“Ahí, cuando quedé afuera de la lista ´porque era muy joven´, empecé a darme cuenta de que la bronca era como un combustible para mí. Me ponía en marcha el motor a la máxima potencia. Cuando buscaba revancha, mejor jugaba. Dos días después de la nefasta noticia que me comunicó el Flaco, me puse la camiseta de Argentinos y salí a la cancha: le ganamos a Chacarita 5 a 0, hice dos goles y serví otros dos. Me acuerdo de que después de hacer uno se me acercó Pena, Huguito Pena, un tipo extraordinario, que en paz descanse, que jugaba para ellos, me pasó el brazo por arriba del hombro y me dijo, al oído: Dieguito, si no fuera porque tengo otra camiseta, lo festejaría con vos... Quédate tranquilo, nene, que vas a jugar muchos Mundiales y les vas a tapar la boca a todos”.
“Pero lo peor de todo fue cuando volví a mi casa. Parecía un velorio. Lloraba mi vieja, lloraba mi viejo, lloraban mis hermanos y mis hermanas. Me decían que yo era el mejor de todos, que no me preocupara porque iba a jugar cinco mundiales... Pero lloraban. Eso fue lo peor. Ese día, el más triste de mi carrera, juré que iría por la revancha. Fue la desilusión más grande mi vida, lo que me marcó para siempre, lo que me definió. Yo sentía en mis piernas y en mi corazón y en mi mente que yo les iba a demostrar que iba a jugar muchos mundiales. Eso mismo me decía Menotti, pero yo en ese momento no entendía razones. Igual yo viví el Mundial como un argentino más. Hasta fui a la cancha y todo. Fui contra Italia y también en la final contra Holanda; después salí en la furgoneta de mi suegro a festejar por todo Buenos Aires. Yo pensaba que podía haber estado ahí adentro, estaba seguro de que hubiera aportado mucho”.
Aquel partido de la furia también tiene su costado de leyenda, cómo no. Si se apela a la memoria emotiva, “Diego pidió jugar dos días después de quedar afuera de la selección y le metió cuatro goles a Chacarita. Pero cuando uno va al archivo, se encuentra con que incluso allí hay datos en los que la memoria es difusa. Muchos medios le atribuyen tres goles. Pero uno, el cuarto, lleva a otros a afirmar que lo convirtió Favret, después de un remate de Diego que se desvió en el arquero. Para Diego, en su memoria y en sus memorias, fueron dos. Aunque participó de casi todos. De hecho, el de López, de penal, fue después de una falta del propio Pena al propio Maradona.
“El Flaco nos llamó a todos, a los 25, al centro de la cancha donde hacíamos fútbol. Yo me la veía venir, me la veía venir. El plantel tenía cinco que jugábamos de diez: Villa, Alonso, Valencia, Bochini y yo. Creo que el que más le gustaba al Flaco era Valencia, porque lo había descubierto él; después, Villa; a Alonso lo sumó porque hubo una campaña tremenda del periodismo y de no sé quién más; al Bocha le dio el toque antes que a nadie. Y a mí, bueno, me llegó la hora”.
“Yo creo que podría haber jugado en el Mundial 78... Estaba afilado, estaba como nunca, como nunca estuve. Pero bueno, son cosas que pasan, qué sé yo. Lloré mucho, lloré tanto que... no sé. Ni siquiera cuando pasó lo del '94, lloré tanto. Yo las siento hoy como dos injusticias. Son distintas, pero injusticias las dos. Yo a Menotti no lo perdoné ni lo voy a perdonar nunca por aquello, pero nunca lo odié. Odiar es distinto a no perdonar. Por eso digo que, a pesar de todo, a mí no se me borra la imagen que yo tengo del Flaco, de su sabiduría para saberme llevar”.
Al día de hoy, refrenda sus palabras con hechos: César Luis Menotti, el entrenador que le provocó su mayor tristeza en el fútbol, tiene un lugar preferencial en su corazón.
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31 de diciembre. El reconocido periodista dialogó con El Gráfico sobre la actualidad y la historia del deporte: La Pulga, Maradona, Monzón, Fútbol de Primera y más.
29 de diciembre. Triunfo ante Uruguay en ¨La batalla del Río de la Plata¨, la Mano de Dios y el gol mejor gol en la historia de los Mundiales. Victoria ante Bélgica y la ansiada vuelta olímpica tras el triunfo ante Alemania en la final.