Fuera de juego
Esta nota es un repaso sobre tapas fallidas, notas que hicieron agua, reportajes que se atragantaron, fotos veladas... Descubra El Gráfico que no fue.
En Inglaterra ofrecen un premio de un millón de libras esterlinas para el hombre que demuestre estar embarazado. En El Gráfico buscamos alguien que sea capaz de detallarnos, con una semana de anticipación, los resultados deportivos. Es decir, una especie de Guillermo Nimo, pero en serio. No tenemos tantas libras, pero podríamos conversar un honorario digno. ¿Cuáles serían las condiciones laborales de nuestro gurú periodístico? Iríamos a buscarlo a su casa, le cederíamos la oficina de nuestro editor, le contrataríamos a las porristas de Boca para que lo abaniquen y le regalaríamos un televisor de 108 pulgadas extrachato, con sillón masajeador incluido. ¿Qué le pediríamos a cambio? Que nos cuente cuáles van a ser los resultados de la fecha de fútbol y quiénes serán los goleadores, cómo le va a ir a Los Pumas en sus giras, qué va a pasar en cada carrera con Mazzacane, cuáles serán los resultados del tenis del fin de semana y qué va a hacer Tyson la próxima vez que se suba a un ring. Con eso, nada más, estaríamos hechos.
Porque en el periodismo deportivo, un gol, un try, un doble, un hoyo en uno o un despiste pueden significar una tapa menos, una nota más, una foto inútil, un título perfecto o diez páginas al tacho de basura. Cada domingo, las transmisiones de los televisores y las radios de la redacción hacen oscilar el contenido de la revista y los humores de los que la hacemos. Los deportistas tienen su adrenalina y los periodistas no nos quedamos atrás. Muchas veces hay una entrevista trabajada en la semana que se diluye como en ácido por los resultados de la fecha; o una buena idea de tapa que pasa a dormir un sueño eterno en el fondo de un cajón. Todo eso forma parte de lo que no se publica, por culpa de que todavía no se presentó aquel gurú que nos ayude a ser más eficientes.
Por ahora, sólo nos queda cruzar los dedos para que el goleador entrevistado esté afilado y preciso; para que el arquero que nos aguantó durante una sesión de fotos de dos horas ataje ese maldito penal; para que aquel equipo que viene con una racha inmejorable, no vaya a perder el equilibrio justo ese domingo que lo tenemos en la mira. Otra alternativa, menos cabalística y más habitual en los casos del Polideportivo, es prever cualquier desenlace en una final. ¿Cómo? Entrevistando a los dos finalistas y teniendo listas las dos posibilidades. Es una alternativa efectiva, pero en ese caso siempre queda una nota –la del perdedor– que nunca va a llegar al taller de impresión. Con la obvia depresión del periodista que la hizo y que cayó derrotado.
El canasto se llena, son los gajes del oficio. A veces, no es por culpa de un resultado. Lo que parecía una buena idea en las reuniones donde se lanzan proyectos de nota termina siendo poco atractivo puesto en el papel. Son las típicas producciones periodísticas que van pasándose de una semana a la otra y que esperan un turno que no existe ni va a existir. También puede ser que el entrevistado no aporte: nunca falta el deportista que está enojado con El Gráfico por alguna razón entendible o absurda, el que no tiene tiempo, el que se arrepintió, el que se quedó dormido, el que se enfermó, el que se la creyó o el que se quedó sin batería en su celular.
Puede ocurrir que todo haya funcionado como un relojito suizo, pero las imágenes que hicieron nuestros fotógrafos ya no calzan. Porque el futbolista se tiñó el pelo, se rapó o porque el equipo cambió el diseño de la camiseta que usó la figura para posar. ¡Se cambian la camiseta a cada rato! No hay dudas de que la mejor forma de hacer deporte de aventura frente a una computadora es en el periodismo deportivo.
