Desde el fondo de la historia, el duelo de clásicos (o el clásico, simplemente, en estos tiempos de torneos a una sola rueda) conformó un campeonato dentro del campeonato. Habrá que echarle un simple vistazo al archivo para encontrar declaraciones de los protagonistas del tipo “cambio un triunfo en el clásico por una vuelta olímpica”. Sobre todo en este tiempo de rachas adversas insólitamente potenciadas.
Ganar el clásico y además llevarse el título vendría a ser algo así como clausurar cualquier tipo de debate o burla o esbozo de cuestionamiento de la contra. Ganar el clásico y además llevarse el título es la satisfacción plena, la panza llena, el sabor intransferible de sentirse insuperable, al menos hasta el clásico que viene. Ganar el clásico y además llevarse el título es “cartón lleno”. Sin dudas.
De los 30 campeonatos conquistados por River en la era profesional, sólo en seis alcanzó ese halago (incluyendo éste); aunque hubo también empates que se celebraron como victorias y hasta abrieron la puerta para dar la vuelta olímpica en el mismísimo barrio de La Boca. Vale el repaso, entonces, para dimensionar lo realizado en este Torneo Clausura, que no sólo incluyó una simple victoria sobre Boca, sino que se trató de un 3-0 y en territorio ajeno.
En el inicio de la temporada de 1936, River tenía varios objetivos por cumplir. Por un lado, necesitaba cortarle el paso a Boca, que acababa de conseguir el primer bicampeonato en la era profesional, el del bienio 34/35, mientras el Millo apenas había conquistado un torneo, el de 1932. Por otro, surgía casi como una obligación terminar con la paternidad que asomaba cada vez más potente: de los 11 clásicos disputados en la flamante era profesional, Boca había ganado siete, habían empatado en tres ocasiones y River sólo había vencido una vez, en 1933. Además, nunca había conseguido irse victorioso de la casa de su vecino.
En la previa del partido que se disputó el 19 de abril de 1936 en la vieja cancha de Boca, El Gráfico ilustró con claridad cómo llegaban ambos conjuntos a la cita. En un fotomontaje se podía observar a Bernabé Ferreyra, que era la mamá, y a los nuevos pibes de River, entre los que se encontraba un tal José Manuel Moreno, que con los años se erigiría en uno de los más completos y talentosos (sino el más) jugadores que vistieron la casaca millonaria. También está el Toto Cherro, figura de Boca, que asomado a la ventana y con una pipa en su mano, sobraba a sus adversarios con gesto socarrón. El diálogo es imperdible.
Bernabé: –Ya que conmigo las tiene, prepare una buena cesta que es brava la que se viene.
Cherro: –Le voy robando la apuesta: a cualquier cosa se atiene el que con niños se acuesta.
Los Pibes: –mañana, ¡papa p’al nene!
Finalmente, el día siguiente, River quebró el maleficio y se impuso por 3-2 con dos goles de Bernabé y uno de Peucelle, todos en el primer tiempo, etapa en la cual el Millo marcó una diferencia abrumadora sobre su rival. En el complemento, Boca descontó pero no pudo empatar. Fue el primer triunfo de River en la cancha de su rival más encarnizado. Fue, también, el puntapié inicial de la rebeldía de River. El Gráfico sintetizó su comentario con este título: “Por fin River Plate pudo vencer a Boca Juniors en su cancha”.
Cuatro meses más tarde, el 30 de agosto, River también se llevó el clásico disputado en la vieja cancha de Alvear y Tagle. Esta vez fue por 2-1, después de dar vuelta el resultado con tantos de Luis María Rongo y de José Manuel Moreno. Para el Charro fue una tarde muy especial: cuatro años antes había sido bochado en una prueba realizada en Boca y, gracias a la insistencia y los contactos de su amigo Pedro Manzini, arquero de la cuarta especial de River, había conseguido una prueba en el club de la Banda. En aquel clásico comenzó a tomar forma su revancha. Esa tarde, por primera vez, integraron el ala izquierda de la delantera contra Boca la dupla juvenil Moreno-Adolfo Pedernera, que años más tarde serían piezas decisivas en el armado de La Máquina. “Boca pierde su paternidad legendaria sobre River Plate”, tituló El Gráfico. Y enseguida, en el arranque del comentario, dejaba en claro la importancia de esos triunfos en el espíritu riverplatense: “En esta temporada los teams de la primera, segunda y cuarta de los millonarios se han rebelado, venciendo a sus similares boquenses, que los tenían de hijos”. Aquel año inolvidable, 1936, cerraría de la mejor manera para River, con el título de campeón. Fue redondido, redondito: dos triunfos ante Boca y la vuelta olímpica.
