El entrenador León Najnudel detestaba escuchar a un colega pregonar como autoelogio: “Yo hice a Fulano”. Enseguida agarraba su inseparable y voluminosa cartera–biblioteca y buscaba las fotos de sus hijos mayores, Nicolás e Iván, para ironizar: “Yo solamente hice a estos dos. Lo otro es una gran mentira, porque ningún entrenador da a luz a un jugador de básquetbol”.
Su sutil reacción estaba en relación directa con el concepto que enseñaba: “El jugador es hijo de estos tres factores, según su orden de incidencia: 1) sus aptitudes potenciales (lo que trae desde la cuna); 2) el medio interno donde compite; 3) la influencia de su entrenador”.
Sobre esta definición se sustentó la creación de la Liga Nacional. León destacaba que “después de lo innato, la importancia de la competencia interna es lo más decisivo para el crecimiento técnico; además siempre entendí –repetía– que nuestros jugadores estaban muy dispersos por todo el país y se quedaban sin poder competir entre los mejores y contra los mejores, no tenían cantidad ni calidad de competencia”. Predicó la idea junto a José María Félix “Yoyo” Cavallero, entrenador y amigo, quien trajo su experiencia de España en 1970.
El lanzamiento de la Liga Nacional se produjo el viernes 17 de septiembre de 1982 en Buenos Aires por iniciativa de El Gráfico. Propuso “revolucionar el básquetbol argentino”. La aprobación en la Confederación Argentina de Básquetbol se consiguió por unanimidad (catorce votos a cero), después de luchar dieciocho meses, el jueves 15 de marzo de 1984 en la Asamblea Extraordinaria realizada en Posadas.
Lo primero que se dispuso, en 1984, fue que el Campeonato Argentino de Clubes, que se disputaba entonces, sirviera de clasificación. En función de la Liga Nacional, en la jerga popular se llamó “etapa de transición”, ordenándose a los 80 equipos participantes en los tres niveles de la pirámide competitiva, que eran “A”, “B” y Regional. Lo ganó el Deportivo San Andrés.
Por fin el país tenía un campeonato de básquetbol atractivo, único, estable y nacional que abarcara toda la temporada durante nueve meses.
El día soñado llegó el viernes 26 de abril de 1985 con tres partidos de la primera fecha. El salto inicial de honor lo dio el propio Najnudel –una justa recompensa por ser el propulsor de la propuesta– en el partido San Lorenzo-Argentino de Firmat realizado en Obras Sanitarias. En otro encuentro, Atenas de Córdoba, que luego sería siete veces campeón, jugó en Bahía Blanca ante Pacífico en el estadio de Independiente. El escenario era muy chico, los jugadores cordobeses debieron hacer el precalentamiento en la calle. Las dimensiones de la cancha no eran reglamentarias y Mario Milanesio prendió su humor cordobés: “Para tirar un triple desde la punta tenés que ser como Carlitos Chaplin y poner los pies en forma horizontal, porque las líneas casi se juntan y no entrás...”. La falta de una buena infraestructura general es una asignatura todavía pendiente, aunque lentamente se avanza.
En la colección de El Gráfico puede leerse lo que ocurrió en el país: “Fue una verdadera explosión que demostró que el básquetbol vive”. Fue, además, un gran ejemplo de auténtica federalización.
La competencia adoptó también una modalidad impuesta en todo el mundo: incluir a jugadores extranjeros, fundamentalmente norteamericanos, en los planteles. ¿Por qué?
Porque, al provenir de un básquet superior, contribuyen a aumentar y sostener la calidad del espectáculo, porque ayudan como rivales o compañeros al desarrollo de nuestros jugadores y para buscar más paridad. En 18 temporadas, entre 1985 y 2002, la Liga Nacional registró 1.190 plazas cubiertas por extranjeros, teniendo 145 de ellos antecedentes de haber actuado en la NBA, y 10 lograron allí el anillo de campeón. En algunos casos primero llegaron a la Argentina y después se fueron a la NBA.