Pero, como puede advertirse en cada edición de la revista, no siempre hay fatalidades. Muchas veces los resultados nos acompañaron y todo salió abrochadito y con moño. Como la nota de tapa a Orteguita, que se brindó por completo: habló hasta por los codos y posó mil horas en la semana en que preparábamos el lanzamiento de la revista rediseñada; y el domingo la rompió. O el Chino Fernández, a quien le hicimos fotos buenísimas y ese fin de semana se quedó con el Abierto de la República. También fue el caso del Chelo Delgado: le hicimos tres entrevistas, pero no anduvo bien. Hasta que la cuarta fue la vencida. Porque después de pasar por el rutinario trámite de atendernos, le hizo un gol a Central, otro a Talleres y la rompió contra el Real en la final Intercontinental.
Pero esas notas, las que tuvieron lugar en nuestros números, ya vivieron su momento de gloria. Aquí vamos a ocuparnos de aquellas que se perdieron en el camino. Las que quedaron fuera de juego y no llegaron al kiosco. Tapas que no fueron, notas de cajón, fotos que duermen en el archivo, ideas mortales y entrevistas por siempre inéditas. Esta vez, lo que no pasó es noticia.
La historia del paciente Inglés
Huracán llegaba entonado para enfrentar a Boca. Recién había ascendido y le había ganado a San Lorenzo. Los periodistas Martín De Rose y Maxi Nóbili fueron a ver a Carlos Babington. Cuando alguien le propone hablar de fútbol a Babington sólo tiene que decir dónde y a qué hora. El Inglés y los periodistas se reunieron en un bar de Parque Patricios y durante dos horas cocinaron la nota del posible triunfo de Huracán. Babington aseguraba: “Pase lo que pase con Boca, este equipo no se va a caer”. El domingo perdieron 1 a 0. A partir de allí, tampoco ganaron partidos importantes. Por eso nunca salió la nota, pese a que lo hicimos posar como en el 73. Igual, vale decir que un personaje como Babington, en cualquier momento, sale a la luz. Por eso, esta nota, sigue en lista de espera. Aunque con algunos retoques.
Las desventuras de Orestes
En agosto teníamos una noticia bomba. El inefable Orestes Katorosz, el playboy-jardinero-periodista-actor que entre febrero y marzo fue técnico de All Boys, volvía al ruedo con una idea disparatada. “A los 49 años quiero darme el último gusto: jugar al fútbol en Primera. Voy a hacer el camino inverso de todos los futbolistas: empecé como periodista, luego fui DT y ahora voy a jugar. Además estoy como uno de 25, no tuve ninguna lesión seria”, confesó. Apurado por el cierre del libro de pases, se puso a entrenar duro. Lo seguimos en su sesión de gimnasio y lo fotografiamos entrenando como Rocky Balboa en las escaleras de la Facultad de Derecho. El fotógrafo Hugo Ramos, alucinado con el bueno de Orestes, se copó e hizo 6 rollos de antología. Después dijo que una infección en las muelas abortó su sueño. Y nuestra nota.
El riesgo de las multitudes
El periodista Guido Glait tiene buen ojo para las promesas. Un día llegó de San Lorenzo y dijo: “Ojo con Santana”. Como nadie tiene plata suficiente para andar comprando jugadores, lo único que quedaba era hacer la nota. Pero no hubo tiempo material para realizar una producción fotográfica. Llegó el partido con River. Y Santana gritó el primer gol de su carrera en San Lorenzo. Glait se agrandó. Hubo que aguantarlo. Y triplicó absurdamente la apuesta: decidió entrevistar a Santana, Walter Erviti y Ricardo Verón. El trío desmenuzó su historia, se hicieron las fotos y esperamos el momento oportuno para darla. El tema es que jamás brillaron juntos. Verón fue vendido al Reggina. Santana fue suplente. Y Erviti fue el único que justificó los rollos gastados. De ahora en más cada vez que Guido descubre una promesa le decimos: “Entrevistá sólo a ése, hermanito”.
