Nota publicada en la edición de octubre de 2012 de El Gráfico
MI TIO YA CORRIA PARA ENTONCES. Como yo tenía la llave del taller, iba a la noche y se lo ponía en marcha. A la mañana, Julio encontraba el motor del auto todavía caliente. "¿Quién me lo habrá andado?", se preguntaba. Se mató en 1940, corriendo las Mil Millas; y mi viejo no quiso saber nada más con las carreras.
GANE MI PRIMERA CARRERA con el seudónimo "Canuto", para que la familia no se enterara. Mis hermanos sí sabían. Al día siguiente, en la mesa, mi papá leía el diario de Arrecifes.
-Mirá, Froilán, acá dicen que este Canuto es de aquí, ¿tenés idea quién puede ser?
-Qué sé yo, papá, hay tantos locos en Arrecifes-
Pasó, pero me parecía que se había avivado… Me cambié el seudónimo por el de "Montemar", el nombre del caballo de un amigo que ganaba todas las cuadreras.
-Froilán, en el diario dicen que el ganó es de Arrecifes. ¿Sabés quien es Montemar?
-Qué sé yo, papá…-
Me echaron de casa cuando me descubrieron.
JUAN ERA AMIGO DE MI TÍO. Eran de la misma edad, ambos pilotos de Chevrolet, sabían de mecánica. Por eso lo conocía a Fangio. Pero la relación se afianzó porque vino a una carrera de Fuerza Limitada en Arrecifes con su auto, que manejaba su amigo Rentería. Esa carrera la iba peleando yo con Alfredo Pián, cuando el motor se me rompió faltando dos vueltas. Nos hicimos tan amigos que terminó siendo el padrino de mi primer matrimonio. Fuimos amigos hasta el día en que murió.
A MI NO ME GUSTABA MUCHO la ruta, prefería los circuitos. La Mille Miglia no me atraía, corrí muy poco en el TC. Pero ahora ando con las cupés de entonces y me pregunto cómo podía ser que nosotros manejáramos esos autos en esa época. Es que veníamos del campo, de manejar los arados, yo manejaba camiones.
UN AMIGO ME LEVANTO la suspensión. Estuve suspendido como seis meses, por agarrar del cogote a un comisario deportivo, Alberto Lodieu. No me dejaba largar una carrera en Retiro, no me permitía cambiar las bujías y salí rateando. Me pusieron bandera negra y me vine despacito a los boxes, porque sabía lo que se venía. Me quiso pegar con la bandera. "No me toque porque le voy a sacar la cabeza de una trompada", reaccioné. En esa época yo me peleaba con cualquiera. La sanción me la sacó un "amigo', je, je…”.
ESA FUE LA PRIMERA vez que fui a Casa de Gobierno. Le pedí un traje a Suixtil, yo no tenía, andaba siempre de mameluco, ¡si era camionero! Me lleva otro amigo y le preguntan:
-¿A tu amigo qué le pasó, mató a alguien?
-No, qué va a matar… Lo suspendieron.
-¿Quién lo suspendió?
-El Automóvil Club.
-¿Ah, sí? Hay que levantarle la suspensión, entonces.
Hace llamar al Automóvil Club Argentino, el presidente era el doctor Anesi. "A Froilán hay que levantarle la suspensión. De parte del General Perón"-
AL POCO TIEMPO nos fuimos a Europa con el equipo del ACA. Perón nos dio el cargo de “Delegados obreros” y cobrábamos 800 dólares. Ibamos cruzando la Plaza de Mayo y le digo a Juan: "Ché, ¿qué título nos dieron estos?". Cuando vino la Revolución del 55, a la m… con los delegados obreros. Para salir del país pedíamos permiso.
NO ENTIENDO NADA DE POLITICA. Pero siempre fui peronista. Con Perón afianzamos la relación en el 50, cuando empezamos a ir a Europa. Era loco por los autos, pero no andaba fuerte. En las motos, sí. Cuando volvimos, a fines del 50, nos preguntó:
-Muchachos, ¿no necesitan nada?
-Presidente, ¿por qué no nos hace un autódromo?
-¿Y qué problema hay? -nos contestó. Y lo hizo.
VIAJAR ERA UNA AVENTURA. En 1950 volamos a Europa: Buenos Aires, Río de Janeiro, Natal, Dakar, nos quedamos una noche a dormir allí; luego Lisboa, Madrid, Roma, y de ahí nos íbamos en tren hasta Milano.
LOS CORREDORES éramos todos peso pesados. Juan, yo, éramos todos gordos. Por ahí yo era un poco más… Cuando vivíamos en Galliate, el pueblo de Achille Varzi, con el equipo argentino, salíamos a andar en bicicleta hasta Novara, unos 20 kilómetros. Pero cada tanto yo me perdía en alguna rotisería… Me mandaba unos sándwiches de prosciutto y los esperaba hasta que pasaban de vuelta. Cuando íbamos a correr a Inglaterra cargábamos todo en el camión: los fideos, el chianti…
CASI ME TIRO AL MAR en Montecarlo. Corría con una Maserati del ACA, y me dejaron la tapa del tanque de nafta sin asegurar. En la primera frenada se me viene todo el combustible sobre la espalda, el compresor largó fuego por el escape y me prendí fuego… Por un momento pensé en tirar el auto a la bahía para apagarlo, pero lo paré y rodé por el piso. Sufrí quemaduras de segundo grado.