El primer bicampeón, en 1985 y 1986, fue el Ferro Carril Oeste de Luis Martínez, que aprovechó el impulso generado por Najnudel en Caballito a partir de 1976 y que permitió que un club argentino fuera campeón sudamericano por primera vez.
Era la época en que brillaba el santiagueño Miguel Cortijo, ganador récord de cinco Olimpia de Plata, desde su función de hacedor de juego. Fue el primer crack de la Liga. “Jugamos con tres americanos, el tercero es Miguel”, comparó el propio Martínez.
El primer título de la Liga Nacional se sustentó en el oportuno cambio de los dos norteamericanos (se fueron los flojos Brent Tillman y Mc Farlan y llegaron Glenn Mosley, un ex NBA, y Ron Charles), en la facilidad que da disponer de cuatro torres juntas en la cancha (Uranga, Mosley, Charles, Tourn o Maggi), en la riqueza y la aptitud del plantel y en las “dos usinas” que había para crear, porque a Cortijo se sumaba Gabriel Darrás. “Es como un carburador de doble boca”, graficaba el asistente César Putallaz.
El comienzo había sido muy flojo para el campeón. Martínez contó esta curiosa anécdota: “Al equipo lo había destruido Tillman, que realmente no sabía jugar y por eso sacó de sus casillas al resto de los muchachos. Al final, se llegó al colmo: ¡no le querían pasar la pelota!”.
En 1986 Ferro Carril Oeste produjo un récord que se mantiene: perdió sólo 7 partidos, la cifra más baja de toda la historia. La estructura del equipo era la misma que la anterior, pero con la presencia confiable de los nuevos norteamericanos: el tirador blanco Michael Schlegel y el defensor negro Carl Amos.
La segunda Liga marcó una gratificación para el básquetbol vernáculo. Todos los jugadores de nuestro país que estaban en el exterior retornaron atraídos por la nueva competencia: Gustavo Aguirre (de Brasil a Estudiantes de Concordia), Esteban Camisassa y Gabriel Milovich (de Brasil a Unión de Santa Fe), Germán Filloy (de Brasil a Atenas de Córdoba), Ricardo García Fernández (de España al Deportivo San Andrés) y Luis González (de Brasil a Ferro Carril Oeste).
En esa etapa primigenia, el presupuesto, sumando las 16 entidades de la Primera “A” y las 36 de la “B”, es decir un total de 52 clubes, se calculaba en dos millones de dólares. Pasado el tiempo, sólo en la elite, esa cifra llegó a los once millones de dólares, lo que demuestra el gran crecimiento que tuvo la Liga Nacional.
La televisación continuada y en directo de TyC Max y TyC Sports (un partido por fecha), algo que al comienzo era imposible, comenzó en la temporada 1991/92 y aportó un contrato de más de cincuenta millones de dólares hasta el 2007 y que luego se prolongó hasta el 2013.
¿Sabe cuántos kilómetros recorrieron en total en 1986 los 16 equipos de la Primera División “A” ? 368.000. ¿Qué significa esto? Es cubrir el trayecto que hay de la Tierra a la Luna o dar nueve veces la vuelta alrededor de la Tierra.
A continuación comenzó a edificarse el imperio más prestigioso de la competencia: Atenas de Córdoba. Un campeón de leyenda con siete títulos conquistados. En 18 ediciones sumó 869 partidos jugados, con 609 victorias (70,09 %) y 260 derrotas (29,91 %). El común denominador de siempre, el que permaneció sin faltar jamás a 649 partidos consecutivos desde el comienzo (llegó a un total de 848), tuvo el mismo nombre y apellido: Marcelo Milanesio. Un ídolo con carisma sin par, un base de lujo, el símbolo aclamado, el único basquetbolista de la historia en ganar el Olimpia de Oro en 1993.