Qué lindo pastito que tengo yo
El tema del estado de las canchas empezó a tomar temperatura. Uno veía el pasto quemado en San Lorenzo, lagunas en Racing, pozos en River... El periodista Daniel Balmaceda habló con ingenieros agrónomos que cuidan pastos, caminó las canchas, recogió anécdotas y organizó las producciones fotográficas. Aprendió mucho sobre el tema, conoció los secretos de los cancheros y las tácticas de Carlos Bilardo para que los vegetales jugaran a su favor. Encontró la relación entre los recitales y partidos de rugby que se hacen en los estadios y el estado de los campos. Le quedó un texto digno de Chacra. La nota esperó su turno. El almanaque corría, el pasto crecía y la nota dormía. Se fue el invierno, llegó la primavera. Se fue la primavera, llegó el verano. A la nota del pasto le crecieron hongos. La regamos todas las semanas.
Aquella maldición cervecera
El sueño que Quilmes tenía de llegar a Primera chocó tres veces contra la realidad. Primero perdió con Huracán. Después quedó out ante Los Andes. Y cuando parecía que de tanto insistir se le daba con Belgrano, se cayó al final del partido y otra vez se quedó sin nada. Sin nada, también, se quedaron sus hinchas, que nunca pudieron ver las notas que habíamos preparado. Eran varias, porque hasta se barajó la posibilidad de hacer una edición especial. Uno de los reportajes fue al Pirata Czornomaz, que hasta posó manejando un tractor en la cancha. Las ex glorias del club, por si acaso, ya opinaban qué tenía que hacer el equipo para mantenerse en Primera. Otra nota fue a Ricardo Rezza, quien estuvo muy reticente para las fotos: “Para qué, si total sale una sola”. Se equivocó. Al final no salió ninguna...
Despacito, despacito... no salió
Polo. Final del Abierto Argentino en Palermo. Los hermanos Sebastián y Juan Ignacio Merlos, compañeros de Adolfo Cambiaso en La Dolfina, dedicaron casi dos horas a repasar su pasión por los caballos desde que eran chiquitos. “No te preocupés, que la nota va a salir seguro. A Indios Chapaleufú II le ganamos por cuatro goles”, pronosticaba Sebastián.
El mismo Sebastián fue quien, después de haber perdido por tres goles el partido decisivo, le dijo riendo a nuestro periodista: “Ahora te vas a meter la nota en el culo, ¿no?”. No llegamos a ese extremo porque Lucas Faillace se negó dado a que estaba impresa en cartón corrugado. Enseguida, Sebastián se ilusionó: “En enero jugamos la temporada de polo en Estados Unidos. Che, ¿no la podrán sacar ahí?”. No le respondimos.
Blanca y radiante
Se venía Argentina-Uruguay. Daniel Passarella enfrentaba al equipo que había dirigido hasta 1998. Se imponía una entrevista a fondo con el técnico del equipo uruguayo. El periodista Eduardo Verona, uno de nuestros bomberos, partió a Montevideo. Pero el Gran Capitán no quiso saber nada. Como El Gráfico había publicado algo que no le gustó después de la eliminación en el Mundial 98, Passarella le pidió a Verona amablemente (vale decirlo) que se publicaran seis páginas en blanco para contrarrestar las supuestas “mentiras que se habían dicho en aquella nota”. Como los lectores no saben de internas preferimos no poner ninguna página en blanco y nos quedamos sin el reportaje a Passarella. ¿El tiempo cerrará las heridas?
El grabador no se encendió
El periodista Pablo Llonto viajó a La Habana para hacer a Maradona. El primer día se fue a la puerta de La Pradera. Mantuvo asambleas callejeras con Cóppola que entraba, hablaba con Diego y salía negando. Pero surgieron motivos inesperados: el editor de El Gráfico no es persona grata para Maradona. El Diez dijo que no. Llonto volvió a Buenos Aires con el grabador sin encender. Trajo unos chocolates muy ricos.
