasto con dedicatoria inconfundible: “Comé pasto, burro”.
Evidentemente, la “marca Redondo” es muy fácil de identificar y ha perdurado en el tiempo.
–¿Viste jugar a Gago?
–Sí, y le veo un gran futuro. Me gusta eso que tiene de ofrecerse siempre, de pedir la pelota, de darle una posibilidad al compañero, además de la elegancia innata que tiene para jugar. Me gusta su claridad y la importancia que le da a cada pelota cuando distribuye.
–¿Se puede decir que es un cinco “tipo Redondo”?
–(Risas) Qué sé yo… Cuando pienso en el cinco de un equipo me gusta ese tipo de jugador, el que asume la responsabilidad, el que se ofrece siempre, el que maneja los tiempos de un equipo. Es un puesto muy importante. En esa posición hay que tener un jugador que sepa jugar, que lea el juego, que tenga precisión para romper la presión rival. No es fácil saber cuándo hay que meter una pelota entre líneas, cuándo desahogar, para mí eso es muy importante en un equipo. Y Gago tiene todas las condiciones.
–En Argentina, cada vez que surge un cinco que juega, se dice que es un “cinco tipo Redondo”. De todos los bautizados así, ¿cuál sentís que fue el que más se te pareció?
–Y… (piensa) yo diría que Gago y Cambiasso.
–¿Qué pensás de la creciente proliferación del sistema con doble cinco?
–Un sistema depende de los jugadores. Y además debe ser flexible. Si tenés dos mediocentros de corte sólo defensivo, el sistema ofensivo del equipo se va a resentir. Ahora, si uno de esos dos tiene capacidad para soltarse a la hora de tener el balón, la línea de cuatro se transforma en un rombo. A mí siempre me gustó más jugar solo en el centro, pero cuando llegó Capello al Madrid compartíamos el sector con Seedorf. Como Capello es un entrenador que busca verticalidad, nos costó, pero cuando nos fuimos soltando, yo terminaba jugando de cinco solo, como vértice de la jugada, y Seedorf más de enganche. Y ahí tuvimos gran vuelo.
–Pasemos a la Selección, ¿cambió mucho la forma de jugar de Pekerman a Bielsa?
–Cada entrenador le da su sello al equipo. Hoy veo a la Selección en un proceso de búsqueda de identidad, pero soy muy optimista porque Argentina tiene buenos jugadores, y José tiene claras las ideas. Lo conozco de las inferiores de Argentinos, lo tuve en la Sexta y después en Tercera, y siempre fue una persona que tuvo las cosas muy claras, y que las transmitió con esa claridad y simpleza. Cree en un estilo de fútbol muy definido, que es el que siempre se practicó en Argentinos y que tiene que ver con el fútbol argentino. Tengo un gran recuerdo de José, sobre todo como persona.
–¿Lo ves capacitado para este gran desafío con los grandes?
–Sí. Algunos dudan de su carácter, pero yo no: José está muy capacitado para manejar un grupo de profesionales, y además desde el respeto. Yo tuve distintos tipo de entrenadores, por ejemplo a Del Bosque y a Capello. Algunos podían creer que Del Bosque era más blando, quizás porque no gritaba en público y Capello era más extrovertido. Eso tiene que ver con la personalidad de cada uno, pero ninguno de los dos dejaba de tener el mando del grupo. Con José es lo mismo, es el tipo de entrenador que a mí me gusta, el tipo de entrenador por el que uno se tiene que sentir comprometido para devolverle la confianza que deposita en vos.
–El jugador es medio bicho, si ve al técnico blandito, dice: “Me lo como crudo”.
–El jugador se da cuenta enseguida quién sabe y quién no y por eso a José se lo respeta.
–¿Cómo se da cuenta si sabe o no?
–En un entrenamiento, o por cómo se comporta en diferentes situaciones, en el manejo de un partido, de un grupo, cuando las cosas van bien o mal. Esas cosas se perciben. Y cuando el entrenador está seguro y sabe lo que quiere, es importante.
–¿Brasil saca cracks y Argentina grandes jugadores?
–La realidad es que hoy Brasil tiene jugadores desequilibrantes de mitad de cancha para adelante en muchos puestos y en grandes equipos de Europa. En eso están arriba de nosotros. Pero no hay que volverse locos, mejor ir así a un Mundial, evidentemente Brasil es el equipo a vencer. Ir como gran favorito, que todos esperen lo mejor de vos, puede llegar a pesarte.
–¿Qué te genera que Riquelme sea el conductor de la Selección?
–Riquelme me gusta, me encanta que tenga en el equipo el peso que hoy tiene. Cuando la pelota pasa por él, siempre sale mejorada. Tengo mucha confianza en que la Selección hará un gran Mundial.