Dentro del continuo cambio de jugadores que caracterizó a la Liga, conspirando con la necesidad de identificación que tiene el público con sus jugadores, Atenas se preocupó, a través de los años, de contar siempre con jugadores nacidos o arraigados en Córdoba. Otra particularidad es que en el mismo lapso, sólo seis entrenadores pasaron por el banco cordobés: Wálter Garrone, Rubén Magnano, Medardo Ligorria, Pablo Coleffi, Mario Milanesio y Horacio Seguí.
El primer título de los cordobeses, en 1987, fue en el propio estadio Héctor Etchart del campeón, ganando la serie final de playoffs en el cuarto partido por 3-1. Atenas, dirigido por Wálter Garrone, tuvo la virtud de contar con un equipo donde todas las posiciones estaban muy bien cubiertas por jugadores que sabían cómo hacerlo: Marcelo Milanesio (base), Campana (escolta tirador), Filloy (ala), Prato (ala pivote) y Donald Jones (centro). Fue un equipo completo.
Pichi mató en la final contra Ferro con 39 puntos, luego de haberse recuperado de una operación en la rodilla izquierda, y Fillol anuló por completo al uruguayo Tato López.
Córdoba fue una sinfonía verde. El tradicional y chispeante humor tuvo un tema más con el color que se hizo común en la Docta:
—¿Vo’ soi de Atena?
— No, si vua a sé vegetariano.
El segundo campeonato, en 1988, se coronó en el Monumental. Ganó en forma contundente en los playoffs finales, consagrándose otra vez en Buenos Aires: 3-0 a River Plate.
La serie decisiva fue sin sobresaltos, pero en la semifinal contra Pacífico de Bahía Blanca, Atenas sufrió un momento angustioso, estando al borde de quedar eliminado, sin poder contar con sus estrellas Germán Filloy y Pichi Campana, que se lesionaron en el último minuto y en la misma jugada del tercer choque. Ahí, en Tres Arroyos, se hicieron fuertes y fue la catapulta para dos pibes de 19 años conocidos como “Las Torres Gemelas”: Carlos Cerutti (2,04 m) y Diego Osella (2,05 m). Y también marcó un punto de inflexión en el base que empezaría a brillar cada vez más: Marcelo Milanesio. Pensante e inteligente eje de la estrategia.
Para muchos, desde entonces se acentuó el famoso juego de control de los cordobeses, sin que esto significara olvidarse del ataque rápido.
Atenas se impuso 77-62, empató la serie semifinal y luego, de local, la ganó 3-2 y fue campeón.
El dios del gol en la época inicial fue el uruguayo Wilfredo “Fefo” Ruiz, de Estudiantes de Bahía Blanca, máximo anotador en las tres primeras Ligas con un promedio de 31,8 puntos por encuentro. En 1988 se cruzó de vereda, pasando a Olimpo por 23.000 dólares. Ostenta el mejor promedio general de la historia entre todos los jugadores que pasaron por la Liga, con 28,6 en cinco ediciones.
Ferro repitió en 1989, bajo el influjo del norteamericano James Thomas, la única vez que León Najnudel ganó la Liga Nacional. Atenas, por su parte, volvió al título en la llamada “Liga corta” de 1990, que debió adelantarse y achicarse porque ese año Argentina organizó el Campeonato Mundial y, además, a partir de la temporada 1990/91 se modificó el calendario jugándose de septiembre a junio para hacerlo coincidir con la temporada internacional.
Los cordobeses barrieron 3-0 al Sport Club de Cañada de Gómez, número uno de la temporada regular, luego de sufrir la trágica muerte de Carlos Cerutti en un accidente automovilístico de ruta, pero la hinchada hace recordar desde entonces su plegaria de “¡se siente! ¡se siente! ¡Palito está presente!”.
