2004. El título que faltaba
El equipo de Bielsa saldó la deuda histórica del fútbol argentino. Ganó el ansiado Oro olímpico con una campaña brillante y restauró el romance entre la Selección y la gente. En Atenas se recibieron de dioses.
La piel hace cosquillas y el corazón galopa. La emoción es un nudo en la garganta y unas lágrimas derrapan mejilla abajo. La sangre, tibia como el sol eterno de Atenas, es un río caudaloso e incontenible…
Esa imagen que ya se nos imprimió en el alma parece la de un estadio olímpico. Pero no: es la puerta de la historia, y Argentina acaba de atravesarla.
Entró en la historia, el fútbol, atesorando la medalla que salda su única deuda en mayores. Poniéndole el punto final a los 52 años sin oro olímpico del deporte argentino. Accediendo al hall de los pocos –Inglaterra, Italia, Uruguay, Francia y ahora Argentina– que ostentan el halago del doble cetro: el olímpico y el mundial.
Entró en la historia, el equipo, labrador de una campaña espectacular que se expresa en números devastadores y trazos exquisitos, mágica conjunción que lo deposita en el escalón de las selecciones inmortales: los Carasucias del 57, Argentina del 78, el Juvenil del 79, Argentina del 86 y los Sub-20 de Pekerman. Un equipo que, de yapa, quebró para la Selección la racha de once años sin títulos.
Entró en la historia, Marcelo Bielsa, arquitecto silencioso de un equipo lujoso, imán sin revancha de críticas desmedidas. Al fin le tocó un cuarto de hora. Nada ni nadie podrá quitarle la gloria de haber sido el entrenador del primer oro olímpico, ni más ni menos que el acceso a la galería de los que dejan huellas únicas, indelebles.
“Este título se lo quiero dedicar al jugador del fútbol argentino, que se expresó a través de este grupo de jugadores”, dijo el técnico rosarino en la conferencia posterior a la ronda colegial que lo vio girar como un chico más y al podio que contempló a lo lejos, con la placidez tatuada en el gesto. Y la dedicatoria fue un golazo comparable a los que marcó el equipo. Porque en ese fútbol que desplegaron los 19 jugadores hubo aroma y sentimiento argentinos. Una conexión genética atemporal, extasiante. Porque estos chicos jugaron el fútbol que hubieran jugado el Charro Moreno, Di Stéfano, Labruna, Alonso, Bochini, Maradona y tantos otros cracks. Un fútbol que fusionó garra, talento y personalidad. Un fútbol que satisfizo a los esteticistas y dejó pipones a los resultadistas a ultranza: 6 triunfos en 6 partidos, 17 goles a favor y 0 en contra, la defensa menos vencida –obvio– y el magistral goleador del torneo, Carlos Tévez, con 8 tantos.
¿Se puede pedir algo más? Sí: que jamás se abandone este estilo.
A FLOR DE PIEL
“Yo sabía, estaba seguro de que Bielsa nos iba a hacer ganar algo importante, por eso respaldé su continuidad después del Mundial. Por suerte, el presidente de la AFA piensa con la cabeza y no con el corazón. Que me disculpen algunos, pero no soy caprichoso, ésta la vi venir”, se jactaba Julio Grondona después de las medallas y las coronas de olivo recibidas por esos jugadores a quienes les elogió “el tremendo amor por la camiseta que visten, y cuando digo amor estoy empleando la palabra correcta”.
El astuto caudillo del fútbol ganó otra pulseada crucial. Y con su actitud abonó una moraleja verdaderamente irrefutable: para cosechar, hay que sembrar y saber esperar. Es, sin dudas, el gran mensaje que dejan estos Juegos para los futboleros de alma. Un mensaje que, vaya paradoja, germinó en la cuna del olimpismo.
“La estadía en la Villa Olímpica nos provocó una sensación poco habitual y muy agradable. Nos retrotrajo a los momentos de máximo amateurismo. Vivimos en una ciudad de deportistas y eso nos causó asombro, fue algo mágico”, relató Bielsa con extrema exactitud. Ese grupo lacerado por el mazazo de la Copa América necesitaba una inyección renovadora para virar el ánimo. Y la mixtura con los demás deportistas en el corazón de la Villa permitió que latiera una emoción inédita. Les oxigenó el espíritu y los tiñó con el velo épico de los Juegos.
Recorriendo los rincones de la Villa, cauterizaron la herida y cambiaron el chip. Y se entregaron con dulce mansedumbre a experiencias más mundanas, ajenas en sus habituales jornadas de superprofesionalismo: arreglarse la cama, hacer la cola para procurar la comida, compartir el comedor con cientos de personas, asolearse en una pileta pública o tomar un colectivo para desplazarse de un sector a otro de la Villa.
