2003. Vio luz y jugó
Gran entrevista de Fernando Redondo con El Gráfico que estaba pasando momentos difíciles producto de una lesión, pero también habla de la Selección, una faceta ambigua en su etapa como futbolista.
Mi maldita rodilla, el largometraje que lo tuvo como protagonista excluyente en los últimos tres años, debería exhibirse en todas las salas de recuperación, rehabilitación y demás “re” posibles para que deportistas averiados en el cuerpo y también en el alma aprendan la lección: se puede.
Se puede ver la luz después del túnel, como él mismo graficó. Se puede después de tres operaciones y pisando los 34 años. Se puede después de mil angustias y otras tantas cicatrices. Se puede aún cuando el mazazo haya impactado en lo más alto de su recorrido por el fútbol.
Porque Fernando Carlos Redondo estaba en la cima cuando le cayó encima la maldición que seguramente creía conocer al detalle por su particular historia clínica, aunque en realidad le faltaba mucho por conocer todavía. Repasemos. Desborde con taco y caño en Old Trafford para servirle el gol a Raúl e inmortalizar la imagen para cualquier spot publicitario que se quiera hacer de la Champions League. Y que obligó a declaraciones como la de Valdano: “Es el día perfecto para que a los que no les gusta Redondo expliquen por qué. Cuanto más grande el partido, más grande es Redondo”. Capitán y figura en la final contra el Valencia, en la misma competencia, un mes después. Jugador más valioso de la Champions 99/00, elegido por los 42 técnicos de la UEFA. Mejor jugador iberoamericano de la Liga española de la última década, según la Agencia EFE, superando a Ronaldo, Rivaldo y Romario. Pase al Milan en 18 millones de dólares.
Volaba muy alto Redondo. Hasta que cayó. Y cayó mal. Soportó lo que nadie imaginaba que podía soportar y hoy está de pie. Aún no es el Redondo de siempre, pero va en camino. Y en la conversación con El Gráfico se lo escucha sereno y convencido, como siempre. Un Redondo marga registrada.
–¿En cuánto estás hoy del máximo que podés llegar a esta edad?
–Es difícil decir un tanto por cierto, evidentemente sé que me falta. Y me falta porque después de dos años y medio todo lleva tiempo. No sólo tiempo de entrenamiento, sino de jugar, de continuidad. Eso es lo que te da la posibilidad de llegar al mejor nivel. Noto que me encuentro cada vez más fresco, mejor, pero siento que me falta.
–¿Entrás a la cancha igual que siempre o pensando que pueden ser las últimas veces?
–Entro como siempre. Cada vez que afronto un partido lo hago con la ilusión de hacer “el gran partido” y muy concentrado. De ninguna manera pienso en otra cosa. Si vos me decís qué pensaba antes de volver a jugar, sí, era así: tratar de disfrutar el hecho de entrenarme, de poder jugar. Pero es increíble cómo los objetivos van cambiando. En primer lugar, mi objetivo era volver a jugar. Una vez que lo conseguí, el objetivo fue tratar de que mi rodilla respondiese, de que no me trajera problemas. Y hoy mi objetivo es retornar al mejor nivel. Es justo que sea así, me parece una ambición lógica. Antes, sólo quería volver a jugar; hoy ya no me alcanza con eso. Todavía no disfruto un partido al máximo, porque a nivel físico no estoy al ciento por ciento. Y lo sufro en determinados momentos.
–¿Antes de entrar a la cancha no pensás “si me lesiono una vez más, se acabó”?
–No, en absoluto. Para mí, la lesión está olvidada, eh, de verdad. Incluso, la evolución fue mucho mejor de la que esperábamos. Y hablo en plural porque los médicos me decían que en los primeros meses iba a sentir dolor, tener fastidio y, sin embargo, estamos sorprendidos porque estoy muy bien.
–¿Cómo definirías en pocas palabras lo que te pasó en estos últimos tres años?