El hecho de que las seis primeras Ligas se repartieran equitativamente entre Ferro y Atenas dio lugar a que entre ellos naciera el primer clásico de la competencia. El historial registra al día de hoy 70 partidos entre sí, con 42 triunfos de los cordobeses y 28 de los porteños. Sin embargo, en la final de 1987 las dos hinchadas dieron el hermoso espectáculo de terminar hermanadas cantando juntas: “¡Ar-gen-ti-na! ¡Ar-gen-ti-na! ¡Ar-gen-ti-na!”.
El año 1990 marcó el esplendor de Pichi Campana y sus hazañas goleadoras. Jugando para River Plate, logró el máximo promedio de tantos por encuentro de una temporada con una cifra impresionante: 44,2. Esa vez el cordobés le metió 62 puntos a Sport en la cancha de River (récord para un argentino en la Liga) y en toda su trayectoria sería cuatro veces el mayor anotador, en forma consecutiva, entre 1989 y 1992, y cuatro veces también fue elegido el mejor jugador.
Totalizó 16.148 puntos convertidos en 706 partidos. El promedio global de sus 17 temporadas es excelente: 22,8.
En 1988, por idea de Horacio Seguí y Chiche Gornatti, comenzó un complemento de espectacular atracción: el Juego de las Estrellas. Lleva 14 ediciones y ya recorrió Mar del Plata, Córdoba, Buenos Aires, Bahía Blanca, Santiago del Estero, Neuquén, San Luis y Villa Carlos Paz. El Vasco Aispurúa es el único que estuvo en todas.
Fue una irrupción fuerte, pero fugaz. GEPU –Gimnasia y Esgrima y Pedernera Unidos– de San Luis. No tenía tradición su lugar de procedencia, porque San Luis nunca había logrado predicamento en el básquetbol nacional. Gepu era la fusión de dos clubes y mostraba un manejo muy particular con la fachada de la empresa Eventos Deportivos S. A. Todo dependía del poder político y económico del senador Alberto Rodríguez Saá y de su hermano el gobernador Adolfo Rodríguez Saá, el mismo que después sería fugaz presidente de la Nación. Muchas veces el equipo viajaba con pasajes del Senado de la Nación, aunque el senador se excusó argumentando que esos boletos “forman parte de la dieta”.
De esa manera mostró lo que otros clubes no podían: una importante capacidad financiera. Así hicieron un estadio, El Ave Fénix, con capacidad para 2.980 personas y, a través de sus cinco temporadas en la “A”, lograron atraer a jugadores muy importantes: Gustavo Fernández, Carlos Romano, Raúl Merlo, Luis Villar, Pichi Campana, Diego Maggi, Juan Espil, Esteban Pérez, Hernán Montenegro... y hasta un técnico norteamericano, Kevin Mackey.
Y fueron campeones.
GEPU ascendió en 1989. Jugó su primera Liga en 1990, clasificándose duodécimo. Y para llegar al título de campeón, con la consigna de “defender y jugar rápido”, se valió de los máximos goleadores de la historia. Pichi Campana en la 1990/91 (31,5 puntos de promedio), más el poder rebotero de Carl Amos y Diego Maggi, con Daniel Rodríguez en la dirección técnica, y Juan Espil en la 1992/93 (28,8 puntos de promedio), más la otra vía ofensiva que fue Esteban Pérez (21,7), con Orlando Ferratto en el banco.
En la temporada 1994/95, GEPU ya no estuvo más.
El país abrazó la competencia. La expansión fue realmente nacional. En seis temporadas seguidas hubo un campeón diferente cada año, entre 1992 y 1997.
En 1992 comenzó la recorrida campeona en Córdoba con Atenas. Siguió en 1993 en San Luis con GEPU. En 1994 llegó a Mar del Plata con Peñarol.
Sesenta mil personas salieron a recibir al micro del nuevo campeón a lo largo de los 17 kilómetros que se extienden desde Sierra de los Padres hasta Mar del Plata. Regresaba desde General Pico después de liquidar 4-1 la serie final con Independiente, que había sido el número uno de la temporada regular y tenía en consecuencia la ventaja de la localía.