Allí, en la intimidad más perfecta, floreció la mística, creció el espíritu. “La nuestra es una historia de sacrificio. El que hicieron todos los chicos y también el cuerpo técnico. Ahora que tengo la medalla colgada, me quiero acordar de todos los que no pudieron venir por edad o por otras cosas del fútbol. Ellos ayudaron a generar el espíritu ganador del grupo”, recordó Gabriel Heinze, que elevó su oro al cielo para dedicárselo a su padre, fallecido este año.
“El palo que nos comimos en la final de la Copa América fue muy importante. Dolió un montón y no fue fácil olvidarlo. Mejor dicho, jamás lo vamos a olvidar. Por eso mi recuerdo y mi dedicatoria es para los muchachos que estuvieron en Perú”, fue la síntesis de Javier Mascherano, un león que no quiso perderse la final aunque su físico estaba herido.
“El secreto fue el espíritu y la armonía del grupo. Pese al dolor que arrastrábamos, nos mentalizamos para ganar el oro que nadie había conseguido antes. Lo que hicimos en Atenas es algo maravilloso, esas cosas que se celebran toda la vida y a las que el paso del tiempo les va dando más sabor”, decantó Andrés D’Alessandro, compinche inseparable de Tévez, adentro y afuera de la cancha.
“Yo siento que pagamos la deuda histórica del fútbol argentino. Sólo nosotros sabemos lo que sufrimos en Perú. Sólo nosotros sabemos cómo arrancamos para acá y cómo nos fuimos ilusionando con el correr de los partidos. Esta medalla no se puede comparar con nada”, definió Mauro Rosales, camarógrafo oficial de las monerías del grupo junto al Chelito Delgado.
¿Se dio cuenta? Sacrificio, espíritu, armonía, grupo. Cuatro palabras recurrentes en el discurso de todos. Cuatro palabras que significan todo.
EL SALDO FUTBOLISTICO
Más allá de la gloria inmortal, el torneo olímpico sirvió para solidificar la estructura de la nueva Selección. Aquella que asomó de a ráfagas frente a Paraguay, por las eliminatorias de Alemania 2006, y que luego brillara hasta los últimos 21 segundos de la Copa América.
Los seis partidos jugados en Grecia potenciaron una evolución más vinculada al fútbol asociado que al vértigo sin rienda, aunque Bielsa se preocupó por mantener la equidistancia entre ambos estilos: “Yo no adhiero ni al fútbol sobreelaborado ni al directo y lineal. A algunos les gusta más el juego cadencioso y otros prefieren el juego rápido. Pero decir que jugar rápido es jugar mal o que jugar cadencioso es jugar mal, es decir yo soy el dueño de la verdad. Y eso está mal. Bajo mi conducción, Argentina siempre jugó por abajo. Nunca al pelotazo. Eso sí que no le gusta a la gente. Eso es jugar mal.”
Pero Argentina jugó bien en Grecia. Muy bien. Y en el tamiz quedaron destellos individuales y trazos colectivos que vitaminizan las ilusiones de cara al futuro:
● Un arquero confiable. Sobrio, sereno, decidido. Lux fue una garantía, ratificando las actuaciones de su convincente primer semestre en River. Al igual que en su club, no le pesó la responsabilidad de cubrir un arco pesado. Mantuvo la valla invicta con media docena de atajadas de altísimo nivel. Poroto aprovechó su chance y lanzó la candidatura para competir con el Pato Abbondanzieri y Pablo Cavallero por la titularidad en la Selección mayor. Supo ser campeón mundial juvenil, River le permite sostener un roce internacional permanente y la proyección lo ubica como arquero potencial para los próximos tres mundiales.
● Tres “viejitos” piolas. Ayala, Heinze y el Kily lideraron el grupo adentro y afuera de la cancha. Aportaron jerarquía en zonas clave y condimentaron la frescura de los “lactantes” con el sabor de su experiencia. Sin dudas, Bielsa acertó un pleno cuando se decidió por ellos para apuntalarlos. Fueron el espejo de todos. Por rendimiento y hambre de gloria.
● Dos picaros millonarios. Mascherano y Lucho González jerarquizaron la mitad de la cancha. Relojito para los relevos, Masche cumplió con creces el rol de interruptor de los circuitos adversarios y amplificó su incidencia como un preciso ejecutor del primer pase. Salió siempre limpio, las jugó todas redondas.