CORRI DE CASUALIDAD en Silverstone. Me ofrecieron el auto, una Ferrari de cuatro litros y medio, en Reims, Francia, porque uno de los pilotos de ellos, Dorino Serafini, se había roto una pierna. Ni dormí esa noche, y al día siguiente lo probé en las calles de Reims, porque los coches se guardaban en garages en la ciudad, no en el circuito. No anduve mal, pero tuve que darle el auto a Ascari en plena carrera y terminamos segundos. ¿Qué iba a pensar que la carrera siguiente la iba a ganar? Terminó siendo el circuito en el que gané más carreras: cinco. Y no porque me gustara más que otros. Simple casualidad.
ESTABA MUY NERVIOSO, faltaban como cinco minutos para la largada y empezó a sonar una sirena que me volvió loco. Me dio como un dolor de estómago. Desde los boxes se veía una casilla de madera, le saqué un pedazo de diario a mi mujer y me mandé, pasándoles como tiro a dos mujeres que había cerca de la puerta. Los nervios habían hecho lo suyo y fue tremendo… Cuando salí, vi el cartelito: decía Ladies, señoras. ¡Por eso estaban las viejas! Les gané la carrera por ligero.
EL LARGADOR ERA CHARLES FAROUX, que antes de la largada nos reunió y empezó a dar instrucciones. Yo no entendía nada, tenía un intérprete. "¿Qué dijo el francés?", le pregunté. "Que el primero que se mueva, le encaja un minuto de recargo… ". Juan me dice: "Ni te muevas". Faroux empezó la cuenta con los dedos, cinco, cuatro... En la primera fila estábamos yo, Juan, Ascari y Farina. Nadie se movió, ni cuando Faroux bajó la bandera. Nos quedamos patinando y Bonetto nos pasó a todos.
FUI A MARANELLO después del triunfo y me ofrecieron el mismo contrato que a Ascari y Villoresi. Yo no sabía nada de contratos, ni siquiera entendía italiano, así que lo único que pregunté fue si el seguro estaba incluido. "Todos mis pilotos están asegurados", me dijo el Commendatore. "Entonces, ¿dónde hay que firmar?", pregunté. Cobrabámos 2.500 dólares por cada carrera, y nos daban 150 mil liras cada vez que probábamos el auto en esos caminos sinuosos de las afueras de Maranello. Al año siguiente no me quedé: me fui con Juan a Maserati, que nos pagaba mejor. Se armó un despelote de la gran flauta.
ESA FERRARI FUE el mejor auto que manejé, aunque la BRM era más potente. Pero la cuatro litros y medio nunca me dejó de a pie. Ese auto con el que gané en Silverstone ahora es propiedad de Bernie Ecclestone. Se lo prestó a Fernando Alonso para que diera unas vueltas en Silverstone, el año pasado, cuando se cumplieron 60 años. Alonso es un piloto bárbaro, pero también me gusta Vettel.
PUDE HABER SIDO CAMPEON. En Reims tuvimos que compartir con Ascari los puntos del segundo puesto. En Silverstone gané yo, en Nürburgring y en Monza ganó Ascari. Fuimos a España a definir y le dije a Juan que uno de los dos tenía que ganar el título: "O vos o yo". Al fondo de la recta íbamos a 329 km/h y se nos desbandaban las gomas. Juan fue campeón pese a un problema con la caja; y yo fui segundo, remontando.
EL CAMPEONATO MUNDIAL tiene hoy veinte carreras, pero en 1954 tenía seis o siete. Sin embargo, ese año yo gané un montón de carreras de Fórmula 1 sin puntos, que si hubieran estado dentro del campeonato, por ahí me habrían dado el título. No me quejo. Yo no fui a la última carrera de ese torneo, estaba muy deprimido por la muerte de Pinocho Marimón en Nürburgring. Ferrari me quería mandar a mí a Barcelona con la única máquina del equipo. “Commendatore, no voy –le dije-. El campeonato lo siento perdido, ya no tengo más nada que hacer, esperemos al próximo año”. Mike Hawthorn intervino y ganó, Juan fue campeón y yo me quedé con el subcampeonato”.
SIEMPRE ME LLEVE bien con Ferrari. No discutía nunca con el Commendatore. Otros pilotos me tenían bronca por eso, porque lo criticaban y decían que los autos no funcionaban. Pero cuando don Enzo me preguntaba a mí qué tenía para agregar, yo le respondía :"Commendatore, todo bien, ningún problema", y eso no les caía bien ni a Ascari ni a Villoresi. Hasta el último momento siempre que estaba en Europa me daba una vuelta por Maranello para saludarlo. No necesité nunca hacer cita: siempre me atendía. Ahora hace tiempo que no puedo viajar, pero sucedía lo mismo con su hijo Piero Lardi.
LA CARRERA MAS DIFICIL que me tocó correr fue Le Mans. Casi toda la carrera con lluvia y niebla. Y de las 24 Horas me pidieron que manejara la mayoría, así que anduve como 17 horas con ese auto que al principio no se tenía nada, le pusieron una bolsa de arena mojada para que tuviera más agarre. Hubo muertos, lluvia hasta la madrugada, en la última parada el auto no arrancaba…
A SCHUMACHER LE TOCO manejar la Ferrari 375 de mi victoria en Silverstone. Fue en una fiesta de la marca, mucha gente, y viene y me dice: "Anduve en su auto y no sé cómo hacían para correr esos coches. Yo no podría". Le contesté enseguida: "Yo tampoco podría manejar el tuyo, porque de computación no entiendo nada". Los autos de ahora, con tantas teclas... A mí, dejame con la palanca.
Por Pablo Vignone.
Fotos: Emiliano Lasalvia y Archivo El Gráfico