–Eeeeeeh….. fue una prueba, una prueba más. Digamos que lo que me pasó no es nada que pueda estar demasiado lejos de lo que es la realidad, de los diferentes momentos que uno tiene que atravesar en la vida. Yo venía de ganar una Copa de Europa, estaba en un momento profesional brillante y de repente… peor no podía ocurrir, ¿no? Ni siquiera disputar un solo partido con mi equipo, pasar dos años, tres operaciones, no ver claro si iba a volver a jugar. Fue una experiencia que hoy me hace sentir muy satisfecho por el esfuerzo y la constancia que tuve, y que al final dieron sus frutos.
–¿Nunca pensaste que se trataba de una maldición por tu salida extraña del Madrid?
–No. Mi etapa en el Real Madrid la pude coronar de la mejor manera. No me quedó nada pendiente, tuve la suerte de ganar con el club la séptima Copa de Europa después de 32 años; de jugar mi último partido oficial levantando la octava…
–Vos tenés sobre el lomo muchas lesiones. ¿Esta vez fue distinto a las otras?
–Esta fue la más grave que sufrí, sin dudas. Pero también tuve bastante mala suerte, porque al principio iba a ser una lesión de unos seis meses...
–¿En algún momento te sentiste un ex jugador?
–No, no (se toma unos segundos)… Pero la pasé mal. En ningún momento pensé en bajar los brazos, eh, aunque no veía claro cuándo iba a volver a jugar, si podría hacerlo nuevamente, porque cada vez que tenía que someter a esfuerzo la rodilla, una vez que llegaba a una etapa de la recuperación que era el punto clave, donde realmente tenía que forzar, la rodilla me decía stop. Así hubo que recomenzar tres veces.
–¿Cuál fue el peor momento?
–Entre la segunda y la tercera operación. Después de la segunda, llegar a ese punto del que te hablaba, y ver que la rodilla no respondía y que tenía que pasar nuevamente por el quirófano, fue terrible, un momento muy duro en lo anímico. Volver a empezar por tercera vez y sin la certeza de que fuese la definitiva...
–Ir para adelante sin saber qué había al final.
–Tal cual. Ahí fue cuando estuve en la Argentina, en la clínica de Jorge Bombicino, el kinesiólogo de River, que se portó muy bien conmigo, tanto él como todo su equipo. Me ayudaron muchísimo. Gracias a Dios lo puedo contar así.
–¿Se te cruzó en algún momento que se había terminado tu carrera?
–Creo que no. Mi gran objetivo era volver a jugar, ponerme la camiseta del Milan y jugar en San Siro. Además era una cuestión interna. Me sentía mal conmigo mismo. Al principio no quería aceptar lo que me había ocurrido. ¿Por qué a mí? Uno sabe que en esta profesión hay cosas buenas y malas, pero en este caso, cuando veía que pasaban los meses y no salía, decía “¿por qué a mí, por qué?”. Después lo tuve que asumir: “Y sí, a mí también me puede pasar”. Y enseguida: “Me puede pasar y ahora lo voy a afrontar y lo voy a superar”. Entonces, una vez que ya lo asimilás y lo digerís, es un paso importante.
–¿Imaginaste que te iba a dar el cuero para aguantar tanto sin jugar?
–Me ayudó mucho el corazón que puse en esto: mi gran pasión por volver a jugar. Si te cuento los trabajos que me dieron en los tres meses que estuve en Bélgica, ni yo sé cómo los hice. Fue un trabajo bestial: una etapa en gimnasio de muchísimas horas al día y de un esfuerzo fuerte. El trabajo en la arena, en las aguas heladas del Mar del Norte...
–¿Volver a jugar fue tu mayor victoria como futbolista? ¿Más que una Copa o llegar al Madrid?
–Más que como futbolista, como hombre, diría. El hecho de no haberme dado por vencido y luchar por algo que realmente quería fue la victoria.