Lucho ofreció una versión muy dinámica y, como le gusta decir a Bielsa, aumentó el volumen positivo de “juego interno” del equipo, ya sea por el fluido diálogo futbolístico con Tévez y D’Alessandro o por las fantasmales apariciones lanzado hacia los espacios vacíos. Gran nivel de los volantes de River.
● El vivo de “la boba”. Bien D’Alessandro. Encarador, atrevido, punzante, cerebral. Con panorama para marcar los caminos más apropiados en ataque. Con la visión clarita para explotar la capacidad de desborde del Chelito Delgado y Rosales, uno que apareció en toda su dimensión en los Juegos. D’Alessandro jugó e hizo jugar, ni más ni menos que el mandato supremo en su posición.
● Carlitos, el terrible. Tévez fue el as de espadas del torneo olímpico. Arrancando de atrás, marcó diferencias con un cambio de ritmo devastador. Y pisando el área mostró su mejor versión de goleador serial, reencontrándose con aquel Tévez letal de la Copa Libertadores 03. Ocho goles en seis partidos reflejan su efectividad. Pero decenas de jugadas, en sociedad con Lucho, D’Alessandro y los demás puntas, lo erigieron en el símbolo de la campaña. A Carlitos se lo señala como un jugador “distinto”, de ésos que pueden resolver solos un partido. Y en este torneo demostró que, lejos de debilitarse, ese don se fortifica con el correr de los meses. Marcó la diferencia adentro del área, selvático terreno donde se define la historia.
● Los caminos de la audacia. ¿Qué duda cabe? Argentina es un equipo de ataque. Lo ha sido históricamente. Pero el modo de atacar es todo un tema en este rincón del planeta. Ladran demasiados paladares negros. Pero hay una Selección querible y seductora desde que amaneció el 2004. Que conjuga los tres aspectos que derriten al hincha argentino: garra, talento y personalidad. Garra para recuperar, talento para crear y personalidad para sostener esa identidad en todas las circunstancias. Bielsa consiguió el milagro afinando su criterio de elección de las individualidades. A la hora del recambio generacional, echó mano a una horneada de buen pie. Y la suma de talentos derivó en el rédito máximo: toques, cambios de ritmo, pimienta ofensiva, goles… Aunque festejó un solo título, este equipo fue el mejor de los dos campeonatos que jugó en los últimos sesenta días. Muestra más que suficiente para remachar el nuevo perfil de cara al futuro. ➤
ARGENTINIDAD AL PALO
El último pitazo del griego Vassaras detonó la explosión, el desahogo añejado en almanaques amargos. “Hace un siglo que esperábamos esto”, dramatizó don Julio, que se dio el gusto de participar de la premiación junto al presidente de la FIFA, Joseph Blatter, y al de la Conmebol, Nicolás Leoz.
En el incandescente mediodía de Atenas –¿quién habrá sido el “autor intelectual” de una final de fútbol a las 10?–, un racimo de almas celestes y blancas consumaron la gesta histórica. Y festejaron como chicos una conquista a lo grande. Las rondas y los pasos de cumbia precedieron a los abrazos más profundos y emocionados.
Hasta Bielsa, de una buena vez, se permitió el desliz de un mínimo y sano arrebato de desenfreno. Cuando el túnel se los tragó por un rato, se dijeron muchas cosas y se sintieron muchas otras en la hermética intimidad del vestuario dorado. Y volvieron a aparecer para ser alabados como los nuevos dioses del fútbol, ya enfundados en la ropa oficial.
Uno a uno, fueron recibiendo la bendita medalla, el olivo mitológico y las flores de ocasión. Uno a uno, empezando por Roberto Ayala, el capitán intachable, único sobreviviente del mazazo agrio en la final de Atlanta 96: “Ahora no tengo palabras, sólo sensaciones. Y son muy difíciles de explicar. Soñé mucho con este momento, no quería pasar por la historia de la Selección sin conseguir un título. Y ahora que se me dio, estoy feliz como pocas veces en mi carrera deportiva. Es lo máximo, ya no puedo pedir más. Pero también siento un orgullo inmenso por el grupo que se armó. Hubo momentos en que los chicos me emocionaron de verdad. Todavía son pibes, y ya le pusieron el pecho a la responsabilidad con una personalidad impresionante.”
Uno a uno la fueron recibiendo, siguiendo por otro histórico sediento de revancha, el Kily González: “Me saqué una espina. Después de tantas frustraciones con la Selección, pude ganar algo, nada menos que la primera medalla de oro para el fútbol argentino. Me sale del alma acordarme de los que me quieren y de los muchachos que sufrieron por no estar acá, especialmente Juampi Sorin, mi compañero de habitación durante la Copa América. Siento orgullo, felicidad, un montón de cosas lindas. Era hora que nos tocara una buena...”