Con la base que quedó de la temporada pasada (Marcelo Richotti asegurando un traslado rápido, Ariel Bernardini gatillando su lanzamiento certero y Diego Maggi dando buena presencia en la pintura como centro), el técnico Néstor García marcó una prioridad:
“Era Esteban de la Fuente, lo quería sí o sí. Es el mejor defensor de la Liga y conoce el juego como pocos. Peñarol tuvo cerca de veinte jugadas en ofensiva y Esteban fue el único del equipo que las sabía a todas y desde todos los puestos.”
La pareja extranjera de la consagración, luego de probar a siete foráneos, fue el grandote ex NBA Wallace Bryant (2,13 m) y el potente Sam Ivy.
Néstor García recordó que “hasta la lesión de Bernardini (rotura del tendón de Aquiles en la quinta fecha de la segunda fase contra Regatas de San Nicolás), éramos un equipo que jugaba un básquet muy bonito, de contraataque, y que basaba su juego en la tremenda capacidad de tiro de Ariel... Después debimos hacernos más contenidos, para prevalecer con nuestro juego interior, que, por cierto, era muy importante”.
Llegó a hilvanar 17 partidos consecutivos sin perder, un récord que aún perdura.
En 1995 se gritó “¡soy pampeano/ soy pampeano soy/ pampeano soy yo!”. Independiente de General Pico, una ciudad de 41.921 habitantes, se coronó campeón fundamentado en el triángulo que componían la sagacidad en el armado del base Facundo Sucaztky, la eficaz polifuncionalidad del todo terreno Esteban de la Fuente (el mejor jugador de la temporada) y la garantía para anotar y marcar que aportaba el norteamericano Melvin Johnson (el mejor extranjero, que tiene el récord en la historia de partidos jugados con 449).
Su técnico Mario Guzmán explicó el estilo: “Nunca servimos para controlar el juego. En realidad, nosotros siempre nos sentimos más cómodos corriendo y tirando...”.
A todo eso hay que agregar a los bombarderos con su tremendo poder de triple (un altísimo 45,9% de eficacia de todo el equipo), sumándose Jorge Zulberti y Pablo Lamare a los ya nombrados.
La tragedia también sacudió la competencia. El 2 de febrero de 1995 Gimnasia y Esgrima perdió 122-114 con Boca Juniors en Comodoro Rivadavia.
Parte del público se enardeció contra los árbitros Eduardo Alagastino y Alejandro Chiti. Fuera del estadio Socios Fundadores hubo lluvia de proyectiles. Un piedrazo golpeó la cabeza del espectador Julio Norberto Lecumberri, de 72 años, y le produjo un coágulo cerebral. Murió después de cuatro días de agonía. Un espanto.
El agresor, Leonardo Alberto Oyarzún, de 21 años, fue detenido. Lo condenaron a 3 años de prisión efectiva por “homicidio culposo”.
Una hermosa producción fotográfica de El Gráfico con Olimpia de Venado Tuerto, en la que el equipo aparece desempeñando el papel de una orquesta, es la mejor definición del campeón de 1996, que en la misma temporada –dirigido por Horacio Seguí– ya había sido el primer ganador de la Liga Sudamericana en Brasil. “La mejor banda de Sudamérica”, resaltaba el título de la nota.
El técnico Horacio Seguí hizo una comparación al hablar de una razón determinante de su equipo: “En los momentos clave de un partido, cuando la pelota quemaba, Jorge Racca se convirtió en nuestro Michael Jordan...”. El Batman pampeano fue el goleador imparable, con 26,6 puntos de promedio, y el líder de la conquista.
