2001. La tierra de oro
El sur de Córdoba y de Santa Fe fue la cantera de muchos jugadores que supieron triunfar en el fútbol argentino. Desde Ruggeri hasta Pablo Aimar, centenares de jugadores nacidos en estas latitudes hicieron sus primeros pasos en los clubes de sus pueblos.
¨Muchachos, creo que he encontrado una mina de oro¨. James Marshall era un carpintero de la ciudad de Nueva Yersey que buscaba suerte en los márgenes del río Americano en Alta California, México. El hombre, casi sin darse cuenta, cambiaría el curso de la economía de América del Norte. Dos años después, aquella provincia mexicana fue convertida a la fuerza en un estado más de los Estados Unidos.
Durante años la fiebre del oro llevó a capitalistas, políticos, carpinteros y gente de toda clase social a la lucha feroz por encontrar su porción de aquel oro. El que significaba la salvación para el resto de sus vidas.
Historias como las de California se repiten incesantemente a través del globo terráqueo. Y no sólo hablando de oro sino del oportunismo y la exacerbación por aquello nuevo y jugoso para el mundo de los negocios.
En la Argentina existe una zona donde han crecido más de un centenar de jugadores que con el tiempo pudieron hacer en una cancha de Primera aquello que aprendieron en los potreros de su tierra. A fines de los 80, la mira de los buscadores de talento apuntó permanentemente a un lugar de gringos fuertes, de buena olla y buena sangre. Así, rápidamente, se formó la fila de quienes buscaban oportunidades en las grandes ciudades. Cuando llegaron los triunfos de los primeros chicos, los cazatalentos (ahora transformados en informantes pagos de los clubes) marcharon en busca de más, convirtiéndose en una cadena que continúa en nuestros días. Todos van a la tierra de oro.
Quizás algún día la historia dirá que todo empezó con Oscar Ruggeri. Para otros el pionero fue Mario Kempes. La polémica es menor. Sea cual fuere el hombre que despertó la curiosidad por saber de dónde venían estos jugadores pura fuerza, ya no es más un secreto del fútbol que en el sur de Santa Fe y sur de Córdoba hay una cosecha a largo plazo.
De pequeño, Ruggeri se formó en los campos de su padre Natalio junto con sus hermanos. Corría tras la pelota que tanto lo apasionaba. “Cuando sea grande voy a jugar en Boca”, repetía constantemente el Cabezón. Lo cierto es que su fortaleza física fue la que lo ayudó a conseguir su lugar en el fútbol grande. A los 7 años jugaba en El Corralense y Boca fue de visita a su pueblo para jugar un amistoso contra el equipo de Corral de Bustos. Ruggeri se escapó al hotel en que se alojaban sus ídolos y mientras Roberto Mouzo le firmaba un autógrafo, el pibe le aseguró: “Yo voy a jugar en Boca”. Mouzo, mitad en broma, mitad en serio, le dijo que los fuera a visitar cuando pasara por Buenos Aires. Y Ruggeri lo tomó al pie de la letra. A los 17 se probó en Central y sorprendió rápidamente por su contextura física y la seguridad que tenía para jugar. Le dijeron que volviera pero su obsesión por Boca pudo más. Junto con Sergio Gennaro (otro ex Boca oriundo de esa ciudad) partieron para La Candela y pocos días después ya formaban parte de las inferiores boquenses.
La lista que lo siguió supera los 140 jugadores. Los nombres más resonantes son los de Abel Balbo, Fernando Gamboa, Pablo Aimar, Martín Cardetti, Mauricio Pellegrino, Enrique Hrabina, Claudio Arzeno, Miguel Angel Ludueña, Leonardo Biagini, Sergio Berti, Walter Samuel, Leonardo Madelón, etc. Salvo excepciones como la de Aimar y Cardetti, la mayoría son jugadores de gran porte y que basan su juego en lo físico. “Aquí son todos gringos. No hay que olvidarse que en nuestro pueblo tenemos todo: queso, dulce, leche, carne. Todo crudo y sin alimentos raros. Directo del campo a la boca. Ése es el secreto”, asegura Miguel Angel Ludueña.