A Trotta le creció la nariz
Después del 0-3 con Boca, el plantel de River no quiso hacer más notas con El Gráfico. Roberto Trotta finalmente aceptó y puso fecha. Sorpresa fue la que nos llevamos cuando, a punto de iniciar el reportaje, dijo con una sonrisa gozadora: “Uia, me confundí, pensé que eran de Clarín. El error fue mío, no puedo dar la nota”. Clarín ya lo había entrevistado ocho días antes. Miente tan sutilmente como pega.
El Gráfico 1 - Latorre 0
Diego Latorre no se acordaba bien el porqué, pero sí estaba muy seguro de que él no le daba notas a El Gráfico desde que jugaba en Boca. Nuestro periodista Diego Borinsky quiso entrevistarlo en Colombia cuando Central viajó a Bogotá por la Copa Libertadores. Latorre pronunció la cantilena tantas veces repetidas por los jugadores: “Con El Gráfico no hablo desde que juego en Boca porque...”.
Borinsky se envalentonó y le recordó que sí había dado una entrevista a fines del 98 cuando estaba en el Racing de Cappa. Latorre le dijo que no. Borinsky dijo que sí. Que no, que sí, que sí, que no. Hasta que sellaron la apuesta con apretón de manos incluido: si Borinsky probaba que Latorre le había dado una nota a El Gráfico en 1998, el jugador aceptaba la entrevista. El periodista, no bien puso un pie en Buenos Aires, corrió al archivo y fotocopió el famoso reportaje.
Pasaron un par de meses y Borinsky le hizo una zancadilla a Latorre en la presentación de los nuevos jugadores de Chacarita. En la billetera, detrás de la foto de su hija Camila, llevaba la fotocopia de la nota. Latorre no podía creer la perseverancia de nuestro inefable Tato. Miró, remiró y dijo: “Me cagaste, dale hagamos la nota”.
El resultado de la apuesta salió publicado en agosto. Fue la tapa de la última edición de El Gráfico antes del rediseño. La tapa decía: Ganaron los troncos. ¿A quién se refería Latorre?
Nostradamus, un poroto
“Alfredo Moreno es el segundo Ronaldo. Es completo, no le falta nada.”
(José Sanfilippo, 28/3/2000) Cuando Moreno hacía goles de a cinco era presa del elogio fácil. A algunos se les fue la mano. ¿Qué habrá dicho Sanfilippo después de (no) haberlo visto jugar en Racing?
“La gente de River se encariñó con Ramón, pero conmigo también. Los hinchas me quieren mucho, me adoran.”
(Américo Gallego, 15/2/2000) El Tolo le dio un título a River pero los hinchas casi siempre cantaron: “Es el equipo de Ramón”. Si a él lo quieren, ¿qué hacen con los enemigos?
“¿Miedo a convertirme en otro Tuero? Yo no tengo la mentalidad de salir sexto; me gusta schumacher pero YO soy de la lÍNEA PROST.”
(Gastón Mazzacane, 22/1/2000) Y Schumi festejó el título gritando: “Para Mazzaca que lo mira de atrás”.
“La mayoría de la plata está. Y, si hace falta, la pongo yo. Estoy seguro de que entre el 15 y el 20 de febrero se levanta la quiebra.”
(Daniel Lalín, 1/2/2000) Dijo que antes del 20 de febrero ponía la plata. Nunca aclaró de qué año.
“Creo que será mi año y el del equipo. uno de los dos torneos debe ser nuestro. El Clausura no se nos escapa.”
(Leandro Romagnoli, 8/2/2000) Se escapó. Y encima el tatuaje del Pipi miró muchos partidos desde el banco. La pifió fiero.
Las tapas que nunca vieron la luz
Textos de Daniel Balmaceda y Martín Mazur.