1972. Rojitas en Perú: “Boca me pagó muy mal”
La amarga confesión del ídolo desterrado. En su nuevo equipo, Deportivo Municipal, el delantero cuenta su actualidad y trata de buscar explicación a lo ocurrido con el club de sus amores.
Carlos Enciso estaba en el Aeropuerto de Lima. Siempre está en el Aeropuerto de Lima... Con un grabador o una libreta en la mano. Para el diario Crónica o para radio El Sol... Es imposible que pase por allí un deportista sin que nuestro colega lo registre. Con él, Miguelito Converti.
— ¿Dónde podemos ver a Rojitas?
—Dentro de un rato entrena.
— ¿Vamos?
—Vamos...
— ¿Usted vio aquel partido? ¡Qué barbaridad! ¡Cómo jugaban esos tipos de River! Pedernera, Labruna, Loustau... En esa época Di Stéfano estaba a préstamo en Huracán. Esa tarde sí que me pagaron para ver el partido adentro del campo. Nunca vi jugadores como ésos. Realmente era una "máquina".
— ¿Cómo lo ve a Rojitas?
—Mire, yo fui jugador de fútbol y sé cómo son estas cosas. Hay que esperar que se ponga en estado. Que es un gran jugador no lo voy a descubrir ahora. Se tiene que adaptar, nada más.
— ¿Qué es esto?
—Se llama sauna cinturón. Es fenómeno para bajar de peso. Se transpira una enormidad.
El sauna cinturón le aprieta la cintura. ¡La cintura de Rojitas! ¿Dónde está?
El técnico acepta la sugerencia y le pide que vaya de volante y que marque a muerte. La sonrisa de Rojitas, la carcajada de sus compañeros. "Diez minutos a dos toques...", dice Drago. ¿Cómo va a andar Rojitas a dos toques? Después hay libertad. Y de acuerdo a lo que ocurre habitualmente van ganando los suplentes aunque el argentino logra un gol de media distancia. Termina el trabajo. A un costado del campo está Arturo Belaúnde, gerente del club. Rojitas pasa a su lado. El gerente le dice:
— ¡Qué goleada nos va a hacer Universitario el jueves!
—Le juego 6.500 soles (más de 100 mil pesos argentinos) a que ganamos.
—Aceptado.
—Después del partido paso a cobrar...
Otra vez el auto de Converti. Otra vez el diálogo con Rojitas. De vuelta hacia Lima.
— ¿Te adaptaste al nuevo ritmo de vida?
—Sí, esto es mucho más lindo de lo que yo pensaba. Estuve una semana viviendo en el hotel Savoy y luego me mudé a un departamento en Caylloma casi en esquina con la Colmegna. Segundo piso, departamento 204. Hasta ahora tuve sólo dos problemas: el primero, conseguir yerba para el mate; el segundo, los temblores. El otro día hubo uno que dicen fue liviano pero yo me llevé un susto bárbaro.
— ¿Qué tal fue el debut?
—Y... más o menos. Hacía mucho tiempo que no jugaba.
— ¿Hay diferencias entre el fútbol argentino y el peruano?
—Lo que ocurre es que aquí los entrenamientos son más livianos, por lo menos en el Municipal. El fútbol en sí no tiene mayores diferencias porque los peruanos no tienen nada que envidiarle a los argentinos. Una diferencia puede ser el hecho de que haya menos marca, y eso creo que me va a favorecer. Mi partido debut no lo tengo en cuenta porque fue más que nada un compromiso, jugué porque según me dijeron era importante para la taquilla. Cuando logre estado las cosas andarán mucho mejor.
— ¿Qué pasará cuando vuelva Sotil?
—Pienso que tal vez lo pasen a Mellán a la punta derecha. Es un jugador demasiado importante para quedar afuera. Es un goleador sensacional; no es muy técnico, pero siempre la mete adentro. Además, de alto es imparable ¡Pega cada salto en el aire!..., y siempre gana él. No sé cómo no lo pusieron en la selección.