Redondo dio siempre la imagen de tipo frío, desprovisto de pasión, como si los sentimientos ni lo rozaran. Las respuestas políticamente correctas, por momentos exasperantemente programadas, expuestas sobre todo en cada convocatoria fallida a la Selección, potenciaron ese perfil. Sin embargo, la sucesión de emociones a la que Redondo se vio sometido en su primer regreso futbolero a Madrid, por la Champions, vino a desmitificar un poco esa silueta. Se lo observó conmovido al 5 del Milan cuando todo el estadio coreó su nombre (antes de empezar el partido, al ser reemplazado y también al final), cuando todos los futbolistas acompañaron esa ovación aplaudiendo y cuando los Ultra Sur del Madrid le entregaron una plaqueta. “Fue muy movilizante todo esto. Para mí, volver representaba mucho después de lo que había pasado. Tal vez pueda parecer frío, pero no lo soy, para nada. Yo las cosas las siento y mucho, otra cosa es que no lo demuestre, que sepa mantener un equilibrio”, reconoce. El regreso a las canchas fue el otro gran sacudón emocional de estos tiempos: “El día que volví a una cancha, en el partido homenaje a Boban, en Zagreb, quizá me emocioné más que cuando debuté en Argentinos. Una cancha otra vez, la pelota, la gente en las tribunas, el olor a vestuario, ponerse los botines, cambiarse con los compañeros… Me faltaba todo eso, ¡cómo me faltaba! Son cosas que siento como mías y que hacía tiempo, demasiado tiempo, no podía vivirlas”.
–¿Cuál es el mejor equipo del mundo, hoy?
–El Madrid. Lo certifica siendo el último campeón y teniendo unos jugadores bestiales. Por más que no esté bien, en dos jugadas te definen el partido.
–Hablando del Madrid, ¿cómo quedó la relación con Valdano?
–No hablo con él desde hace tiempo. La última vez que nos encontramos fue en Madrid, a principios de 2001, cuando la agencia EFE me entregó un premio. Yo ya estaba en el Milan. Estuvimos charlando un poco de todo.
–Si Valdano hubiera sido director general del Madrid cuando pasaste al Milan, ¿creés que hoy seguirías en el Madrid?
–No lo sé y tampoco me lo pregunto; en el mundo del fútbol hoy estás acá y mañana allá. Con respecto a mi etapa en el Madrid no me quedó nada pendiente, no es como me pasa con la Selección. Con el Madrid tuve la suerte de cumplir todas mis expectativas y por otro lado se me abrió la posibilidad de llegar al Milan, un grande de Italia. Era algo que me faltaba. Acá me trataron muy bien sin que yo jugara un solo partido. Por eso me gustaría mostrar lo mejor de mí.
–¿Cómo reaccionaron los dirigentes cuando les dijiste que no ibas a cobrar el sueldo?
–Hay poco que explicar en ese aspecto. Me sentía en deuda, mal, pasaban los meses y no podía ni siquiera entrenarme. Veía que en ese momento era la única manera. Pedí que se respetase mi decisión. Ellos me esperaban y querían verme con la camiseta del Milan puesta. No lo hice para quedar bien o sumar méritos. Quería ganarme mi sueldo.
–Fernando, ¿qué te genera que se diga “Fulanito es un cinco tipo Redondo”? Como que creaste un modelo, un estereotipo de volante…
–No me la creo, para nada.
–“Un cinco tipo Redondo” es un cinco que la pisa, que juega un poco…
–¿Que juega un poco? Ja, ja, a mí me gustaría… No, en serio. Yo me siento un representante del fútbol argentino por completo, sin dudas.
–¿Viste el último Mundial?
–Sí, lo vi en la Argentina, algo que no me pasaba desde el 90, porque para el anterior estaba en España. Fue distinto porque lo viví como un hincha más. Y fue un golpe duro porque Argentina era un gran favorito, no sólo para nosotros, sino para todos.
–¿Vos también lo veías como favorito?
–Sí. Lo había demostrado con una clasificación brillante y un juego sólido.
–Cuando veías el Mundial, ¿sentías que podrías haber estado ahí, como en el 98?
–No. La verdad es que lo veía lejos. Lo viví bien como hincha y me hubiese gustado que lo ganara. Fue una decepción para todos, una lástima.
–Antes del Mundial, en general la gente estaba conforme con la Selección, pero algunos sostenían que le faltaba pausa. ¿Creés que vos le podrías haber aportado esa pausa?
–No, en absoluto. Esa pausa se la podían dar Verón, Aimar, jugadores que tienen esa capacidad, pero lamentablemente un Mundial no te da la posibilidad de cometer el mínimo error, no tenés chance de recuperarte.
–¿Creés que vas a jugar algún partido más en la Selección?
–No. Ni siquiera lo pienso, ésa es la realidad.