Sus aliados, dentro de un plantel con mucha química, fueron la velocidad conductiva de Alejandro Montecchia, la versatilidad y el empuje anímico que contagiaba Michael Wilson, el gol de Todd Jadlow (campeón con la Universidad de Indiana de Bobby Knight), la fuerte personalidad de Sebastián Uranga y un pibe que asomaba llamando la atención con su inmenso talento: Lucas Victoriano, hoy en el Real Madrid.
El excelente nivel de esos jugadores lo da un hecho muy demostrativo: Montecchia está jugando en España después de hacerlo en Italia, Racca volvió a España tras su paso por Grecia, Victoriano se encuentra otra vez en España y también jugó en Italia, y Guiñazú había actuado en España.
La consagración de un club tan popular como Boca, en 1997, tan arraigado en el fútbol, permitió que el país hablara de básquetbol. Dirigido por Julio Lamas, venció más fácil de lo pensado la serie final 4-1 al Independiente pampeano de Flor Meléndez.
Arrancó el año con un hecho inédito para nuestro básquetbol: una pretemporada de 16 días y 8 amistosos por Francia, España y Portugal.
“Yo lo llamo el Equipo de los Renegados, porque la mayoría de sus integrantes llegó al club con hambre de revancha”, definió Luis Villar.
El soporte en el juego fue el puertorriqueño Jerome Mincy, con gol (20,2 de promedio) y rebote (9,2), líder adentro y afuera de la cancha. Su frase preferida fue el lema de cabecera del grupo: “Ni muy arriba, ni muy abajo, siempre en el medio”.
Otro sustento ofensivo fue el temible jump-shot de Ariel Bernardini (18,4 de promedio), que volvió después de la rotura de su tendón de Aquiles y que por una complicación posterior estuvo a punto de quedar rengo para toda la vida.
La llave del campeonato la puso el norteamericano Byron Wilson (una media de 21,5 puntos) en los playoffs con sus penetraciones “jordanescas”.
El domingo 7 de enero de 2001 fue el día más triste de la Liga. Estudiantes de Bahía Blanca enfrentó a Libertad en Sunchales. Víctima de un colapso cardíaco (padecía miocardía hipertrófica) se desplomó un chico de 23 años: Gabriel Riofrío. Fue irreparable. Sus compañeros de la Selección lo tienen presente, aun en la euforia del subcampeonato mundial ganado en Indianápolis: “Gabi, siempre con nosotros”. Imposible olvidarlo.
Un hito histórico en la vida de la Liga Nacional fue la serie final de 1998 porque llegó al Luna Park, un escenario mítico del deporte argentino, y lo llenó. Ocho mil personas se juntaron en la última noche. Es récord. Pero también porque la actuación de Atenas de Córdoba, con un Fabricio Oberto muy desequilibrante, fue realmente excelente arrasando a Boca Juniors y completando un 4-0 terminante, el primero y único en la serie al mejor de siete partidos que empezó en la temporada 1990/91.
Si antes el club de Córdoba ya había entrado en la leyenda, este momento grandioso lo catapultó aún más. Y la famosa frase “la leyenda continúa”, exaltando su vigencia, le cayó justa. Hoy ya disputó 12 finales de las 18 realizadas.
La sociedad de estrellas que formaron Marcelo Milanesio (el que más jugó en la Liga, 7 títulos de campeón) y Pichi Campana (el goleador histórico, 5 títulos con Atenas) fue incomparable y se constituyó en el principal afiche que identificó a los cordobeses. Le dieron lustre al linaje de campeones que caracterizó a sus hombres y donde se encolumnan los títulos logrados en la Liga por Diego Osella (5), Germán Filloy (4), Mario Milanesio (3), Bruno Lábaque (3), Roberto Costa (2), Mario Laverdino (2) y Leandro Palladino (2), sin olvidar a Fernando Prato (1), Luis Villar (1) y Fabricio Oberto (1).