Mario Cuenca es el actual arquero de Talleres y asegura que en su Río Cuarto natal nunca vio a nadie morirse de hambre: “Jamás vi que faltara comida. La variedad de alimentos que hay es mucha y se come todo lo elaborado directamente en el pueblo”. Cuenca se crió en los campos de su padre comiendo, entre otras cosas, las milanesas de soja que en su opinión “no son las del supermercado que pasan por mil tratamientos. En definitiva, en los pueblos se consiguen los productos que en Buenos Aires sólo los conseguís envasados”.
Un lugar en el mundo
Las cuatro ciudades en las que se forma el marco del mapa dorado son Villa María, Río Cuarto, Villa Constitución y Venado Tuerto. Para encontrar la explicación al porqué del surgimiento de tantos jugadores hay que referirse a la misma tierra. “Por lo general, en otros lugares del país los chicos están acostumbrados a comer comida elaborada y así se pierden mucho las proteínas. En cambio, estos chicos comen comidas caseras porque en las casas hasta suelen tener cultivos y así ingieren una cantidad importante de vitaminas y proteínas”, explica la nutricionista cordobesa Susana Cinelli. Edgardo Sterneri, director de las divisiones inferiores del club Riberas del Paraná, agrega: “Pese a la crisis, en esta zona el que se muere de hambre es porque quiere”.
“Estos chicos se bancan cualquier entrenamiento. Tienen una respuesta física que no tienen los chicos de otros lugares. Hace poco estuve por Tucumán y hay muy buenos jugadores pero no responden cuando se los exige físicamente. Tienen 14 años y el físico no les da, no les responde porque no tienen la base”, asegura Mario Cuccioletta, quien trabaja con los chicos de Atlético Empalme, club de Empalme Villa Constitución.
¿Es sólo la comida el secreto de este paraíso para los intermediarios? Desde ya la Organización Mundial de la Salud asegura que el tener una buena y nutrida alimentación desde chico mejora la talla física y la capacidad mental del individuo. Pero hay más: “El ritmo de vida que llevan los ayuda mucho –explica la nutricionista Cinelli–. Hay que entender que en las ciudades densamente pobladas, los chicos crecen con un mínimo de estrés y eso deteriora el organismo lenta y paulatinamente. En cambio, estos chicos llevan otro ritmo de vida que les permite eludir el estrés y formarse más fuertes, física y mentalmente. Además, no hay que olvidarse que practican muchos deportes y viven continuamente haciendo ejercicios. La mamá no los lleva en auto a la escuela. Por eso la bicicleta se transforma en su medio de transporte de chicos y les permite estar continuamente haciendo ejercicio. Y en cuanto a la inteligencia, la tranquilidad con la que viven les permite tener un grado de concentración muy distinto al que se da en las ciudades donde los chicos están continuamente desatentos. Y esa concentración les permite desarrollarse en la cancha con una mayor capacidad”.
En esa zona la escolaridad es muy alta. Pese a la deserción que ha golpeado al país en los últimos años (especialmente en los colegios secundarios), la primaria es casi religiosa por aquellos lados. La escuela es una aspiración y no una obligación debido a la tradición que llegó por medio de los inmigrantes italianos y que, gran parte de la zona, tomó como propia.
Rosario es la ciudad de la Argentina con mayor cantidad de inmigrantes italianos. Ellos se trasladaron lentamente al sur de la provincia y crearon comunidades que surgieron de la mezcla de italianos, españoles, yugoslavos, polacos y ucranianos. El resultado fue algo así como un europeo made in América.
Y es la característica de estas razas la que le dio vida a un tipo de jugadores que tanto reclaman los clubes del nuevo siglo y del nuevo fútbol: fortaleza física sumada al talento innato que aún queda en los potreros de la zona. Por eso los chicos tienen un desarrollo asistemático. No necesitan ir a una escuela de fútbol. Aprenden solos en las pequeñas porciones de tierra húmeda donde la pelota no suele picar mucho.
“Generalmente los jugadores habilidosos surgen de las villas y están mal alimentados –agrega Ludueña, nacido en Villa María –. Acá juegan también en los potreros pero tienen una base alimenticia impresionante. Si comemos asado por lo menos tres veces por semana.”