–¿Sentís que el Villarreal que él comanda es el Tenerife de los 90 que vos integraste?
–Podemos encontrar alguna similitud en ese aspecto. El Villarreal tiene algo muy nuestro, muy argentino, se nota en la manera de jugar. Y se dio la coincidencia de que se juntaran varios tipos con capacidad para jugar al fútbol, con complicidad entre ellos, como había pasado con aquel Tenerife de Valdano y Cappa.
–¿Qué el Chelsea gane tanto con un estilo bien pragmático le hace mal al fútbol?
–No me gusta cómo juega el Chelsea, pero nadie tiene la verdad en el fútbol. Está comprobado que se puede ganar por diferentes caminos. No me gusta su propuesta porque salta estaciones, no elabora juego, pero sí le reconozco ser un equipo trabajado, con funcionamiento, organizado en una gran dinámica. Igual, no digo que le haga mal al fútbol, porque lo bueno del fútbol es la amplitud que tiene y que después puedan confrontarse los diferentes estilos.
DE MARADONA A PASSARELLA
Cuando a Redondo se le intenta descubrir alguna faceta fuera del campo de juego, penetrar un poquito en su vida privada, chicanea con un latiguillo: “Prensa rosa, otra vez la prensa rosa, ¿es necesaria?”. Y cuando las preguntas rondan la Selección, hace lo posible por no entrar en detalles. No fue armoniosa su relación con el conjunto nacional a través de los años (y de los técnicos), y aunque está parado muy firme sobre sus convicciones, evidentemente es un tema que le duele.
–¿Cuál es el máximo orgullo de tu carrera?
–Haber sido siempre consecuente con mi manera de pensar. Yo me sentí un representante del fútbol argentino, por mis características de juego y por lo que siempre intenté dentro de una cancha.
–¿Quién fue el tipo que más te marcó?
–Tuve grandísimos entrenadores pero si tengo que decir una persona, elijo a mi padre. Si no hubiera sido por él, no habría jugado al fútbol, sobre todo por cómo me apoyó y los consejos que me dio. Yo vivía en Adrogué y tener que ir a entrenarme a La Paternal, mientras estudiaba, era imposible. Y él sacrificó tiempo de su trabajo para estar conmigo.
–Sufriste muchas lesiones, de hecho jugaste 387 partidos en 20 años, menos de 20 por temporada, es poco.
–Sí, se dijo que quizás tantas lesiones tenía que ver con mi manera de jugar, de enganchar, con mi laxitud de las articulaciones. Es posible, porque casi todas mis lesiones fueron por problemas en las rodillas, a nivel muscular no sufrí dificultades, en los tobillos casi nada tampoco. Pero bueno, parte de la carrera de un futbolista es también aprender a sobrellevar las dificultades.
–¿Cuál fue la lesión que más te dolió?
–La del Milan fue terrible. Había cerrado un ciclo en el Madrid, siendo capitán y levantando la octava Copa de Europa y de repente fui al Milan, me lesioné antes de debutar y dos años después de estar en el club no había podido jugar ni siquiera un amistoso. Sentía una gran culpa, una tremenda impotencia. Porque suponete que me ocurría en el Madrid, yo qué sé, ya todo el mundo me conocía ahí, al equipo le había dado muchas cosas, en cambio en el Milan no había podido hacer nada. Para mí fue terrible.
–¿Estás conforme con tu carrera? ¿Sentís que le faltó algo?
–Estoy muy contento, más no podía pedir. Bah, sí, ganar un Mundial con la Selección.
–¿Cómo recordás el Mundial 94?
–Fue raro, una mezcla de sensaciones. Al principio había incertidumbre, después el equipo enganchó con un Diego impresionante, todo el grupo se potenció, empezó a creer. Veíamos que de mitad de cancha para adelante teníamos infinidad de recursos, aparte mirábamos para el costado y no había un cuco. Después, lo de Diego nos mató, no lo pudimos superar. Cuando subimos a su habitación fue durísimo, a nadie le salía una palabra, no lo podíamos creer. Ahí ninguno pensaba en el partido del día siguiente, la verdad. Lo cierto es que no lo superamos. Cuando nos dimos cuenta de lo que pasaba, ya estábamos en el hotel, eliminados, preparando las maletas para volvernos.
