DIEGO ARMANDO MARADONA alimentó una costumbre involuntaria: vivió las mil y una vidas. Donde termina una empieza otra. Donde nace una se esconde otra. Fue el mayor protagonista incluso en sucesos que lo tuvieron fuera del fútbol profesional.
En 1992, cuando todavía era jugador activo pero estaba suspendido por doping, fue el actor principal de una historia que compartió con un gran amigo: Juan Gilberto Funes, apodado el Búfalo, un delantero puntano que llegó a ser ídolo de Millonarios de Colombia y a emerger como un héroe nada menos que en River, gracias los dos goles -uno en la ida y otro en la vuelta- la primera Copa Libertadores en 1986.
Aquel atacante había tenido una carrera en ascenso, incluso con la participación en la Copa América de 1987 con la Selección Argentina, junto con Diego, pero los estudios médicos que se hizo cuando jugaba en Nantes de Francia arrojaron resultados aterradores desde el punto de vista cardíaco: su corazón era cuatro veces más grande de lo normal.
Con la salud a cuestas volvió a la Argentina para continuar su carrera en el país. Jugó en Vélez y hasta intentó vestir la camiseta de Boca, pero su corazón no pudo más luego de varias cirugías: falleció el 12 de enero de 1992, cuando tenía apenas 28 años.
Diego había visitado al Búfalo varias veces en el hospital. Era su amigo. Después de la dolorosa partida el astro argentino tomó una determinación: organizar un partido a beneficio para su familia.
Había un inconveniente, que no era para nada menor: Maradona estaba suspendido por doping. No jugaba de manera oficial desde el 24 de marzo de 1991, en un encuentro entre Napoli y Bari por la Serie A, tras el que recibió un duro positivo en el control antidoping.
Ante la decisión de Diego hubo una fuerte amenaza: la poderosa FIFA advirtió que sancionaría a quienes jugaran con él. El propio Diego, ante el peligro incipiente, quiso bajarse, pero lo frenaron sus compañeros.
¿Qué solución elucubró Maradona? Nada menos que inventar un nuevo deporte. No jugarían al fútbol sino a otra cosa. Las reglas la inventó Diego: jugaron 11 contra 12, con laterales hechos con el pie y árbitros retirados de la actividad.
Fue en la cancha de Vélez. Maradona, en su versión siempre disruptiva, exhibía lo mejor que tuvo más allá de la pelota: la lealtad para ayudar a un amigo.
"Muchachos, la FIFA los va a querer cagar. No los quiero comprometer", soltaba Maradona. Pero nadie lo dejó abandonar: todos decidieron acompañarlo en ese partido. El partido que honraba la amistad, la fidelidad, en memoria de su amigo el Búfalo Funes. "Estamos con vos, Diego", le dijeron.
Entonces Maradona sacó a bailar su espertiz revolucionaria. Advertido por Julio Grondona disparó uno de sus mejores zurdazos. Aquel 15 de abril de 1992 jugarían los de blanco contra los de azul. Los dirigentes en las oficinas de la FIFA en Zúrich se quedaron sin herramientas: ¿cómo sancionar a los que juegan a otra cosa que no es fútbol? Se jugaba con la pelota pero los laterales se hacían con el pie.
Se dice que los jugadores azules ganaron 5-2 en Liniers pero a nadie le interesó el resultado. Se trataba del rebelde incurable, motorizado por el amor de la amistad y la nobleza de las buenas causas, enfrentado a todo el aparato del poder internacional. El estadio José Amalfitani estaba explotado.
La FIFA, que ya lo tenía entre ambas cejas, jamás lo perdonaría. Se recaudaron más de cien mil dólares para la familia del Búfalo Funes. Una cifra que, dos años más tarde, acaso le costaría a Maradona la expulsión del Mundial de Estados Unidos 1994.
Pero Diego no conocía de costos. Jamás se midió. Siempre avanzó hacia adelante. Aquella vez por el Búfalo, antes por otra causa, después por alguna diferente, eligió burlarse de la FIFA. Burlarse del poder.
"Ojalá sus hijos tengan la educación que quería Juan y que su señora viva dignamente sin tener que pedirle nada a nadie", expresaría Maradona después de aquel partido, que fue televisado para todo el país por Canal 9.
Diego marcaría dos goles en una noche mágica que juntó a los mejores por una causa que excede cualquier reglamento: la amistad. A su lado estuvieron todos: Nery Pumpido, el Checho Batista, Carlos Altamirano, el Mono Navarro Montoya, Fabián Cancelarich, José Luis Chilavert, Néstor Fabbri, Oscar Garré, Pepe Basualdo, Ricardo Gareca, Ricardo Giusti, Blas Giunta, el Negro Vázquez, el Beto Acosta, Pipo Gorosito, Diego Latorre, Oscar Ruggeri y varios más.