Seis años más tarde, en 1942, si bien no se obtendrían las dos victorias en el clásico, el balance fue más que provechoso: un triunfo, un empate y la primera vuelta olímpica en la Bombonera. El 19 de julio, River goleó 4-0 en el Monumental con dos tantos de Labruna, uno de Deambrosi y el restante de Moreno. Era La Máquina en sus comienzos: en el torneo anterior también se había llevado el clásico por 5-1, nada menos. La revancha se jugó el 8 de noviembre en La Boca. River arrancó perdiendo 2-0 el primer tiempo por dos goles de Gandulla, pero alcanzó la igualdad en el complemento gracias a dos tantos de Pedernera, a los 2 y 36 minutos. La remontada fue heroica, además, porque el empate se consiguió con diez hombres, ya que el Pacha Yácono había abandonado la cancha a los 26 minutos del segundo tiempo por un bulonazo que hizo blanco en su cabeza. Y en aquel tiempo no había cambios. El empate le sirvió el título en bandeja a River y le dio por primera vez la chance de coronarse en la casa de su adversario.
Trece años más tarde, en 1955, River gozaría nuevamente de ese privilegio. Si bien perdió 4-0 como local, en la primera rueda, se desquitó en la revancha. El 8 de diciembre, por la anteúltima fecha, en un partido jugado por la mañana, Boca se puso en ventaja a los tres minutos con un gol de Etcheverry y dominó ampliamente a su rival. Pero en apenas un minuto, cuando el encuentro entraba en su tramo final, River lo dio vuelta: primero fue Angelito Labruna, a los 29, y luego el Mono Zárate, a los 30 –en ambos casos después de recibir sendos pases de Walter Gómez– quienes llevaron a su equipo a la victoria. River fue campeón en la Bombonera, pero no dio la vuelta olímpica. Labruna juntó a sus compañeros, fueron a festejar frente a su tribuna, y después se metieron en el vestuario. Eran otros tiempos, se manejaban otros códigos. Y nadie quería ofender a sus adversarios, a los que consideraban colegas sin hipocresía.
La década del 60 fue una etapa negra para la historia de River, no sólo porque no se ganó ningún campeonato sino porque la hegemonía de Boca en los duelos del clásico resultó notoria. Al comienzo de los 70 se vislumbró algún cambio y el reparto fue más parejo. En el Metropolitano de 1977 el saldo fue claramente favorable al Millo: ganó uno y empató el restante en la Bombonera, en lo que fue una virtual consagración. Ocurrió el 9 de noviembre, un miércoles por la tarde. Era la anteúltima fecha, River le llevaba un punto a su escolta Independiente y el Boca de Lorenzo se jugaba todas las fichas a arruinarle la vida al River de Labruna. Arrancó ganando el local con un gol de Pernía, empató Passarella de penal en el cierre de la primera etapa (debió ejecutarlo dos veces por invasión de zona; convirtió los dos) y, a dos minutos del final, en una corrida memorable, Pedro González gritó el 2-1 tras superar a Hugo Gatti en la mitad de la cancha. Fue el gol del campeonato y una de las victorias en el clásico más recordadas de la historia, con Angelito Labruna gritando desaforado en el mismísimo campo de juego. Tres días más tarde, River vencería a un ya descendido Ferro (le alcanzaba con el empate) y festejaría un nuevo título.
En 1980, River volvió a gozar con los dos triunfos en el clásico y con el campeonato. El 2 de marzo aplastó a Boca en la Bombonera con una actuación formidable de una sociedad que haría estragos a través de toda la campaña: pase de Juan Ramón Carrasco, pique corto y definición eléctrica de Ramón Angel Díaz. Dos goles de Ramón, otros dos del uruguayo que reemplazaba nada menos que al Beto Alonso y el restante de Ortiz decretaron la victoria más holgada en condición de visitante en la historia clásico. Un gol de Hugo Perotti en el final le puso un marco más piadoso a la victoria.
El 15 de junio, con River ya afirmado en la cima de la tabla y sacándole cada vez más puntos a sus perseguidores, el triunfo fue por 2-1 en el Monumental. Boca quería salvar un año pésimo aunque fuera con una victoria en el clásico y parecía que lo conseguía con el gol del Loco Salinas en el arranque del segundo tiempo. Pero ése era un año de River: Passarella empató de tiro libre (una de sus especialidades) a los 20 minutos y Luque, a los 28, marcó el segundo para una victoria muy festejada. La vuelta olímpica llegaría poco tiempo después, en cancha de Tigre, cinco fechas antes del cierre del torneo.