Llegan los pibes
Entre 1986 y 1989 la Liga Regional del Sud –fundada en 1930 con asiento en Villa Constitución– creyó encontrar su apogeo. No había explotado aún la era de los empresarios e intermediarios. En lugar de apostar a las inferiores, optaron por la compra de figuras de las ligas del Interior con sueldos más que interesantes de aquellos tiempos. No había cancha que convocara menos de mil personas para seguir los clásicos entre Riberas del Paraná–Talleres (el más importante de Villa Constitución, ubicada al sur de Rosario) o Atlético Empalme–Empalme Central (el más importante de Empalme Villa Constitución, un pueblito que tomó su nombre del desvío de las viejas vías del ex Ferrocarril Mitre de la ciudad homónima).
Pero el derrumbe económico, la crisis y la llegada de la televisación del fútbol golpearon a la Liga Regional del Sud y a otras ligas de la Tierra de Oro. Empezaba entonces una agonía de la que aún se recuperan. Llegaba el tiempo de pensar en las inferiores y los clubes se transformaron en productores. Atlético Empalme fue el primero en armar esta estructura y se llenó de títulos a nivel local jugando con sus pibes.
Con esta nueva modalidad, el sueño de esos chicos por jugar en el fútbol grande acentuó notablemente el éxodo. Y fue creciendo tan bruscamente que actualmente casi todos los clubes de la zona tienen acuerdos con clubes de Primera para venderles a las próximas figuras del fútbol.
“Antes, los clubes de Rosario nos alimentábamos mucho de los jugadores de esa zona pero ahora los van a buscar directamente los clubes grandes de la Capital –cuenta Ángel Tulio Zof, ex técnico de Central y actual colaborador en las inferiores de ese club–. Hace un tiempo, los pibes de allá venían solos a probarse. Igualmente mantenemos una pequeña ventaja con respecto a los clubes grandes porque cuando tienen 13 o 14 años la familia prefiere que vengan a Rosario, que está más cerca y que es una ciudad en la que se sienten más seguros. He recorrido hace poco muchos pueblos de aquella zona en busca de jugadores y cuando llegás resulta que ya estuvieron los representantes de los grandes.”
Sergio Berti nació en Empalme Villa Constitución y asegura que uno de los puntos fuertes para que salgan tantos chicos es que se trabaja muy bien en inferiores: “Se hace un trabajo con el chico desde los 7 años. Eso es muy importante. Y ese trabajo, sumado a la alimentación variada, rica y abundante que los chicos tienen, termina generando jugadores fuertes y bien dotados técnicamente”.
La explosión de la Tierra de Oro empujó a sus pequeños clubes a pedir mucha plata por los chicos. Si bien ahora suena casi lógico, diez años atrás no estaba en la mente de estas modestas instituciones. “Antes venían a buscarlos y no quedaba nada en los clubes de origen. Nos dimos cuenta de que estábamos equivocados y comenzamos a pedir plata o un 10% de futuras transferencias”, comenta Jorge Bianco, quien trabaja en la Academia Duchini, asentada en el departamento de Villa Constitución.
La discusión de estas nuevas políticas llevó a que sus dirigentes se preguntaran si los chicos tenían que jugar desde tan pequeños en canchas grandes o si debían tener su paso previo por el baby fútbol (canchas cerradas y menor cantidad de jugadores). Entre tanto debate, Talleres, uno de los clubes más legendarios de Villa Constitución, decidió abandonar la práctica del fútbol reflejando los desencuentros entre la política productora o la política social del fútbol.
Deme dos
La explosión de la zona y la gran cantidad de jugadores que emigraron en busca de su lugar en el fútbol grande generaron otros problemas más allá del saqueo de los clubes locales.
“Esto se ha convertido casi en un tráfico de esclavos blancos –explica Cuccioletta, de Atlético Empalme–. Han desaparecido los valores. Es virtualmente un picadero de carne. Les revolotean por la cabeza a los pibes sólo para salvarse económicamente. Antes los clubes venían y hablaban con los padres pero éstos les decían que el chico tenía que terminar los estudios. Ahora si vienen y les dicen a los padres que se los llevan a Uganda, no tienen drama.”