–¿Cero? ¿Ni un sueño se te escapa?
–No, sería muy hipócrita decirlo.
–¿Por qué?
–Porque ni siquiera me lo puedo plantear. Mi gran objetivo es volver a mi mejor nivel en el Milan.
–¿Te parece que Bielsa te convocaría si estás en buen nivel o aquel desencuentro que tuvieron…
–No (interrumpe), ningún desencuentro. La vez que hablé con Bielsa fue todo muy claro y él lo transmitió así. Conmigo se comportó como un señor.
–¿Volviste a hablar con él?
–No.
–Sin casete: ¿te arrepentís de alguna decisión tomada en los últimos años?
–Para nada.
–¿No sos demasiado jugador para tener tan poca Selección encima?
–Si a lo largo de mi carrera yo tuviera que decir qué me quedó ahí, clavado, evidentemente es la Selección. Ganar un Mundial con la Selección Argentina es algo que me hubiese encantado, es lo único que puedo decir que no conseguí.
–Uno va a la ficha de Redondo dentro de 20 años y lee: “Ganó todo en el Real Madrid. Jugó en el Milan. Fiel representante del fútbol argentino. Marcó un estilo. Jugó un solo Mundial”. ¿Nunca pensás eso?
–Evidentemente me hubiese gustado evitar mis idas y vueltas con la Selección, tener una continuidad mucho más larga. Pero las cosas se dieron así y bueno… cuando tuve que tomar una decisión, lo hice poniendo en la balanza lo positivo y lo negativo, asumiendo las consecuencias, viendo lo que podía perderme también.
–¿Qué Mundial lamentaste más perderte?
–El del 98, sin dudas.
–Es difícil saber lo que piensan todos los hinchas, pero ¿qué creés que piensa la mayoría del público argentino de vos?
–¿En qué sentido?
–Redondo es un gran jugador, representa el estilo argentino, pero nunca se “mató” por la Selección. ¿Compartís esa visión?
–Yo creo que hay diferentes opiniones y las respeto todas. No me gusta la palabra “matar” ni siquiera entre comillas. Digamos que cuando tuve que dar lo mejor de mí por la Selección, lo di, di el máximo. Y cuando creí que no podía darlo o cuando no estuve de acuerdo con algo que me parecía que no tenía que ver con lo futbolístico dije que no.
–A diferencia de Passarella, con Bielsa no hubo nada extrafutbolístico.
–Tenía que ver con una cuestión física mía. Cuando uno representa a la Selección Argentina tiene que estar bien, al ciento por ciento, y creyendo que lo puede hacer de la mejor manera; si no, no sirve.
–¿Qué creés? ¿Que la mayoría de la gente te banca o no?
–Estoy muy tranquilo con mi conciencia y respeto lo que piensa la gente.
–Vas por Milán y te cruzás a Passarella. ¿Qué hacés: parás, lo saludás, seguís de largo?
–No, no, me estás decepcionando con tus preguntas. Hablemos de fútbol. No sé… ¿¡Qué le voy a decir!? ¿¡Qué le voy a decir?! Nada, nada. Que no guardo ningún rencor.
(Aclaración tal vez un poco obvia por el contenido de las respuestas: a Redondo le fastidia, y mucho, hablar sobres sus conflictivas relaciones con la Selección y sus entrenadores.)
–¿Hasta cuándo pensás jugar?
–Me siento muy futbolista y lo que me quita el sueño es volver a mi mejor nivel. Mi deseo es seguir jugando unos cuantos años, lo que me dé el cuerpo. Cuando no esté bien me gustaría ser el primero en darme cuenta y decir: “Bueno, ya no estoy”.
–Una de Domingos para la Juventud: “Sin repetir y sin soplar, la cantidad de lesiones y operaciones que tuviste, ya”.
–Operaciones fueron... (piensa) cinco. Lesiones, muchas. En la parte muscular nunca tuve problemas, pero sí con las articulaciones, sobre todo la rodilla. No sé cuál es la explicación médica. Se han dicho tantas cosas: que es por mi manera de jugar, por esa característica que tengo de forzar mucho las articulaciones.... qué sé yo, la verdad no lo sé.
Por Diego Borinsky (2003).
Fotos: Diario AS.