Uno a uno la fueron recibiendo hasta que sonó el Himno, y la Bandera Argentina trepó hasta lo más alto del mástil, vigilada de reojo por la llama olímpica. Fue el instante de la sensación indescriptible. De las cosquillas en la piel y del corazón galopante.
Argentina campeón olímpico, de aquí a la eternidad…
Paso a Paso
ARGENTINA 6 – SERBIA 0
Jugado el 11/8/2004
ARGENTINA: Lux; Coloccini, Ayala, Heinze; L. González, Mascherano, C. González (77’ C. Rodríguez); D’Alessandro (59’ Saviola); Rosales, Tévez (71’ Medina), Delgado.
DT: Bielsa.
SERBIA: Milojevic; Neziri, Basa, Stepanov, Jokic, Lomic; Milovanovic, Matic (71’ B. Petrovic); Vukoevic; Delibasic (82’Nikesic), Radonjic (45’ Krasic). DT: V. Petrovic.
GOLES: 11’ Delgado (A), 17’ C. González (A), 42’ y 43’ Tévez (A); 73’ Heinze (A), 77’ Rosales (A).
ARBITRO: Carlos Batres (Guatemala).
CANCHA: Pampeloponisiako, de Patras.
ARGENTINA 2 – TUNEZ 0
Jugado el 14/8/2004
ARGENTINA: Lux; Ayala, Heinze; Coloccini, Mascherano, L. González, C. González; D’Alessandro (55’ Saviola); Rosales (62’ M. González), Tévez (86’ Burdisso), Delgado. DT: Bielsa.
TUNEZ: Fadhel; Boussaidi, Yahia, Hagui, Ayari; Ben Yahia; Traoui (58’ Yedidi), Ragued, Mouelhi, Clayton (69’ Ltaief); Trabelsi (64’ Zitouni). DT: Labidi.
GOLES: 38’ Tévez (A); 71’ Saviola (A).
ARBITRO: Eric Poulat (Francia).
CANCHA: Pampeloponisiako, de Patras.
ARGENTINA 1 – AUSTRALIA 0
Jugado el 17/8/2004
ARGENTINA: Lux; Coloccini, Ayala, Heinze; L. González, Mascherano, C. González (45’ M. González); D’Alessandro; Delgado (28’ Burdisso), Tévez (65’ Saviola), Rosales.
DT: Bielsa.
AUSTRALIA: Galekovic; North, Moore, Madaschi, Cansdell-Scheriff; Elrich, Valeri (72’ Danze), Wilkshire; Cahil; Aloisi, Brosque (71’ Colman). DT: Farina.
GOL: 8’ D’Alessandro (A).
ARBITRO: Albd El Fatal (Egipto).
CANCHA: Karaiskaki, de Atenas.
ARGENTINA 4 – COSTA RICA 0
Cuartos de Final. Jugado el 21/8/2004
ARGENTINA: Lux; Ayala, Coloccini;
Mascherano, L. González, Heinze (17’
C. Rodríguez); D’Alessandro (65’ Medina),
C. González; Rosales (50’ Burdisso), Tévez, Delgado. DT: Bielsa.
COSTA RICA: Drummond; Myre, Villalobos, Salazar (67’ Granados), Umaña, J. Díaz;
Arrieta (52’ Scott), Hernández, J. López, Brennes (76’ Wilson); Saborido. DT: Kenton.
GOLES: 23’ Delgado (A), 43’, 82’y 83’
Tévez (A).
ARBITRO: Kyros Vassaras (Grecia).
CANCHA: Pampeloponisiako, de Patras.
ARGENTINA 3 – ITALIA 0
Semifinal. Jugado el 24/8/2004
ARGENTINA: Lux; Coloccini (68’ Medina), Ayala, Heinze; L. González, Mascherano, C. González (82’ M. González); D’Alessandro; Rosales, Tévez, Delgado (53’ C. Rodríguez). DT: Bielsa.
ITALIA: Pelizzoli; Bonera, Ferrari, Bovo, Moretti; Pinzi (72’ Gasbarroni), De Rossi (45’ Del Nero), Palombo, Sculli (45’ Donadei); Pirlo; Gilardino. DT: Gentile.
GOLES: 15’ Tévez (A); 68’ L. González (A); 86’ M. González (A).
ARBITRO: Benito Archundia (México).