–Con Diego nunca tuviste mucho feeling, ¿no? Él te criticó por no haber ido a la Selección con Bilardo, después hubo un cruce en un Sevilla-Tenerife…
–Más que nada se generó en la prensa, y realmente todo acabó cuando nos vimos con Diego la primera vez. Fue en Australia, antes del primer partido del repechaje, en 1993. Nos juntamos en una habitación, nos dijimos lo que teníamos que decirnos y listo. Diego me comentó que estaba encantado de que jugásemos juntos. Así que feeling hubo, sobre todo dentro de la cancha. Ultimamente no hablé con él, pero vi uno de sus programas y me alegra muchísimo que esté así, a todos nos sorprende su recuperación, pero por otro lado Diego siempre tuvo esa capacidad para poder sobreponerse.
–¿Te equivocaste en algo en tu carrera? Si tuvieras que empezarla de nuevo, ¿repetirías todos los pasos que diste?
–Me hubiera gustado no tener que tomar ciertas decisiones, pero no me arrepiento.
–¿Lo decís porque estás convencido o de orgulloso, nomás?
–No, es la verdad. Hubo decisiones que me hicieron perder cosas importantes a nivel deportivo, hablamos en concreto de la Selección, pero lo hice después de haberlo pensado mucho y siendo consecuente con mi manera de sentir. Por eso en su momento estuve tranquilo y hoy tengo que decir que no me arrepiento, aunque fue un hecho que me dolió. Sufrí mucho por las cosas que me perdí.
–¿No hubiera sido mejor encerrarse en una pieza y resolver ahí adentro un tema menor como el del pelo?
–No me gusta revolver estas cosas… Para algunos puede ser un detalle el pelo, pero yo tenía que estar en la Selección por mi manera de jugar al fútbol y nada más. Y como siempre me comprometo a fondo con lo que hago, para mí es imprescindible creer en las personas con las que estoy. Si no creo, no puedo estar.
–¿No te parece que un jugador con tu categoría merecía jugar más de un Mundial?
–Puede ser, pero no a cualquier precio, eso lo tengo claro. No a cualquier precio, porque no me sirve, porque no hubiese podido rendir al máximo si yo no creía en la persona con la que estaba.
–¿No te molesta que en muchos futboleros perdure la idea de que Redondo fue un gran embajador del estilo argentino pero que no se mató por la camiseta de la Selección?
–Eso de morir por la camiseta, aunque sea en sentido figurado, para mí no existe. Y lo otro es mentira, porque yo siempre hice el máximo esfuerzo mientras estuve en la Selección: me quedé sin vacaciones, viajé miles de kilómetros, siempre intenté dar el máximo. Y si no podía dar el máximo, preferí no jugar, como ocurrió la última vez con Bielsa. Es así de sencillo, así de claro.
El podio
Redondo elige sus preferidos en una encuesta futbolera que mezcla pasado y presente.
1) Un cinco actual. “Gago, Cambiasso y Xabi Alonso, ex Real Sociedad y hoy en el Liverpool. Lo tendría que haber comprado el Madrid”.
2) Los mejores argentinos hoy. “Riquelme, Aimar, Verón y Messi”.
3) Los mejores del mundo. “Maradona ya no hay. Elijo al Zidane de hace uno años; a Ronaldo, que sigue haciendo la diferencia; Adriano, Kaká, Schevchenko. ¿Ronaldinho?… Es un crack pero desaparece mucho, es anárquico, intermitente”.
4) Sus tecnicos. “Es difícil elegir uno. A Basile le tengo un cariño especial, Valdano y Cappa fueron muy importantes, Vicente del Bosque y Capello me dejaron mucho, y no puedo olvidarme de Francisco Cornejo, al que tuve en Argentinos”.
5) Compañeros monstruos. “El placer máximo fue haber jugado con Diego en la Selección. Después Michael Laudrup, que metía unas pelotas en profundidad mirando para el otro lado, y Paolo Maldini, dueño de una fortaleza física y mental increíble”.
6) Amigos del futbol. “Pierluigi Querubino, de Tenerife, y Fernando Kuyumchoglu, de la Selección Juvenil”.
7) Grandes momentos. “Mi debut en la Selección Argentina, en 1992, y las Copas de Europa con el Madrid, sobre todo la séptima, ganada en la final ante la Juventus, luego de 32 años.
Club por club
Argentinos
1985/ 1990
Debutó con 16 años recién cumplidos: jugó 75 partidos, 1 gol.
Tenerife
1990 / 1994
Revolución en la isla: bajaron dos veces al Madrid: 107 PJ, 8 goles.
Real Madrid
1994 / 2000
Ganó 2 Ligas, 2 Champions, 1 Intercontinental y 1 Supercopa.
Milan
2000 / 2004
Apenas 22 PJ. Ganó 1 Liga, 1 Champions y 1 Copa Italia.
Por Diego Borinsky
Fotos: Archivo El Gráfico.