La concentración en el centro de la ciudad. Un edificio antiguo. Todavía queda una hora para ir al encierro. El tiempo necesario para prolongar la charla. "Aquí a la vuelta hay un café". Nunca falta un café para que dos argentinos conversen
— ¿En qué condiciones se hizo el pase?
—Estoy a préstamo por diez meses. Si hacen uso de la opción tienen que pagar 15 mil dólares más.
— ¿Pensás volver a Boca?
—Si ando bien pienso que me voy a quedar. Si ando mal volveré, pero no a Boca; allí todo se acabó.
— ¿Por qué?
—Porque Boca me pagó muy mal. Y me estoy refiriendo a la institución y no a su hinchada, que siempre me quiso. En las buenas y en las malas, y la despedida que me dio para mi es inolvidable.
— ¿Vos no tenés nada de que arrepentirte?
—No, nada. Nunca hice nada malo. En quince años que estuve en el club habré tenido momentos buenos y de los otros, pero siempre tratando de dar lo mejor.
— ¿Te entristeció tu alejamiento?
—La verdad que al principio sí. No podía entender la situación, y dejar Boca era para mí un golpe grande. Después me fui acostumbrando y ya estoy tranquilo. Sé que todavía puedo dar mucho, en Perú o en donde sea, en cualquier lugar menos en Boca.
De pronto el blanco se hace rojo, los párpados se esfuerzan por esconder ese borbollón de amargura que le inunda los ojos. Está triste, no lo puede disimular. Esa cara no miente. Como no mentía aquella cara de adolescente que vi por primera vez la tarde del 19 de mayo de 1963. Entonces estaba por debutar en Boca. Han pasado casi nueve años. Ídolo, crack, estrella, elogios, aplausos... Han pasado casi nueve años. ¡Qué pronto se han ido! El tiempo es cruel, inflexiblemente cruel. Han pasado casi nueve años. Y ya Boca es pasado. Definitivamente.
— ¿Ahora usás la camiseta de River?
— ¿Qué me decís? La camiseta de River... ¿Quién lo hubiera dicho?
—Y de lo otro, de lo que queda atrás, ¿qué recuerdos te quedan?
—La satisfacción más grande de mi vida fue jugar al lado de Ernesto Grillo. Era mi ídolo de la niñez, lo iba a ver jugar en Independiente. Nunca había soñado con eso. Después Ernesto me venía a buscar a mi casa para ir a los entrenamientos. ¡Me parecía mentira! Y fuimos muy amigos, amigos de verdad. Otra gran alegría fue la gira del 64 por Europa con Adolfo Pedernera.
— ¿Te dejó muchos amigos el fútbol?
—Tuve muchos en la época de la buena. Luego comprobé que la mayoría estaban a mi lado por conveniencia. Yo los sentía como amigos, pero ellos me defraudaron. Pero también hubo quienes fueron fieles en todo momento. Rattín, Roma, Zappino y Juan Carlos Rama.
—Tuve dos que nunca olvidaré: Adolfo Pedernera y José María Silvero. Como personas y como técnicos. Adolfo era casi un padre para nosotros, y además sabía fútbol. Silvero era otro que siempre decía la verdad por más que a uno le doliera; venía y te hablaba en la cara. A quienes piensan que porque era amigo nuestro no andaba les digo que están equivocados. Justamente por ese hecho todos tratábamos de ayudarlo. El equipo tuvo una mala época y se la agarraron con él, pero con Silvero el equipo salió campeón.
— ¿Y de los nuevos pibes que surgieron en Boca?
—Para mí, Potente. Un gran jugador, inteligente, vivísimo, con mucho futuro.
El jueves por la noche Municipal le ganó al Universitario. El viernes Rojitas me mostró el cheque por 6.500 soles. El sábado me despedí de un tipo contento. Perú quiere reconquistar la cintura que asombró en Argentina. Angelito, hacé de cuenta que Grillo te va a buscar para el entrenamiento…
Por HECTOR ONESIME (Enviado especial a Lima).