¿A quiénes se llevan? Al parecer no hay una especialidad preferida. “Ya no son tan selectivos como antes. Ahora vienen y los levantan a paladas –sigue enojado Cuccioletta– . No les importa si quedan en el camino. Hace poco estuvo por acá uno de los tres entrenadores de inferiores más conocidos del fútbol argentino y me dijo mientras estábamos viendo a un chico que tiene futuro: ‘¿Querés que yo quede como un boludo? Me lo llevo sí o sí. Mirá si lo dejo acá y después la rompe‘.“
La realidad acosa a los entrenadores cordobeses y santafesinos. Un buen día aparece un buscador de talentos de Buenos Aires intentando llevarse a un chico. Lo llamativo es que los buscan cada vez más pequeños. “Los que tienen 15 o 16 años parece que ya no sirvieran más”, asegura Ángel Tulio Zof. El buen hombre ofrece colocar al joven en la Capital y los padres presionan para retirar al hijo de los registros del club del pueblo. “Te amenazan con pegarte cuatro tiros en la cabeza y se llevan al chico”, agrega Sterneri, hombre de inferiores de Riberas del Paraná.
Los clubes un buen día encontraron el oro como lo hizo el carpintero Robert Marshall en California. Sin importarle causas y consecuencias saquean permanentemente aprovechándose de las riquezas de la tierra del sur de Córdoba y Santa Fe en busca de la estrella que también les dé prestigio. Y la materia prima que siempre caracterizó a la zona sigue vigente y son los mismos jugadores los que sueñan con cruzar lo más rápidamente posible esas mismas fronteras que los vieron nacer. Un sueño que seguramente se concretará en muchos casos gracias a las virtudes que esa misma tierra les provee. En definitiva, un sueño que en el camino los pondrá frente a unos cuantos interesados en llevarse al menos una pepita
Para todos los gustos
Ciudades, pueblos y pueblitos. De todas partes salieron arqueros, defensores, volantes y delanteros. Ésta es la lista de los principales jugadores que nacieron en una de las zonas más fecundas para el fútbol argentino.
La Tierra de Oro abarca parte del sur de Santa Fe y sur de Córdoba. En la década del 90 más de 140 jugadores nacidos allí jugaron en Primera División.
El aporte de Córdoba llegó de 44 ciudades o pueblos: Alejandro Roca, Arias, Ballesteros, Canals, Etruria, General Cabrera, Inriville, Justianiano Posse, La Carlotta, Leones, Los Surgentes, Noetinger, Santa Eufemia, Bell Ville, Corral de Bustos, Leones, Marcos Juárez, Río Cuarto y Villa María. De los 79 jugadores que llegaron a Primera, 11 son arqueros, 21 son defensores, 27 volantes y 20 delanteros. Entre los más destacados se encuentran Javier Albarello (Ballesteros), Marcelo Romagnoli (Arias), Pablo Guiñazu (General Cabrera), Silvio Carrario, Mario Kempes (Bell Ville), Oscar Ruggeri (Corral de Bustos), los hermanos Mauricio y Maximiliano Pellegrino (Leones), Raúl Sanzotti (Inriville), Pablo Aimar, Martín Cardetti, Guillermo Pereyra, Mario Cuenca (Río Cuarto), Claudio Arzeno, Javier Sodero, Miguel Angel Ludueña, Albano Bizarri (Villa María), Germán Rivarola (Santa Eufemia) y Hernán Castellano (Marcos Juárez).
De Santa Fe, la cuna pasó por 34 localidades: Arequito, Cañada de Gómez, Empalme Villa Constitución, Villa Constitución, Venado Tuerto, Firmat, Armstrong, Arroyo Seco, Arteaga, Bigand, Cafferata, Carcarañá, Casilda, Chabás, San José de la Esquina, Santa Teresa y Zavalla. De 60 jugadores en Primera, cinco son arqueros, 11 defensores, 29 volantes y 15 delanteros. Entre los más destacados figuran Daniel Bertoya y Mario Turdó (Armstrong), Germán Gerbaudo (Arequito), Leonardo Biagini y Ricardo Giusti (Arroyo Seco), Ezequiel Amaya (Cañada de Gómez), Javier Lux, Raúl Damiani (Carcarañá), Fernando Calcaterra, Marcelo Trobbiani (Casilda), Héctor Cúper (Chabás), Darío Marra, Alfredo y Sergio Berti, Rubén Garate, Abel Balbo, Gustavo Raggio, Ariel Graziani (Empalme Villa Constitución), Walter Samuel, José María Buljubasich, Iván Gabrich (Firmat), Horacio Carbonari (Santa Teresa), Leonardo Madelón, Federico Lussenhoff (Venado Tuerto), Esteban Herrera (Villa Constitución).
Textos: Hernán Gil y Miguel Pisano
Fotos: Sebastián Szyd