CANCHA: Karaiskaki, de Atenas.
ARGENTINA 1 – PARAGUAY 0
Final. Jugado el 28/8/2004
ARGENTINA: Lux; Coloccini, Ayala, Heinze;
L. González, Mascherano, C. González;
D’Alessandro; Delgado (75’ C. Rodríguez), Tévez, Rosales. DT: Bielsa.
PARAGUAY: D. Barreto; Martínez, Manzur, Gamarra, Esquivel (76’ J. González);
E. Barreto (71’ Cristaldo), Torres, Figueredo, Enciso (62’ O. Díaz); Giménez; Bareiro.
DT: Jara.
GOL: 17’ Tévez (A).
EXPULSADOS: 66’ Martínez (P), 82’
Figueredo (P).
ARBITRO: Kyros Vassaras (Grecia).
CANCHA: Olímpico, de Atenas.
Opinión
Marcelo Bielsa
“Este logro en los Juegos es de muchísima dimensión. Ha enriquecido a todo el plantel.”
“Ganar no me inmuniza, porque ningún éxito lo hace. Ya hay que pensar en lo que se viene.”
“La semifinal con Italia fue un partido para recordar. Y en la final quedaron claras y holgadas diferencias.”
“Todavía me queda una sensación de injusticia por la Copa América. Argentina merecía el título.”
Memoria y balance:
EL GOL: Carlos Tévez a Paraguay. No fue el más bonito de los 17, pero valió la medalla de oro.
LA REVELACION: Mauro Rosales. A diferencia de la Copa América, en los Juegos apareció el delantero imparable de Newell’s.
EL MEJOR PARTIDO: La semifinal con Italia. Por la jerarquía del rival y el peso histórico de las camisetas. LA CONFIRMACION: Javier Mascherano es un volante de contención de altísima jerarquía. Otro torneo en nivel excepcional.
LO INSOLITO: Hubo un mal cálculo y en la coronación se quedaron sin corona de olivos para Heinze.
LO INCREBLE: Argentina terminó el torneo sin goles en contra. Difícil de lograr, incluso para los equipos más fuertes de la historia.
LA REVANCHA: Roberto Ayala se sacó la espina por la final olímpica perdida en Atlanta 96
Carlos Tévez, el as de espadas:
Mortífero en el área, el jugador de Boca marcó diferencia. Le trajo la medalla a los padres y se alegró por Bielsa, ya que “lo criticaron demasiado”.
Genio, figura, capo total. Carlitos Tévez fue la estrella indiscutida. El jugador distinto que marcó la diferencia. Intratable en el área, punzante y profundo cuando salió de ella para asociarse con D’Alessandro, mágico siempre. Llegó a Grecia con la mochila más pesada: dos finales continentales perdidas. La Copa Libertadores con Boca, la Copa América con la Selección. Y se hizo fuerte desde el dolor…
“Todavía no caigo. Ganar cosas con la camiseta de la Selección es algo único, incomparable. Y este equipo se merecía ser campeón. Fue el mejor de todos, lejos. Por lo que hicimos aquellos que jugamos, pero también por lo que aportaron los que se quedaron afuera. Acá todos fuimos uno. Tiramos parejo para el mismo lado. Y Dios se acordó de nosotros, se acordó de mí… A veces me parece increíble ser tan chico y haber vivido cosas tan lindas. Trato de disfrutarlo a mi manera, y quiero ir por más”, relató el chico de Fuerte Apache, la voz entrecortada por la emoción, la sonrisa lista para dispararse como en las mejores contras.
“Menos mal que pude cumplir con mis viejos… Antes de jugar con Italia, hablé por teléfono con mi papá. Me dijo que él y mi mamá querían que ganara la de oro, así que esta medalla es para ellos”, contó el autor del gol decisivo en la final con Paraguay.
Cuando terminó el partido, Tévez se abrazó larga y afectuosamente con Bielsa. “También me alegro mucho por él. Lo criticaron demasiado y me parece injusto. Marcelo es un hombre muy trabajador y una gran persona. Se merecía un triunfo así”, soltó en la despedida, y volvió a sonreír… ●
Los títulos del fútbol argentino:
2 Mundiales
1 Oro olímpico
14 Copa América
1 Copa Artemio Franchi
1 Copa Rey Fahd
1 Copa de las Naciones
4 Mundiales Sub-20
4 Sudamericanos Sub-20
2 Torneos Esperanzas, de Toulon
2 Sudamericanos Sub-17
2 Juegos Odesur
4 Preolímpicos
6 Panamericanos
Por Elias Perugino / Fotos: Photogamma