Dos torneos después y ya con otro técnico (Alfredo Di Stéfano), en el Nacional 81, si bien no pudo ganar los dos clásicos, River enhebró una racha importante: un triunfo, un empate y el campeonato. Pero el triunfo tuvo el valor adicional de conseguirse en la Bombonera y ante el gran Boca de Maradona. Aquel 27 de septiembre, por la mañana, Maradona puso en ventaja a su equipo y en apenas 16 minutos del complemento, Kempes, Passarella y Jorge García –tras gran maniobra individual que incluyó una burla a “la de Dios” de Hugo Gatti– dieron vuelta la tortilla.
La tercera vez que River hizo triplete y no le dejó ni migajas a su primo fue en el campeonato de la temporada 1985/86. En la primera rueda, en el Monumental, la victoria fue por 1-0 con aquel zapatazo inolvidable de Alejandro Alfredo Montenegro, un aguerrido marcador de punta izquierdo que en toda su carrera convirtió 6 goles. La revancha, disputada el 6 de abril en la Bombonera, con River ya recibido de campeón un par de fechas antes, se recordará por siempre: fue san Alonso, la pelota naranja, el gol de cabeza y el de tiro libre, el 2-0, la vuelta olímpica en las narices del rival eterno antes de empezar con el show de fútbol. Festejos a lo grande.
Cuatro años más tarde comenzarían los torneos a una sola rueda. El 11 de diciembre de 1994, por el Apertura, el River de Américo Gallego aterrizaba en La Boca con la obligación de no perder puntos. Era la anteúltima fecha y el escolta San Lorenzo lo seguía de cerca para dar el zarpazo. El Boca de Menotti podía arruinarle la fiesta a su rival, apostaba todas sus fichas a esa bola. Pero no le salió. River dominó el encuentro desde el minuto cero, se puso 2-0 en el primer tiempo con goles de Francescoli (de penal) y de Ortega, y terminó cerrando la fiesta con un tercer tanto anotado por un juvenil Marcelo Gallardo. Tres días más tarde, cuando San Lorenzo disputó un partido pendiente con Newell’s y lo perdió, River se consagró campeón. Y al empatar en la última fecha con Vélez, por primera vez en su historia fue campeón invicto.
El anteúltimo capítulo de esta saga de alegrías completas hay que situarlo en el Apertura 99. Fue el último título de Ramón Díaz como técnico en su primera etapa. River y Boca llegaron al duelo del Monumental en lo más alto de la tabla. Para el Millo era urgente la victoria: estaba a punto de cumplir 10 años sin ganar el clásico en su casa y acumulaba nueve partidos sin vencer a Boca, récord de los récords en el historial de los choques entre ambos. Y River fue una tromba desde el primer minuto, cuando Saviola disparó al travesaño una gran maniobra colectiva. Al final fue victoria por 2-0 con goles de Aimar –que quiso tirar un centro y se la clavó a Córdoba en el segundo palo– y de Juan Pablo Angel. Y los tres puntos del clásico terminaron siendo la distancia que separó al campeón (River) de su escolta (Boca). Sin dudas tuvo un sabor especial. Como el 3-0 de este año en la Bombonera. Como siempre que se le gana a Boca y se consigue el campeonato. Como siempre que se consigue gritar, con orgullo y también con aroma a gastada: ¨Cartón lleno¨.
Por Diego Borinsky (2002).
05 de febrero. El familiar del delantero de River sufrió una fuerte golpiza por parte de una banda de trapitos.
05 de febrero. El Muñeco tiene pensado realizar variantes de cara al partido del próximo sábado en el Monumental.
05 de febrero. El Millonario y la T chocarán en busca del primer título del año 2025.
05 de febrero. El mediocampista formado en el Millonario podría recalar en el fútbol brasileño a cambio de una importante suma.
05 de febrero. Un defensor dejó el Millonario y se convirtió en refuerzo de Red Bull Bragantino.
04 de febrero. El técnico de River podría modificar el once inicial de su equipo después de la floja actuación ante San Lorenzo del sábado pasado.
03 de febrero. El técnico de River apostó por una táctica diferente ante San Lorenzo pero su equipo no pudo imponer las condiciones en el Nuevo Gasómetro. Ahora se le viene el Rojo de Julio Vaccari, que tiene puntaje ideal.