Esta gente “ganó todo”, 12 títulos oficiales entre 1987 y 2002: 7 Ligas Nacionales, 2 Campeonatos Sudamericanos, 2 Ligas Sudamericanas y 1 Campeonato Panamericano. Y siempre se caracterizó por tener “el mejor plantel de nacionales”.
La frutilla de la torta fue el 8° McDonald Championship realizado en París en 1997. Estuvo a 9 segundos 6 décimas de jugar la final con los Chicago Bulls del mismísimo Michael Jordan. El triple del lituano Arturo Karnisovas, del Olympiakos Piraeus griego, se lo impidió. Pero Atenas, luego de una extraordinaria actuación internacional que lo dejó tercero, había sido más leyenda que nunca.
En la última Liga del siglo XX surgió el reinado del Estudiantes de Olavarría de Sergio Hernández, liderado por el gol infernal de J. J. Eubanks (27,5 de promedio). Uno de sus jugadores, el Colorado Wolkowyski, como en un cuento de hadas, concretaba un sueño que parecía difícil de alcanzar: que un argentino jugara en la NBA. Esa misma noche, la del 31 de octubre de 2000, en el Madison, Pepe Sánchez se anticipaba en el histórico debut y ratificaba lo que hasta entonces era imposible. Halago que ahora confirmó Emanuel Ginóbili.
En su doblete, con otro plantel y sobresaliendo Danny Farabello, Paolo Quinteros y Byron Wilson, Estudiantes produjo la mejor campaña de todas considerando temporadas de 50 o más partidos: logró el récord del 80,3 % de triunfos.
El último telón cayó con un hito: después de 848 partidos se retiró campeón –como merecía– Marcelo Milanesio, cerrando un ciclo glorioso e inigualable. Esa noche del 13 de mayo de 2002 fue para la historia, la emoción y la nostalgia. Un hecho más para justificar con creces aquellos sueños de 1982 y los 20 años de trabajo sin pausas.
Desde 1985 participaron 49 clubes en las 19 ediciones de la Primera “A” de la Liga Nacional, incluyendo la que se encuentra en disputa. Esta es su procedencia:
Buenos Aires y Santa Fe 10, Capital Federal 8, Córdoba 5, Tucumán 3; Entre Ríos, La Pampa y Río Negro 2; Santiago del Estero, Chaco, Neuquén, Chubut, San Luis, La Rioja y Misiones 1.
Solo 3 jugaron todas: Atenas de Córdoba, Ferro Carril Oeste y Estudiantes de Bahía Blanca. De 24 federaciones afiliadas, 15 tuvieron representación alguna vez. Las cuatro con más equipos son las mismas federaciones que más ganaron el viejo Campeonato Argentino: Capital Federal (18 títulos), Buenos Aires (13), Santa Fe (11) y Córdoba (9).
Viernes 26 de abril de 1985. León Najnudel, fervoroso impulsor de la Liga, da el salto inicial para comenzar la competencia. Se enfrentan Goggings (Argentino de Firmat) y Stanford (San Lorenzo).
Es el jugador reconocido como símbolo histórico de la Liga Nacional. Estuvo en 18 temporadas. Siempre jugó en Atenas de Córdoba y llegó a hacerlo en 649 partidos seguidos. Unico basquetbolista en lograr el Olimpia de Oro.
Por Marcelo Milanesio.
Basta conseguir un video de las primeras ediciones –1985, 1986, 1987– para darse cuenta de que la diferencia con lo que ocurrió después fue abismal. De que hemos crecido una barbaridad, con permanente evolución, tanto en defensa como en ataque.
Nuestra Liga ha sido sensacional. Nosotros hemos progresado gracias a su competencia, que cada vez fue más exigente y les abrió las puertas a todos los jugadores del país.
Se demuestra en los logros internacionales. Ganamos lo que nunca: una medalla de oro de los Juegos Panamericanos en Mar del Plata 1995. Participamos en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 después de 44 años. El Sub-22 fue campeón panamericano en Rosario 1993 y en Ribeirao Preto 2000. Fuimos medalla de bronce en el Mundial Juvenil de Canadá 1991 y cuartos en Portugal 1999, y también cuartos en el Mundial Sub-22 de Melbourne 1997. Conseguimos la medalla de bronce en el Mundial para Hombres Jóvenes (Sub-21) de Saitama, Japón 2001, y la medalla de oro, por primera vez, en el Torneo de las Américas de Neuquén 2001. El año anterior, además, logramos el Campeonato Sudamericano en todas las categorías, desde cadetes hasta mayores. En la Liga Sudamericana, los clubes de la Argentina llevan ganados cinco de los siete campeonatos realizados. En juveniles y cadetes hace rato que venimos siendo los mejores del continente. Tuvimos nuestro “hombre en la Luna”: llegamos a la NBA y hoy contamos con tres jugadores.
El broche de oro, espectacular y brillante, lo mostramos ahora en Indianápolis con el subcampeonato del mundo. Lejos, fuimos el mejor equipo, y le ganamos al invencible Dream Team.
Todo esto fue por mérito de la exigente competencia interna que nos dio la Liga.
¿Se acuerdan cuando venía Monte Líbano, del Brasil, a jugar contra nosotros? Parecía que venía un equipo de la NBA, nos pasaba por arriba, nos daba una paliza por veinte puntos y eso que eran todos brasileños. Ya en época de Liga jugaba reforzado con extranjeros, pero despacito le fuimos ganando.
Con el correr de los años, aumentó el nivel de los entrenamientos, se fue practicando el doble o el triple más que antes, se fue hablando cada vez más de estrategia, se estudia a fondo a los rivales. Ver la NBA por televisión nos ayudó mucho para todo esto.
Se avanzó en todos los estamentos y hasta en los pisos, los aros, las pelotas, la vestimenta y los colectivos para viajar...
El 30 de abril de 1983 se realizó la primera reunión de clubes por gestión del Chungo Butta. La Declaración de Paraná anticipó: “Que el perfeccionamiento de la competencia interna redundará en una elevación del máximo objetivo buscado: el mayor nivel de la Selección Nacional”.
De los 145 jugadores extranjeros con antecedentes de haber jugado en la NBA, que también lo hicieron en nuestra Liga Nacional, 10 fueron campeones en los Estados Unidos.
Son Joe Pace (Washington Bullets 1978), Mark Landsberger (Los Angeles Lakers 1980 y 1982), Earl Cureton (Philadelphia Sixers 1983 y Houston Rockets 1994), Larry Spriggs (Los Angeles Lakers 1985), William Thompson (Los Angeles Lakers 1988), John Long y Fennis Dembo (Detroit Pistons 1989), Stacey King (Chicago Bulls 1991, 1992 y 1993), Ricky Blanton (Chicago Bulls 1993) y Mario Ellie (Houston Rockets 1994 y 1995 y San Antonio Spurs 1999).
Por O. R .O. (2002).
Fotos: Archivo El Gráfico.
04 de febrero. El Tachero venció a Argentino de Junín por 79-71 en El Templo del Rock y se aseguró un lugar en la copa.
03 de febrero. El Celeste superó a Olímpico por 101 a 80 y sigue en la lucha por ingresar a la segunda definición del año.
24 de enero. El Head Coach del equipo albiceleste reflexionó acerca de la situación actual dentro del básquet femenino del país.
04 de octubre. Hinchas de ambos clubes se trenzaron en el Polideportivo “Islas Malvinas” y el partido amistoso no pudo continuar, en la previa del inicio de la temporada de la Liga Nacional de Básquet.
07 de septiembre. Argentina se impuso 84-76 en la definición, se coronó invicta y sumó su tercer título.
28 de agosto. En uno de los años más brillantes de la carrera de Manu, O. R. O. lo entrevista para El Gráfico, el bahiense –fiel a su estilo- responde a todo con humildad.